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Las palabras sanadoras de las mujeres de Colombia

Por Belén de la Banda

Miles de mujeres están dejando atrás en Colombia el que parecía un destino inexorable de víctimas. En unos años han superado todos los tipos -los más extremos- de violencia, de marginación, de subordinación, de desprecio y maltrato en el ámbito público y en el privado. Han logrado participar de manera activa y determinante en el camino hacia la paz en su país, para salir de un terrible conflicto bélico.

Mujeres con los pies en la tierra han hecho realidad el proceso de paz en Colombia. Imagen del proyecto Mujeres al frente, de Lula Gómez.

Nada es fácil para ellas aún hoy, pero las mujeres de Colombia han conseguido contribuir a la paz cambiándole el ADN al proceso. Un proceso de paz que pretendía pasar por encima de ellas como lo había hecho la guerra. La inteligencia colectiva de las mujeres colombianas logró hacer entender que una paz sin ellas no tenía ninguna oportunidad de ser auténtica, o de durar.

La paz en Colombia no puede dejar a un lado a mujeres como Patricia Guerrero, que fue jueza y que creó la Ciudad de las Mujeres para permitirles vivir en paz en los peores tiempos del país. O Nelly Velandia, la voz de seis millones de mujeres campesinas. O Mayerlis Angarita, que sobrevivió al conflicto y fundó Narrar para vivir, o la luchadora Luz Marina Bernal, que inició una lucha que aún no termina para reivindicar la memoria de su hijo asesinado en un ‘falso positivo’. O Beatriz Montoya, Vera Grabe, Luz Marina Becerra… Cada una de ellas con un trauma y un dolor imposible de medir a sus espaldas, han protagonizado trayectorias impresionantes. Y cada una ha pensado la paz y la ha compartido. Y ha exigido compartirla cuando nadie le invitaba a estar en ese proceso.

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Una periodista comprometida en la guerra contra el narcotráfico

Por Laura Martínez ValeroLaura Martínez Valero

Me pasó como a muchos estudiantes de periodismo. En el primer año de carrera perdí la ilusión. El periodismo no era lo que yo creía. Nada de visibilizar las historias humanas. Todo eran intereses, poder, política y cifras. Recientemente conocí el Periodismo Comprometido y a periodistas como Marcela Turati, que me devolvieron la ilusión.

En México existe un término para nombrar al número de muertos diarios que causa la guerra contra el narcotráfico. Lo llaman el ‘ejecutómetro’. Es muy útil para redactar noticias, pero no aporta profundidad ni contexto. No explica cómo se ha llegado a esa situación. ‘Uno ve a unos tipos colgados de un puente y se pregunta: ¿quiénes eran? ¿En qué soñaban? ¿Cuál fue su vida? ¿Qué sufrimiento hay detrás?’, reflexiona Marcela. Para ella, este pensamiento  se convirtió en una prioridad. Y para mí esto es lo que caracteriza a una periodista comprometida, preguntarse: ‘¿por qué?’.

Marcela era una reportera que se dedicaba al periodismo social, un tema de mujeres que no interesa a los periodistas varones, más centrados en política o economía. Preocupada por aportar un enfoque humano y porque la pobreza no era un tema que apareciera en las portadas, formó junto con sus compañeras la red de ‘Periodistas de a pie’. Y de la noche a la mañana se vieron haciendo capacitación para cubrir las muertes del narcotráfico. ‘Yo era una reportera que cubría pobreza y de repente estaba cubriendo una masacre en un pueblo’, explica Marcela. ‘Cada semana recibía familias nuevas con hijos desaparecidos’. Fieles a sus principios, no quisieron quedarse en el cadáver, sino profundizar en lo que había alrededor. Lo que encontraron era algo que el gobierno no está interesado en mostrar. Muchos jóvenes se había criado en la calle, sin escuelas ni acceso a educación y habían acabado en pandillas. El narcotráfico se convirtió entonces en un caramelo muy dulce, con sabor a poder y dinero. ‘No se invirtió en las zonas donde se tendría que haber invertido. Podría haber sido mucho más barato que andar comprando armamento para matar a esos jóvenes’, denuncia Marcela. Además, están las víctimas que no tenían relación con el narcotráfico, lo que el gobierno llama ‘daños colaterales’ y que se cuentan por miles.

Marcela Turati durante su reciente visita a la sede de Oxfam Intermón en Barcelona. (C) Júlia Serramitjana / Oxfam Intermón

Marcela Turati durante su reciente visita a la sede de Oxfam Intermón en Barcelona. (C) Júlia Serramitjana / Oxfam Intermón

Después de todos estos años, si hay algo que aún conmueve a Marcela es el papel de las mujeres, especialmente de las madres, en este contexto de violencia. Cómo se han organizado y cómo algunas de ellas salen cada 10 de mayo a pedir justicia a gritos en DF. Mujeres ‘normales’, madres de familia, que se han capacitado y ahora hablan ante la ONU, reclamando que encuentren a sus hijos desaparecidos o al culpable de sus muertes.

Otras veces ya hemos hablado de lo difícil que es ser mujer y periodista en México. Por ello, en la red de ‘Periodistas de a pie’ están trabajando en el ‘autocuidado personal’. ‘Tenemos que cubrir esto sin que te quite la alegría de vivir’, afirma Marcela. De momento a ella no se la han quitado y, como le gusta compartir su experiencia, estará en Madrid a principios de julio en el marco del proyecto de Periodismo Comprometido para explicar cómo es posible hacer periodismo de calidad en situaciones difíciles.

Laura Martínez Valero es periodista y trabaja en Oxfam Intermón