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Igualdad en la cúpula

Por Sole Giménez  Sole Giménez

Este año se cumplen para mí 30 años en la música y como es lógico una tiende a reflexionar y analizar esa trayectoria con la distancia del tiempo y el poso de lo aprendido. Confieso que muchas veces he echado en falta una mayor presencia femenina en mi ámbito profesional porque, aunque desde fuera pueda pensarse que la presencia de las mujeres es muy evidente en esta profesión  por la cantidad de vocalistas femeninas que hay con éxito, en realidad detrás del escaparate hay una muralla de hombres al mando de esta industria.

Viñeta de Eneko en 20 minutos sobre la mujer en el arte

Viñeta de Eneko sobre la mujer en el arte. 20 minutos

Curiosamente en todos estos años también han sido poquísimas las instrumentistas de alto nivel que he conocido y con las que he trabajado por lo que entiendo que las mujeres no parecemos muy dispuestas a coger las baquetas y ponernos a tocar la batería, el bajo, el piano o la guitarra, etc, salvo honrosas excepciones. Y yo que suelo reflexionar sobre estos temas llevo años preguntándome ¿por qué?

Al abrir el círculo y mirar al conjunto del país me parece que esta profesión es un retrato bastante fiel del esquema que se da en nuestra sociedad en donde diariamente vemos cómo los puestos menos relevantes están cubiertos en muchos casos por mujeres muy competentes pero los puestos más importantes y de mayor peso son sólo para hombres.

Así que la pregunta ahora abarca más cuestiones pero en definitiva es la misma:

¿Por qué?

¿Por qué las mujeres estamos en los primeros peldaños de la escalera o como mucho en los intermedios pero en la cumbre sólo tenemos una presencia testimonial? ¿Somos nosotras las que nos limitamos o nos frenan la sociedad, la tradición, el miedo? No es una cuestión fácil de contestar ni mucho menos de razonar.

Es evidente que en estos últimos 50 años en los países más avanzados ha habido un cambio realmente asombroso  fruto de la voluntad de muchos hombres que han visto la necesidad de equipararnos con ellos por justicia y porque definitivamente la sociedad lo necesitaba para poder evolucionar a mejor. Lamentablemente esto no ha ocurrido en muchos otros países donde existe todavía una clara y doliente discriminación. De ahí su estancamiento.

Y  ¿que ha venido ocurriendo en los países que sí han hecho este gran esfuerzo? Pues que a gran escala los derechos y deberes parecen parejos pero no han llegado con igual fuerza a las cúpulas que siguen siendo lideradas por hombres. ¿Han sido ellos los que han frenado el avance de la mujer? ¿Se tiene miedo a la visión que la mujer puede aportar o es simple desconfianza? ¿O hemos sido nosotras las que no hemos querido tomar esa responsabilidad?

Es difícil, muy difícil luchar contra milenios de tradición, contra un pensamiento arraigado en lo más profundo. Es difícil para ellos y para nosotras pero a mi entender es imprescindible hacer este esfuerzo revolucionario  en pos de un futuro más equilibrado donde el ciudadano colabore, participe y trabaje en mejorar la sociedad en igualdad de condiciones sin importar cuál es su sexo.

La receta para cocinar esta revolución ya está escrita: educación, educación y educación. Educar a las nuevas generaciones en la igualdad. Reeducar a los educadores pues ellos tienen en sus manos el ejemplo a imitar y como estamos viendo día a día, muchas veces falla. Y reeducar a las propias mujeres que casi sin querer seguimos repitiendo los mismos esquemas del pasado basados en la resignación, el sacrificio y la anulación. No es que debamos perder nuestra visión empática y generosa que muchas veces nos distingue como mujeres, sino que debemos valorar mejor nuestras características y talentos y no renunciar a ellos, pues la sociedad en su conjunto necesita que estemos a la altura del reto, que estemos ahí, ni delante ni detrás sino junto a los hombres, aportando nuestra forma diferente de entender el mundo, dándole un nuevo enfoque a la vida, una perspectiva femenina que ahora falta y que traerá consigo el equilibrio.

 

 

Empresa inteligente busca mujeres directivas

Por María Solanas Cardín María Solanas

Creación colaborativa, innovación, liderazgos colectivos, diálogo, cooperación. Son algunos de los valores que requieren las nuevas organizaciones empresariales en la Sociedad Red. Y también algunas de las fortalezas que describen los perfiles directivos femeninos.

Según numerosos estudios, las empresas dirigidas por mujeres, y aquellas en las que hay una presencia de mujeres en los puestos de responsabilidad, obtienen mejores resultados económicos, en términos de rentabilidad y competitividad.

Homenaje de Eneko a la mujer trabajadora

Homenaje de Eneko a la mujer trabajadora

Y sin embargo, son muy pocas las mujeres que llegan a la dirección empresarial. En España, alrededor del 70% de las empresas españolas no tiene ninguna mujer en puestos directivos. De acuerdo con los últimos datos ofrecidos por el Instituto de la Mujer, la presencia de mujeres en los órganos de dirección de las empresas del Ibex35 es apenas de un 7,24%, y la cifra es similar en los consejos de administración, con un 7,17%. Muy lejos del objetivo establecido por la Ley de Igualdad del 2007 de llegar, en 2015, al 40% en las empresas de más de 250 trabajadores. La crisis ha agravado aún más la situación, provocando un desplome del número de mujeres directivas con respecto a 2008 (de un 20% al actual 10%). A esta brecha de presencia, hay que sumar la vergonzante brecha salarial, que en los puestos directivos puede rondar el 20%, y llegar al 30% en los puestos de máxima responsabilidad.

A pesar de que cantidad no es sinónimo de calidad, la total disponibilidad horaria y presencial -largamente impuesta como estilo directivo, y difícilmente compatible con una vida personal y/o familiar- ha sido extraordinariamente disuasoria. Asumir mayores responsabilidades suele poner a las mujeres ante una elección: renuncias en la vida personal y/o familiar; o mayor esfuerzo personal y profesional, sumando una desventaja más respecto a nuestros colegas masculinos, que generalmente no se encuentran ante esa tesitura. Menos presencia, menor salario, y, casi siempre, más esfuerzo.
Algunas medidas han contribuido a avanzar en la presencia de las mujeres en los puestos directivos. Las cuotas han mostrado su eficacia, y siguen siendo imprescindibles. Las redes (que con tanta eficacia gestionan los hombres) son otro mecanismo efectivo, que contribuye a crear vínculos, complicidades, y visibilidad. Este blog es un buen ejemplo, además de un fantástico altavoz de las narrativas de las mujeres. Pero, sin duda, la clave es la conciliación. No entendida como un asunto de mujeres, sino como aspiración de una sociedad consciente y avanzada. El gran salto se dará cuando hombres y mujeres quieran y reclamen compatibilizar su vida profesional y personal.

Las empresas más inteligentes y abiertas a la innovación practican la conciliación. Son conscientes de que necesitan nuestro talento cooperativo, nuestra habilidad transformadora, nuestra manera de resolver conflictos, nuestra capacidad de generar consensos, de gestionar con un enfoque alejado de la arrogancia, involucrando activamente a los equipos, e inspirando así la creatividad, el entusiasmo y el compromiso. Sin innovación las empresas no podrán sobrevivir, y mucho menos crecer. ¿Aprovecharán las empresas la oportunidad de contar con liderazgos femeninos? Apuesto a que las empresas inteligentes serán capaces de identificar el liderazgo inspirador de las mujeres. ¿Habrá llegado nuestro momento?

 

María Solanas es experta en public affairs y relaciones internacionales. Entusiasta del diálogo hasta la extenuación, y convencida del poder transformador de la política. Privilegiada en los afectos,  feliz madre de una hija feliz.

Machismo al revés

Por Irantzu Varela Irantzu Varela

No, el feminismo no es lo mismo que el machismo, pero al revés.

Porque el machismo es la forma de pensar que opina que las mujeres estamos subordinadas porque es lo que nos merecemos, la posición en la que nos corresponde estar, dada nuestra naturaleza inferior, secundaria, complementaria.

Y el feminismo es la idea radical de que las mujeres somos gente. Es la forma de pensar que opina que todas las personas debemos tener los mismos derechos y las mismas oportunidades.

Imagen del día contra la violencia machista

Imagen del Día contra la violencia machista

Si el feminismo fuera como el machismo, pero al revés, pretendería que los hombres vivieran sometidos a las mujeres, que trabajaran sesenta días más al año para cobrar lo mismo, que cuidaran gratis, pensando que es su obligación y por amor, a todas las personas de su entorno; que asumieran como propia la única responsabilidad de los trabajos domésticos, que se sometieran a unos roles de belleza imposibles impuestos para nuestro capricho, que se dedicaran a satisfacer los deseos de las mujeres en la cama, en la cocina, en la calle.

Si el feminismo fuera como el machismo, pero al revés, buscaría excusas biologicistas para explicar la discriminación, utilizaría a los hombres como adorno y hablaría como si la mitad de las personas no existieran. Trataría de construir un sistema de desigualdad, orientado a mantener sometida a la mitad de la población del mundo, para que fueran sus sirvientes, sus cocineros, sus enfermeros, sus mancebos, sus distracciones…

Si el feminismo fuera como el machismo, pero al revés, pretendería que las mujeres tuviéramos privilegios a costa de la libertad de los hombres, que mandáramos por encima de ellos en la política, en la economía, en la cultura, en los medios de comunicación, en la calle. Habría mujeres que pegarían a sus parejas, mujeres que matarían a sus maridos, mujeres que violarían a hombres, mujeres que torturarían hombres, y mujeres que harían chistes sobre ello, que cuestionarían a los hombres que lo denunciaran, que se burlarían de los hombres que lucharan para combatirlo.

El feminismo se diferencia del machismo en que es una forma de pensar, de luchar y de vivir, que pretende que construyamos entre todas y todos una sociedad en que ninguna persona tenga menos oportunidades ni menos derechos por ser una mujer, en que nadie tenga represalias ni miedo por su opción sexual, en que todas las personas sean dueñas de su cuerpo y de su sexualidad, y que nadie pretenda secuestrar su capacidad para decidir sobre ningún aspecto de su vida.

El feminismo se diferencia del machismo en que el primero es una ideología de la libertad, de la igualdad, y el otro es una ideología de la esclavitud y de la subordinación.

El feminismo es lo opuesto al machismo. Que no es lo mismo, pero al revés.

 

 

 

Irantzu Varela es periodista, feminista, experta en género y comunicación, y (de)formadora en talleres sobre igualdad en Faktoría Lila.