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Transfobia

Por Flor de Torres Flor de Torres

Ser transfóbico es rechazar a tus iguales. Es un odio que se instala en el estigma al que sometemos a un colectivo: el de los y las transexuales que está cifrado en 1 por 10.000 habitantes y pendientes de tratamiento integral a su disforia de género en un total de 3.000 en  España. La cifra es mucho mayor pues estos son datos oficiales de la comunidad médica. Muchas personas transexuales provienen del fenómeno migratorio y no se acercan a centros médicos oficiales para su tratamiento por estar indocumentados.

La transfobia incluye la intolerancia, el acoso, la agresión, la injuria, la violación, la violencia psicológica, la no aceptación de sus derechos o la negación  de asilo en nuestro país cuando su país de origen persigue a la persona y denigra sus derechos humanos. Su  base real es la negación de la identidad de género, que es tan personal como cualquier otro derecho.

 

Poster de la película Transamerica.

Poster de la película Transamerica.

Apenas han pasado 60 años de leyes tan vergonzosas, tan denigrantes con los derechos humanos como la Ley de vagos y maleantes de 1954 o la Ley de peligrosidad y rehabilitación social de 1970 que castigaba a las personas que no cumplían los estereotipos del binarismo sexual y de género.

Ha sido el movimiento social y la necesidad de transmitir el mensaje que una persona es hombre o mujer porque así se siente para que comencemos a respetar  el derecho a ser y sentirse con la  identidad de género que cada persona decide como propia y que coincidirá o no con su genitalidad.

Y es que la identidad sexual no es lo mismo que la identidad de género. La sexual vendrá después, cuando esa persona transexual  derive en situaciones de afectividad hacia hombres o mujeres en su libertad sexual.

Yo siento y respeto al  ser humano plural, con matices, colores  e identidades diversas. Y esa es hoy una realidad pues se ha superado el binarismo sexual excluyente.

Prueba de ello son los avances legales que los nombran. Andalucía puede llegar a convertirse en la Comunidad que cumpla las recomendaciones de la Unión Europea en su informe de 12/12/12 de no discriminar a los y las transexuales. Navarra y País Vasco ya cuentan sus propias normas autonómicas, pero sería la andaluza la que siga la estela de la ley argentina por apostar con una Ley  Integral  de Transexualidad así como por un tratamiento integral a la persona transexual. Un avance en derechos que espera su convalidación parlamentaria tras ser registrada hace escasos días. Un impulso necesario en discriminación positiva a un colectivo hasta hoy invisible en instituciones y en derechos.

Por ello no discrimines a tus iguales.  Lleva siempre contigo el artículo 14 de la Constitución. No salgas nunca sin él.

 

Flor de Torres Porras. Fiscal Delegada de la Comunidad Autónoma de Andalucía de violencia contra la mujer y contra la discriminación por identidad sexual y de género.

Irina y Sergio

Por Flor de Torres Flor de Torres

Hoy les cuento esta historia real. Una historia de violencia de género y desigualdad. De muerte y  de asesinato de derechos. De exterminio  de una imagen: la de la mujer y su derecho a ser ella misma. Mi objetivo es que no se cuestione. Se basa en una Sentencia Firme. Me mueve  transmitir lo que representa la violencia de género a través de dos víctimas reales. Irina y su hijo Sergio. Algo más que dos asesinatos.

I. D. mató a su pareja Irina, de 28 años. Atravesó su cuerpo de ocho puñaladas por la espalda y a su hijo Sergio, de nueve meses, de cuatro más el 28 de mayo de 2004 a las 16.15. Irina estaba amamantando a Sergio. D. cogió previamente dos cuchillos de la cocina para asegurar sus golpes certeros. Sergio fue trasladado en brazos de su madre mortalmente herida al domicilio de una vecina, donde falleció.

I. D. pudo llevar a cabo su plan certero, preciso y cobarde de acabar con las dos vidas. Primero se cercioró de que Irina viera morir a su hijo Sergio en sus brazos. Ocurrió media hora antes de que su madre lo hiciera. Antes de morir, Irina tuvo plena conciencia de que su hijo había sido asesinado por su padre. La Sentencia dice: ‘I. D. mantuvo en todo momento y hasta su detención una actitud de frialdad de ánimo, no socorriendo a sus víctimas y estando apoyado en el quicio de la puerta de la vivienda, sonriendo con una de las armas blancas en la mano’. Sus víctimas tenían heridas previas, signos de la violencia del maltratador en sus constantes agresiones y vejaciones.

Hoy D. cumple condena de 37 años. La sentencia le hizo responsable de todos los actos sin admitir ningún tipo de atenuación.  Se le condenó además de estos dos asesinatos por ser un maltratador habitual. Desde comienzo de la convivencia sometía a ambos  a malos tratos habituales  físicos y psíquicos así como  constantes actos vejatorios. Han pasado ya casi 10 años desde esta escena, y siete años de este juicio al que yo personalmente asistí como Fiscal.

Pienso cómo se puede sobrevivir a la violencia de género y no estar  socialmente implicado contra ella. Cómo es posible cuestionar esta realidad. Cómo se puede simplificar y discutir su existencia ante tantas mujeres que la padecen.

Es la ley la que nos marca el camino de la condena y la absolución. En un proceso intervenimos muchos profesionales que acreditamos la realidad de un hecho. En el juicio de Irina y de Sergio, tuvimos cabida profesionales de la psicología, forenses, trabajadores sociales, policías, abogados, médicos, magistrados y fiscales. Comparecieron testigos y nos apoyamos en pruebas médicas y periciales. Somos todos  los filtros y la garantía de los derechos. Del equilibrio entre los derechos del maltratador y los de las víctimas. Y esa garantía preside todos nuestros actos en los procesos. Es por tanto incuestionable la realidad de la violencia de género para tantos profesionales expertos.

Sergio e Irina representan a todas las familias rotas por los feminicidios. Desde 2003 hasta finales de 2013 han sido 712 en España. Nos faltan Irina y Sergio. Hoy Sergio tendría nueve años e Irina, 37. Y ésta es la realidad de la violencia de género. No la cuestionen.

 

Flor de Torres es Fiscal delegada de Andalucía de violencia a la mujer y contra la discriminación por identidad sexual. Este artículo de opinión está basado en hechos probados en la Sentencia Firme Nº468/2004 de la Audiencia Provincial de Málaga. Sección 1º de 3 de Julio de 2006.

Violencia vs. libertad

Por Flor de Torres Flor de Torres pequeña

Agredir a una mujer en la violencia de género no es  sólo atacar a su integridad física.  El maltratador no sólo golpea y lesiona su cuerpo: atenta directamente a su integridad moral.

La agresión se enmarca en  una actitud constante de control, dominio, posesión, como forma de consolidación de poder para afrentar a  la independencia y a la libertad de la mujer. Además de golpear y lesionar su cuerpo, se afectan fundamentalmente otros derechos íntimos de la mujer.

Stop a la violencia contra la mujer. Imagen: Comisión de Investigación de Malos Tratos a Mujeres. www.malostratos.org

Stop a la violencia contra la mujer. Imagen: Comisión de Investigación de Malos Tratos a Mujeres. www.malostratos.org

En modo alguno puede considerarse que  la violencia de género sea tan solo  una agresión a su cuerpo. Se atenta al cuerpo pero también al alma de la mujer. Es evidente que  las lesiones físicas están unidas directamente a las lesiones psíquicas. Y es que las lesiones psíquicas  mantienen su propia sustantividad independientes a  los concretos actos o conducta de agresión física a la mujer.

Someter a humillaciones verbales en presencia de los hijos, marcar las relaciones de pareja para producir  sumisión, acosos, prohibiciones, castigos morales, imposiciones físicas, psíquicas o sexuales, aislamiento, insultos, vejaciones, crear dependencias emocionales, económicas o afectivas,  motivar inseguridad, o  propiciar la   vulnerabilidad en la mujer son actos tan deplorables como la violencia física y  no pueden permanecer invisibles ante la violencia de genero.

Creer que la violencia de género es sólo la  agresión física supone invisibilizar todas estas conductas que conviven,  preceden a la agresión y son su germen.

Y lo sabemos. Es  matemática pura. La violencia física  a la mujer es posterior a la psíquica. Aparece al fallar los resortes de la violencia  psíquica o cuando estos no son los adecuados por no ser ya suficientes al control y al domino. Pero ante todo sirven   para la destrucción del ser.

Sometida la víctima, el siguiente paso es marcar con golpes la posesión acreditada previamente  en la propiedad, la cual ya ha sido minuciosamente trabajada  por el maltratador a través del control psíquico.

Marcar un cuerpo con golpes es negar la existencia de la mujer como única, como exclusiva titular de  derechos. Son marcas que tienden a  abolir el ser, encaminadas a cosificar su cuerpo y  adecuarlo a esa posesión y pertenencia previamente trabajada psíquicamente.  Porque ese cuerpo  golpeado guarda la memoria de los atentados a su integridad moral.

La violencia  de género es siempre instrumental, es el conducto de dominio y control de poder. Es además un innegable instrumento pero también es un fin en sí mismo. Control pero también destrucción.

Explicar el contenido de la violencia a la mujer solo como instrumento de control físico es dejar de llenar parte de su contenido. El maltratador destruye el cuerpo y el alma de la víctima. Aniquila derechos. Los que no sabe gestionar  sin el uso y el abuso de la violencia y la fuerza.

Por tanto la  violencia de género se enmarca  en el sometimiento pero también en la destrucción de lo más íntimo que tiene una persona: Su ser. Inicialmente en su ser psíquico y cuando este no es suficiente es el ser físico.

Y la Constitución nos regala dos hermosos instrumentos. Dos bellos artículos: El 14 de la igualdad y el  15  que distingue la integridad física de la moral. Visibilicemos estas dos violencias de género que conviven.

 

Flor de Torres es Fiscal Delegada de la Comunidad Andaluza. Violencia a la mujer y contra la discriminacion sexual de género.