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Sombras entre las sombras

Por Mayte Mederos Mayte

Se ha escrito mucho sobre la película de la temporada, ‘50 sombras de Grey’, entre otros sitios en este mismo blog, en la voz autorizada de Alejandra Luengo. Tanto se ha dicho que, sin haberla visto, ya se me estaban quitando las ganas. Además, las críticas eran tan malas que decidí que si iba al cine iba a ser para ver algo mejor, ahora que hay que pensárselo dos veces antes de pagar una entrada.

Sombras entre las sombras. Imagen de TrasTando sobre una imagen publicitaria de la película 50 sombras de Grey.

Sombras entre las sombras. Imagen de TrasTando sobre una imagen publicitaria de la película 50 sombras de Grey.

Pero reconozco que otra parte de mí tenía unas ganas inconfesadas de verla. Como persona interesada en el BDSM (bondage, disciplina, sadismo, masoquismo) me picaba la curiosidad por saber qué enfoque habrían dado a una película destinada al consumo de masas. Y más conociendo el puritanismo norteamericano, donde pasarse de la raya supone entrar en la lista negra y ser considerada cine X, con una merma considerable en caja.

Al final pudo mi curiosidad y aprovechando que una compañera de trabajo me pasó la cinta, un domingo me apoltroné con una bolsa de chocolatinas a disfrutar con mi chica de una tarde de cine y sexo no convencional.¿El balance al apagar la tele? Pues que lo mejor había sido el chocolate. Porque la película me dejó mal sabor de boca.

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Mil sombras de Grey sobre las mujeres

Por Alejandra Luengo Alejandra Luengo

Hace unos días se estrenó la película que llevaba al cine una novela que supuso un best seller en todo el mundo. Yo la verdad, es que del libro no pasé de la página veinte y la película no tengo interés en ir a verla, pero una está en el mundo y recibe mensajes de unas personas y de otras que le van contando, pregunta, y si encima tiene varias conocidas que fueron fans de la historia pues escucha, lee las críticas que ha habido y  se va forjando una opinión.

Sobra decir el impresionante despliegue mediático publicitario con respecto a esta cinta durante los últimos meses y sobre todo semanas, que impedían que te pudieras mantener al margen de saber de su existencia.

Imagen de la serie 'El mercado del sexo'. Fotografía de Sergio Perea.

Imagen de la serie ‘El mercado del sexo’. Fotografía de Sergio Perea.

En estos días me he encontrado con distintas personas que fueron a verla y les he preguntado. Desde la curiosidad y la crítica, me cuesta entender y preocupa dicha acogida. En el fin de semana de su estreno en España un millón de personas ha ido a ver una película que habla de relaciones contradictorias, donde se mezcla sexo y violencia y donde la mujer sufre esperando una relación afectiva segura y a cambio entrega su cuerpo como moneda de cambio.

No deja de sorprenderme que una película que disfraza una relación de dominación-sumisión (no hablo exclusivamente de una relación sexual), donde se da abuso y violencia emocional y física pudiese ser tan esperada por el público en general.

La historia relata como una chica estudiante universitaria comienza una relación con un poderoso, exitoso y enigmático hombre de negocios que tiene gustos y preferencias sexuales sadomasoquistas. El planteamiento de él es mantener relaciones sexuales a su gusto pero dejando la afectividad de lado y que todo quede bajo su control. Se cumplen así con una serie de criterios seleccionados por él llegando a controlar parte de la vida de la joven. Ella en realidad quiere y busca seguridad afectiva junto a protección y acaba en sus garras.

A mí esto me resuena demasiado, y me chirría cómo se disfraza de no sé si llamarlo moderno, snob, chic, experimentación o lo que sea, una relación afectiva (no exclusivamente sexual, vuelvo a repetir) de sometimiento, violencia y control. En realidad es seguir perpetuando ese juego de papeles  de machos depredadores frente a víctimas ingenuas e indefensas.

No me voy a meter en los gustos sexuales de cada persona; que son libres, y que mientras sean consensuados con otro adulto que lo elige puedan ser lícitos. No estoy hablando de que crea que ser sumisa sexualmente por elección sea ser víctima de abuso y violencia, en absoluto. Pero voy más allá. Me refiero a una serie de patrones de violencia y abuso emocional hacia la mujer que se siguen repitiendo, pero ahora con otro traje, con un disfraz quizás más perverso y tramposo porque aparentemente la mujer juega con más libertad que hace años sobre todo en el terreno sexual.

Nos siguen reproduciendo estereotipos y modelos muy cansinos; el macho alfa dominante frente a la mujer indefensa y débil, el príncipe salvador frente a la frágil doncella. Mucho cine adolescente actual sigue perpetuando estos modelos. Los cuentos de príncipes y princesas se han convertido en historias que nos venden cocktails que mezclan un supuesto romanticismo con poder, sumisión, sexo, salvación, protección y control, y encima nos los quieren seguir introduciendo ya en la adultez. Por favor, un poco de sentido crítico hacia lo que leemos y vemos para poder ir más allá. Todos los días somos espectadores en las noticias de nuevos casos de violencia de género de mujeres de diferentes edades. Esto nos produce aversión.

La historia de esta película es en realidad la historia de Vanesa, una chica madrileña de diecisiete años que en busca de afectividad mantiene una relación con Patricio, un adolescente de dieciocho años que le ha sido infiel en una ocasión, le ha pegado dos veces, le controla con quien va, no quiere usar métodos anticonceptivos, etc. Lo que sucede es que Patricio no es millonario, ni tiene un avión privado, sino es pobre, vive en Carabanchel y estudia un módulo de mecánica. ¿Cómo sería una película de esa vida?, ¿La podríamos disfrazar de exotismo, pasión, deseo, glamour?,  ¿Qué futuro le espera a Vanesa? En realidad ambas relaciones se basan en los mismos ingredientes; control, violencia, sumisión y dependencia.

Por cierto, que el Instituto de Política Familiar de Baleares (IPFB) lanzó hace unos días una campaña para ayudar a las mujeres que padecen violencia de género. Consiste en cambiar el destino del dinero; en vez de entradas para ver esa película realizar una donación para hogares y refugios de las víctimas, que es donde creen que acabaría una mujer como la protagonista de la historia (#50eurosno50sombras).

Se sigue engañando, sobre todo a la gente joven, con la sexualidad libre. Como si por tener mucho conocimiento o práctica sexual se pudiese haber acabado con las relaciones de violencia o con los embarazos no deseados. Por desgracia el porcentaje de violencia de género en la juventud es muy alto. Lo que necesitamos es una afectividad libre, madura y segura para saber quiénes somos, elegir y decidir quién queremos ser y con quién queremos estar. Mientras eso no se logre continuaremos perpetuando clichés y modelos que perjudican a hombres y mujeres, y seguiremos aplaudiendo o siendo espectadores pasivos de historias de violencia encubiertas aparentemente de amor, pasión, romanticismo y modernidad.

Alejandra Luengo. Psicóloga clínica,  combino la atención psicológica en servicios públicos con la consulta privada. Creo firmemente que se pueden cambiar las cosas y en esa dirección camino. Autora del blog unterapeutafiel.

Violencia de género en adolescentes: mensajes contradictorios

Por Laura Martínez Valero Laura Martínez Valero

La violencia de género no es un problema desconocido para los jóvenes. Ya en el año 2010 un estudio del Ministerio de Igualdad y la Universidad Complutense de Madrid mostraba como un 76% de las chicas y un 65% de los chicos rechazaban abiertamente este tipo de violencia.

Sin embargo, pese a que muchos adolescentes afirman conocer la teoría, cada vez son más las jóvenes que acuden a los organismos dedicados a la ayuda a las víctimas de violencia de género. En el año 2012, según un informe de la fundación ANAR, 927 menores de edad llamaron a su teléfono. En total, un 17% más que en el año anterior. De ellas, un 58,9 % tenían 17 años; un 19,1% tenía 16 años, y un 12% tenían entre 13 y 14 años de edad.

Por tanto, una cosa es la teoría y otra, la práctica. Y es que aún predominan muchos referentes machistas, como las ideas de protección y control de la ‘joven desvalida’, en películas, libros y canciones (analicen la letra de ‘Every breath you take’ de The Police).

El conocido best-seller 50 sombras de Grey de la autora E.L. James es un ejemplo muy reciente. En este libro, vendido como un manual de liberación femenina, Christian Grey, un multimillonario sexy y dominante, cautiva a Anastasia, que para variar es torpe y poquilla cosa, siguiendo la estela de Bella en Crepúsculo de Stephenie Meyer.

Según un reciente estudio de la Universidad Estatal de Ohio en Columbus (EEUU), Anastasia presenta un comportamiento típico de mujeres maltratadas con una ‘constante amenaza percibida, identidad perdida y ansiedad’.

Veamos un fragmento de un diálogo del libro:

—Anastasia, ¿dónde estás? Dímelo ahora mismo.

 Su tono es tan… tan dictatorial. El controlador obsesivo de siempre. (…)

  —Eres tan… dominante —le digo riéndome.

  —Ana, contéstame: ¿dónde cojones estás?

No es para tomárselo a broma. Muchas adolescentes están recibiendo mensajes contradictorios que hacen difícil reconocer las situaciones de abuso, celos y acoso. No desconocen la teoría, pero no saben aplicarla. Quizá no permitan que el novio las pegue, pero sí que controle sus mensajes, las llame a todas horas, les pida que no se vistan de cierta manera… como en sus novelas favoritas.

Imagen de la película Crepúsculo, basada en la novela de Stephenie Meyer

Imagen de la película Crepúsculo, basada en la novela de Stephenie Meyer

Por poner más ejemplos, en Crepúsculo, Bella ama a un vampiro cuya máxima tentación es matarla. La joven hace las siguientes reflexiones: ‘Había una cosa que sabía a ciencia cierta. El amor concede el poder de destruirte’; ‘Tampoco importaba si no me quería. No importaba cuánto tiempo pudiera llegar a vivir, jamás podría llegar a querer a otro’ o ‘Si tu vida fuera todo lo que tuvieras que darle a tu amado, ¿cómo podrías negársela?’.

Con mensajes así, ¿cómo esperamos que haya coherencia en la ideas de las adolescentes? Obviamente, la solución no es prohibir su lectura, yo misma leí Crepúsculo con 15 años, pero sí fomentar una actitud crítica para no confundir el amor con la dependencia y la sumisión. Y crear nuevos modelos, para mujeres y para hombres, basados en el respeto y la igualdad.

Laura Martínez Valero es estudiante de Periodismo y Comunicación Audiovisual. Colaboradora del equipo de comunicación de Intermón Oxfam.