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Mil sombras de Grey sobre las mujeres

Por Alejandra Luengo Alejandra Luengo

Hace unos días se estrenó la película que llevaba al cine una novela que supuso un best seller en todo el mundo. Yo la verdad, es que del libro no pasé de la página veinte y la película no tengo interés en ir a verla, pero una está en el mundo y recibe mensajes de unas personas y de otras que le van contando, pregunta, y si encima tiene varias conocidas que fueron fans de la historia pues escucha, lee las críticas que ha habido y  se va forjando una opinión.

Sobra decir el impresionante despliegue mediático publicitario con respecto a esta cinta durante los últimos meses y sobre todo semanas, que impedían que te pudieras mantener al margen de saber de su existencia.

Imagen de la serie 'El mercado del sexo'. Fotografía de Sergio Perea.

Imagen de la serie ‘El mercado del sexo’. Fotografía de Sergio Perea.

En estos días me he encontrado con distintas personas que fueron a verla y les he preguntado. Desde la curiosidad y la crítica, me cuesta entender y preocupa dicha acogida. En el fin de semana de su estreno en España un millón de personas ha ido a ver una película que habla de relaciones contradictorias, donde se mezcla sexo y violencia y donde la mujer sufre esperando una relación afectiva segura y a cambio entrega su cuerpo como moneda de cambio.

No deja de sorprenderme que una película que disfraza una relación de dominación-sumisión (no hablo exclusivamente de una relación sexual), donde se da abuso y violencia emocional y física pudiese ser tan esperada por el público en general.

La historia relata como una chica estudiante universitaria comienza una relación con un poderoso, exitoso y enigmático hombre de negocios que tiene gustos y preferencias sexuales sadomasoquistas. El planteamiento de él es mantener relaciones sexuales a su gusto pero dejando la afectividad de lado y que todo quede bajo su control. Se cumplen así con una serie de criterios seleccionados por él llegando a controlar parte de la vida de la joven. Ella en realidad quiere y busca seguridad afectiva junto a protección y acaba en sus garras.

A mí esto me resuena demasiado, y me chirría cómo se disfraza de no sé si llamarlo moderno, snob, chic, experimentación o lo que sea, una relación afectiva (no exclusivamente sexual, vuelvo a repetir) de sometimiento, violencia y control. En realidad es seguir perpetuando ese juego de papeles  de machos depredadores frente a víctimas ingenuas e indefensas.

No me voy a meter en los gustos sexuales de cada persona; que son libres, y que mientras sean consensuados con otro adulto que lo elige puedan ser lícitos. No estoy hablando de que crea que ser sumisa sexualmente por elección sea ser víctima de abuso y violencia, en absoluto. Pero voy más allá. Me refiero a una serie de patrones de violencia y abuso emocional hacia la mujer que se siguen repitiendo, pero ahora con otro traje, con un disfraz quizás más perverso y tramposo porque aparentemente la mujer juega con más libertad que hace años sobre todo en el terreno sexual.

Nos siguen reproduciendo estereotipos y modelos muy cansinos; el macho alfa dominante frente a la mujer indefensa y débil, el príncipe salvador frente a la frágil doncella. Mucho cine adolescente actual sigue perpetuando estos modelos. Los cuentos de príncipes y princesas se han convertido en historias que nos venden cocktails que mezclan un supuesto romanticismo con poder, sumisión, sexo, salvación, protección y control, y encima nos los quieren seguir introduciendo ya en la adultez. Por favor, un poco de sentido crítico hacia lo que leemos y vemos para poder ir más allá. Todos los días somos espectadores en las noticias de nuevos casos de violencia de género de mujeres de diferentes edades. Esto nos produce aversión.

La historia de esta película es en realidad la historia de Vanesa, una chica madrileña de diecisiete años que en busca de afectividad mantiene una relación con Patricio, un adolescente de dieciocho años que le ha sido infiel en una ocasión, le ha pegado dos veces, le controla con quien va, no quiere usar métodos anticonceptivos, etc. Lo que sucede es que Patricio no es millonario, ni tiene un avión privado, sino es pobre, vive en Carabanchel y estudia un módulo de mecánica. ¿Cómo sería una película de esa vida?, ¿La podríamos disfrazar de exotismo, pasión, deseo, glamour?,  ¿Qué futuro le espera a Vanesa? En realidad ambas relaciones se basan en los mismos ingredientes; control, violencia, sumisión y dependencia.

Por cierto, que el Instituto de Política Familiar de Baleares (IPFB) lanzó hace unos días una campaña para ayudar a las mujeres que padecen violencia de género. Consiste en cambiar el destino del dinero; en vez de entradas para ver esa película realizar una donación para hogares y refugios de las víctimas, que es donde creen que acabaría una mujer como la protagonista de la historia (#50eurosno50sombras).

Se sigue engañando, sobre todo a la gente joven, con la sexualidad libre. Como si por tener mucho conocimiento o práctica sexual se pudiese haber acabado con las relaciones de violencia o con los embarazos no deseados. Por desgracia el porcentaje de violencia de género en la juventud es muy alto. Lo que necesitamos es una afectividad libre, madura y segura para saber quiénes somos, elegir y decidir quién queremos ser y con quién queremos estar. Mientras eso no se logre continuaremos perpetuando clichés y modelos que perjudican a hombres y mujeres, y seguiremos aplaudiendo o siendo espectadores pasivos de historias de violencia encubiertas aparentemente de amor, pasión, romanticismo y modernidad.

Alejandra Luengo. Psicóloga clínica,  combino la atención psicológica en servicios públicos con la consulta privada. Creo firmemente que se pueden cambiar las cosas y en esa dirección camino. Autora del blog unterapeutafiel.