Virtualidad y violencia sexual entre adolescentes

Por Rebeca Álvarez López

Al principio del nuevo milenio con la llegada de las TICS se nos facilitó una tecnología para la información y la comunicación con internet, los teléfonos móviles y las RRSS. Pero hoy, esas herramientas además de permitirnos consumir informaciones o comunicarnos con terceros, nos permiten relacionarnos y tejer una red de contactos que les ayuden en su vida personal o profesional. A este concepto se le llaman las TRICS.

Desde ese lugar, las y los adolescentes viven su vida y se ofrecen una exposición completa de quiénes son y de lo que quieren ser. No son conscientes de que están en un espacio público y hablan de sus emociones, se exponen, piden opiniones sobre ellas y ellos mismxs y se juegan ser más o menos populares, más o menos deseadxs. Tienen decenas, cientos o miles de seguidores a los que no conocen pero consideran amigas y amigos.

Este mundo virtual se convierte en su propio mundo real, y esto implica que no hay percepción de riesgo, hay posibilidad de utilizar el anonimato en esas relaciones o de falsear identidades, y todo es inmediato y además 24/7… y desde ahí construyen también su sexualidad, una sexualidad marcada por la pornografía que se consume a través de las nuevas tecnologías.

En el estudio Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales de adolescentes y jóvenes llevada a cabo por Red Jóvenes e Inclusión y la Universitat de les Illes Balears, se recoge que “la pornografía de hoy en día es accesible, asequible, no tiene límite en el tipo de prácticas que se llevan a cabo, tiene mejor calidad de imagen y es anónima”. También que el primer contacto con la pornografía se produce a los 8 años y que la edad de inicio de consumo de pornografía es a los 13 años.

Mujeres como objetos sexuales

Desde la perspectiva de género y en relación a la violencia sexual, tal y como queda recogido en el estudio, «aunque en la nueva pornografía quizás aparecen otros modelos de hombres y mujereslas relaciones sexuales siguen tratando a la mujer como objeto sexual para controlar, son falocentristas, el deseo está puesto en el hombre y aparecen prácticas de riesgo y violencia explícita».  Es decir, se repiten los estereotipos de género de nuevo. Y aunque las chicas y los chicos pretendan y crean que se alejan de las creencias de sus mayores y que la igualdad ya se ha conseguido…  caen en los mismos patrones del patriarcado.

Y aunque la pornografía no sea el único elemento para que los hombres perpetúen esa sensación de superioridad, es un factor o elemento más a tener en cuenta que está muy presente. Y es a partir de aquí donde se enlaza la violencia sexual, ya que los chicos pretenden que esa sexualidad vivida en la fantasía se transforme en una realidad.

Lo terrible es que la violencia sexual a través de las nuevas tecnologías se ejerce desde la mayor de las impunidades, desde el mayor de los anonimatos y desde una gran complicidad con la posibilidad de compartirlo y extenderlo por las redes sociales. Todo esto se traduce en que:

  • Es frecuente mantener sexo sin consentimiento con un conocido reciente o con la pareja, quedar con una persona por una red social y verte obligada a ello por el sentimiento de culpa. Y a no contarlo después por culpa, miedo y/o vergüenza.
  • Sufren: sexting, sextorsión, grooming, tras ser engañadas, manipuladas o chantajeadas.
  • Se cede a la presión de la pareja para mantener relaciones sexuales a edades más tempranas, especialmente en el caso de las adolescentes.
  • Sufren violencia sexual a través de prácticas que algunas chicas pueden entender como elegidas pero que con un análisis más profundo se deja ver que no es una elección propia, que quién propone es él y no ella… asfixia erótica, shibari, estrangulamiento…
  • Sufren violencia sexual grupal
  • Son contagiadas de enfermedades e infecciones de transmisión sexual y eso también es violencia sexual.Desde un punto de vista psicológico, el impacto que toda esta violencia genera en ellas tiene como consecuencia la culpa, vergüenza, sentimiento de responsabilidad y asco, acrecentadas por la sobreexposición pública que aumenta los efectos.

Por todo ello, hace falta una intervención especializada tanto en la propia violencia sexual, como en la comprensión del delito y de la etapa vital en la que se produce esta violencia. La atención ha de ser lo más inmediata posible, cuidada, desde el respeto, desde la escucha, y teniendo como eje principal de la intervención a la mujer/adolescente.

Son necesarios datos estadísticos que recojan la casuística para desde ahí crear protocolos, recursos y especialmente trabajar en la prevención a través de la educación afectivo sexual  y la educación digital desde edades muy tempranas en el inicio de la escolarización.

Rebeca Álvarez López es psicóloga y responsable de la Unidad de Atención a Mujeres Adolescentes de la Fundación Luz Casanova.

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