El suelo pegajoso, el primer obstáculo del techo de cristal

Por Clara Calbet

A menudo se habla del techo de cristal, aquel que impide a las mujeres acceder a cargos directivos dentro del mercado laboral. Las posiciones de dirección y gerencia son ocupadas por mujeres solamente en uno de cada tres puestos. Esa tendencia se repite no solamente en España, sino en toda la Unión Europea. Además, es uno de los ámbitos donde la brecha salarial es más fuerte (entre un 20 y un 25%). Es un problema importante que no debemos olvidar.

Lo que no se comenta tan a menudo es el suelo pegajoso, un problema que afecta directamente una gran parte de las mujeres que están en el mercado laboral. Hace referencia a la precariedad de las ocupaciones más feminizadas y las enormes dificultades que tienen las mujeres para salir de ellas, acceder a otros ámbitos y conseguir unas condiciones laborales mínimamente dignas. ¿Cómo se manifiesta el suelo pegajoso? Veamos algunos gráficos significativos.

El ámbito más feminizado es el de las actividades de los hogares. Y es justamente la actividad en hogares la ocupación peor pagada, con un salario medio bruto mensual de 823 €. En el rango de salarios, le siguen la agricultura, la hostelería, actividades administrativas y servicios auxiliares, y otros servicios. Exceptuando la agricultura, en todas hay una mayor presencia de mujeres que de hombres.

El análisis de eldiario.es sitúa las ocupaciones de cuidados a personas (muy feminizadas) en la franja de los trabajos peor pagados. Según este mismo análisis, en las profesiones de la salud (también muy feminizadas), hay una brecha salarial del 22%. Otro aspecto que precariza la situación laboral de las mujeres es el tipo de jornada. Entre los hombres, un 7,1% tiene contrato a tiempo parcial, mientras que esta cifra, respecto el total de mujeres, se triplica y sube hasta un 23,9%. Más de la mitad de estas mujeres (un 55%) lo están involuntariamente, por no haber podido encontrar un trabajo a tiempo completo. Otro 20% trabajan a tiempo parcial por cuidar criaturas o adultos o tener otras obligaciones familiares o personales. Entre los hombres, este motivo lo alegan un 3,4%.

La contratación temporal también afecta una parte importante de las mujeres (casi una de cada 4), aunque las diferencias de género en el tipo de contratación no son tan grandes (la temporalidad afecta un 20,75% de hombres y un 24,3% de mujeres).

La sociedad patriarcal y el modelo según el cual los hombres son los que tienen que trabajar fuera de casa y con remuneración económica, y las mujeres son las que deben ocuparse de los trabajos domésticos y de cuidados, provoca que aún actualmente sea muy difícil para las mujeres acceder al mercado laboral en igualdad de oportunidades y con condiciones de trabajo dignas. Además, también perdura la idea de que las mujeres no son capaces de desarrollar tareas con responsabilidades o que requieran preparación y conocimientos específicos.

Las administraciones están implantando medidas para la conciliación laboral y familiar, pero precisamente por este ideario tan arraigado en la sociedad, estas medidas están mal orientadas, puesto que acaban imponiendo en las mujeres una doble jornada (laboral y familiar-doméstica), o relegándolas a una ocupación parcial. Lo que es necesario son medidas de igualdad y conciliación no solamente destinadas a aumentar la presencia de las mujeres en el mundo laboral, sino dirigidas a toda la población, y que también ayuden a dar respuesta a las tareas y responsabilidades de cuidados (de forma digna, no precaria y no feminizada). Es decir, fórmulas destinadas a repartir equitativamente la carga total del trabajo (el remunerado y el no remunerado) y que visibilicen y revaloricen los trabajos domésticos y de cuidados, que hasta ahora han recaído principalmente en las mujeres.

Distintos movimientos feministas están haciendo propuestas interesantes e innovadoras en esta dirección. Un ejemplo de medidas concretas podría ser igualar los permisos de paternidad y maternidad y hacerlos intransferibles, o la organización social de los cuidados de las personas. Hay muchas más. Posiblemente lo que faltan no son ideas, sino información, perspectiva de género y voluntad real. Todo ello debería ir acompañado, además, de un cambio de mentalidad general que comporte una renovación del contrato social entre hombres y mujeres.

Clara Calbet es periodista y comunicadora. Concienciada y comprometida con los derechos humanos y las cuestiones de género. http://@ClaraCalbet

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