Cuando la violencia es costumbre

Almudena Rodríguez García

María quiere ver esta noche  un programa  sobre  violaciones a  mujeres en R.D del  Congo.  Tiene 39 años y lleva dos en el paro. La echaron del trabajo al poco de volver de la baja maternal. Sus amigas, vecinas  y familiares  la dicen que no se preocupe. Que mientras esté en el paro puede disfrutar  de su hijo. Que trabajar y   cuidar de un hijo  es difícil.  Al fin y al cabo tiene un marido que la mantiene. Que  aproveche y  que disfrute. Sobre todo eso,  que disfrute.  Lo   mismo la  dijo la directora de recursos humanos el día que firmó el finiquito: ‘hala, María guapa, veras qué bien vas a estar en casa, ahora a disfrutar de tu hijo, que es lo que tienes que hacer’.   María  estudió una carrera, un máster, habla idiomas, cuenta con años de experiencia laboral pero no consigue un puesto de trabajo. Pasa casi todo el tiempo  entre la casa, el supermercado y  el parque.

Existen violencias invisibles. Imagen de Nicole Mason

Existen violencias invisibles. Imagen de Nicole Mason

Empieza el programa,  mira la pantalla y piensa en la  mala suerte que tienen las mujeres del Congo.  De repente,  se acuerda que tiene que explicarle a su marido que  ha estado en la oficina del paro  y que no tiene derecho a ninguna ayuda tras acabarse el subsidio de desempleo. Es más joven de 45 años y su marido tiene un buen sueldo. Así que el Estado se desentiende de ella.   Al salir de la oficina del paro se ha cruzado con un baboso que le ha soltado un piropo. Maria se ha enfrentado a  él y éste ha acabado llamándola puta . María vuelve al documental. Una mujer joven  está explicando como la violaron un grupo de hombres.  El cerebro de María la lleva a cuando tenía 18 años. Recuerda  la sensación de  miedo que sentía cuando salía por las noches y volvía  sola a casa. Se acuerda  de caminar deprisa, de cambiarse de acera cuando  se cruzaba con un hombre. Todavía hoy sigue sintiendo ese miedo. Mientras, en la pantalla, la mujer sigue explicando la violación.  María vuelve a pensar que las mujeres del Congo tienen muy mala suerte.

Todas las mujeres en todas partes del mundo sufrimos   violencias machistas en mayor o menor grado. Y, sufrimos esas violencias por el mero hecho de ser mujeres. Hay diferentes formas de violencia: física,  piscología, sexual pero también   económica e   institucional.

Nos hemos acostumbrado a ver en los medios de comunicación las manifestaciones más extremas de las violencias hacia las mujeres: los feminicidios y  las violaciones.   Nos las muestran  como algo que  ocurre  a un determinado tipo de mujeres y en determinados contextos. Vaciando la noticia de contenido político y social.  Las mujeres de ciudad Juárez, las mujeres del Congo,  las mujeres asesinadas a manos de sus parejas o exparejas en el estado español. Sentimos que son  hechos aislados. Que son hechos individuales. Que son hechos lejanos.

Hay otras manifestaciones de las violencias machistas que  nos resultan más  difíciles de identificar. Son violencias  naturalizadas, de las que no somos conscientes y que no se   recogen en  los medios de comunicación.  Como son  las  violencias a las que se enfrenta María a lo largo del relato.  Violencias que nos empobrecen, que nos precarizan. Que  nos restringen al ámbito privado, que nos aíslan y,  que por encima de todo, frenan nuestra capacidad  de acción social.

Las violencias que sufre María y las violencias que sufren las mujeres del R.D.  del Congo tienen la misma causa y el mismo origen. Son dos partes de un mismo hecho. Unas son más extremas y otras menos.  Pero todas  ellas son violaciones de los derechos humanos de las mujeres. La causa,  un sistema patriarcal y neoliberal que históricamente se ha apropiado de los cuerpos de las mujeres.

La feminización de la pobreza en los países ‘desarrollados’ debido a las políticas austericidas y la violencia sexual que sufren las mujeres de El Congo son producidas por este sistema patriarcal y neoliberal que necesita de estas violencias contra las mujeres para mantenerse y perpetuarse.

Desde la Associació de Planificació Familar de Catalunya i Balears, a través de nuestro proyecto: Tira pels Drets!:  Drets Sexuals i Reproductius a l’Agenda 2030, visibilizamos y aportamos una lectura crítica feminista de los Objetivos de Desarrollo Sostenible  y denunciamos el vínculo que existe entre cada uno de  los 17 ODS y la violencia contra las mujeres. Hasta que no se garantice el derecho de las mujeres a vivir una vida libre de violencias la Agenda 2030 estará muy lejos de cumplir con su objetivo de no dejar a nadie detrás.

Almudena Rodríguez García es responsable de Incidencia Internacional de APCIB

5 comentarios

  1. Dice ser Al fin y al cabo tiene un marido que la mantiene

    Mal vamos si utilizamos expresiones como: «Al fin y al cabo tiene un marido que la mantiene»
    En una familia nadie mantiene a nadie, la familia se mantiene por la colaboración de todos sus miembros, la familia es una unidad de convivencia, es la unidad de convivencia más extendida en el mundo. Cada miembro aporta, nadie resta, suman todos, cada cual con sus aportaciones.
    Respecto a establecer comparaciones entre la vida de las mujeres en el Congo y las mujeres en nuestra sociedad me parece una obscenidad inaceptable, banalizas el gran sufrimiento de las mujeres africanas afirmando que las violencias que sufren las mujeres africanas tienen el mismo origen y causa que las que padecen mujeres europeas, en este caso con la protagonista imaginaria Maria.
    A mi me gustaría leer esto que has escrito a una mujer africana que haya sufrido violencia en mayúsculas. Leérselo a su madre, a su familia, a sus hijos, a su padre, a su marido, incluso sin haberlo escrito yo, sentiría vergüenza al leérselo.
    Mercantilizar el sufrimiento de la mujer africana no es ético, al hilo de las expresiones que utilizas se podría decir que naturalizas su sufrimiento para cargar de dramatismo lo que sucede a tu protagonista imaginaria Maria, que dicho sea de paso lo que le sucede a tu protagonista no es nada en comparación con lo que sucede en Africa.

    A ver si paso la censura y publicas mi comentario.

    25 noviembre 2016 | 11:09

  2. Dice ser Sílvia

    Impresionante el artículo. Enhorabuena!

    25 noviembre 2016 | 12:52

  3. Dice ser susi

    Yo es que mira que lo digo de mil maneras: para tener hijos en este país y no verte dependiendo de tu marido, hay que ser funcionaria o empresaria (y q te vaya bien) o poder vivir de las rentas. El mundo laboral aquí es una mierda, lo mejor es irse a países europeos de verdad, donde la discriminación por maternidad existe, pero es mucho menor y además como hay menos paro encuentras trabajo rápido, y más aún una persona cualificada.
    TEner hijos aquí es un suicidio profesional para una mujer, salvo muy contados casos.
    Por cierto, es de destacar que quien la despide es una mujer. Sólo espero que esa zorra algún día se encuentr en la misma situación. No hay que olvidar que el machismo no sólo lo practican los hombres. Las mujeres tb tienen mucha culpa.

    25 noviembre 2016 | 13:07

  4. Dice ser Bastian.Sevilla

    LA IGUALDAD DE GENERO: Debe de ser uno de los grandes retos para este siglo XXI: escolarización, prostitución, mutilación, igualdad de derechos…LA MITAD DE LA POBLACION MUNDIAL NO PUEDE SER EXPLOTADA, RELEGADA (LA MUJER).Los ciudadanos-as deben de contribuir en total igualdad por la conquista de un mundo mejor.Pero esto no siempre ha sido así, esto surge en el transito de las sociedades matriarcales a las sociedades patriarcales. En los albores de la humanidad en las sociedades matriarcales, hombre y mujer vivian en el llamado comunismo primitivo, no existia la propiedad privada, y a pesar de la precariedad de los medios hombres y mujeres eran felices en igualdad. Es con el transito a la sociedad patriarcal y con el surgimiento de la propiedad privada, la familia y el Estado cuando la mujer poco a poco es relegada a un estado subordinado al hombre, perdiendo todos los derechos. En los ultimos siglos asistimos a una lucha de la mujer por la conquista de sus derechos. LA VIOLENCIA DE GENERO: es una manifestacion extrema de esa desigualdad. La sociedad debe de prevenir, y corregir esta desigualdad.

    25 noviembre 2016 | 16:21

  5. Dice ser C

    Me ha dado escalofríos. Por más que algunas seamos medio conscientes de este patrón que Almudena describe en el artículo, de lo que este patrón lo tenemos integrado en nosotras, harán falta más luchas y más educación para reeducarnos, a todos y todas. Lo más preocupante aún es que entre jóvenes, adolescentes y ya menos adolescentes hay aún mucha violencia de género, a pesar de que estamos en un momento de la historia en el que también hay mucha educación, información, que muchas mujeres han estado batallando des de hace tiempo. ¿Que se está haciendo mal?

    25 noviembre 2016 | 16:54

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