Archivo de abril, 2015

Los fulares de Anjali

Por Yasmina BonaYbona

Suelo llevar un fular en mi bolso. Me resulta un complemento bonito y efectivo para proteger mi garganta, especialmente en otoño y primavera, cuando las temperaturas son demasiado altas para llevar bufanda pero no tanto como para dejar el cuello despejado. Cuando elijo un fular en una tienda, me fijo en el color para ver si combinará con mi ropa, pongo atención también en el tipo de tela y, cómo no, en que tenga un precio razonable. Pero no suelo pensar en quién lo habrá cosido.

Reflexioné sobre este tema hace unas semanas, cuando conocí a Anjali Tapkire, una cooperativista de Mumbai que trabaja en la industria textil en la India. Ella ha puesto el hilo a agujas que han zurcido miles de vestidos, camisetas, pijamas y fulares que luego han llegado a tiendas de nuestro país. Me contaba que en su cooperativa, Creative Handicrafts, que presidió durante 17 años, trabajan 700 mujeres que confeccionan todo tipo de ropa, pero lo más importante es que lo hacen bajo los principios del comercio justo.

Anjali Tapkire, de la cooperativa Creative Handicraft, en la tienda de comercio justo de Oxfam Intermón en Barcelona. (c) Ivan M. García / Oxfam

Anjali Tapkire, de la cooperativa Creative Handicrafts, en la tienda de comercio justo de Oxfam Intermón en Barcelona. (c) Ivan M. García / Oxfam

La industria textil es una de las más feminizadas y proclives a infringir los derechos laborales de las mujeres. En Centroamérica, por ejemplo, más de 260.000 mujeres trabajan en maquilas, en su mayoría produciendo ropa en condiciones de gran precariedad laboral: jornadas interminables, salarios de miseria que rara vez llegan a los 300 euros mensuales o enfermedades por cumplir metas de producción inhumanas. Por eso, el modelo de producción y organización del trabajo pueden ser claves a la hora de empeorar o mejorar la situación de discriminación que sufren las mujeres. Este mismo mes, se cumplen dos años del derrumbe del edificio Rana Plaza en Bangladesh, que acabó con la vida de más de mil trabajadores del sector textil.

Por suerte, en la cooperativa de Anjali, mujeres y también hombres trabajan en condiciones dignas. Con su trabajo, sacan de la miseria a personas que viven en los slums, los barrios más pobres de Mumbai. Anjali dice que poder cambiarles la vida es lo que da sentido a la suya. Ella misma, con la ayuda de los microcréditos que impulsa su cooperativa, pudo comprar una casa más sólida que la estructura de cartón y plástico bajo la que vivía antes. Con el dinero que ganaba, pudo graduarse en psicología y costear los estudios de sus hijos. Cuando las mujeres entran a Creative Handicrafts logran tener independencia económica, pueden decidir cómo gestionan su dinero, aprenden a desarrollar sus capacidades en talleres de formación y ganan confianza y autoestima. Son logros de gran valor si tenemos en cuenta que más del 50% de la población india está desaventajada económicamente, y dentro de este porcentaje las mujeres ocupan un lugar especialmente desfavorecido debido a largos años de sufrir explotación y dependencia social y económica.

Los fulares que han pasado por las manos de Anjali no son solo piezas bonitas y efectivas para proteger gargantas. Son telas que perfilan nuevas personalidades a las mujeres de los barrios más pobres de Mumbai: más independientes, más confiadas, con más autoestima y, en definitiva, más felices. Vale la pena reflexionar sobre todo ello cuando compramos nuestra ropa.

 

Creative Handicraft es uno de los grupos productores de la India que elabora las piezas de comercio justo de la colección de Veraluna de Oxfam Intermón

 

Yasmina Bona es periodista y trabaja en Oxfam Intermón.

La violación como arma de guerra

Carmen Sarmiento

Por Carmen Sarmiento 

El año pasado descubrí el encuentro que bajo el nombre  de “Mujeres que transforman el mundo”, vienen realizando desde hace cinco años en Segovia. Estuve el año pasado y este no he querido perdérmelo.
Es un encuentro con mujeres de distintas partes del mundo, luchadoras, feministas, activistas… Aquellas mujeres con las que yo me encontraba en sus países, ahora vienen a Segovia. Las entrevistadoras son compañeras, amigas mías, grandes profesionales con las que me identifico en su quehacer.

Rosa María  Calaf entrevista a Helena Jorge en el V Encuentro de Mujeres que transforman el mundo. Imagen: Charo Mármol.

Rosa María Calaf entrevista a Victoria Nyanjura en el V Encuentro de Mujeres que transforman el mundo. Imagen: Charo Mármol.

Rosa María Calaf, colega de TVE, corresponsal en muchas partes del mundo y una gran profesional que nos ha acercado la realidad de otros países a nuestras casas, entrevista a Victoria Nyanjura, ugandesa. Victoria comienza a narrar su historia, sin mirar directamente a los ojos,  la cabeza baja, como quien todavía revive aquello que esta relatando. En 1996, cuando sólo tenía catorce años, fue secuestra en la escuela por un grupo paramilitar. Con ella secuestraron a 139 jóvenes más. 109 fueron liberadas y pudieron regresar con sus familias. Ella permaneció secuestrada durante 8 Años. Con el secuestro a las catorce años  ‘se acabó mi familia y mi libertad de opinión. Ahí empezó mi sufrimiento’, nos dice.

Cuando iban caminando largas horas con sus secuestradores, a no sabían donde y alguna pedía descansar, les «daban descanso eterno» y entonces aprendió a callar. Fue violada y obligada a casarse con un comandante de la milicia. Tuvo dos hijos a los que dio a luz sin ninguna asistencia médica. Desde Uganda la trasladaron a Sudán del Sur, donde en 2004  pudo escapar y reencontrarse con su familia que la acogió con los brazos abiertos. Victoria se siente afortunada porque no todas las chicas tienen esta acogida. Muchas son rechazadas por sus familias y sus comunidades, lo que en ocasiones las lleva al suicidio.

Helena Jorge en su casa de Mozambique, durante una visita de Carmen Sarmiento. Imagen: Charo Mármol.

Helena Jorge en su casa de Mozambique, durante una visita de Carmen Sarmiento. Imagen: Charo Mármol.

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¿Tiritas para niñas?

Por Cecilia Ramos Coronil Cecilia Ramos Delfo

Voy a la farmacia a por tiritas para mi hija porque se ha hecho una rozadura y, aunque me suena raro, caigo en la trampa de la pregunta:  ‘¿Es niña o niño?’ Cuando me quiero dar cuenta estoy saliendo con una bonita caja de tiritas de inconfundibles diseños rosas de princesitas…

¿Tiritas para niñas? ¿Tiritas para niños? Collage de TrasTando.

¿Tiritas para niñas? ¿Tiritas para niños? Collage de TrasTando.

En ese momento, me acuerdo de tantas charlas mantenidas con madres y padres en las que con férrea convicción oía aquello: ‘pues aquí tiene que haber algo en los genes porque yo les educo igual y mi hija solo quiere vestidos rosas y muñecas y mi hijo jugar con coches y balones…’ Como un guion que se repite está generalizada la creencia  de que venimos a este mundo preprogramados para ser niñas y niños; mejor dicho, para hacer el papel de niñas y niños  que la sociedad como un ente abstracto nos dicta. Es más cómodo y fácil pensar de este modo. Pensar en un mundo de rosas y azules; de princesas y caballeros; de sensibilidad y fuerza bruta, porque el ser humano por naturaleza ‘se torna cómodo’ y tener una realidad parcelada simplifica la vida.

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Tu sexualidad, tu reproducción y tus derechos

Por Alejandra Luengo Alejandra Luengo

Pienso que deberíamos reflexionar mucho más sobre nuestros derechos sexuales y reproductivos, derechos humanos reconocidos en tratados internacionales, nacionales y locales que deberíamos tener  todas las personas, hombres y mujeres y que por desgracia son profundamente bloqueados en diferentes países; desarrollados, en vías de desarrollo y subdesarrollados. Algo básico que es ninguneado, que deteriora la salud física y mental de la persona y que debemos seguir alzando la voz para que toda mujer y hombre conozcan e interioricen cuáles son sus derechos sexuales y reproductivos y se puedan prevenir situaciones de abuso, violencia y discriminación que deterioran la autoestima, seguridad, capacidad de la persona y que frecuentemente generan diferentes trastornos psicopatológicos como trastorno por estrés postraumático, fobias, trastornos de ansiedad, depresión, etc.

Danza del vientre. Imagen de TrasTando sobre fotografía de Sergio Perea.

Danza del vientre. Imagen de TrasTando sobre fotografía de Sergio Perea.

Como señala Amnistía Internacional los derechos sexuales y reproductivos permiten a las personas:

  • Decidir sobre su salud, cuerpo, vida sexual e identidad sexual sin temor a sufrir coacción, discriminación o violencia.
  • Pedir y recibir información sobre la sexualidad y la reproducción y acceder a servicios de salud relacionados con ellas y a métodos anticonceptivos.
  • Decidir si queremos tener hijos, cuándo y cuántos.
  • Elegir a la pareja con la que queremos estar y ver si con ella queremos casarnos y cuándo hacerlo.
  • Decidir qué tipo de familia formar.

Supongo que a la mayor parte de la gente que lee esto les parece obvio y normal, pero la realidad es que muchos de estos derechos son arrasados en diferentes ámbitos de una forma más radical y profunda o de una manera más sutil pero también dañina.

Empezando por las violaciones más radicales de los derechos sexuales y reproductivos nos encontramos las mutilaciones genitales femeninas, violación y violencia sexual entre las que se encuentra el abuso sexual  a un niño o una niña, matrimonios forzados, mantenimiento de un embarazo de forma obligatoria, aborto forzado, esterilización impuesta, sufrir discriminación o violencia por la identidad u orientación sexual, incluso pagándolo con la muerte, etc.

A lo largo de mis años de profesión como psicóloga me he encontrado a mujeres y hombres de diferentes ámbitos sociales, económicos, formativos, culturales que han visto dañados sus derechos sexuales y reproductivos; algunos de forma radical, y otros igualmente graves pero socialmente más aceptados o silenciosos.

Por poner algunos ejemplos reales de gente con nombres y apellidos que he acompañado me he encontrado a personas que por su identidad y orientación  sexual se han visto alejados de sus familias donde se les discriminaba y tenían que ocultar a sus parejas a los sobrinos, abuelos, tíos, o que en su lugar de trabajo se les había echado por el mero hecho de su orientación sexual. También mujeres y hombres que se habían sentido agredidos sexualmente dentro de sus relaciones de pareja al verse obligados o coaccionados a tener relaciones cuando no se deseaba. Mujeres que pidieron el uso del preservativo y el hombre se negó o presionó a la mujer para no usarlo. Adolescentes que se quedaron embarazadas y tuvieron hijos sin desearlos y de forma obligatoria, mujeres y hombres con discapacidad que se vieron obligados a renunciar a mantener relaciones sexuales o a ser esterilizados sin su consentimiento expreso. Hombres que no querían tener hijos y sus parejas les dijeron que estaban usando métodos anticonceptivos y no era cierto, parejas homosexuales cuyos hijos han sufrido burlas o han recibido mensajes discriminatorios hacia sí o hacia los progenitores, mujeres y hombres mayores que se han sentido cohibidos ante profesionales de la salud cuando han comentado que querían mejorar sus relaciones sexuales…

Los derechos sexuales y reproductivos están en nuestro día a día y en nuestra vida familiar, conyugal, afectiva, social, laboral, médica, psicológica, etc. Como hombres y mujeres seamos conscientes de cuáles son y defendámoslos en los aspectos graves y en aquellos sutiles, pequeños, cotidianos o casi imperceptibles, pues no hacerlo nos afecta en diferentes planos de la vida cotidiana.

Alejandra Luengo. Psicóloga clínica,  combino la atención psicológica en servicios públicos con la consulta privada. Creo firmemente que se pueden cambiar las cosas y en esa dirección camino. Autora del blog unterapeutafiel.

Una vida ‘de cuidado’

Por Dori Fernández Dori Fernández

La desigualdad social entre mujeres y hombres arranca principalmente de la desigual valoración que se hace del distinto trabajo que unas y otros desarrollan; unos roles de género que se graban con fuerza desde el momento en que ambos se convierten en padres y madres: varón productor – mujer reproductora cuidadora. Este hecho lo conocemos como división sexual del trabajo (DST), algo que, por desgracia, las mismas políticas públicas fomentan en muchas ocasiones (p. ej. las 16 semanas de permiso de maternidad para las madres, frente a las 2 de paternidad para los padres). La corresponsabilidad en los cuidados se convierte, por consiguiente, en pieza clave de las vindicaciones feministas.

 

La igualdad, fundamental para una sociedad más equitativa y libre. Imagen de Dori Fernández.

La igualdad, fundamental para una sociedad más equitativa y libre. Logo de PPIINA. Imagen de Dori Fernández.

Desde los años 80, las mujeres nos hemos incorporado mayoritariamente al empleo formal, pero la crisis y los sempiternos sesgos de género amenazan con devolvernos al ámbito privado del hogar con una misión que no cambia con el paso del tiempo: trabajar gratis para el sostenimiento del sistema.

El relato siguiente es una herramienta que he utilizado a modo de cuentacuentos para introducir el tema en una charla con las mujeres de Pruna el pasado 8 de marzo. Cuenta en primera persona la historia de una mujer que asume el rol de género que nuestra sociedad asigna a todas las mujeres antes que ningún otro, e  independientemente de la época histórica de que se trate: ser madre, tener una familia y cuidarla.

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Del silencio a la sentencia

Por Flor de Torres Flor de Torres

Manuel fue condenado en sentencia ya firme del Tribunal Supremo a 16 años y medio de prisión  por malos tratos, agresión sexual continuada y amenazas graves a su mujer, Ana, y su hija. Los nombres no son reales, y eso nos permite proteger la intimidad de las personas. Pero la historia sí es real.

Su relación se prolongó durante 29 años que fueron derivando tras la convivencia en agresividad física y verbal. La hostilidad de Manuel se dirigía tanto a la mujer como a su hija. Ana era frecuentemente golpeada, abofeteada, zarandeada, tirada al suelo y testigo de la fractura de las puertas como forma de marcar el poder  por parte de Manuel.

Campaña contra la violencia de género de la Junta de Castilla  y León.

Campaña contra la violencia de género de la Junta de Castilla y León.

Se dirigía a ellas constantemente con  descalificaciones brutales y amenazas (‘me voy a liar a tiros…‘). Estos actos estaban  unidos  a la exhibición de una pistola reglamentaria que poseía. Dejaba encerrada a Ana en el dormitorio y se llevaba el pomo de la puerta.

Mientras estos hechos sucedían y de forma simultánea, sometía a su hija a todo tipo de tocamientos, besos y abusos sexuales desde que tenía 4 años. Cuando la niña cumplió 14 años  la violó reiteradamente colocándole un arma en la boca para que estuviera quieta. Tales deplorables actos venían acompañados ademas por la introducción de objetos por vía vaginal.

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