Archivo de febrero, 2014

¿Trabajo de hombres?

Por Margarita Saldaña MargaritaSaldaña

Desde nuestra más tierna infancia, la cultura patriarcal nos ha inculcado que las niñas visten de rosa y los niños de azul, que las chicas juegan con muñecas y los chicos con camiones, que hay, en definitiva, cosas de hombres y cosas de mujeres. A quien piense que estas clasificaciones han quedado obsoletas, le invito a echar un vistazo al empleo doméstico.

Pepe en sus tareas. Ilustración original de Ana Sara Lafuente. http://www.alafuente.es

Pepe en sus tareas. Ilustración original de Ana Sara Lafuente. http://www.alafuente.es

Buscar un varón en este sector laboral es como tratar de descubrir una aguja en un pajar. El cuidado de la casa y de sus cosas, y la atención a las personas más frágiles dentro de las familias, siguen siendo tareas adjudicadas mayoritariamente a las mujeres. Tanto, que hasta parece natural, como si las mujeres tuviéramos órganos especialmente dotados para el uso de la escoba y la administración de los pañales (de niño y de adulto, por cierto). O como si los varones sufrieran (o disfrutaran) cierta alergia congénita a tales menesteres. En nuestro reparto sexista de labores y trabajos, cuesta incluso imaginar a los hombres desempeñándose como asistentes domésticos; alguna mujer me ha confesado que no confiaría la limpieza y el cuidado de su casa a un hombre porque “los hombres son unos manazas”… Y eso que los maestros relojeros suizos se han llevado la palma del prestigio gracias de su precisión…

Una tarea francamente difícil la de figurarse una composición diferente del empleo doméstico. Difícil, aunque no imposible. En un sector destinado por la tradición a las mujeres, cuando se descubre por fin la presencia de algunos varones ésta llama de inmediato la atención. La muestra, sin embargo, es demasiado pequeña y escasamente representativa como para obtener conclusiones. Con todo, sus experiencias están ahí y merecen ser contadas, si no como ejemplo de camino hacia la igualdad, al menos como indicio remoto de que tal camino es posible.

Jorge es español. En la actualidad tiene cincuenta años. Después de trabajar durante mucho tiempo como administrativo, quedó en paro, hizo un curso de auxiliar de geriatría y cambió de actividad laboral. Fue contratado como interno, al cuidado de dos ancianos enfermos; el trabajo era agotador porque tenía que estar disponible las veinticuatro horas del día: «a veces me decían: “salga usted y se desconecta”… “ni que fuera un microondas”, pensaba yo…». En cuanto vio la ocasión, comenzó a la trabajar como externo. En su trayectoria, ha encontrado empleadores racistas y déspotas, aunque él ha ido desarrollando sus propias herramientas para afrontar las dificultades: «En una ocasión cuidé a un señor bastante autoritario. Una vez me chilló y le dije que la época de los esclavos había terminado y que no me chillara. Yo creo que hay que tener don de gentes y decir las cosas claras. Yo marco las distancias pero trato muy bien; hay que tener educación y prudencia, porque te lo cuentan todo. Es un trabajo difícil porque te afecta lo que les pase a las personas, no es un trabajo de fábrica y te terminas implicando. Además, tienes que manejar todas las situaciones y saber de psicología, empatizar con la gente». A pesar de las dificultades, a Jorge le gustaría seguir trabajando en este sector, «aunque me toque hacer también limpieza, porque para mí lo importante es ganar dinero con dignidad. Y para mí trabajar con personas mayores es gratificante, me he sentido reconocido, sé que hago mi trabajo bien y he aprendido muchas cosas».

Koffi es congoleño. Aunque en su país era propietario de un restaurante que iba bien, decidió venir a Europa con la ilusión de que aquí todo sería mejor: ‘luego la realidad es otra, no es así. Son lecciones para aprender en la vida’. Después de pasar una temporada en Francia, se instaló en España y trabajó en la construcción. A partir del 2010, con la crisis, cambió al empleo doméstico, y desde entonces ha trabajado siempre como interno, cuidando personas mayores, haciendo la limpieza de la casa y cocinando. Reconoce que en alguna entrevista de trabajo se ha sentido discriminado por el color de su piel, pero no le da mucha importancia: ‘eso pasa en la vida y no va a dejar de pasar’. Koffi se siente bien trabajando como interno porque tiene buena relación con sus jefes y le parece que el salario es adecuado. Una pequeña dificultad es ‘que tengo que aprender las costumbres de cada familia y pensar cómo se trata a cada uno’. En el tiempo que lleva en España, ha encontrado gente que le aprecia y se ha sentido valorado.

Al narrar su experiencia, estos dos varones coinciden en señalar que el empleo doméstico no tiene por qué seguir siendo considerado propio de mujeres, y que es importante educar en igualdad. Según Koffi, la única diferencia es quizá la fuerza física necesaria para mover a una persona mayor ya que, por lo demás, este tipo de trabajo es como cualquier otro y lo puede hacer toda persona ‘porque dignifica’.

Marga Saldaña trabaja en el Centro Pueblos Unidos, de Madrid

Irina y Sergio

Por Flor de Torres Flor de Torres

Hoy les cuento esta historia real. Una historia de violencia de género y desigualdad. De muerte y  de asesinato de derechos. De exterminio  de una imagen: la de la mujer y su derecho a ser ella misma. Mi objetivo es que no se cuestione. Se basa en una Sentencia Firme. Me mueve  transmitir lo que representa la violencia de género a través de dos víctimas reales. Irina y su hijo Sergio. Algo más que dos asesinatos.

I. D. mató a su pareja Irina, de 28 años. Atravesó su cuerpo de ocho puñaladas por la espalda y a su hijo Sergio, de nueve meses, de cuatro más el 28 de mayo de 2004 a las 16.15. Irina estaba amamantando a Sergio. D. cogió previamente dos cuchillos de la cocina para asegurar sus golpes certeros. Sergio fue trasladado en brazos de su madre mortalmente herida al domicilio de una vecina, donde falleció.

I. D. pudo llevar a cabo su plan certero, preciso y cobarde de acabar con las dos vidas. Primero se cercioró de que Irina viera morir a su hijo Sergio en sus brazos. Ocurrió media hora antes de que su madre lo hiciera. Antes de morir, Irina tuvo plena conciencia de que su hijo había sido asesinado por su padre. La Sentencia dice: ‘I. D. mantuvo en todo momento y hasta su detención una actitud de frialdad de ánimo, no socorriendo a sus víctimas y estando apoyado en el quicio de la puerta de la vivienda, sonriendo con una de las armas blancas en la mano’. Sus víctimas tenían heridas previas, signos de la violencia del maltratador en sus constantes agresiones y vejaciones.

Hoy D. cumple condena de 37 años. La sentencia le hizo responsable de todos los actos sin admitir ningún tipo de atenuación.  Se le condenó además de estos dos asesinatos por ser un maltratador habitual. Desde comienzo de la convivencia sometía a ambos  a malos tratos habituales  físicos y psíquicos así como  constantes actos vejatorios. Han pasado ya casi 10 años desde esta escena, y siete años de este juicio al que yo personalmente asistí como Fiscal.

Pienso cómo se puede sobrevivir a la violencia de género y no estar  socialmente implicado contra ella. Cómo es posible cuestionar esta realidad. Cómo se puede simplificar y discutir su existencia ante tantas mujeres que la padecen.

Es la ley la que nos marca el camino de la condena y la absolución. En un proceso intervenimos muchos profesionales que acreditamos la realidad de un hecho. En el juicio de Irina y de Sergio, tuvimos cabida profesionales de la psicología, forenses, trabajadores sociales, policías, abogados, médicos, magistrados y fiscales. Comparecieron testigos y nos apoyamos en pruebas médicas y periciales. Somos todos  los filtros y la garantía de los derechos. Del equilibrio entre los derechos del maltratador y los de las víctimas. Y esa garantía preside todos nuestros actos en los procesos. Es por tanto incuestionable la realidad de la violencia de género para tantos profesionales expertos.

Sergio e Irina representan a todas las familias rotas por los feminicidios. Desde 2003 hasta finales de 2013 han sido 712 en España. Nos faltan Irina y Sergio. Hoy Sergio tendría nueve años e Irina, 37. Y ésta es la realidad de la violencia de género. No la cuestionen.

 

Flor de Torres es Fiscal delegada de Andalucía de violencia a la mujer y contra la discriminación por identidad sexual. Este artículo de opinión está basado en hechos probados en la Sentencia Firme Nº468/2004 de la Audiencia Provincial de Málaga. Sección 1º de 3 de Julio de 2006.

La energía contagiosa de Ma’am Ditas tras el tifón de Filipinas

Por Laura Hurtadolaura

Mañana se cumplen 3 meses desde que el tifón Haiyán arrasara Filipinas y no puedo dejar de pensar en todas aquellas personas que, día tras día, se dejan la piel para poder recuperar la vida que tenían antes. Su labor es titánica. El país quedó completamente devastado, la gente se quedó sin casa, sin trabajo. Están empezando de cero.

En este contexto, el empuje de mujeres como Ma’am Ditas es imprescindible. El cooperante Livio Mercurio, que ha estado trabajando en Filipinas con Oxfam Intermón, me contó que cuando la conoció se quedó impresionado. “Me gustó su actitud, su energía”, comenta. Ma’am Ditas es una campesina de unos 50 años, casada y con dos hijos. Tiene una finca grande donde cría animales de granja y cultiva coco, arroz y otras frutas. Además es la líder de su «barangay» (o barrio) en el pueblo de Palo (vecina de Taclobán) y la presidenta de la cooperativa agrícola Kasaganahan (que en la lengua local significa “Hacerlo es fácil»). Ella representa a 350 campesinos y campesinas que, tras el paso del tifón, se han quedado sin su principal fuente de ingresos: la agricultura, y en especial, el coco, una próspera industria de la que vivían más de un millón de familias en las zonas afectadas por la catástrofe.

Distribución de aserraderos en una comunidad filipina tras el tifón Haiyán. Imagen: Livio Mercurio / Oxfam Intermón

Distribución de aserraderos en una comunidad filipina tras el tifón Haiyán. Imagen: Jane Beesley / Oxfam

Para ofrecer una nueva fuente de ingresos a este colectivo, Oxfam Intermón  está distribuyendo motosierras y aserraderos que permiten despejar los cocoteros caídos antes de que se pudran, y convertirlos en vigas de madera en un momento en el que hay mucha demanda para construir refugios temporales. La cooperativa presidida por Ma’am Ditas recibió esta maquinaria y al poco tiempo su presidenta ya había montado una empresa: “Ma’am Ditas fue la primera en ver el potencial. Rápidamente aglutinó a un equipo de trabajadores dispuestos a fabricar vigas de madera, al tiempo que buscaba clientes y negociaba la compra por adelantado de las mismas. De esta forma, pudo comprar los árboles caídos a los campesinos, que a su vez necesitaban limpiar sus tierras para volver a plantar”, explica Livio. Con el nuevo negocio todos y todas salían ganando. Y ella consiguió ponerlo en marcha con el apoyo colectivo. Con su energía y su esperanza consiguió arrastrar al resto.

Livio Mercurio cuenta que el día que entregaron la motosierra a la cooperativa Kasaganahan, Ma’am Ditas invitó a todo el equipo de Oxfam Intemón a comer. “Su casa tenía agujeros en el techo y había charcos de agua en el suelo, pero nos preparó en su horno de leña gallina con arroz, leche de coco y hojas de moringa. Estaba buenísimo y el arroz olía a perfume. Era la primera vez que comíamos caliente desde que habíamos llegado a Filipinas”, recuerda. “Desde entonces, y a pesar de que lo había perdido todo, siempre nos ofrecía algo”.

Gracias Ma’am Ditas.

 

Laura Hurtado es periodista y trabaja en Oxfam Intermón

Objetivo: acabar con la mutilación genital femenina

Por Janet Naningoi Janet Naningoiy Kenia

Mi nombre es Janet y  he venido a España para contar mi lucha contra la mutilación genital femenina porque hoy, 6 de febrero, es el Día Mundial de la Tolerancia Cero a la Ablación. Vengo de Marigat, una comunidad de Kenia. Tengo 23 años y si todo va bien, terminaré mi formación como profesora en abril. En mi familia somos 7 hermanas y 3 hermanos, yo soy la segunda. Mi hermana mayor fue la única de las hijas en pasar por la ablación.

Niñas de Marigat (Kenia). Imagen: World Vision

La mayoría de las niñas deja la escuela tras pasar por la ablación. Imagen: World Vision

Cuando yo tenía 13 años, a mi colegio llegó una profesora de otra zona del país donde no se realiza la mutilación genital femenina y por primera vez supe que podía pedir no pasar por esta práctica. Cuando llegaron las vacaciones escolares vi como mis padres preparaban lo necesario para llevar a cabo el ritual de iniciación en el que se practica la ablación a las adolescentes. Reuní el valor para preguntarle a mi madre si iba a ser mutilada y su respuesta fue: «sí, así tiene que ser».  Ese mismo día decidí huir y refugiarme en casa de mi tía. Tres meses después, cuando terminaron las vacaciones, volví porque lo que más deseaba era seguir estudiando.

Mi padre me permitió continuar en el colegio y no pasar por la ablación siempre y cuando no me quedara embarazada pues eso sería una gran vergüenza para mi familia, dado que, según la tradición de mi región, sólo una mujer que ha pasado por la ablación genital puede casarse o tener hijos. Cuando llegué a clase, mis 29 compañeras de clase habían sido mutiladas ese verano. Ninguna de ellas quería hablarme ni acercarse a mí, ni siquiera mi hermana mayor. Era rechazada y aislada, todo ello por no haber pasado por la ablación.

Sentí que la única solución era seguir estudiando y esforzarme para demostrar que una joven que no ha sido mutilada puede ser también una buena alumna. Me refugié en el colegio y en conseguir mi sueño de ser profesora. Fue entonces cuando conocí al personal de  World Vision, ellos habían escuchado mi historia y buscaban jóvenes y mujeres como yo capaces de decir no a la mutilación genital femenina. Comencé a asistir a las sesiones de formación y sensibilización sobre las consecuencias de la ablación y los derechos de las mujeres que organiza esta ONG en Marigat, primero a escucharlas y luego para hablar yo misma ante las más jóvenes. Las niñas más pequeñas comenzaron a fijarse en mí porque veían que hay una opción diferente a seguir una tradición que causa daños físicos y psicológicos.

Niñas de Marigat (Kenia). Imagen: World Vision

Tras la ablación genital muchas niñas se enfrentan a la posibilidad de un matrimonio forzado. Imagen: World Vision

No pasar por la mutilación genital femenina ha sido muy duro, no sólo porque fui rechazada por mis compañeras, aún hoy sufro las consecuencias de mi decisión. En mi comunidad, hasta que no pasas por el rito de la ablación, y sin importar la edad que tengas, eres considerada una niña que no ha pasado a la edad adulta. Además, soy consciente de lo difícil que es para una chica que no ha pasado por la mutilación genital femenina encontrar un hombre que la acepte como esposa.

Mi sueño sigue siendo estudiar, hacer una maestría o un doctorado. Quiero ser un ejemplo para las niñas y mujeres de mi comunidad y enseñarles hasta donde pueden llegar sin tener que pasar por la mutilación genital femenina. Sigo colaborando con World Vision en su proyecto de lucha contra la ablación porque aún son muchas niñas que al oeste de mi país tienen que sufrir las consecuencias de una práctica que, aunque es ilegal, tiene un profundo arraigo social y cultural.

 

Janet Naningoi es estudiante y líder anti-ablación en su comunidad de Marigat (Kenia). Su visita a España forma parte de la campaña Stop Ablación de World Vision.  

¿Un Goya para las maestras de la República?

* Este post fue escrito pocos días antes de que el documental obtuviera el galardón a mejor película documental en la 28º edición de los premios Goya.

Por Pilar Pérez Solano Pilar (maestras)

Llegar con ‘Las maestras de la República‘ a la nominación a los Premios Goya ha sido un sueño hecho realidad. Cuando empezamos con las primeras entrevistas de este documental, con tan pocos medios, con tantas horas de trabajo en condiciones mínimas, nunca pensé que pudiéramos llegar tan lejos. Pero hemos llegado gracias a que ha conectado con mucha gente que siente que le hemos devuelto una parte de su historia, y con el boca-boca que trajo académicos a la sala de Cineteca en Matadero. Sentimos que en realidad ya hemos ganado, pase lo que pase el próximo domingo en la gala de los Goya, porque en la nominación ya es nuestro premio, junto con el agradecimiento del público que sigue abarrotando las salas.

La maestra Rosa Sensat con un grupo de alumnos. Imagen del documental 'Las maestras de la República'.

La maestra Rosa Sensat con un grupo de alumnos. Imagen del documental ‘Las maestras de la República’.

Las maestras republicanas nos dejaron el magnífico legado de no perder jamás el entusiasmo por la labor del magisterio, con la convicción de que era necesario educar a los niños y a las niñas, y también a los adultos y a las adultas, para transformar la sociedad.

La República apoyó a las mujeres y la profesión de maestra era una de las pocas opciones de empleo que les permitió obtener independencia. Inteligentes como eran, rápidamente aprovecharon las oportunidades que la República les brindó y saltaron a la esfera pública ocupando cargos en la administración, la política, etc..

Por primera vez en la historia los aspirantes a maestros y maestras estudiaban en un plan mixto y también por primera vez las mujeres iban a educar a los hombres. La sociedad se estaba transformando.

Con el documental ‘Las Maestras de la República’ hemos querido hacer un homenaje a estas mujeres para recordar su legado. Utilizaron  métodos pedagógicos basados en la ‘pedagogía activa’, que pretende que los niños y las niñas participen en las  aulas para despertar en ellos el deseo de aprender.

La República no cambió los planes de estudio de los alumnos, sino los planes de estudio de los maestros. Querían que los maestros se convirtieran en el alma de la escuela. Alma, María, alma’, era la frase que Cossío, el pedagogo de la Institución Libre de Enseñanza, utilizaba para animar a su alumna, la maestra María Sánchez-Arbós que trabajó con los niños en áreas como la distribución de los niños en la clase, educar para la paz, el arte de perder el tiempo o la felicidad en el aula.

El documental lo han visto más de ochenta mil personas y se ha proyectado en más de ochocientas salas en España, de todo tipo, centros culturales, asociaciones, filmotecas, centros educativos… En la mayoría de ellos hemos realizado coloquios, y al final siempre se nos acercan personas que nos dan las gracias por recuperar esta historia tan desconocida y por recordar los nombres y la obra de muchas mujeres que pusieron en juego sus vidas por defender la escuela pública, democrática, igualitaria y solidaria.

 

Pilar Pérez Solano es directora y productora del documental ‘Las maestras de la República’

El proyecto de “Las Maestras de la República” ha sido impulsado por FETE-UGT, que organizó unas jornadas en la Biblioteca Nacional y editó el libro con el mismo nombre. Más información sobre la historia de estas mujeres en la web del proyecto y también en su página de Facebook.

La Sala Berlanga, (C/ Andrés Mellado, 53, Madrid) con motivo de los próximos premios Goya, ha programado “Las Maestras de la República” los días 5 de febrero a las 18:00, 8 de febrero a las 21:00, 12 de febrero a las 20:00, 14 de febrero a las 17:00 y 15 de febrero a las 21:00.