Archivo de junio, 2019

‘El principito’ ya está disponible en lectura fácil, pero necesitamos más libros adaptados

Necesitamos más libros en lectura fácil, necesitamos más cuentos y novelas adaptados ahora que la sociedad personas que por tener discapacidad intelectual o problemas cognitivos asociados, por ejemplo, a una demencia, puedan disfrutar de esos contenidos y al mismo tiempo ejercitar sus capacidades.

Esta semana fue noticia que Fundación Once ha adaptado un clásico delicioso, El principito, a lectura fácil.

No solo lo ha adaptado, también lo ofrece de manera gratuita desde su biblioteca a todos los interesados.

Esta fundación recuerda que también dispone de de otros títulos para personas con problemas de comprensión lectora como 21 Cuentos de los hermanos Grimm o La casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca.

Es de agradecer el esfuerzo de fundaciones como La Once y también de iniciativas privadas como la de la editorial SM, que también está haciendo el esfuerzo de adaptar parte de su colección Barco de Vapor.

Pero títulos así debería haber muchos más y por impulso institucional, público, no únicamente por iniciativas privadas. El acceso a la cultura es un derecho universal, pero que queda muy limitado para un porcentaje demasiado amplio de la población.

Como os contaba cuando entrevisté a la editora de SM, los textos adaptados a lectura fácil son imprescindibles para muchas personas que tienen dificultades lectoras transitorias o permanentes. Tienen que seguir las directrices Internacionales de la IFLA (International Federation of Library Associations and Institutions) y de Inclusion Europe en cuanto al lenguaje, el contenido y la forma y ser validados para contar con el logo LF. En Lecturafacil.net y en la web de PlenaInclusion hay más información sobre la lectura fácil.

Nuestros hijos necesitan que les construyamos un mundo sin prejuicios

Quiero a mis niños creciendo libres y felices.

Los quiero amando y siendo amados. Viviendo vidas plenas en las que la bondad sea su norte.

Los quiero ellas y ellos.

Los quiero sintiendo sin corazas, sin moldes a los que ajustarse.

Los quiero cayendo y sabiendo levantarse.

Los quiero como quiera que sean. Suyos, dueños de su destino hasta el punto que puedan. Los quiero siempre orgullosos de querer a otros de igual manera. Sin miedos, iguales.

Si es amando bien, si es siendo bienamado, da igual a quién.

Por eso celebro que haya un día del orgullo, un día para reivindicar el querer ser libre de amar de esa manera.

Nuestros hijos necesitan que les construyamos un mundo sin prejuicios.

Cómo proteger a los bebés y niños pequeños de la ola de calor

Que sí, que no somos finlandeses es, ya lo sé; que hemos sobrevivido sin problemas muchos veranos en Extremadura o la meseta castellana sin aire acondicionado; que es cierto que tanto calor es un rollo que aplatana, pero tampoco es para tanto teniendo un poco de cuidado.

Cierto, sí, pero también es verdad que una ola de calor entraña riesgos, para todos, pero especialmente para los niños pequeños que regulan peor su temperatura, en los que los golpes de calor pueden darse antes y con peores consecuencias.

GTRES

Las recomendaciones de los expertos, como la Asociación Española de Pediatría o nutricionistas como Boticaria García o Julio Basulto, son de sentido común, pero no viene mal recordarlas.

Es fundamental que estén bien hidratados. Si el bebé está con lactancia materna exclusiva no hay que introducir agua, basta con aumentar las tomas. Si son más mayores, lo mejor es el agua. Los zumos y refrescos nunca son recomendables, así que su consumo puede ser inexistente o muy ocasional. La horchata, que tan rica está y tan propia es de estas fechas, tiene mucho azúcar.

Además de hidratarse bebiendo agua, los alimentos también pueden ayudarnos. Es época de ensaladas (también de legumbres, su consumo no debería interrumpirse por el calor), gazpachos y sopas frías.

Y la fruta es nuestra gran aliada. Melón, sandía, nectarinas, melocotones… el verano trae de la mano mucha fruta muy rica, siempre mejor opción que los helados.

Para que se consuma más y mejor, aquí un sencillo truco del maestro Basulto.

Por supuesto, hay que evitar en lo posible estar a la intemperie a las horas de más calor. Eso vale también si estamos en la playa o en la piscina de vacaciones. De hecho con bebés y niños pequeños hay que extremar las precauciones en esas sesiones de arena (o azulejo o hierba) y agua. Siempre hay que procurarse un buen protector solar, que prodigar con antelación, generosidad y repetición, y una mejor sombra; eso de jugar a ser lagartijas tostándose no es recomendable ni para los pequeños ni para los mayores. Se siente.

De la imprescindible vigilancia de los niños junto al agua ya os hablé ayer.

El uso de ropa que proteja del sol (así será si no se transparenta la mano bajo el tejido), gorras y gafas de sol también vienen bien. Y las gafas infantiles, que sean de las buenas mejor que de las bonitas. Aquí da las razones Boticaria García:

Por último un truco de cosecha propia, aunque no exclusivo, es el uso de botellas de agua termal para refrescarlos. Es una bruma suave y refrescante que igual ayuda a conciliar el sueño por la noche que a aguantar el tipo de día. Una botella tiene muchos usos, a nosotros un par de ellas nos aguantan todo el verano.

Por cierto, voy en coche escuchando como las escuelas infantiles de los ayuntamientos madrileños sí que tienen climatización en las aulas, pero no es así en las guarderías de la Comunidad de Madrid, muchas de las cuales no tienen aire acondicionado pese a tener niños muchas horas dentro hasta el 31 de julio.

Por lo visto la única respuesta que reciben es una serie de recomendaciones como las que he traído hoy aquí.

Me consta que muchos colegios públicos en los que hay niños de campamento urbano están igual.

Aquellos que no facilitan esa climatización deberían pasar todo el verano en sus oficinas sin aire acondicionado y bebiendo mucha agua, a ver qué opinan. Cierto que las recomendaciones para afrontar el calor son útiles, pero la climatización también.

Supervisión constante y cercana es la manera de evitar otro año con casi cincuenta menores ahogados

Se sucede, con la llegada del verano y el calor, el goteo de esas noticias terribles que nos cuentan ahogamientos, muchos de ellos protagonizados por niños pequeños. Hasta el 14 de junio según Ahogamiento.com ya se habían producido siete muertes de menores, cinco de menos de seis años. A día de hoy ya son más. El año pasado fueron casi cincuenta.

(Ahogamientos.com)

 

Cada una de ellas duele e impulsa la necesidad de recordar que no hay que quitarles el ojo de encima a nuestros peques si hay agua cerca.

No podemos dejar a niños pequeños al cuidado de otros niños algo más mayores, por responsables que nos parezcan.

No podemos confiar en los sistemas de flotación, por estupendo que sea ese chaleco de natación de su talla exacta que acabamos de comprar o ese flotador con arneses.

No deberíamos creer tampoco que esas piscinitas infantiles, que apenas permiten uno o dos palmos de agua, no entrañan riesgos.

No podemos ponernos al pie de la piscina con el móvil y el libro y solo mirar cuando se nos ocurre. Eso no es vigilar. Un niño puede ahogarse en apenas quince segundos. Y suelen ahogarse en silencio.

Debería sobrar tener que decir que no podemos vigilar bien si estamos bajo los efectos de las drogas o el alcohol.

No podemos auxiliar bien a un niño si estamos demasiado lejos. El Comité de Seguridad y Prevención de Lesiones No Intencionadas en la Infancia de la Asociación Española de Pediatría (AEP) entienden como “vigilancia adecuada” cuando “la distancia al menor es inferior a la longitud del brazo del cuidador, es decir, tenerlos al alcance”.

No podemos tener piscinas, albercas o ríos accesibles a los niños cuando están jugando por ahí y fiarnos de que no se aproximarán. Las cercas cerradas con llave (como es obligado en Francia desde 2003), las lonas que cubren a conciencia las piscinas, son nuestras aliadas.

No delegues toda esa responsabilidad en el socorrista. Es una ayuda pero no sustituye y responsabilidad como padre.

No podemos fiarnos de lo bien que sabe nadar ya nuestro hijo. Tampoco debemos eludir una charla en la que hacerle ver los riesgos que tiene el agua.

Somos los guardianes de nuestros hijos. Siempre con nosotros, siempre vigilantes, con el agua inaccesible cuando no podemos estar ojo avizor.

En torno al 30% de los ahogamientos de niños se producen sin supervisión de un adulto.

GTRES

Qué no decir a una madre que ha perdido a su hijo durante el embarazo

Es deseo de Luci’s Place que su reflexión se difunda, que logre mayor alcance. Un deseo legítimo que tiene como objetivo reducir el dolor de aquellas mujeres, también hombres, que han perdido a su hijo durante el embarazo.

El duelo puerperal, tan difícil de gestionar con demasiada frecuencia. Un duelo al que mucha gente, con buenas y equivocadas intenciones, resta importancia. Pero al querer animarte quitando hierro a esa pérdida no consuelan, no es eso lo que hace falta para superar esa situación.

Un simple “lo siento”, como cuenta esta tuitera, es mejor que cualquier lugar común que minimiza el hecho de haber perdido un hijo y haber ganado muchos miedos. Si ya hemos hecho esos comentarios en un pasado, tampoco hay que hacer ninguna penitencia, peor sí tomar nota.

Luci’s Place quería difusión y yo quiero ser su altavoz desde este blog, porque puede ser de utilidad para muchos.

Estas pérdidas se mantienen demasiado ocultas, bajo una pesada alfombra que no ayuda a nadie.

Hace un año entrevisté a la psicóloga Jara Acín y Rivera por la publicación del libro, escrito junto a Iñaki Pastor, ¡Ayúdale a despegar!. Durante nuestra charla hablamos precisamente de este tema y la experta coincide completamente con el hilo de la madre que os recomiendo leer.

De lo que se habla mucho menos es de lo dura que es una pérdida gestacional previa, algo muy frecuente con cero visibilidad social y cero acompañamiento emocional. La gente te dice, «anda, no pasa nada, que estabas de muy poquito. Ya verás cómo pronto te quedas embarazada otra vez». Ahora hablamos mucho de violencia obstétrica, pero este tipo de violencia respecto a los duelos es horrible. Hay un tanto por ciento elevadísimo de personas a las que les ha pasado, la sociedad lo niega y parece que si tú también lo haces, estás en línea.

– ¿Sería importante compartir estas experiencias no tan positivas?
Totalmente.

¿Tiene tu hijo algún amigo íntimo o especial?

La pasada semana estuvimos en el hospital Gregorio Marañón, cuyo servicio especializado Ami-TEA atiende a mi hijo, para ayudar a la ciencia.

A título personal es muy poco probable que saquemos algo en claro, pero hay que contribuir a la investigación. Así que nos dejamos allí un poco de sangre (Jaime se portó fenomenal, siempre es así, no duele y no teme a las batas blancas) y estuvimos de charla con dos de las investigadoras, respondiendo largos cuestionarios, conjuntos e individuales.

Hubo una pregunta, a la que había que contestar por escrito, que me hizo detenerme. Es la que titula este texto: ¿Tiene tu hijo algún amigo íntimo o especial?.

¿Qué contestarías tú si te preguntasen si tu hijo de diez o doce años tiene algún amigo íntimo o especial?
Es muy probable que respondieras que por supuesto, que no solo uno, sino varios. ¿Cómo no va a tener sus mejores amigos?

Mi hija los tiene, con ella no hubiera dudado en responder que sí, incluso dando nombres. Pero Jaime tiene autismo, apenas pronuncia unas pocas aproximaciones a palabras, y la respuesta obvia me tomó al asalto, con la guardia baja.

No, mi hijo de casi trece años no tiene mejores amigos, no tiene amigos especiales. Ni siquiera me atrevería a decir que tiene amigos. Ni ahora ni antes. Nunca.

Un niño sin amigos. Ese es mi hijo. Y os prometo que no me había parado a pensarlo hasta ahora, que no me había dado cuenta hasta que me lo encontré planteado en ese cuestionario teniendo que marcar una opción a boli.

Tiene mucha gente que le quiere y a la que él quiere, personas por las que muestra cierta predilección, es un niño feliz, pero sin amigos en el sentido convencional del término.

¿Es algo triste? No lo sé. Tal vez cause un poco de desasosiego, pero me niego a digerirlo con tristeza. Él es feliz, no lo echa en falta. Distinto sería si se resintiese por ello.

El complejo colectivo de las personas con TEA va a tener respuestas distintas a esa pregunta, muchas reflexiones diferentes, a veces salpicadas de dolor.

Muchos necesitan nuestra ayuda, precisan que les enseñemos herramientas para cultivar esas amistades especiales, nuestra sensibilidad y mano tendida.

En casos como el de mi hijo, gravemente afectado, ni siquiera eso.


Tan contento antes de irse con sus compañeros a pasar dos días en un albergue, tan contento.

Nuestros hijos verán pornografía

Nuestros hijos ven pornografía. Y si no la ven aún, acabarán expuestos a ella con toda seguridad.

Hasta ahí no hay nada que nos sorprenda. Lo tenemos incluso asumido, sabemos que la curiosidad es inevitable y que si nosotros atisbábamos revistas, cómics o películas más o menos encendidas, ellos lo tienen mucho más fácil con el ubicuo e inevitable Internet. Puede que incluso hayamos practicado la charla que les daremos cuando llegue el momento, que no deben creerse lo que vean, que el sexo no es así, que hay que tener cuidado.

Cuando llegue el momento. Esa es la clave. El problema es que el momento llega antes incluso de que sus cuerpos estén preparados para el sexo, cuando la adolescencia y sus revuelos aún quedan lejos.

El porno se materializa ante ellos incluso cuando no lo están buscando, cuando ni saben lo que es. Lo hace, según un estudio de la Universitat de las Illes Balears, cuando apenas tienen ocho años.

Los padres no ganamos para sustos. Ni para libros y cursos de expertos que nos enseñen a gestionar el acceso y uso de nuestros niños a la tecnología, que saben de nuestro miedo. El miedo vende y crecen como las setas, algunas deliciosas y otras difíciles de digerir.

¿Cómo hablar de porno con un niño de ocho años por si acaso se lo encuentra cuando le dejamos a solas con nuestro móvil o su tablet? Tal vez el problema sea ese, el dejarles a solas creyendo que se moveran por un redil controlado, cuando no hay un universo más abierto que Internet.

Tal vez habrá que adelantar la charla adaptándola a su edad y sin entrar en detalles, aunque eso nos parezca apuntalar el fin de la inocencia de la infancia.

Tal vez debamos ponernos las pilas y conocer en profundidad todas las herramientas tecnológicas que emplean.

Tal vez habrá que limitar los tiempos de uso y dejar de emplear a Internet como niñera de una vez por todas.

(GTRES)

Para poder conversar con nuestros hijos sobre estos temas, Pilar Conde, directora técnica en Clínicas Origen, asegura que “es necesario que ambos progenitores muestren una actitud abierta“, porque si no acabará buscando para resolver sus inquietudes a aquella persona en la que “noten que sus respuestas son más francas y menos evasivas”.

Conde insiste en que lo más importante “es que el sexo como tema de conversación se integre en el entorno familiar como algo natural y normalizado, de manera, que podamos ir resolviendo dudas a medida que crecen”.

Cuesta, ya lo sé, no es fácil, pero es imprescindible, porque como indica la experta, “si no hemos hablado de sexo con los hijos desde que ellos mismos comienzan a preguntar, va a ser muy difícil que en plena adolescencia se quieran sentar a abordar estos o cualquier asunto relativo al sexo con nosotros”.

Termino con los puntos esenciales que Pilar Conde recomienda que debemos explicar a nuestros hijos a medida que van creciendo:

  • Que significa el sexo en las relaciones, tanto en las románticas como las puramente sexuales.
  • Entender que en el sexo siempre tiene que haber consentimiento y respeto.
  • Deben saber que el porno no refleja las relaciones sexuales reales, por lo que no hay que ajustar las expectativas respecto a lo que va a suceder en las relaciones.
  • Conocer que cada persona somos diferentes en el sexo, por lo que es importante comunicarse desde el principio con nuestras parejas sexuales.
  • Hay que expresar lo que nos gustaría, y escucha lo que le gustaría a la otra persona. Y en función negociar hasta donde están dispuestas las dos partes.

Así son los alumnos que reciben apoyos educativos en España, ¿y ahora qué hacemos?

Este martes el Ministerio de Educación y Formación Profesional facilitó una radiografía razonablemente exhaustiva sobre el alumnado que recibe apoyo educativo como consecuencia de presentar alguna necesidad específica en enseñanzas no universitarias.

Corresponde al curso 2017/18, no al actual, y el titular que venía dado es que ha ascendido al 7,8% del total de estudiantes respecto al curso anterior, que fue del 7,1%. Un incremento difícil de valorar. No tiene porque implicar que hay más alumnos con necesidad de apoyos (lo que sería malo) sino que hay los mismos pero mejor atendidos.

En total hubo 623.268 estudiantes con estas necesidades por distintos motivos: un 35,7% lo recibieron por necesidades educativas especiales asociadas a discapacidad o trastorno grave, el 5,4% por altas capacidades intelectuales, el 3,7% por integración tardía en el sistema educativo y la mayoría, un 55,2%, por otros motivos entre los que se encuentran los trastornos del aprendizaje, los del lenguaje y la comunicación, y la desventaja socioeducativa.

El 63,7% son varones, ninguna sorpresa por ahí. Lo primero que me llamó la atención al revisar el informe fue encontrarme que la comunidad autónoma en la que menos alumnos necesitan este tipo de ayuda es Madrid, en la que solo lo reciben el 4,1% del total. En el extremo superior está Navarra con el 19,7%.

¡¿Cómo?! Que alguien me lo explique por favor. ¿Cómo es posible que haya esta diferencia tan exagerada? No creo que sea porque en Navarra haya muchísimos más alumnos necesitados de ayuda. Tal vez lo que pase es que en Madrid los que hay están peor atendidos. Aunque puede que ni siquiera sea eso; dada la transferencia de competencias educativas es posible que estemos comparando peras con nueces.

Si ponemos el foco en los alumnos con necesidades educativas especiales asociadas a una discapacidad o un trastorno grave, que son 222.540, nos encontramos con que el 83,7% se encuentra integrado en clases ordinarias y apenas un 16,3% está en unidades o centros específicos.

No viene mal tener bien presentes los números, dado que el debate sobre la idoneidad de la educación especial está encima de la mesa.

También aquí hay diferencias por comunidades, aunque no tan llamativas como el porcentaje de alumnos con necesidades educativas especiales. Galicia, como yo ya sabia, es la comunidad autónoma más inclusiva. La orografía obliga.

Bajando más para ver cómo son esos alumnos con discapacidad o trastornos graves, la más abundante es la discapacidad intelectual con 65.998 alumnos (29,6%). El segundo grupo es el de los trastornos graves de la conducta/personalidad, con 51.347 (23,1%); unos chicos de cuya realidad y necesidades se habla poco. Medalla de bronce para los trastornos generalizados del desarrollo, con 41.536 (18,7%). Y ahí hay mucho alumno que podría estar en el primer grupo, hay muchas discapacidad intelectual y autismo sujeta a las variaciones en los diagnósticos con el paso del tiempo.

Los alumnos con discapacidad motora que precisan apoyo educativo especial son 13.866
(6,2%), con discapacidad auditiva el 8.869 (4,0%) y con discapacidad visual 3.598 (1,6%). Por último hay 13.294 alumnos con plurideficiencia (6,0%).

Y os quiero traer un último gráfico relevante, aunque también sorprenda poco. Uno que muestra lo complejo que es avanzar para estos alumnos en el sistema educativo. De un total de 222.687, apenas 3.883 llegan a Bachillerato. A la FP  en cualquiera de sus vertientes poco más de 11.000.

Se vislumbra el negro futuro laboral de una abrumadora mayoría, con todo lo que eso implica en términos de autonomía, autoestima, independencia, aportad a la sociedad, etc.

Vale, tenemos los números. Es interesante y necesario. ¿Y ahora qué? ¿Qué hacemos para mejorar la situación de estos niños y niñas? Echo en falta por parte del ministerio conclusiones, propuestas, una radiografía cualitativa más que cuantitativa que compare los modelos de las distintas comunidades para ver cuáles son los más apropiados y en qué y así poder proponer estrategias.

¿Qué os sugieren a vosotros todas estas cifras?

Baby Led Weaning, Baby Led Sleeping, Baby Led Playing o criar siendo flexible y respetando al bebé

Jaime tomó muchas papillas. Siempre le ha gustado comer y cuando a los cinco meses me tocó volver a trabajar y la lactancia materna ya no podía ser exclusiva, le ofrecimos papillas y las aceptó gustoso. Las tomó de cereales, con frecuencia elaboradas con mi leche, de frutas y verduras. Las tomó caseras y también potitos, que efectivamente resultaron muy útiles estando fuera de casa.

El problema es que luego, hasta pasados los dos años y medio, no logramos que masticase. Su autismo dificultó mucho el tránsito hacia los sólidos de verdad, esos que no hay que tragar sino también triturar con los dientes.

Un año entero estuvimos insistiendo, buscando aquello que más le gustaba como aspitos o galletas, para lograr que masticase. La primera vez que medio masticó medio rechupeteó un cuscurro de pan fue noticia para toda la familia. Es gracioso que, a día de hoy, haya eje esconderle el pan para que no se coma la barra entera.

Este tipo de problemas no es infrecuente en niños con autismo. Suele pasar que se queden enganchados más tiempo del recomendable a las comidas trituradas. Lo he visto con frecuencia, niños bastantes mayores en cuyo colegio especial tienen que trabajar con ellos mucho para que mastiquen. También suele pasar que se vean limitados a unos pocos alimentos, que no quiera. Probar comidas nuevas y no salgan de unas pocas cosas ya conocidas. Otro asunto que también se trabaja mucho.

Por suerte Jaime ha crecido siendo un niño que come bien y de todo, que quiere probar lo que hay en otros platos y con el que la comida ya no es un asunto a trabajar.

Julia era un bebé que tenía que empezar a tomar otros alimentos distintos a mi leche cuando estábamos precisamente en pleno quebradero de cabeza con Jaime para que masticase. Y ella hizo lo que lleva unos pocos años conociéndose como Baby Led Weaning, pero fue mérito suyo, fue porque ella así lo quiso antes de saber yo lo que era tal cosa, no por iniciativa de los adultos. Lo único que nuestras circunstancias lograron, como mucho, fue que no nos empeñásemos en imponer nuestros deseos.

A partir de los seis meses comenzó a interesarse por la comida que nosotros tomábamos. Alargaba sus manitas queriendo probar de todo y, al mismo tiempo, cerraba la boca y se negaba a tomar cualquier papilla o puré, daba igual de lo que estuviera hecha.

Y me pareció perfecto. Comenzamos a darle legumbres y verduras bien cocidas, pasta y arroz blanditas, frutas machacadas o cortadas en trocitos, pan, etc. Todo aquello que resultaba seguro tanto en el sentido de evitar ahogamientos como alergias, y siempre respetando el apetito de la niña.

Haciéndolo de esa manera pronto estaba comiendo de todo, sin problemas para masticar por supuesto. En alguna ocasión nos encontramos con que el tomate o las fresas le dieron una ligerísima reacción alérgica en torno a la boca, esperamos un poquito de tiempo hasta volver a ofrecérselos y listo.

No conocíamos eso del Baby Led Weaning ni falta que nos hizo, pese a hacerlo casi al pie de la letra siguiendo nuestro instinto (el de nuestra bebé más bien) y las indicaciones de nuestra pediatra sobre cuándo introducir ciertos alimentos.

Pudimos hacerlo, también es verdad, gracias también a una excedencia que me permitió estar con ella hasta que tuvo un año, con el pecho siempre preparado cuando lo reclamaba.

Ahora hay libros, artículos, jornadas grabadas en vídeo disponibles en YouTube, que hablan de las ventajas del Baby Led Weaning (Practicar la coordinación motora, ahorrar tiempo, que aprenda a regular su apetito, etc.) y dan pautas sobre cómo llevarlo a cabo, también citan estudios que aseguran que no hay mayor riesgo de ahogamiento.

Entonces nosotros no sabíamos lo que era como os contaba, me pareció fenomenal que mi hija quisiera empezar a comer de esa manera, pero también me lo hubiera parecido si hubiera comido gustosa las papillas, igual que su hermano. Los problemas para masticar posteriormente no suelen venir asociados a los niños neutotípicos.

Nuestra experiencia me hace preguntarme porqué hay niños, como mi hija, que reniegan del triturado y porqué otros, como mi hijo, que se lanzan encantados a los purés. Y recuerdo que hay bebés que parecen dormir perfectamente solitos y otros que requieren la presencia de un adulto a su lado, acompañando su sueño. También los hay que ruedan felices en un carro incluso en edad de ir al cole y otros que exigen brazos o caminar solitos.

Al final da la impresión de que más que razonar lo que a nosotros como padres mejor nos parece, más que abrumarnos a lecturas, consejos y congresos, lo importante es observar, escuchar y respetar a nuestros hijos en su crecimiento, acompañarles tirando de sentido común y de algún experto acreditado cuando surjan dudas concretas.

Baby Led Weaning, Baby Led Sleeping, Baby Led Playing

Dejar que ellos manden, hasta el punto que sea razonable, que sea posible teniendo en cuenta nuestras circunstancias, sin importarnos soluciones mixtas o poco ortodoxas o que cada hermano sea de distinta manera.

Criar queriéndoles y siendo flexibles en definitiva.

No parece mala idea, ¿no creéis?

Uno de los mayores miedos que los padres podemos tener

El posible maltrato a un menor con autismo en un centro escolar, destapado por dispositivos ocultos de grabación puestos ahí por sus padres, vuelve a las portadas de los medios.

Respondía una amiga en twitter y tiene toda la razón, que es uno de los grandes miedos que los padres podemos tener. Y ni siquiera creo que sea un miedo oculto, es un miedo manifestado, del que apenas hablamos en todo caso porque no procede, porque sirve de poco.

Precisamente el primer post de este blog, publicado en noviembre de 2007, se titulaba ser madre es vivir con miedo y en él contaba que uno de los peores descubrimientos de la maternidad era encontrarte viviendo con miedo a que le pase algo.

Aun no sabía que mi hijo tendría autismo y sería incapaz de hablar conmigo, de hacerme saber si algo le duele, si le han hecho sufrir, si han abusado de él.

Siempre tienes el temor latente de que tus hijos se vean envueltos en alguna situación lesiva, el acoso escolar o el abuso sexual son los lobos que más tememos, y que no te lo cuenten, que no te permitan ayudarles al aferrarse al silencio.

Si tus hijos tienen dificultades añadidas para comunicarse, por el autismo o por cualquier otro tipo de circunstancias o discapacidad, el riesgo aumenta y tu miedo también. Tampoco puedes explicarles lo que deben hacer en esos casos, que no crean a aquellos monstruos que aseguren que sus padres se enfadarán con ellos si lo cuentan, que es un secreto entre los dos como sí podemos hacer con otros niños, como yo he explicado a mi hija.

Mi hijo y los que son como él están más indefensos si se topan con uno de esos seres de alma oscura, gente sin escrúpulos que pueden desde reírse de ellos hasta someterlos a prácticas sexuales no consentidas sabedores de que no pueden hablar para denunciarles. Aquí ni siquiera vale lo de “tu palabra contra la mía”. Y los monstruos lo saben.

Si te paras a pensarlo, no da miedo sino terror. Dependes completamente de que la suerte no te ponga mala gente en tu camino.

Y de tu capacidad para vigilar a tu hijo, para observar lo que le pasa, lo que manifiesta sin palabras.

Mandar a un niño con micrófonos camuflados a un colegio puede ser discutible, pero pocas otras opciones tenemos si albergamos sospechas y nuestro hijo no puede ayudarnos ni a despejarlas ni a confirmarlas.

Es mejor vivir con certezas y poder tomas decisiones para combatirlas que vivir con miedos fundados y no confirmados.

(GTRES)