Soy víctima de un virus terrible y altamente contagioso, inoculado por vía auditiva a base de repeticiones (unas nueve o diez al día) en anuncios de televisión, esa caja tonta -y ruidosa- situada tras de mí en mi puesto de trabajo. Es algo cruel. Basta un segundo de exposición a la peligrosa cepa sonora para que ésta se adhiera a mi masa encefálica cual lapa en celo. Cuando ocurre, me doy por jodido: son varias horas las que cuesta desprenderse de ella. Y cuando al fin consigo lograrlo, tras una ardua batalla, llega la siguiente repetición. No puedo luchar contra ello.
Por favor, que alguien me ayude. Quiero dejar de tararear día y noche el puñetero nuevo single de Nena Daconte.