De la nueva sociedad 3.0 organizada horizontalmente en red que ha enterrado la edad contemporánea. ¡Bienvenidos a la edad digital!

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La revolución se llama fab lab

Imagina un mundo donde las fábricas desaparecen. Imagina que cada barrio, cada edificio o incluso cada casa tienen una minifábrica que construye los objetos necesarios para vivir. Imagina que estas fábricas low cost apenas construyen los objetos que necesitan los vecinos. Y que es la misma máquina – una impresa sólida en 3D – la que construye los objetos. Por si fuera poco, esta red de impresoras en 3D utiliza software libre y sus usuarios mejoran su funcionamiento colectivamente con mecanismo transparentes. El planeta de las minifábricas, basado en la demanda real y no en la oferta artificial, funciona a la perfección. Hay menos contaminación, menos atascos, menos transportistas de cosas. La obsolencia programada – estrategia de las marcas para que los productos se estropeen – es un mal sueño del pasado.

La revolución del planeta de las minifábricas sostenibles no es un sueño lejano. Es una realidad. La minifábrica se llama Fab Lab (fabrication laboratory). El primer prototipo nació en el Center fot bits and Atoms (CBA) del Massachussets Institute of Technology (MIT), en el año 2001. Y ya hay un centenar (entre oficiales y no oficiales) en todo el mundo. En España, hay fab labs en Barcelona (vídeo que abre el post), Valladaura, Madrid, BermeoLeón y Sevilla. En América Latina, hay fab labs en  Lima (Perú), Medellín (Colombia) y Costa Rica. Países como Namibia, India, África del Sur, Ghana o Afganistán cuentan con fab labs.

De momento, la tecnología de los fab labs no es barata: se necesitan unos 50.000 euros iniciales de inversión. Además, necesita espacio. Pero Neil Gershenfeld, cabeza del Centro de Bits y Átomos, pronostica una verdadera revolución: «Internet necesitó una habitación llena de ordenadores para funcionar, hoy lo hace en el móvil». Neil intuye una sociedad diferente. Una plataforma «comercial y mundial que convierta los fab labs en autónomos». Los fab labs, sueña Neil, mostrarán la salida de la crisis: «La mayoría de los grandes negocios surgieron en épocas de recesión. El mercado actual se basa en inventar un producto y en producirlo en una fábrica. Nuestra filosofía es otra. Se trata de producir bajo demanda en laboratorios locales, independientemente de dónde se haya diseñado el producto«.  Pero la mayor revolución reside en otro pequeño detalle (otra interesante entrevista a Neil):  «el poder de la red de fab lab es que no existe nadie al mando».

 

Mi web: bernardogutierrez.es Dirijo la consultora futuramedia.net. En Twitter soy @bernardosampa

 

Cómo matar al intermediario


Sé que el vídeo es largo: 18 minutos y 18 segundos. Pero puede cambiar tu vida. El discurso que el escritor-agitador argentino Hernán Casciari dio en Tedx Talks Río de la Plata  es simplemente sobrecogedor. ¿Cómo matar al intermediario? Sigue leyendo. Hernán cuenta cómo llegó al interior de Catalunya. Cómo empezó a escribir cuentecitos en su blog Orsai para «no sentirse solo». Como se equivocó y empezó a trabajar para la industria, para los intermediarios. Cómo empezó a sentir que las editoriales «le robaban a mano armada». «Cómo en 1400 palabras libres, en el blog», mandó a cagar» a importantes editoriales y periódicos. Cómo decidió montárselo sin intermediarios. Tenía un objetivo secreto: «demostrar que la famosa crisis de la industria no es económica, es moral, codiciosa». La idea era hacer una revista imposible Orsai, autofinanciada, sin publicidad. Hernán cuenta la imprevisible fiebre de Orsai. Cómo los propios lectores compraron en masa la revista de papel, a pesar de que está disponible en PDF gratis un mes después. Cuenta cómo la comunidad de Orsai se encargó de distribuirla por el mundo, sin comisiones. Y Hernán explica cómo Orsai dejó de ser un blog, una revista, una editorial. Pasó a ser un proyecto de los lectores. El último sueño-delirio conseguido: abrir un bar en Buenos Aires, un «lugar de encuentro de los lectores», financiado más o menos con dinero de los lectores (crowd funding). Orsai no vende celulosa o cerveza. Vende contenidos, sueños compartidos, espacios de diálogo.

Si Julio Cortázar estuviera vivo no habría escrito Instrucciones para llorar. Habría llorado de alegría subiendo este vídeo a You Tube. Le habría puesto un título, Cómo matar al intermediario. Lo habría compartido en redes. Cortázar se habría emocionado con las frases de Hernán: «Las decisiones culturales empiezan a estar en nuestras manos», «la industria de la lectura somos los lectores y los autores, y nadie más», «la otra industria, la que le teme a los cambios, la que pretende hacer creer que internet es un lastre, se está muriendo, y la vamos a ver morir», «la cultura tiene que ser libre y tiene que ser gratuita». El intermediario sobra.

Hace un tiempo publiqué un reportaje titulado Mp3 contra el imperio del plástico. El texto más copiado-pirateado de mi carrera. Hablaba de una discográfica (la brasileña Trama) que incentivaba las descargas gratuitas de MP3. Una discográfica que y comerciaba con música. Una empresa que luchaba contra toda una industria especializada en vender plástico. O celulosa (editoriales). ¿Cómo la vieja industria intenta imponer leyes como la SOPA o la Ley Sinde Wert sin entender que el modelo de producción / distribución cultural ha cambiado? ¿Pero no ven que o se reciclan o están de más en este mundo?  Porque no hacen falta discográficas si los músicos distribuyen y comparten su música gracias a Soundcloud. Sobran los planificadores urbanos si la sociedad en red utiliza los espacios vacíos y los transforma en plazas participativas de código abierto, como el Campo de la Cebada de Madrid. Sobran los intermediarios políticos si el pueblo en red escribe una nueva constitución, como está haciendo el 15M. Sobran las recetas tecnológicas verticales si un campesino de Estados Unidos construye un tractor low cost con ayuda de los internautas y cuelga los planos en Internet con licencia abierta en Open Source Ecology blog.

El coro reaccionario que llama «perroflautas» a los participantes de los movimientos 15M o Occupy Wall Street no ha entendido nada. No comprendió que las Revoluciones 2.0 del siglo XXI tienen una reivindicación clara: eliminar el intermediario. Acabar con el intermediario cultural, político, mediático y productivo.

 

 

 

 

Tres casos de wikifútbol

¿Te imaginas que los hinchas del Real Madrid pudieran elegir la alineación de cada partido y hasta qué jugador cambiar en el transcurso de cada partido? ¿Y qué pasaría si los culés decieran jubilar al presidente del Barça Sandro Rossel y pasasen a administrar las finanzas del club? El crowd sourcing –  algo así como «tercerización masiva» o «subcontratación voluntaria»- llega al fútbol. O sea: participación, horizontalidad, inteligencia colectiva. Os presento tres casos de democracia participativa en el fútbol. ¿Wikifútbol al poder?

Ebbsfleet, Inglaterra. Si el équipo inglés Ebbsfleet United fuera un país sería el más democrático de Europa. Sus seguidores participan en todas las decisiones del club. Escogen, gracias a Internet y a la plataforma My football club creada para la ocasión, a los jugadores que salen al campo en cada juego. Cada hincha de este equipo de la liga Blue Square Bet South es entrenador, gestor, inversor y junta electoral al mismo tiempo. La democracia digital del Ebbsfleet United no sólo salvó la bancarrota del club si no que propició una victoria histórica en el estadio de Wembley, en mayo de 2008, frente al Torquay United. Cierto que el espejismo se desvaneció en parte y ahora el club intenta encontrar fórmulas para una mayor implicación de los hinchas.

Muerciélagos FC, México. El equipo de Sinaloa Murciélagos FC, que juega en la segunda división mexicana, es la última sensación del wikifútbol (un buen reportaje). Su proyecto DT (director técnico) Digital permite que los seguidores, sobre todo vía SMS, elijan la alineación y hasta los jugadores que son cambiados a lo largo de cada partido.

Sport Club Corinthians, Brasil. El popular equipo Corinthians – el favorita del ex presidente Lula – lanzó a finales del año pasado lanzó el vídeo juego República Popular do Corinthians (RPC) (ver vídeo que abre la entrada) en el que cualquier hincha podía ser candidato a presidir el club o a ser congresista. «Va en serio. «No somos un Farmville!», se podía leer en su web. El mandato del nuevo presidente será de cuatro meses. A parte del nuevo presidente fueron elegidos los “mosqueteros” (administradores del site) y los “gobernadores” (blogueros y tuiteros relevantes). La idea es un feliz encuentro de patrocinadores, hinchas, jugadores y dirección.

¡Es la economía creativa, estúpido!


140 músicos de big bands lanzan un disco financiado integramente por el público. Una multinacional informática invierte en software libre construido colaborativamente. Una marca de coches deja a los usuarios diseñar un modelo. Unos ciudadanos desarrollan un red de acceso inalámbrico a internet wifi teleoperadoras. ¿Cómo se llama la película? Vayamos por partes. Primero, los actores. La peli big band se llama Movimento Elefantes (Brasil); el gigante informática, IBM; Fiat fue quien apostó por el co-coche Fiatmio; el wifi libre se llama Guifi.net, un proyecto nacido en Catalunya.  Y es que la mano invisible del mercado, tras el petardazo de la última crisis, podría llamarse sociedad en red. O inteligencia colectiva. O sociedad P2P (peer-to-peer). O crowd sourcing, ese término que acuñó Jeff Howe, ex editor de Wired: individuos cooperando entre sí. Co-creando. Co-trabajando. Sin intermediarios.

La crisis mola. Todo se desmorona. Todo se rehace. Mientras la economía mundial sigue en su ruleta-montaña rusa, el mundo encuentra soluciones al margen de gobiernos e inversores. Apenas un 2,3% de las start up (los famosos emprendedores) consiguen financiación. Sin embargo, el crowd funding – financiación colectiva – está empezando a funcionar. Kiva permite que cualquier persona financie proyectos a partir de 25 dólares. El site Kickstarter ha recaudado ya 100 millones de dólares de desconocidos para 13.000 proyectos. Lanzanos y Goteo Funding están despegando en España. Y hasta están naciendo sistemas de préstamos P2P – intercambio entre usuarios – sin bancos. ¿Prestar dinero a un desconocido? Podría ser una buena idea.

¿Y qué pintan Fiat o IBM en esta fiesta hippie-horizontal? El hit de Bill Clinton contra Papá George Bush, aquello de «es la economía, estúpido», en este convulso siglo XXI sería algo así como: «Es la economía creativa, estúpido». ¿Econoqué? En Estados Unidos, antes del boom de las redes sociales, ya se hablaba de open innovation (gracias a Henry Chesbrough). Algo tan sencillo como incentivar que las empresas cocinen ideas internas con externas. O sea, ejecutivos de IBM confiando en un puñado de hackers. Por otro lado, el mundo entero entró en la co-creación desde que Venkat Ramaswamy inventase el término. El cochecito que Fiat construyó con ayuda de sus usuarios, vaya.

¿Y a qué viene todo esta argumentación? Muy simple: en el Reino Unido la economía creativa representa el 7,8% del PIB. En Brasil, existe una Secretaría de la Economía Creativa. En España, la economía creativa está en auge. Pero no existe oficialmente para el gobierno central. Juan Pastor Bustamante, de la Escuela de Organización Industrial (EOI), la describía recientemente así: «industrias culturales y creativas, pero también ciudades creativas, ecosistemas creativos, clusters creativos, distritos creativos, clase creativa…«. Podemos redondear. Espacios de co-working (trabajo compartido). Ciudades participativas. El banco comunal BancomunEléctricas portuguesas co-creando. Millones de personas escribiendo en Wikipedia.  O la mismísima Philips pidiendo a sus usuarios que les redacten manuales de instrucciones. Sociedad en red, decíamos.

Rubén Martínez, que investiga sobre innovación en cultura y procomún en Yproductions, (gran presentación) lo tiene claro. El mundo está mutando. Estamos pasando de los emprendedores a la creatividad social. De los departamentos de I+D autistas al I+D de la sociedad. De la economía estúpida a la economía creativa, flexible y horizontal.