Archivo de la categoría ‘Clásicos’

‘Vértigo’, 60 años de una irresistible obsesión

Encuadres

Madeleine y Judy. A ambas las interpretó la misma actriz, Kim Novak. De hecho eran el mismo personaje en Vértigo y representaban una retorcida dualidad, la de la mujer real y la mujer soñada.

La trama creó también a un protagonista masculino con el que el público pudiera identificarse fácilmente. Vulnerable, íntegro, de apariencia normal y corriente, con marcadas limitaciones y debilidades. Y pocos actores más adecuados para este tipo de personaje, cercano, simpático pero atormentado, que James Stewart. Aquí un expolicía, Scottie, que padece acrofobia (miedo a las alturas) y que sin poderlo remediar también quedaba encadenado a una extraña fijación hacia una mujer, hacia Madeleine, la mujer soñada.

Vértigo 1958

( ©Sony / Universal )

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60 años de ‘Sed de mal’ y su magistral plano secuencia

En blanco y negro

Nada más empezar, poco más de tres minutos que dejaron boquiabiertos a los críticos y cinéfilos más exigentes. Es el famoso plano secuencia que abre Sed de mal (Touch of Evil, 1958) de Orson Welles, desde el plano detalle de unas manos preparando un explosivo para colocarlo en el interior del maletero de un coche hasta la explosión final, una vez que el conductor, un empresario norteamericano, y su acompañante, una cabaretera, han cruzado la frontera de México con Estados Unidos. Y de fondo, la música con toques de jazz de Henry Mancini.

Cine negro, muy negro, y rodado naturalmente también en blanco y negro con una fotografía barroca e inspirada en el expresionismo alemán (captada por Russell Metty) que acentuaba los contrastes luminosos y lo grotesco de sus personajes. No era una película de Dreyer, pero el tratamiento de la luz y las tinieblas estaban a la par con su trasfondo, el enfrentamiento entre la integridad y la corrupción. El primer concepto representado por Mike Vargas (Charlton Heston), un influyente agente antidrogas del gobierno mexicano, y el segundo por el capitán de policía estadounidense Hank Quinlan (encarnado por el propio Welles).

Sed de mal (Touch of Evil)

( ©Universal )

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80 años de ‘La fiera de mi niña’, cuando la comedia era pura dinamita

En blanco y negro

Pongamos que uno debe elegir, ¿prefieres que tu obra sea un rotundo éxito comercial, que dé suculentos beneficios inmediatos, aunque poco después quede olvidada o, por el contrario, que sea un fracaso pero con el tiempo se califique como una obra maestra, venerada y de referencia por colegas y expertos?

Los autores de La fiera de mi niña (Bringing Up Baby, 1938) lo tenían claro. En ese escenario de Hollywood de a finales de los años 30, buscaban sobre todo la atención del público. Sin embargo, fue un quebradero de cabeza. Un bluff sin paliativos. No es que los espectadores le dieran la espalda, es que ni tan siquiera estaban allí para verla. Disgustados por la mala recepción en taquilla, los estudios RKO apartaron a su director, Howard Hawks (uno de los más grandes de la historia del cine) del siguiente proyecto, la película de aventuras Gunga Din («Aprendí la lección. Nunca más haré una película en la que todos sus personajes estén chiflados» llegaría a decir después, más o menos, Hawks). Para Katharine Hepburn, nada acostumbrada a hacer comedia, coincidió en un momento en el que fue calificada de «veneno para la taquilla; y Cary Grant, bueno, salió algo mejor parado.

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Las películas preferidas de Guillermo del Toro

Cinefilia

Este viernes 16 de febrero se estrena en nuestras pantallas La forma del agua de un Guillermo del Toro que puede hacer historia si el próximo 4 de marzo gana el Óscar como mejor director. Su película es la más nominada con 13 candidaturas.

Guillermo del Toro

( ©GTRESONLINE )

Los otros compatriotas suyos que lo han conseguido son Alfonso Cuarón por Gravity (2013) y Alejandro González Iñárritu en dos ocasiones, consecutivas, por Birdman (2014) y El renacido (2015). Está siendo la década de los cineastas mexicanos, al menos en cuanto a las estatuillas de Hollywood se refiere.

Guillermo del Toro es, además de un gran apasionado del cine fantástico y los monstruos, un devorador compulsivo de cine, y de obras maestras. Horror, poesía, cuentos, infancia, pesadillas… su lista de preferidas probablemente sería interminable, pero limitaremos la selección a los títulos que más ha destacado, sea a petición de un artículo de Sight and Sound o de la imprescindible e impecable colección de películas que lanza en Blu-ray y DVD la distribuidora Criterion.

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¡Gracias Mankiewicz! Por ‘Eva al desnudo’ o ‘La huella’…

Cápsulas de cine

La última película que dirigió fue en 1972, La huella (Sleuth), un malicioso juego del gato y el ratón entre un presuntuoso escritor de novelas de intriga (Laurence Olivier) y el amante de su mujer, un peluquero (Michael Caine). No era coincidencia que eligiera la adaptación de una obra teatral, de Anthony Shaffer, o que uno de sus dos únicos protagonistas fuera un escritor. Joseph Leo Mankiewicz, procedente de una familia de judíos berlineses pero nacido en 1909 en Pensilvania, siempre concibió el cine como imagen y palabra. Tanto el teatro como el cine expresionista alemán de los años veinte marcaron su vocación.

Director y guionista, cuando se retiró lo hizo motivado porque sentía que ya no encajaba en el cine, que no se concedía la suficiente atención a los guiones y diálogos, que Hollywood o el público parecía más interesado en la acción y un envoltorio bonito o con abundantes efectos especiales que en las palabras que también tanto amaba. Y si eso era a inicios de los 70. ¿Qué pensaría ahora?

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‘Atrapado en el tiempo’ cumple 25 años

Encuadres

El tiempo pasa volando. Aunque no tanto para el protagonista de la conocida comedia que dirigió Harold Ramis, el meteorólogo de una cadena de televisión llamado Phil que estuvo reviviendo el mismo día, el Día de la Marmota, un 2 de febrero, en los mismos escenarios, con los mismos personajes, aprisionado en un bucle temporal en la pequeña población de Punxsutawney, Pennsylvania.

Divertidísima fue en su momento y las veces que la he vuelto a revisar me sigue resultando igual de tronchante y especial. Phil topándose con un amigo pelma del instituto que quiere venderle un seguro, Phil pisando un charco, Phil ayudando a esas ancianitas a cambiar la rueda pinchada de su vehículo… Phil agobiado, Phil intentando sacar el máximo provecho personal de esa repetitiva situación, Phil destrozando su despertador, Phil dispuesto a poner fin a su vida, Phil intentando acabar de una vez por todas con la marmota, Phil intentando ligar con Rita (Andie MacDowell), Phil intentando aprovechar el tiempo para mejorar como presentador o aprendiendo a tocar el piano. Phil, resumiendo, en un día a día que se repite y en el fondo siempre solo.

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Tarzán se hace centenario, en el cine

En blanco y negro

Johnny Weissmüller, excampeón olímpico de natación, es la imagen asociada en cine a Tarzán. Fuera en sus películas en blanco y negro o en color, una docena entre 1932 y 1948 y todas debiendo incluir la palabra «Tarzán» en su título, se convirtió en el verdadero rey de la jungla. Los que interpretaron después al célebre héroe creado por Edgar Rice Burroughs se quedaron en sucedáneos. El más reciente, un esforzado Alexander Skarsgård en La leyenda de Tarzán (2016) que por muchos efectos digitales y acción se quedaría a una diferencia abismal de la popularidad o los logros de las arcaicas cintas con Weissmüller.

El grito, el no menos famoso alarido de victoria de macho alfa simio, se oyó un poco antes, en 1929 y fue en Tarzán el tigre que protagonizó Frank Merrill. Era una película muda a la que se le añadió un sonido, más bien un fallido intento de gritito. Distaba muchísimo de esa potencia, de esa exhibición pulmonar inspirada en los cantos tiroleses, de las pelis de Weissmüller. Las comparaciones son odiosas, y en este caso aún mucho más (al final del texto pueden ver dos ilustrativos vídeos para contrastar). Y antes que ellos estuvo el pionero, Elmo Lincoln (con el joven actor Gordon Griffith para las escenas de la niñez) con Tarzán de los monos (Tarzan of the Apes), estrenada hace ya la friolera de 100 años, el 27 de enero de 1918 en Estados Unidos (cuatro años después de la primera de las novelas publicadas en libro, y cinco años y tres meses de la primera historia impresa en la revista pulp All Story Magazine).

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El primer orgasmo femenino en el cine, el de Hedy Lamarr en ‘Éxtasis’

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Hedy Lamarr - Éxtasis (1933

( ©Slavia-Film, Gustav Machatý )

Hace 85 años. Un primer plano de un rostro femenino, bellamente esculpido, tumbado en la cama. Los ojos cerrados y los labios entreabiertos. Se intuye la excitación de su respiración, sus manos y brazos intentando suavizar los gemidos causados por el placer. A Hedy Lamarr se le recordará por ser una de las actrices más bellas de su generación, «la más bella» según algunos, aunque de entre las poco más de una veintena de largometrajes que protagonizó en Hollywood ninguna mereciera una calificación de diez. Sansón y Dalila (1949), La extraña mujer (1948), Cenizas de amor (1941), Fruto dorado (1940), Esta mujer es mía (1941) o Argel (1935) entre ellas. Pero las escenas que la hicieron inmortal, en el cine, estaban en Éxtasis (Ekstase, 1933), una producción checo-austríaca dirigida por el praguense Gustav Machatý.

Fue la primera película comercial y no pornográfica en mostrar el desnudo integral de una mujer y, ya puestos en el asunto, también un orgasmo, más o menos. Tanto su personaje, como el de su amante, un viril ingeniero interpretado por el alemán Aribert Mog, se mantienen completamente vestidos en el lecho. Caricias, besos y si hubo algo más, no se vislumbra. Hedy aún era menor de edad, 17 años, y dicen que mintió al director para lograr el papel. Éste le entregó un primer guion de apenas 5 páginas y que daban para casi hora y media de metraje. Se rodó en tres idiomas (checo, alemán y francés), aunque, con unas imágenes y una puesta en escena muy deudora del cine mudo, pocos diálogos y frases contenía.

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Bajo ‘La sombra de una duda’ de Hitchcock

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La sombra de una duda (Shadow of a Doubt, 1943)

( ©Sony )

Del falso culpable al falso inocente. Hitchcock consagraba por primera vez el protagonismo de una de sus películas al villano. Le atrajo la idea de poner a un ser abyecto, el mal, en un apacible pueblo de esos en los que nunca ocurre nada o casi nada. En este caso un seductor asesino de viudas, Charlie (Joseph Cotten) para quien el cerco, con la policía y un par de detectives pisándole los talones, se le va estrechando. Su respiro será buscar refugio en casa de su hermana (Patricia Collinge), los Newton, en Santa Rosa (California). Quien le recibirá especialmente con los brazos abiertos es su sobrina (Teresa Wright), apodada «Charlie» en su honor y una joven que le idolatra.

La sombra de una duda (Shadow of a Doubt, 1943) tuvo su primicia mundial hace 75 años, un 12 de enero en Nueva York, y ponía en escena el contraste entre el bien y el mal, el asesino y el inocente, el perverso y el ingenuo, materializado en dos personajes similares. Charlie, que mata por dinero y por placer, tiene su reverso luminoso en la muchacha. De hecho, Hitchcock presentó a ambos personajes del mismo modo, tumbados en la cama.

En la escena de Charlie/Joseph Cotten, este se encuentra recostado en un discreto motel de segunda categoría y lo que destaca son montones de billetes de dólares esparcidos en la mesilla de noche y por el suelo. En la de Charlie/Teresa Wright la vemos recostada en su confortable habitación del hogar familiar. Ella tampoco tiene aún necesidad imperiosa de ponerse a trabajar, de la misma manera que su tío tampoco necesita matar para conseguir más dinero. Lo que se resalta de ella es que la joven Charlie está cansada de su día a día anodino, así como el carácter ingenuo y soñador, pensando que puede ser una visita de su amado tío la que le puede sacarla de su tedio. Con la llegada de Charlie, tío, a Santa Rosa será el humo negro del tren lo que anuncia la llegada de algo anormal, maligno, en ese lugar bucólico donde nunca pasa nada.

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Así era el futuro de 2018 que retrataba la película ‘Rollerball’ en 1975

Encuadres

Rollerball 1975

( ©Fox )

Computadoras líquidas y helicópteros como el medio de transporte más moderno y rápido. Pero lo más relevante de ese futuro año 2018 imaginado en Rollerball (1975) era que los grandes conflictos entre países y las guerras se habían erradicado. Aunque todo tiene su porqué y su precio.

Era un mundo globalizado en el que las grandes corporaciones son las que controlan el mundo, ni gobiernos ni estados. En Houston está la sede de la Energía, además están las de la vivienda, Alimentación, Servicios, Transporte y Lujos. Estos seis grandes monopolios proporcionan a los ciudadanos todo el bienestar posible. Una tecnocracia de científicos y expertos se supone que actuando por el bien común. A cambio «solo» desean el poder total económico y político, y la concesión de alguna que otra libertad individual (por ejemplo, las mujeres son objetos que pueden pasar en manos de unos o otros según los intereses y directrices de los mandamases).

No más guerras, por el momento. Pero la raza humana requiere de seguir encauzando la agresividad hacia alguna parte, una nueva forma de seguir ofreciendo sangre, «pan y circo» al pueblo, y ahí es donde entra en juego, nunca mejor dicho, el rollerball. Una especia de hockey sobre ruedas, rugby y motociclismo considerado «el mejor de los deportes violentos de la época». Dos equipos enfrentados en una pista circular con la misión de ir anotando puntos con una pesada bola de metal.

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