Es la estampa del norteamericano perfecto. Rubio, ojos azules, guapo, con carisma y éxito. Pero el tiempo pasa, vuela, y Robert Redford cumple 82 años este sábado 18 de agosto. Hace tan solo unos días anunciaba su retirada como actor.
Fue y será para siempre una de las grandes estrellas del cine, pero sus inicios se forjaron en la televisión, en series muy populares de la época (Los virginianos, Los intocables, Doctor Kildare o Perry Mason entre muchas otras).
Y aunque como actor la imagen que nos ha quedado de él es la del hombre apuesto, elegante y seguro, fuera un bribón o un pícaro, el de Dos hombres y un destino o El golpe (junto con el gran Paul Newman); honesto e íntegro, el del periodista de Todos los hombres del presidente, el joven casado en Descalzos por el parque o el jugador de béisbol de El mejor; incluso el del aventurero «libre y salvaje» de Memorias de África o Las aventuras de Jeremiah Johnson; en esos inicios en la pequeña pantalla los papeles que le ofrecían eran muy distintos: asesinos, violadores o personajes igualmente perturbados.
¿Es el verano un buen momento para estrenar una de terror? Tiburónbatió todos los récords de taquilla en el verano de 1975, pero tal vez sea de septiembre a noviembre el periodo más propenso a acoger las películas de miedo.
El mismo año pasado Itllegó en septiembre, por no hablar de las sagas de Saw, Paranormal Activity o Pesadilla en Elm Street y otros títulos de referencia como La matanza de Texas (en octubre de 1974) o La noche de Halloween (en octubre de 1978). En cambio, El exorcista se estrenó en los cines norteamericanos al día siguiente de Navidad, el 26 de diciembre de 1973.
( ‘Hereditary’ ®DeaPlaneta )
El periodo estival siempre ha sido propicio para ubicar posibles grandes éxitos, y naturalmente el género ha vivido taquillazos acogiéndose a los calores veraniegos y amparándose en la oscuridad de las salas de cine, desde El proyecto de la bruja de Blair (julio de 1999) a Expediente Warren (julio de 2013) pasando por clásicos más añejos como Poltergeist (junio de 1982), Terror en Amityville (julio de 1979) o La profecía (junio de 1976).
En nuestros cines, una de las películas revelación del pasado año fue precisamente la película de terror Verónica, de Paco Plaza, y se estrenó el 25 de agosto.
En la cartelera tenemos desde hace un par de semanas Los extraños: cacería nocturna y, desde este viernes, No dormirás con Belén Rueda y Natalia de Molina, o la adaptación del anime Tokyo Ghoul. Y aunque algunas de ellas no sean de terror puro y duro, aún queda un buen puñado por llegar.
Un estilizado vestido de lana verde, chaqueta del mismo color y falda de tubo. Cinturón para resaltar la figura, zapatos de color claro, bolso a la última moda (la de inicios de los 60) y un lujoso collar de perlas. El que lucía Melanie Daniels (Tippi Hedren) es uno de los vestidos más glamurosos y preciosos del cine. Destacaba además la elegancia, sin estridencia, y la buena posición económica del personaje, hija de un magnate de la prensa, en Los pájaros (The Birds) de Hitchcock.
Con el modelito puesto, una creación de la gran Edith Head, Tippi Hedren se pasaba la mayor parte de la película. Le valía para todo, fuera consentido o imprevisto, para ir detrás del hombre del que se había encaprichado, el abogado Mitch Brenner (Rod Taylor), fiestas de cumpleaños o pasearse por las calles de Bodega Bay. Solo exhibía un vestido más, en las escenas iniciales en la pajarería de San Francisco, además de un simple pijama no exento de atractivo. La rubia Tippi Hedren y el citado conjunto verde eran una inmejorable muestra del encanto, más divino que humano, con el que las lujosas producciones de Hollywood intentaban seducir y ganarse el favor del público. Pero este es uno de los ejemplos en que el glamur no era solo superficial. La película tenía mucha más tela que cortar.
Del falso culpable al falso inocente. Hitchcockconsagraba por primera vez el protagonismo de una de sus películas al villano. Le atrajo la idea de poner a un ser abyecto, el mal, en un apacible pueblo de esos en los que nunca ocurre nada o casi nada. En este caso un seductor asesino de viudas, Charlie (Joseph Cotten) para quien el cerco, con la policía y un par de detectives pisándole los talones, se le va estrechando. Su respiro será buscar refugio en casa de su hermana (Patricia Collinge), los Newton, en Santa Rosa (California). Quien le recibirá especialmente con los brazos abiertos es su sobrina (Teresa Wright), apodada «Charlie» en su honor y una joven que le idolatra.
La sombra de una duda (Shadow of a Doubt, 1943) tuvo su primicia mundial hace 75 años, un 12 de enero en Nueva York, y ponía en escena el contraste entre el bien y el mal, el asesino y el inocente, el perverso y el ingenuo, materializado en dos personajes similares. Charlie, que mata por dinero y por placer, tiene su reverso luminoso en la muchacha. De hecho, Hitchcockpresentó a ambos personajes del mismo modo, tumbados en la cama.
En la escena de Charlie/Joseph Cotten, este se encuentra recostado en un discreto motel de segunda categoría y lo que destaca son montones de billetes de dólares esparcidos en la mesilla de noche y por el suelo. En la de Charlie/Teresa Wright la vemos recostada en su confortable habitación del hogar familiar. Ella tampoco tiene aún necesidad imperiosa de ponerse a trabajar, de la misma manera que su tío tampoco necesita matar para conseguir más dinero. Lo que se resalta de ella es que la joven Charlie está cansada de su día a día anodino, así como el carácter ingenuo y soñador, pensando que puede ser una visita de su amado tío la que le puede sacarla de su tedio. Con la llegada de Charlie, tío, a Santa Rosa será el humo negro del tren lo que anuncia la llegada de algo anormal, maligno, en ese lugar bucólico donde nunca pasa nada.
La escena es conocida. El personaje de James Stewart con la pierna escayolada mirando por la ventana de su apartamento de Greenwich Village. Observando a sus vecinos cuando, de repente, un extraño. O no tanto. Aparece por allí alguien con la mirada alelada, siniestra… un tal Jack Torrance (Jack Nicholson).
El buenazo de James Stewart a través de La ventana indiscreta o Vértigo de Hitchcock va topándose con distintos personajes ya míticos de las películas de otro maestro, Kubrick. Es el mashup que han elaborado los integrantes de Gump (Adrien Dezalay, Emmanuel Delabaere y Simon Philippe), titulado The Red Drum Getaway(una «huida» con el célebre juego de palabras al revés de El resplandor «Murder»), y en el que «Kubrick es el villano».
No recuerdo haber visto demasiadas fotos de Hitchcock sonriente o feliz. Y si me encuentro con alguna no parece él. Tal vez sea una cuestión de imagen, tan apegada a ese señor tan serio con inclinaciones por lo macabro, humor tirando a negro o los asesinatos e intrigas peligrosas.
Siempre es una buena excusa para hablar de Hitchcock, o de Kurosawa, Ford, Lubitsch, Hawks, Ozu, Bergman, Fellini, Mizoguchi, Billy Wilder, Fritz Lang… pero estos días me surgió otro recuerdo, quizá influenciado por Del revés (Inside Out), quizá porque, al fin, a partir de ahora el cine clásico tendrá cabida de manera más regular y asidua aquí, en El cielo sobre Tatooine. El caso es que se trata de una antigua entrevista al maestro en el que se le preguntaba por su idea de la felicidad. Esta fue la respuesta:
Un horizonte despejado, nada de que preocuparte en tu plato. Sólo cosas que sean creativas y no destructivas. No soporto las disputas ni los malos sentimientos entre las personas. Pienso que el odio es energía malgastada. Para nada productiva. Soy muy sensible. Una sola palabra áspera procedente de alguien con temperamento y muy cercano a mí me duele durante días. Sé que sólo somos humanos, que nos movemos entre esas varias emociones, llamémoslas negativas, pero cuando se apartan y puedes mirar hacia adelante y el camino está claro y en ese momento te dispones a crear algo. Pienso que es la felicidad como siempre la he deseado.
Y les dejo el vídeo con el fragmento de la entrevista:
Transcripción literal en inglés:“A clear horizon, nothing to worry about on your plate. Only things that are creative and not destructive. That’s within yourself, within me I can’t bear quarreling I can’t bare feelings between people. I think hatred is wasted energy. It’s all nonproductive. I’m very sensitive. A sharp word said by say a person who has a temper if they’re close to me hurts me for days. I know we’re only human, we do go in for these various emotions, call them negative emotions, but when all these are removed and you can look forward and the road is clear ahead and now you’re going to create something. I think that’s as happy as I would ever want to be.
Sobradamente conocido es que al maestro del suspense le encantaba aparecer, fugazmente, en sus películas. Marca de la casa, al igual que el estilo que sentó cátedra y ha sido estudiado e imitado en innumerables ocasiones en cuanto a creación de intriga y tensión.
En total, hasta 37 cameos se pueden apreciar en el siguiente vídeo elaborado por Morgan T. Rhys y colgado en Youtube. Nunca está de más recordar la faceta de «extra» de Hitchcock. Aparecía en el momento más inesperado físicamente, también con su inconfundible silueta recortada a través de los cristales de una puerta o en un anuncio de neón o en el de un periódico local (en publicidad para adelgazar).
Siempre me ha hecho muchísima gracia el que acostumbrara a aparecer tranquilamente, en actividades cotidianas como un ciudadano más, incapaz de matar una mosca, fuera paseando los perros, cruzándose con alguien en la calle o perdiendo el autobús. Como si fuera completamente ajeno a las taquicardias que provocaba con sus historias y a los líos en los que metía a sus protagonistas principales, en intrigas que los situaban al borde de la muerte. Humor británico.
( Imagen cabecera: ‘Con la muerte en los talones’, North by Northwest, 1959 )
Desde entonces han pasado 120 años, y conmemorando esta docena de décadas desde que el llamado séptimo arte nació oficialmente, el joven estudiante de cine francés Joris Faucon Grimaud, sumándose a otras iniciativas similares, ha montado un vídeo de algo más de 7 minutos que recoge algunos momentos de las escenas más icónicas y memorables de la historia del cine. Concretamente, 300 películas.