Cinefilia
Este viernes 16 de febrero se estrena en nuestras pantallas La forma del agua de un Guillermo del Toro que puede hacer historia si el próximo 4 de marzo gana el Óscar como mejor director. Su película es la más nominada con 13 candidaturas.
Los otros compatriotas suyos que lo han conseguido son Alfonso Cuarón por Gravity (2013) y Alejandro González Iñárritu en dos ocasiones, consecutivas, por Birdman (2014) y El renacido (2015). Está siendo la década de los cineastas mexicanos, al menos en cuanto a las estatuillas de Hollywood se refiere.
Guillermo del Toro es, además de un gran apasionado del cine fantástico y los monstruos, un devorador compulsivo de cine, y de obras maestras. Horror, poesía, cuentos, infancia, pesadillas… su lista de preferidas probablemente sería interminable, pero limitaremos la selección a los títulos que más ha destacado, sea a petición de un artículo de Sight and Sound o de la imprescindible e impecable colección de películas que lanza en Blu-ray y DVD la distribuidora Criterion.
Avaricia (1924) de Erich von Stroheim
Un exquisito grabado de la perversidad humana. Una fábula monumental cuya influencia se ha mantenido durante décadas. Tan moderna y brutal hoy como lo fue durante su estreno. Una reflexión perfecta sobre la ansiedad y deshumanización que se iniciaría con el devenir del siglo XX.
Brazil (1985) de Terry Gilliam
Terry Gilliam es un tesoro viviente y lo estamos desaprovechando tontamente con cada una de las películas que no le es posible hacer. Él ha entendido que el «mal gusto» es la declaración definitiva de independencia ante las reglas del discreto encanto de la burguesía. Y, concretamente, Brazil permanece como una de las películas de mi vida.
Cadenas rotas (1946) y Oliver Twist (1948) de David Lean
La mayoría de la gente recuerda sus producciones a gran escala, como Doctor Zhivago, Lawrence de Arabia o El puente sobre el río Kwai, pero es en estas adaptaciones de Dickens donde es más preciso y poético. Ambas son poéticas en cuanto a espíritu, llenas de momentos mágicos. David Lean también entendió la necesidad de las hipérboles en el universo «más grande que la vida» de los arquetipos de Dickens. Algunos de los pasajes de estas películas se mueven también en la fina línea entre la poesía y el horror.
El espíritu de la colmena (1973) de Víctor Erice y La noche del cazador (1955) de Charles Laughton
Las dos son obras supremas sobre la infancia y el horror. Lamentos sobre mundos perdidos y niños atrapados en ellos. Cuentos de hadas sublimes mostrando la angustia del mundo adulto como un entorno tóxico para los niños. Los secretos guardados en los corazones de los niños deben ser salvaguardados de un mundo adulto lleno de corrupción y arrogancia. Ambas películas son tan bellas como oscuras.
El séptimo sello (1957) y Fanny y Alexander (1982) de Ingmar Bergman
Bergman es mi fabulador preferido, absolutamente fascinante. Estas son dos películas hechas desde la visión primaria de un niño pero contadas por un narrador imposible, viejo y sabio. Fanny y Alexander era Dickens, Hans Christian Andersen y John Calvin envueltos en uno. Tanto Fanny Alexander como El séptimo sello poseen una imaginería fantástica madura y un afilado sentido de lo extraordinario. A veces también me sorprende que los elementos de humor y comedia de El séptimo sello parezcan que la hagan valorarse menos que el de sus grandes películas «serias».
Fellini, ocho y medio / (8 1/2) – (1963) de Federico Fellini
Un verdadero clásico que es a la vez íntimo y universal. Hablar del cine a través del cine requiere una pasión y pureza inquebrantable. Y 8 1/2 habla tanto de la vida como del arte
Frankenstein (1931) de James Whale
Es una película, y un cuento, que encuentra y muestra la verdadera esencia de lo que a mí me gusta creer. El ojo de (James) Whale es soberbio y el dominio tonal lo entendió un Boris Karloff perfecto que supo transmitir el poder y la fragilidad de su personaje, el monstruo.
Freaks, la paradas de los monstruos (1932) de Tod Browning
Plagado de momentos icónicos de puro cine, de horror pulp, cine negro carnavalesco, perverso melodrama. Después de tantas décadas aún es inclasificable. Aún resulta enfermiza, retorcida, perversa y profundamente humana.
La bella y la bestia (1946) de Jean Cocteau
Es la fábula más perfecta jamás contada. Después de Méliès, solo Cocteau entendió la necesidad de una simplicidad, perfecta, para narrar un cuento de hadas.
La sombra de una duda (1943) de Alfred Hitchcock
Es uno de los Hitchcock más perfectos. El primer auténtico gótico norteamericano que realizó, y un retrato anticipado del mundo del pasado que va sacudido y transformándose por un toque malvado. Es la quintaesencia americana, como lo son las obras de Edward Hooper o Harper Lee.
Los olvidados (1950) de Luis Buñuel
Sin lugar a dudas mi Buñuel preferido fue su etapa mexicana. Tanto Los olvidados como Él (1953) son especialmente brillantes. Su surrealista, y anarquista, espíritu rompe en mil pedazos el cine convencional. Los olvidados es el universo más implacable de Dickens regurgitado por un ateo.
Los ojos sin rostro (1960) de Georges Franju
La bella y la bestia puede ser frágil y delicada donde Los ojos sin rostro es depravada, decadente o pulp, pero las dos son grandiosas. Oscuros poemas sobre la fragilidad y el horror. Ambas fábulas poseen algo de etéreo, y una imaginería que transmite fatalidad, pérdida y un amor frágil intentando brotar entre el caos de las tinieblas. Un tipo de imageniería tan cautivadora y poderosa como pocas veces se ha visto antes. Los ojos sin rostro tiene además una gran banda sonora.
Nosferatu (1922) de F.W. Murnau y Vampyr (1932) de Carl Theodor Dreyer
Nosferatu es una sinfonía de auténtico terror (y una sinfonía de cómo narrar visualmente). La hipnótica naturaleza de la película sumerge al espectador en un trance. Junto con Vampyr (1932), de Dreyer, es uno de los dos pilares de cada película de vampiros que he hecho.
Onibaba (1964) y El gato negro/Kuroneko (1968) de Kaneto Shindô
Horrores y deseos, muerte y lujuria. Vi las dos cuando solo tenía 10 años y creo que causaron un grave daño a mi psique. Tan exuberantes y exquisitas como una escultura netsuke. Son fábulas basadas en el folclore japonés pero decididamente modernas en cuanto a su visión de la violencia y la sexualidad. Joyas atmosféricas que te atrapan en un mundo malvado.
Ran (1985), El infierno del odio (1963) y Trono de sangre (1957)
Kurosawa ha sido uno de los maestros esenciales y su obra podría estar perfectamente representada en estos tres títulos, una es la más operística, la otra la más pesimista y la tercera la visualmente más deslumbrante. Intenten averiguar cuál es cada una. Intentar saber cómo manejó elegancia y exuberancia permanecerá como uno de los grandes misterios de la vida.
Senderos de gloria (1955) y Espartaco (1960) de Stanley Kubrick
Kubrick era un intelectual perturbador. Su manera de contar películas sigue siendo tan misteriosa como convincente. Ambas películas hablan con elocuencia sobre la escala… del hombre… en la marea de la historia, y las dos marcan un modelo a seguir en las películas de historia. Senderos de gloria es una lacerante acusación contra la máquina de guerra, tan vigente hoy como lo era en su día.
Tiempos modernos (1936) de Charles Chaplin
Ballet, pantomima y un control absoluto del medio cinematográfico. Chaplin sabe cómo entretener y a la vez conmover al público. En cierto sentido es como el lado opuesto de Amanecer (1927) de Murnau.
Uno de los nuestros (Goodfellas, 1990) de Martin Scorsese
Scorsese se anticipó al siglo XXI con una de las películas más influyentes de las dos últimas décadas. Una película que puede verse una y otra vez sin parar y sigue fresca y sorprendente. Perfecta en todos los sentidos, delante y detrás de las cámaras.
Articulo muy interesante. ¡Gracias por compartirlo!
13 febrero 2018 | 12:21