60 años de ‘Sed de mal’ y su magistral plano secuencia

En blanco y negro

Nada más empezar, poco más de tres minutos que dejaron boquiabiertos a los críticos y cinéfilos más exigentes. Es el famoso plano secuencia que abre Sed de mal (Touch of Evil, 1958) de Orson Welles, desde el plano detalle de unas manos preparando un explosivo para colocarlo en el interior del maletero de un coche hasta la explosión final, una vez que el conductor, un empresario norteamericano, y su acompañante, una cabaretera, han cruzado la frontera de México con Estados Unidos. Y de fondo, la música con toques de jazz de Henry Mancini.

Cine negro, muy negro, y rodado naturalmente también en blanco y negro con una fotografía barroca e inspirada en el expresionismo alemán (captada por Russell Metty) que acentuaba los contrastes luminosos y lo grotesco de sus personajes. No era una película de Dreyer, pero el tratamiento de la luz y las tinieblas estaban a la par con su trasfondo, el enfrentamiento entre la integridad y la corrupción. El primer concepto representado por Mike Vargas (Charlton Heston), un influyente agente antidrogas del gobierno mexicano, y el segundo por el capitán de policía estadounidense Hank Quinlan (encarnado por el propio Welles).

Sed de mal (Touch of Evil)

( ©Universal )

Su primicia en Los Angeles fue el 23 de abril de 1958 y era el octavo largometraje del genio que había sorprendido en su debut, uno de los mejores de la historia del cine, con Ciudadano Kane (1940). Antes de Kane, un mediometraje de unos 40 minutos, Too Much Johnson, con Joseph Cotten, que nunca llegó a estrenarse en los cines.

Pero Sed de mal, considerada una obra maestra, no fue precisamente bien recibida en su país durante el estreno. El batacazo comercial fue enorme y la crítica disparó sin piedad contra ella. Tampoco contribuyó nada el que la productora Universal considerara que la película, basada en una novela de un tal Whit Masterson (seudónimo bajo el que se escondían dos escritores), resultara demasiado confusa para el público. A espaldas de Wells decidió aplicar tijeretazo y también añadir nuevas escenas rodadas por otro director.

La trama cuenta con varias líneas argumentales, todas relacionadas. La investigación del asesinato del empresario norteamericano y los presuntos métodos ilícitos de Quinlan para obtener pruebas falsas cruzándolos con el delicado caso que tiene entre manos Vargas para meter entre rejas a los Grandi, una peligrosa familia de narcotraficantes, y los planes de estos para intimidar a la joven y recién casada Susan (Janet Leigh), la esposa de Vargas.

Sed de mal (Touch of Evil)

( ©Universal )

Sobre la película planea una constante atmósfera de inquietud y acecho (sobre todo al personaje de Janet Leigh). En el ambiento fronterizo se respira vicio y desorden: reyertas callejeras, licorerías, cabarets o locales de striptease cobijando las bajas pasiones. Matones añiñados con aspecto de gigoló, hombres que se humedecen los labios en presencia de una mujer (Akim Tamiroff, interpretando a uno de los mafiosos Grandi, en presencia de Leigh), esa soberbia caracterización de Orson Welles o el aliciente añadido de las breves secuencias con Marlene Dietrich, cruciales para entender mejor el personaje de Quinlan. Ante tan abrumador cúmulo de genialidades ni siquiera importa que Charlton Heston se olvidara de imprimirle un acento hispano a su personaje.

Sed de mal tuvo que esperar a su llegada a las pantallas europeas para revalorizarse, y a posteriores versiones para acercarnos más a esta obra capital del cine negro norteamericano, la de 1976 a partir de una copia hallada de 106 minutos (en contraste con el de 93 con el que se estrenó la versión de Universal), o la de 1998, restaurada intentando seguir las indicaciones del memorándum de 58 páginas que había escrito Wells en su momento indicando cómo era su visión de la película.

2 comentarios

  1. Dice ser Ana

    Orson Welles era un inmenso cineasta.Lo que se pierden los jóvenes por ver tanta comida basura, digo… cine basura.

    23 abril 2018 | 16:33

  2. Dice ser Lola

    ¡Muy buena película! De Welles también me gusta mucho Macbeth.

    25 abril 2018 | 17:45

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