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La energía solar como motor de cambio

Por Silvia Muíña, voluntaria en la India con la Fundación Vicente Ferrer.

Resulta curioso cómo en una zona como Anantapur, totalmente árida y con una situación de sequía crónica, el sol pueda convertirse en un elemento de lucha contra la desertificación. Desde que llegó a Anantapur, Vicente Ferrer, detectó la necesidad de actuar de forma contundente para poder traer agua a las miles de familias campesinas que habitan en la región. Su plan de desarrollo integral, iniciado hace casi cinco décadas, comenzó con un programa de ecología. Hoy, las técnicas de riego gracias a la energía solar han salvado de la pobreza a muchos campesinos.

Hace menos de un año, la India atravesó unas de las peores sequías de los últimos 30 años dejando cosechas perdidas y agricultores a la deriva sin nada que llevarse a la boca ni a los bolsillos. En el distrito de Anantapur, donde gran parte de las familias viven de la agricultura, la situación fue extrema. La mayoría de los agricultores en el distrito se dedican al monocultivo de cacahuete, que apenas les da beneficios y que depende del agua de las lluvias para su riego. Sin lluvia no hay cosecha y, por lo tanto, ni ingresos, ni educación ni comida en la mesa.

Ante esta situación, el uso de placas fotovoltaicas que alimentan con la energía necesaria a las máquinas de riego, constituye un respiro y una oportunidad para muchas familias. Desde que en 2005 la fundación apostó por las placas solares, se han instalado más de 518 paneles en más de 300 pueblos, de las que se han beneficiado más de 1.000 familias.

Cuando uno llega a la aldea de Dorigallu, le parece imposible pensar que hace 13 años este pequeño pueblo donde habitan 48 familias, era prácticamente un desierto. En el año 2005, se instalaron 12 placas solares que han propiciado que hoy, en esta zona crezcan árboles de mango. La familia de Sivanna, una mujer de 50 años, muestra orgullosa los diminutos mangos que empiezan a vislumbrarse en los árboles. “Antes del mango, cultivábamos cacahuete y teníamos que pedir préstamos a otras personas cuando había época de sequia, pero ahora nuestra cosecha ha mejorado y ya no pasamos hambre, incluso podemos ahorrar algo de dinero”, explica orgullosa, mientras su marido asiente con la cabeza. Su vecina y amiga, Bandi, de 52 años, añade que gracias a este sistema pudo ahorrar el dinero suficiente para construir una casa para su familia y pagar la educación de sus hijos e hijas. “Con los cacahuetes no podíamos ahorrar nada”, aclara.

Bandi y su marido, ante el panel solar que ha optimizado sus cosechas. (©Silvia Muíña)

En Anantapur, la popular frase de que “el agua es vida”, cobra todo el sentido cuando ves cómo transforma la vida de miles de familias. Los beneficios de las placas solares van más allá de conseguir el apreciado líquido para el riego de los cultivos. La opción de poder cultivar otras plantas frutales y con ello, generar más beneficios económicos, repercute en los hogares empobrecidos de estas familias agrícolas que ven cómo dar una mejor educación a sus hijos e hijas o ahorrar dinero es una oportunidad de futuro que antes no tenían.

Govinda y Manjula, campesinosde Raganapalli, Anantapur. (©Silvia Muíña)

En el pueblo de Raganapalli, en la región de Kadiri, otras familias han incorporado más recientemente en las placas solares. A pesar de que hace tan solo dos años que se ha instalado la energía solar, Manjula, de 30 años, pasea por su plantación de sandía mientras da pequeños golpecitos a sus frutos aclarando que su recogida será a finales de abril. Además, tiene plantaciones de flores, arroz, mangos y cacahuetes. “Trabajamos mucho aprovechando las horas de sol, desde las nueve de la mañana hasta las seis de la tarde, cuanto más calienta el sol, más energía se genera para regar las plantaciones. Ahora no dependemos de la electricidad ni de la lluvia”, explica. Tanto ella, como su marido, Govinda Reddy, se muestran orgullosos y optimistas para los próximos años y añaden que en dos años quieren aumentar su producción cultivando tomates y pepinos.

El cuñado de Manjula, Jayachandra Reddy, también beneficiario, cultiva mangos y sandías, se muestra también muy contento con los beneficios del sistema. “Antes siempre teníamos que acarrear agua desde muy lejos, era muy duro”, comenta. “Además, con los beneficios puedo pagar la educación de mis hijos e hijas y hacer un seguro de vida para su futuro”, concluye.

Desde el 2016, el Gobierno de la India también está colaborando en la instalación de placas solares en las aldeas del distrito. Una iniciativa que, en colaboración con la Fundación Vicente Ferrer, ayuda a paliar los estragos de la sequía en una zona donde depender de las lluvias para las cosechas es una lotería para la vida de los millones de agricultores.

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