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Si la arquitectura te rodea, deberías empezar a fijarte en ella

Archivo de julio, 2013

«No dejes que el minusválido te estropee el proyecto»

Cuenta la leyenda que hubo un profesor de la asignatura de proyectos de una afamada escuela de arquitectura que solía decir

«…no dejes que el minusválido te estropee el proyecto…»

en referencia a rampas, y otros elementos que ayudasen al discapacitado a salvar desniveles o a llegar hasta el último rincón.

Yo, la verdad, no me creo que lo dijese nunca, aunque… ¿quién sabe?. Cuando el ser humano sube a un estrado se le calienta la boca y dice estupideces de todo tipo. Lo que entiendo que querría decir es que no le echásemos la culpa de que el proyecto era normalito tirando a malo a aquellas rampas de largos desarrollos o a aquel hueco de ascensor que se llevaba la mejor parte de las zonas comunes y que no supimos integrar debidamente.

Esta semana, leía un artículo que me enviaron por twitter sobre la conveniencia de que los arquitectos diseñásemos con una pierna rota o los ojos vendados y más allá del impactante titular – que me ha hecho buscar uno de semejante impacto- y tras comprobar durante su lectura que hablaba de edificios bien y mal diseñados desde el punto de vista del buen uso y la accesibilidad de sus habitantes, ya tengan problemas de movilidad o no, tengo que decir que generalmente los legisladores tienen a bien no dejar que los arquitectos diseñemos con la libertad o la aleatoriedad de nuestra condición física el día que nos enfrentamos a un proyecto y que marcan, con bastante rigidez, las condiciones de acceso a personas con limitaciones físicas a las viviendas y sobre todo a los edificios públicos.

Plataforma salva escaleras en portal de mi casa

Plataforma salva escaleras en portal de mi casa

Es verdad que hay detalles, como la altura de buzones y otros elementos que con acierto nombraba el autor del artículo, que son claramente mejorables y en los que conviene revisar además de las normas y reglamentos, otros documentos que mejoran sensiblemente las condiciones, de la misma manera que hoy por hoy, incluso aunque no viva en un bloque de viviendas ninguna persona con problemas de movilidad y durante toda la vida del edificio no se utilice, existen medios que la normativa obliga a colocar para salvar los obstáculos de acceso, como por ejemplo esos incómodos cuatro o cinco peldaños que solemos encontrar en portales de edificios. Es el caso de la foto que coloco, que es el portal de mi propia casa, en la que en siete viviendas y sin existir ningún discapacitado hay una plataforma salva escaleras que jamás se ha usado. Y me alegro de ello, porque no sé muy bien lo que va a ser de este cuerpo que decidió hace tiempo seguir su propio y expansivo rumbo.

Pero, por supuesto, hay en el parque de edificios actual una cantidad importante de edificios que proceden de normativas anteriores y que no dotan al mismo de las condiciones necesarias. Sobre si hay que obligar a los propietarios a actualizar todos los edificios, aunque no exista ninguna persona con discapacidad en ellos, podemos hablar largo y tendido, porque casos hay muchos y todos distintos, pero se están tomando medidas en este sentido, como por ejemplo el plan de ayudas a la instalación de ascensores en Madrid (es el caso que me pilla más cerca) y otros en otras comunidades.

Conozco el caso contrario muy de cerca, una promoción en Guadalajara en la que las únicas viviendas de protección oficial que no se vendieron fueron las dos adaptadas para personas con movilidad reducida que la normativa obligó a hacer, y hechas y terminadas están. Y vacías. Y baratas eran pues ya os digo que eran de protección oficial.

Siempre hay mucho por hacer, pero desde luego no es porque no se piense en ello o porque el arquitecto olvide a la persona con movilidad reducida. Podríamos hacer baños que tuviesen inscrito en ellos el famoso círculo de metro y medio de diámetro y que permitiese en todas las viviendas del país el giro de una silla de ruedas, o hacer las puertas tan grandes y accesibles que la silla pudiese circular por toda la casa sin problemas, aunque me pregunto que dirían los usuarios de esas viviendas cuando sacrificasen metros cuadrados.

Por mucho que critiquemos las normativas y al legislador -este escribano es un experto polemizador sobre ello- tengamos en cuenta que los casos son muy variables y que, aunque haya que seguir mejorando y trabajando en ello, no es fácil hacer una norma que valga para todos, por eso hay cuotas y porcentajes aplicables a los discapacitados y normas que regulan el acceso general al edificio haya o no usuarios que lo necesiten. No todo está tan mal.

Nota del arquitectador: A día de hoy y aunque no me hayan escayolado nunca nada -tocaremos madera- seguiremos proyectando con la norma encima de la mesa y con las recomendaciones de las organizaciones y estamentos que estudian la accesibilidad y lo haremos contentos.

 

 

 

¿Sabes por qué triunfó el hormigón armado?

Arquitectura para dummies I

Para explicar el porqué del uso generalizado del hormigón armado en la arquitectura del último siglo, quizá habría que imaginar como sería la construcción si no existiese el hormigón, esa mezcla de arena, piedra, cemento y agua que está presente en prácticamente todos nuestras casas.

A falta de conglomerantes como yesos, cales o cementos, que unan los materiales entre sí, deberíamos utilizar necesariamente elementos masivos para el soporte de nuestros edificios, muros y grandes masas de piedra o elementos que por gravedad -o por su propio peso, que diría un castizo- conformasen el apoyo de forjados o vigas  sobre ellos.

Estos últimos no podrían tener más longitud sin incurrir en espesores excesivos y poco manejables que la de un elemento que pudierse soportar sobre él al pasearse por su punto un medio, el equivalente a tres o cuatro personas adultas sin deformarse más allá de 1/500 -aproximadamente- de la luz o longitud de esa viga, es decir en una viga de 5 metros (5000 milímetros) no podría deformarse más de 10 milímetros.

Mediante la utilización del hormigón, armado interiormente con elementos de acero que soportan mejor estas flexiones y tracciones en la parte inferior de las vigas, conseguimos por una parte el manejo en la obra de elementos más pequeños que no grandes vigas de madera o acero y por la otra, gracias a la virtud del hormigón de fraguar con la forma del molde que empleemos, lograr elementos arquitectónicos que no están limitados a las lineas rectas o a los arcos de descarga, ofreciendo una mayor libertad en el el diseño de espacios y edificios, además de lograr mayores luces y resistencias con menores espesores.

Pues bien, aunque podemos encontrar distintos materiales conglomerantes desde las antiguas civilizaciones egipcias, griegas o romanas, no es hasta  que se implanta el uso generalizado del hormigón, ya en el siglo XIX, merced a avances industriales tales como  la mejora de los hornos que permitían la fabricación del cemento y la inclusión del acero en la masa del hormigón para aumentar la resistencia a flexión – y así poder utilizarlo en elementos más largos que resistan la flexión- cuando podemos considerarlo un sistema cotidiano de construir arquitectura.

Si hay dos personajes que considero claves en la implantación del uso de hormigón en edificación son Auguste Perret (1874-1954) y Le Corbusier (1877-1965) , el primero por apostar decididamente por el uso del hormigón desde la empresa constructora que creó con su hermano y el segundo por establecer -gracias a que el hormigón se lo permitió- la planta libre  de muros mediante el uso de pilares (1). Algo que de la que ya no somos capaces de prescindir.

(1) El bueno del Corbu los llamó pilotis, pero yo detesto ese vocablo.

Nota del arquitectador: He leído que Perret dijo que «la construcción es el idioma materno del arquitecto». Me encanta esta definición.

 

Arquitectos: a dos vueltas de foulard de ser trabajadores normales

Os voy a contar algo que no mucha gente sabe sobre los arquitectos. Esos tipos oscuros y distantes a los que uno desea apretarles un poco el foulard a ver sí se les aclara la voz, no son los únicos que ostentan el título, hay muchos otros, tan arquitectos como los primeros, que son verdaderos trabajadores del sector y hasta el momento el trabajador del sector de la arquitectura no ha gozado de ninguno de los derechos que están establecidos para los trabajadores en general.

Decir ésto en un momento en que nombrar el ladrillo remueve inquinas  y efervescentes odios puede parecer temerario, pero si aguantas un par de párrafos, intentaré explicarme mejor.

Para ser trabajador y proletario no hay que estar de grasa hasta la sobaquina

Mientras que en la mayoría de sectores, los operarios y trabajadores gozan de una legislación que los protege ante los abusos que puedan sufrir, en nuestro sector, el de los ratones de pantalla de ordenador, el de los titulados medios y superiores ejerciendo de delineantes a precio de emprendedor, obligados a ser falsos autónomos y a pagarse su cotización a la seguridad social, sin vacaciones pagadas, sin paro, sin indemnización de ningún tipo, ha tenido como protección legislativa un agujero negro del tamaño de la fosa Mariana.

Tengo que decir aquí que he conocido de todo. Arquitectos con estudio que daban a sus empleados la mayor de las ventajas laborales, los que les obligaban a ser autónomos de manera ficticia, los que a mitad  de camino utilizaban este sistema pero pagaban vacaciones  o les mantenían el sueldo cuando no había trabajo, los que cobraban una comisión a los aparejadores que contrataban sobre sus honorarios cuando había honorarios fijados, los que incluso les cobraban a estos una parte de los gastos del estudio, pero sin darles un duro de la parte del proyecto que generaba estos gastos y por supuesto los que con toda la cara del mundo han explotado a los que debían ser compañeros y se convirtieron en mera mano de obra de alta cualificación a precio de mercadillo.

El mundo, amigos, es diverso y no necesariamente maravilloso. Somos de mil raleas y de otras tantas situaciones y la vida, mientras estamos ocupados en sentirnos honestos, nos va llevando a lugares en los que nunca quisimos estar. No los disculpo, pero intento explicarlos.

Ayer, leía con alegría -aunque con el habitual y gruñón escepticismo- que en el año 2013, tras años de que la construcción fuese el motor de este país, los arquitectos asalariados iban a tener por fin un convenio laboral al que acogerse. Tras la alegría inicial, lamenté profundamente que haya sido tan tarde y que solo cuando los convenios, tras las ultimas reformas laborales, son casi papel mojado hayamos sido considerados como trabajadores en lugar de como personal privilegiado.

Y es que por mucho que hayamos estado subidos al carro, sólo uno de cada veinte ha llevado en algún momento las riendas, el resto nos hemos limitado a no caernos en los bandazos del camino y no hemos podido siquiera sujetarlas mientras el cochero en su pescante se sacaba un moco a placer.

Ojalá que a partir de ahora, al menos algún compañero disponga de una protección en su trabajo, al menos igual a la del resto, ¿será pedir mucho?

Nota del arquitectador: Junto a nosotros, compartiendo jornadas de trabajo han operado trabajadores del sector de la construcción con convenios en vigor y alto índice de irregularidades en su forma laboral, es por ésto que las dudas superan a la sorpresa y la alegría, aunque intento con todas mis fuerzas creer que ésta es una buena noticia. Aleluya. Ea.
Nada, no me sale.

Me alegro de no poder construir

Hoy, al conocer la noticia de que la zona de Valdevaqueros en Cádiz, será preservada del avance inexorable de la civilización, mediante un Plan de Protección del Corredor del Litoral Andaluz no puedo por menos que gritar albricias a los cuatro vientos.

No sé cuánto durará la protección que le otorga el nuevo plan andaluz y tengo mis dudas -vive uno con una población de moscas tras la oreja que ríase usted del Madrid-Arena en noche de concierto- de que sea la solución definitiva para salvar uno de los más bellos parajes naturales de nuestras costas, pero desde luego, y a pesar de que para ganarme la vida necesito que se construya por doquier, me alegro infinítamente de que barbaridades como las cometidas en otros parajes del litoral no puedan repetirse de nuevo.

La maravillosa playa gaditana que debemos proteger a toda costa. («A toda costa», ¡ay, qué chispa tengo)

Y es verdad que necesitamos reactivación, es cierto que Andalucía es uno de los lugares con más paro del país, es vox populi que tenemos que activar el sector de la construcción, pero desde luego si es a costa – y nunca mejor dicho- de destrozar el medio, yo apuesto por cambiar mi modus vivendi y dedicarme a ……dadme alguna idea, que me va a hacer falta.

Lo triste, lo escandalosamente triste, es que mientras en nuestro soleado y ventoso Cádiz protegemos las playas y las costas, haya personajes que se dediquen a vender la arena de esa misma duna a otros lugares como Gibraltar para, allí sí, regenerar playas que nunca existieron en zonas que la construcción ganó al mar.

Todo esto, me recuerda la lectura de un libro de George R. Steward, «La tierra permanece», en el que se narra cómo la naturaleza recobra su tributo tras la desaparición de nuestra efímera pero destructiva civilización. Solo me gustaría -guapo, guapo lo que se dice guapo no soy, pero vengativo y rencoroso sí- que esa naturaleza se cobrase el tributo antes de que termine el ciclo de estos personajes que tras un bastón de edil o una cartera de ministro hacen y deshacen lo que las generaciones venideras tendrán que sufrir.

Nota del arquitectador: Disculpad si saco de vez en cuando los pies del tiesto, pero el lumbago y las noticias me tienen más retorcido de lo habitual.

¿Pensamos en nuestros perros y gatos al diseñar la casa?

Soy, además y por encima de lo que dice en la presentación de este blog, muchas otras cosas y una de ellas es , quiza de las primeras sin duda , un gran amante de los animales, por lo que convivo con dos cánidos y dos felinos. En un piso, ¿quién dijo miedo?
Cada día más, los animales de compañía pasan a formar parte de nuestra vida y por supuesto de nuestro hogar, aunque les obligamos a adaptarse -o eso creemos- a nuestras arquitecturas sin tener en cuenta ninguna de sus necesidades, lo cual nos lleva a algunos errores y problemas de convivencia, pues mientras los perros son capaces de cambiar esas costumbres y necesidades, los felinos se mantendrán en su naturaleza individualista y harán que seamos nosotros los que cambiemos nuestros hábitos.

Casa pensada tambien para gatos de Asahi Kasei

Durante una temporada mi gata tuvo algún que otro problema de comportamiento que se solucionó al consultar a una especialista en etología felina. Ésta, comenzó por pedirme un plano de la casa en el que detallase las costumbres y hábitos de los dos felinos y de los otros miembros de la familia. Mientras lo hacía, comprendí perfectamente cuales eran las necesidades de mi gata y porqué no podía satisfacerlas debidamente. En ésto, también la arquitectura tuvo mucho que ver. Bueno, la arquitectura y que el gato es un mafioso con botines de dos colores que goza con el sufrimiento ajeno y no la permitía la intimidad que las almas puras requerimos en el escusado.
En una de las últimas reformas que he diseñado y dirigido habitan tres gatos y un perro. Todos ellos han impuesto sus condicionantes en la obra. El perro, de raza pequeña y activa, ha condicionado el diseño de la barandilla de la escalera de tal modo que no pudiese caerse por la parte inferior de la misma, haciendo que los cables horizontales que la forman sean más tupidos en la zona baja que en el resto de la misma. Los gatos, gozan de la capacidad de acceder a lugares que el resto no podemos, lo que ayudado por la gran altura de la que se disponía en la casa, ha hecho que tanto los dueños como yo pensáramos en colocarles una red de pasarelas y accesos a las zonas más altas que se conviertan en un verdadero recorrido a ojos de los mininos, lo que Le Corbusier llamó una promenade o paseo desde el que descubrir la vivienda. Aún lo tenemos en mente y ya llegará el momento de que se construya, sin duda.
Esta entrada, que nace justo después de que la compañera bloguera Melisa Tuya, hiciese esta entrada sobre la clásica gatera, es también consecuencia de la gran satisfacción que da pensar en que algunas de las soluciones que uno propone durante el trabajo diario ayudan a la mejor vida de nuestros clientes y sus familias, incluyendo como no puede ser de otra manera, a nuestros amigos peludos, que quiero recordaros en estos días de irresponsables y miserables abandonos, que son uno más de la tribu.

¿Conoces la teoría de las tres arquitecturas?

Despues de un intenso careo entre mis allegados, exceptuando aquellos que comparten profesión conmigo, he llegado a una conclusión que, casi sin darme cuenta, ha derivado en una nueva, veraniega e innovadora clasificación de las arquitecturas. Olvidaos de estilos, de órdenes, de tendencias y de autores. Las arquitecturas conocidas hasta la fecha son tres. Y no hay más.

Amosanda,¡ ¿vas a comparar con esos cubos sin ventanas?!

Amosanda,¡ ¿vas a comparar con esos cubos sin ventanas?!

1.-La arquitectura de los arquitectos: Es moderna, de líneas puras o curvas imposibles, esconde las ventanas en cubos o las desordena en cajas , huye de la simetría y luce por sí sola lo mismo en Tel-aviv que en Santa María del Majano, sorprende por no estar vista con anterioridad y por no volver a ser vista jamás, no tiene patrones y no busca ser repetida. Museos, ayuntamientos y centros culturales.  La gente que conozco no la entiende y eso empieza a tocarle las narices. Cuando les pregunto por ella enarcan las cejas respetuosamente al principio y cuando les muestro cierta sintonía con su escepticismo apócrifo, se sueltan y recitan una cantinela de epítetos malsonantes sobre edificio y arquitecto que rápidamente deriva en lo que todos sabemos: antes sí que se hacían cosas bonitas.

2.-La arquitectura de antes, que sí que era bonita: Aquí cabe prácticamente todo lo que tenga más de un siglo. Desde los romanos hasta Gaudí, la arquitectura era un lecho de arte, un reducto vacacional de las musas, un balneario donde el talento tomaba las aguas y dejaba los posos de su maravilla hecho edificio. Además da igual que hablemos de castillos, palacios o casas de labranza, antes se construía mejor. Lo que se dice la polla con cebolla (1).

3.-El montón de estiércol que hacéis los arquitectos de ahora: Ésto, según he podido deducir con cierta dificultad porque mis entrevistados estaban echando ya espumarajos y algunos incluso tenían temblores, son las viviendas de los barrios periféricos que sufren -más que viven- todos ellos. Es un cajón de sastre en el que han caído todos los aprovechamientos, edificabilidades y normas urbanísticas. Es el pecado original que nos va a perseguir durante decenios.

Con este panorama en mente, he decidido que ésto no puede resolverse en un único post. Tengo que defenderme -como arquitecto- y tengo que explicar esta verdad absoluta -como ciudadano- y no creo que pueda hacerse en unas líneas, aunque no puedo por menos que intentarlo. Tendrás que estar atento a esta pantalla en el futuro próximo. En cualquier caso, sufrido lector, vete aprendiendo esta clasificación de la arquitectura y grabándotela a fuego que en breve hago examen sorpresa. El que avisa, es avisador.

(1) Nota del arquitectador: Que sepáis que la gallina nueva, medianamente crecida, que no pone huevos o que hace poco tiempo que ha empezado a ponerlos, guisada con cebolla es una de las sencillas delicatessen que hasta Chicote pondera, no vayáis a pensar malamente.

Seguridad y salud en las obras: ¿algo más que papel?

De todas las cosas que hay que hacer al comenzar una obra -aaaaleluyahh- hay una que odio por encima de todas: el momento «estosiemprelohacemosasí» con que nos responden cuando pedimos a aquellos que van a realizar la ejecución de la misma los papeles correspondientes: plan de seguridad, plan de prevención de riesgos, libro de subcontratación, etc.

Hay, eso es cierto, un sinfín de documentos y justificaciones burocráticas que cumplimentar antes de poder poner siquiera la caseta de obra y ahí está el problema. Cada documento, cada trámite es considerado por todos los agentes que participamos, simplemente eso: un trámite. Y es muy difícil luchar contra esa inercia que lleva a repetir una y otra vez el mismo corta y pega cambiando apenas el título y poco más, hasta que los planes de seguridad -por ejemplo- se convierten en verdaderos pastiches reiterados mil veces y nunca leídos hasta que un coordinador de seguridad un poco más interesado en hacer el trabajo lo mejor posible se dedica a leerlos y descubrir que pillarse los dedos con la tapa de una tanqueta no debería aparecer entre los riesgos de una obra -¡De dónde habrán copiado ésto, dioses!- o que sería difícil en una obra de saneamiento ser arrollado por esa cosechadora que aparece en el veinte por ciento de las páginas del documento, o el más habitual catálogo de maquinaria desde el atornillador eléctrico hasta la grúa torre sobre raíles en obras donde apenas se va a alicatar unos vestuarios.

Cuando coincide, gracias a la confluencia de los astros, que ese tipo que se relee los documentos antes de aprobarlos es un profesional serio, sucede que todos, absolutamente todos los agentes participantes, incluido aquel que le ha contratado y que solo quiere que la constructora empiece cuanto antes la obra, le ven como el enemigo público número uno por aquello de ser «un pijotero» y pretender que los documentos establecidos para la mejor prevención de los accidentes se hagan para este fin y no solo para cumplir el expediente.

Esto es de las pocas, poquísimas cosas que no han cambiado en los últimos veinte años. Y yo me pregunto en qué momento de la vida, alguien en lugar de inventarse leyes absurdas que no conducen a nada se concentrará en hacer que la ingente cantidad de papel en que se ha convertido el inicio de la ejecución de una obra sea verdaderamente útil en lugar de un océano de papel e impresos.

¿Seré un romántico?

Nota del arquitectador: Este post ha sido escrito entre madre, suegra, suegro, sobrinas, mujer, cuñada, dos perros, y un cuñado tocando a la guitarra «soy currante» de Luis Aguilé, una de esas ventajas de marcharse de vacaciones. Os juro que han corrido verdadero riesgo de que un portátil aterrizase sobre ellos, quizá debería añadirlo entre los riesgos previsibles y no evitables de mi próximo plan de seguridad.

¿Qué se puede hacer en las plazas que se diseñan actualmente?

Cuando hace algunos meses, no siendo aún escribano en esta aldea digital, leía al compañero Cesar Javier Palacios @lacronicaverde, del blog La Crónica Verde, hablando de la poca gracia que los arquitectos le daban a las plazas y lo malo que era el diseño por ordenador, dónde las líneas rectas en la pantalla, acababan siendo enormes superficies duras en las plazas y lugares comunes de nuestros pueblos y ciudades, quise por este orden, degollarle y abrazarle.

Lo primero, porque, se metía con el pan de mis hijos y eso no se lo consiento ni mucho ni poco. Luego recordé que no tengo hijos, lo que rebajó sensiblemente mi arrebato corporativista, permitiéndome revisar el artículo con mayor detenimiento y objetividad, para llegar finalmente, en una exaltación de la solidaridad bloguera, a querer abrazarle y reconocerle la razón que llevaba en muchas de las cosas que decía.

Imagen utilizada por el compañero bloguero Cesar Javier Palacios con bastante acierto

Y es que si sobre los planos me admira la capacidad que tenemos a veces de crear organizadas geometrías que culminen en un precioso «póster», que adorne las paredes del estudio, con esas tipografías livianas pero cargadas de contenido simbólico y que tan poco interesan al usuario final, tambien me horroriza, como a todo ciudadano, verme circular por esas enormes superficies soladas sin concesiones a lo natural y lo orgánico, que permita un uso natural por el viandante.

Ese, creo sinceramente, es el verdadero problema. Lo poco que ha figurado durante mucho tiempo en los objetivos de un proyecto o concurso el usuario final.

Y no lo ha hecho por diversas razones. Una de ellas la tendencia desde las escuelas de arquitectura, desde los tribunales de los proyectos finales de carrera, desde los jurados de los concursos y desde las administraciones, ávidas de colocar un hito urbano más rocambolesco que el de la pedanía de al lado. Y en todo ello, como protagonistas y ejecutores hemos estado nosotros. Finalmente un póster precioso nos lleva a plazas sin vida  con enormes superficies alejadas de las necesidades cotidianas y donde se aúna lo que no se puede hacer por la propia configuración de la plaza (tumbarse, sentarse, jugar, patinar, descansar, disfrutar la sombra, disfrutar el sol…) con lo que está prohibido (tumbarse, sentarse, jugar, patinar, descansar, disfrutar la sombra, disfrutar el sol…) y que suele increíblemente coincidir con lo que más nos gusta (tumbarnos, sentarnos, jugar, descansar, disfrutar de la sombra, disfrutar del sol…..)

Os diré lo que creo que debe dirigir un proyecto como premisas básicas de una plaza pública, sin obstáculos para que otras condiciones aparezcan, que estas no son las únicas, ni mucho menos:

-Debe ser usable. No solo observable.

-Debe tener zonas blandas, caminos, zona ajardinada, zona de juegos (no solo de niños).

-Debe ubicar las zonas de descanso en función de la sombra y el sol y teniendo en cuenta el lugar geográfico en el que se encuentra. Utilización de arboles de hoja caduca que permitan sombra en verano y sol en invierno. No a la distribución geométrica regular de los bancos y asientos sobre la planta de la plaza.

-Debe responder a las necesidades de la población en la que se ubica. La pirámide de población del pueblo o ciudad es básica para esto.

-Cada elemento que se ubique debe  estar colocado allí para responder a un uso (si me repito con este término es de manera totalmente intencionada).

-No debe haber elementos urbanos que respondan a que su dibujo en planta queda genial para «equilibrar» o «cuadrar» el plano de planta del lugar. Solo elementos que permitan que la vida de la ciudad sea más apetecible.

-Todas las zonas posibles de la plaza han de estar dirigidas a la vida en común, a actividades y zonas en las que se pueda ubicar un grupo, siquiera sea para charlar cómodamente.

En este sentido, las grandes superficies soladas de pavimentos llamados duros están bastante en contra de estos principios. Me parece -es una opinión muy personal- que zonas verdes más a menudo como protagonistas, que se puedan pisar, donde te puedas sentar, donde te puedas tumbar, pueden además dejar más acotados los recorridos peatonales y no convertir la plaza en un autentico caos de direcciones en las que solo se puede transitar sin parar a disfrutar de la misma.

En fin, las plazas, son una de mis obsesiones y también uno de los elementos urbanos más difíciles de resolver debidamente. En este post, solo me permito un reconocimiento al compañero bloguero, pero prometo buscaros una plaza que me guste y que de alguna manera cumpla con estas premisas, no creáis que hay tantas… ¿Conoces alguna?

Nota del arquitectador: Hace algunos años -demasiados- durante un viaje por el León más rural, y mucho antes de querer siquiera ser arquitecto, observaba a la salida de misa (a la wikipedia, chavales) como hombres y mujeres se repartían la plaza, ellos a un extremo a jugar al frontón y a los bolos leoneses, y ellas al porche junto a la Iglesia a escribir la crónica rosa de la semana. Aparte del evidente cambio en los medios de vida de hoy, aquello me hizo pensar sobre el que diseño la plaza y lo bien que había pensado en la vida del pueblo. Claro, la plaza la habían hecho durante siglos ellos mismos, ¿como no iban a cubrir sus propias necesidades?

 

 

 

 

Cubiertas de teja bien mantenidas con la mitad de tejas

Uno de los elementos que más problemas nos dan en los edificios son las cubiertas. Esa gotera pertinaz que nadie sabe de donde viene, pero que parece decidida a quedarse y obliga a actuaciones sin fin en su búsqueda, captura y eliminación.

De ésto se suele echar la culpa en gran medida a la proliferación de cubiertas planas que llegaron con los nuevos materiales que lo permitían y que son poco habituales en las arquitecturas vernáculas de nuestras latitudes, pero yo opino que tiene mucha más importancia el poco o nulo mantenimiento que le hacemos a nuestras edificaciones y la ausencia absoluta de un mantenimiento preventivo, amén de las chapuzas que como las meigas, haberlas las hay.

Traigo hoy un ejemplo de arquitectura tradicional que goza de la particularidad de que su sistema es específico de determinadas zonas y que conlleva un mantenimiento periódico, esa costumbre ancestral que hemos perdido como perdimos la cola prensil, y que tanta falta nos haría. El mantenimiento, claro.

Estoy hablando de la cubierta de teja a la segoviana, que tiene la particularidad de estar compuesta solo por las tejas canales (las puestas con la canal hacia arriba) y carecer de las tejas cobijas (las colocadas con la canal hacia abajo) y en las que de manera misteriosa, casi mágica, no entra el agua. Esto es así debido a que bajo la teja se extendía una capa de barro arcilloso de gran consistencia y capacidad impermeabilizante por donde el agua podía discurrir si se colaba entre las tejas.

Manolo, te has quedado corto con el pedido de tejas y mira lo que se me ha ocurrido para que no se note mucho

Un sistema tradicional de determinadas zonas de la península (hay algunos casos fuera de Segovia) que poseían terrenos arcillosos y que exigía un mantenimiento cuidadoso y una vigilancia de la cubierta para que las tejas permaneciesen en su lugar y que el barro inferior no recibiese torrentes que hiciesen que se llegase a saturar la arcilla y filtrar a la zona inferior. En aquellas épocas se era muy consciente de que la vida de la cubierta era la vida de la vivienda y cuidaban mucho el mantenimiento correcto de la misma.

Es cierto que hoy, con mejores materiales y medios la durabilidad de los elementos y sistemas es mayor. No olvidemos que el mito de las duraderas y confortables casas de mampostería era solo para los que, por dinero o por que en su zona había piedra a capazos, se lo podían permitir y son millones las casas tradicionales que cuando se quedan vacias se echan a perder en muy pocos años. Tan importante es el mantenimiento y cuidado periódico de nuestras casas como el hecho de que utilicen determinados sistemas modernos o tradicionales de construcción. Nada es eterno.

Nota del arquitectador: Siempre me ha gustado mucho este sistema de construcción, igual que otros que utilizan el barro incluso en cubiertas planas, como sucede en los pueblos de la Alpujarra.

 

 

 

 

 

Las verdaderas zonas comunes de los edificios

Podríamos hacer un listado de los utensilios, aparatejos y adminículos que existen en toda vivienda y que se utilizan una o ninguna vez a lo largo del año. Yo, os confieso algunos de los míos:

-Tengo una lijadora, por la que babee durante mucho tiempo en mis paseos a esas grandes superficies de bricolaje.

-Tengo un juego de mancuernas que compré en un momento en que pensé que podría aparentar tener veinte años de nuevo.

-Tengo una cámara de fotos que un día fue la niña de mis ojos y a la que le pongo los cuernos con la camarilla del móvil. No se lo digáis.

-Tengo una licuadora. O eso creo, yo juro que la compré, pero hace años que ni siquiera la veo.

-Tengo un exprimidor. Hace años que no lo uso por no hacerle un feo a la licuadora.

-Tengo una máquina de taladrar que hace más de veinticinco años le regalamos a mi padre y que hoy es casi un objeto fetiche en mi armario de herramienta. Esta sí que la uso, pero tampoco como para llegar a amortizarla.

-Tengo un bici de carretera y otra de montaña. Si hubiese bicis de desierto, de selva y de altiplano, yo tendría una de cada. Faltaba más.

-Tengo unos cuantos chismes más que no voy a contaros porque rozan lo que yo considero la indignidad humana, entre ellos un banco de abdominales. Bajo la cabeza y humillo.

-De la sandwichera hablamos otro día.

La mayoría de estos chismes los tienen también mis vecinos, distintos modelos, distinta época de compra, pero el mismo uso, siempre lejos de la amortización económica del cacharro. Y mi pregunta es la siguiente: ¿No sería más lógico tener en las comunidades de vecinos una zona común donde -ya pensaremos cómo, no empecéis a ver los problemas- cada uno pudiese hacer uso del cacharro en cuestión? Dotación del edificio. Elementos comunes. ¿os suena?

¿No merece la pena bajar a hacer la colada por encontrar a la adorable Penny?

Para nosotros, posesivos habitantes de la piel de Toro, que resolvemos a mandobles la propiedad privada, el tener un elemento de uso comunitario supone que la mitad de los usuarios lo utilizaría mal, con poco cuidado y la otra mitad lo perdería o simplemente lo pondría en su inventario particular. Es posible, sin embargo no nos creamos el centro del universo y meditemos un poco lo que sucede en otros lugares del planeta.

¿Acaso no estamos acostumbrados a ver cómo en edificios de centroeuropa o al otro lado del charco la gente no tiene lavadora o secadora y bajan al sótano una o dos veces a la semana a hacer la colada?

-«¡Yo tengo dos hijos, hago dieciséis coladas semanales!», «¡Pues yo no me fío de que el del tercero devuelva la taladradora sin llevarse las brocas!», «¡Sí hombre, lo que nos faltaba, ya está aquí el comunismo!»… y así hasta unos 46.000.000 de argumentos que se nos ocurrirán.

Sin embargo, todos estamos de acuerdo -casi todos- en que los edificios tengan piscina, jardín, gimnasio y sala de reuniones para la comunidad. Todos elementos muy necesarios e imprescindibles en algún momento de la vida, y sin embargo no utilizamos los mismos argumentos para ellos, que para todas esas otras cosas que pueden usarse de manera muy esporádica y puntual.

Y todo ello podría hacerse, os lo puedo asegurar, con buena voluntad y un sistema punitivo razonable. Partiendo desde luego del diseño del edificio que estableciese unas zonas comunes que tuviesen el espacio y la ubicación necesaria para determinados elementos que hoy son de uso esporádico particular y podrían pasar a ser de uso comunitario.

Si el dinero que todos los vecinos de un bloque de viviendas de, digamos, 120 viviendas se han gastado en taladradoras, lavadoras, secadoras y mancuernas se utilizase en comprar y mantener diez unidades de cada uno de esos elementos y en organizar un turno de uso, el resto se podría gastar seguramente en pagar el correcto mantenimiento del edificio durante al menos uno o dos años más. ¿Ah, que tampoco hacemos un mantenimiento muy fino, precisamente?

¡Cómo sois! No gano para posts con vosotros.

Nota del arquitectador: Se me olvidaba, tengo una atornilladora eléctrica que una vez le deje a mi mejor amigo. Me la devolvió con la batería colgando y el mango partido. Pero yo creo que lo hizo solo por daros la razón y llevarme la contraria. En fin, habrá que seguir educando a nuestros hijos para que algún día entiendan de verdad lo que supone vivir en comunidad.