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Si la arquitectura te rodea, deberías empezar a fijarte en ella

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Gehry premio Príncipe de Asturias, Gehry tú antes molabas

Mis queridos amiguitos: ha sucedido. Frank Gehry es Premio Príncipe de Asturias.

Imagino al que recibe las llamadas en la Fundación Príncipe de Asturias, clavando sus uñas en el brazo del sillón y mirando el teléfono con la mirada perdida y el temor fundado de que el rey del burruñito de papel hecho edificio, decline amablemente tal honor. Habida cuenta de que el premio lo recibió tambien Calatrava, no hay que descartar esa posibilidad.

Coincide que me encontraba pergeñando un post revolucionario sobre los porqués en arquitectura y la necesidad que tenemos de volver a ellos. Sobre la necesidad de volver a justificar nuestros edificios sin recurrir exclusivamente a la metáfora, a la abstracción, sin aferrarnos a la lírica o la poética personal para que otros puedan comprender también las razones que generan la arquitectura y me llama mi editora (siempre he querido decir esto) para decirme que el bueno de Frank ha sido agraciado con tal honor. Y me ha roto los esquemas.

Os pido comprensión para este gruñón ignorante. No es que Gehry, me parezca ni bueno ni malo, que seguro que es bueno y un gran profesional de lo suyo. Pero es que lo suyo ahora es otra cosa distinta a la arquitectura. Lo suyo es fabricar Gehrys. Arrugaditos. Plagados de aristas. Dándole vueltas a la geometría según caiga el burruñito de papel en el que basa sus diseños. Y me gusta. O mejor dicho, me gustó. El primero. Luego sus diseños han ido derivando hacia un mismo diseño repetido mil veces, no sé si por no defraudar a sus clientes que lo que buscan es un Gehry reconocible a dos provincias de distancia, o por pura inercia.

Casa Danzante en Praga, Frank Gehry. Foto wikipedia

Personalmente encontraba de mejor gusto el Ghery que giraba en torno a sí mismo como en el edificio de la casa danzante de Praga y otros ejemplos en los que pequeños movimientos de rotación del edificio, que podían considerarse sutiles arbitrariedades arquitectónicas, generaban un estilo propio y una intensa fuerza visual en el espectador. Llegado un punto, y en una horrible noche de insomnio, recostado sobre su sillón y con un puro en la boca debió de lanzar una pelotilla a la papelera, encontrando durante el efímero vuelo la solución a algún edificio: esto tengo que convertirlo en una obra, pensó el canadiense sin duda. Y de ahí a la gloria.

Y vuelvo a decir que fue un gran momento para la arquitectura, que además necesitaba para ser introducida en nuestros cerebros un palabro, un término propio que la hiciese permanecer: deconstrucción. Ya estaba todo.

El Guggenheim de Bilbao, obra que no me cansaré de glosar por lo que ha significado en la ciudad, fue el culmen, pero también un punto de inflexión a partir del que se han replantado esquejes del mismo edificio en diferentes lugares, las bodegas Marqués de Riscal en El Ciego, el museo de arte moderno en Minnesota, culminando en el delirante museo de la biodiversidad en Panamá.Una y otra vez repitiendo un esquema que contradice aquel principio que aprendimos en el que el lugar exige un tributo importante, definiendo caracteres de cada edificio. No parece que un mismo edificio o un mismo esquema pueda servir una y otra vez en distintos lugares y para distintos usos.

Aunque tras lo anterior pueda parecer que ataco a Gehry, nada más lejos de la realidad. Eso ya lo hicieron Oldenburg y Van Bruggen colocandole unos prismáticos que sirven de entrada al edificio de Gehry en el Binoculars Building. Un ataque gratuito a la arquitectura y al pobre arquitecto, un escupitajo al buen gusto y una pedorreta en la cara de las musas.

Gehry, sin lugar a dudas transformó con el apoyo de las instituciones una ciudad como Bilbao, en la que el gris inundaba las brumas industriales como aquella nada que se extendía en La historia interminable de Michael Ende o la niebla de Temblor de Rosa Montero en un increíble resurgir de la actividad humana en un entorno que pasó de depauperado a privilegiado, de defenestrado a envidiado e imitado con poco éxito por toda la geografía hispana. Si esto no es hacer arquitectura, hacer ciudad, que venga el Corbu y lo vea.

Solo por eso, habría que haberle dado este u otros premios, ampliamente merecidos, no solo a Gehry, sino a los que posibilitaron tan ambiciosa idea, ayuntamiento, instituciones y Administración.

Museo Guggenheim de Bilbao, Foto Wikipedia

Nota del arquitectador: Me gusta especialmente la actuación de Bilbao, porque confluyen las circunstancias de éxito debido a la colaboración de muchos participantes, no solo el arquitecto y no siempre se produce esta situación. Tras llenarsenos la boca de la palabra «equipos multidisciplinares» nos hartamos de poner el nombre de una sola persona en la autoría de las cosas, ya sea en arquitectura, en política, o en cualquier otro asunto.

Hágase su propia casa y pase del arquitecto

Durante mucho tiempo he estado pensando y posponiendo un post sobre la prefabricación. Un día por que no me convencía tanto innovador diseño que no iba más allá de una caja prismática y otro porque la mayoría de los diseños iban tras un almacenamiento de módulos iguales peligrosamente tendentes al concepto japones de la minisolución habitacional, lo he ido dejando. En fin, que no hemos sido capaces de encontrar una solución imaginativa, variada, económica y estéticamente personalizable del asunto de la vivienda en serie. El santo grial que no se deja encontrar desde antes incluso de Le Corbusier.

Hoy he tomado una decisión crucial en mi vida de bloguero. Paso de ese post. No voy a escribir sobre algo que quizá está aún por llegar y que gracias al avance de la tecnología de impresión 3D quizá no sepamos aún ni como va a llegar a ser. Y tampoco voy a ponderar esta tecnología que desconozco por el momento y que tanto puede llegar a interesar en un futuro no muy lejano.
Que podamos imprimir casas en 3D y hacer un edificio con ellas, es aún un sueño lejano, pero en el que estoy seguro -y cada día estoy seguro de menos cosas- de que se van a invertir esfuerzos y denarios sin fin para llegar a conseguirlo pues en ello se sintetizan dos sueños humanos.

Por una parte la posibilidad de que seamos capaces de idear, diseñar y construir todo en uno nuestro propio deseo. Esa chocita en la que ver crecer a tus vástagos sin poder quejarte de que el arquitecto no pensó en ésto o en aquello. El sueño del bricolaje casero. La utopía de los que paseamos como zombies por los pasillos del Leroy Merlin con más ilusión que las hermanas Olsen en la una tienda de Prada. Un atisbo de maldad me nace de lo más profundo. Ahora sí que vais a saber lo que se sufre.
Por otro lado tener la opción de llegar de verdad a esa prefabricación real que pueda ser distinta cada vez y sin embargo siempre igual, siempre exacta. El sueño de una dirección de obra bien llevada.

Ya sé que falta un mundo para ello y que seguramente yo no llegue a verlo (1) pero no descartemos que sea posible encajar en una estructura resistente módulos personalizados por nosotros mismos y que hayamos podido pergeñar previamente en el sótano de nuestra imaginación como doctores Frankestein del ladrillo. Soñar es gratis.

(1)Nota del arquitectador: Aún no he renunciado a morir joven y dejar un bonito cadáver que sea velado por cincuenta walkirias rubias igualicas a Scarlett Johanson,  recién impresas en mi despacho. Seguro que ese día me quedo sin tinta, o papel, o plástico o lo que sea.

 

 

 

El valor de no hacer (casi) nada

Vaya por delante que este post no pretende ser una crítica arquitectónica sesuda y versada, pues no tiene cabida en este blog.

Vaya también por delante como ya expresé en el anterior post que aún comprendiendo que todo es mejorable, tengo muchas dudas sobre la necesidad y la oportunidad de remodelar la puerta del Sol, no solo por lo funcional sino por lo simbólico, tanto de la plaza como del momento que vivimos.

sol

Pero igualmente tengo la necesidad de felicitar al autor del proyecto ganador, el estudio de Linazasoro & Sanchez por el valor que han demostrado al huir de grandes actuaciones y planteamientos onanistas donde se reconociese al autor o se buscase la sorpresa y el impacto. Comprendo que una plaza que algunos por las redes ya han calificado de desértica y estéril no goce de la aprobación general en un principio, y me encantaría poder ver otras propuestas que las dos que nos han enseñado en los medios pues seguro estoy de que las habría de gran calidad.

Sin embargo, la delicadeza de los autores al decidir únicamente reordenar determinados elementos y primar un espacio abierto en una plaza que como reflexionaba el otro día, tiene tantos condicionantes de circulación que la convierten en un espacio de direcciones infinitas sin buscar una actuación que varíe sustancialmente un espacio que funciona casi por si mismo y por sus propias dimensiones, y huir del recurso fácil de un arbolado que la haría impracticable y restaría importancia al entorno existente, y de la manida solución de los toldos, que junto a los palets reciclados son a la arquitectura lo que el cantajuegos a la música, es bajo mi punto de vista un acierto cargado de valentía y sabiduría.

Acabo de escribir los dos párrafos más cercanos a la crítica que pienso escribir en mi vida y ya me estoy avergonzando de ellos – con razón, diréis y no os llevaré la contraria- pero tras la reflexión del post anterior me parecía un tanto cobarde no expresar mi opinión sobre el fallo del jurado, un tirar la piedra y esconder la mano que me avergonzaría más.

Nota del arquitectador: Vaya por delante que no conozco a los autores más que por su obra y que este post no está patrocinado por ellos, pero en este mundo en el que de una forma u otra todos quieren destacar, actuaciones leves que modifiquen sin alterar son muy de agradecer a veces.

Los nuevos y polémicos túneles de Navalcarnero

Estos días leía con sorpresa que en Navalcarnero, un conocido pueblo de la comunidad de Madrid, se estaban produciendo fisuras en algunos edificios. Lo normal, me dirá usted amado lector, teniendo en cuenta que éste es el país de la chapuza, que no pasábamos de cuartos hasta hace apenas un suspiro y otros cuatro o cinco de los habituales topicazos ibéricos.

Sucede además que la noticia, más allá del titular, contaba cómo se había procedido presuntamente a unir diversas cuevas de las existentes en la villa, generando un entramado de túneles que antaño no existieron bajo su plaza mayor, en un intento de generar, no sé si un atractivo turístico de manera artificial o un elemento singular de carácter histórico igualmente plasticoso.

Alcaldes tiene el urbanismo para hacerlo grande y hermoso, levantad vuestros brazos al cielo hermanos contribuyentes y poned los bolsillos a ventilar, que esa tierra excavada no va a sacarse sola ni mucho menos gratis: se habla en la noticia de 25 millones de euros, unos 4150 millones de las añoradas pesetillas.

Pero centrémonos que es fácil dispersarse con estas noticias y ese dinerete que todo lo emponzoña. Recordaba con mal disimulado placer ese Ecce Homo que alcanzó fama mundial cuando una bienintencionada aficionada a la pintura le arreó cuatro brochazos aquí y allá convirtiéndolo en el anuncio de una muñeca hinchable de dudoso uso, y a otros que pasaron a la historia precisamente por situaciones parecidas, aunque con algo más de éxito, como Eugène Viollet Le Duc, arquitecto restaurador de la Catedral de París.

Notre-Dame de Paris, foto Calvin Kramer, wikipedia

Durante los años en los que el inefable Eugène (1) paseó este valle de lágrimas, existieron tendencias distintas en las obras de restauración. La tesis defendida por Viollet Le Duc entre otros, era que había que reconstruir e incluso mejorar las obras que el restaurador encontraba a mayor gloria del estilo -gótico en el caso de Notre Dame de Paris- permitiéndose incorporar elementos nuevos como el rosetón Sur, totalmente inventado, gárgolas y estatuas nuevas (algunas con su cara) o reinterpretar y sustituir de manera ciertamente arbitraria otros en aras de la pureza de su amado gótico.

Hoy, pienso que afortunadamente, la tendencia restauradora sigue otros caminos mucho más respetuosos, que dejan claramente a la vista del observador las zonas restauradas para que pueda leerse la obra y sus etapas de manera diáfana, no reconstruyendo sino aquellos elementos imprescindibles para su sustentación y siempre de forma que pueda comprenderse que no son originales.

Pero claro, pedirle a un alcalde que se lea los distintos documentos internacionales en los que se plantean las tendencias de restauración, y que lo aplique en las despensas particulares que los vecinos horadaron en la tierra hace unas centurias para conservar frescos los caldos de la tierra y otras viandas quizá sea mucho pedir.

Claro que por 25 millones de euros, ¿quién no se hace un subterráneo de nada?

(1) Nota del arquitectador: En España tuvimos algunos Viollet Le Duc que gozaron como perracas añadiendo capillas barrocas a toda seo gótica o románica que se puso a su alcance, muchos de ellos grandes nombres de la arquitectura española, que hoy hubiesen sido trendic topic un día sí y al otro también, ay si hubiese habido tuiter hace trescientos años….

Nos lloverá trencadís

No se preocupe si no sabe de qué hablo, yo como usted no he pronunciado la palabra trencadís en mi vida. La conocí hojeando un libro sobre Gaudí, y tonteé con una pseudonovia sobre un banco hecho con azulejos rotos allá por el pleistoceno superior, pero no he vuelto a tener más contacto con él.

Sin embargo, hoy en día todo el mundo sabe como se pone el trencadís. Los técnicos y los neófitos, los que han construido y los que no, los que tienen un cuñado albañil y los que ni siquiera. Raro es el caso del que afirma no tener ni idea de cómo se pone, de si requieren juntas de dilatación, de qué tipo de adhesivo utilizar en función del soporte… el que más y el que menos afirma que las respuestas a estas preguntas son obvias.

Dos operarios trabajan en la cubierta del Palau de les Arts. Foto Manuel Bruque /EFE

Y es que el trencadís es la gota que colma el vaso de Calatrava, que en su caso se convierte en amargo cáliz. La cagada ha sido grande, tanto como el boato que se le ha concedido siempre e inversamente proporcional al favor que nos ha hecho a los que trabajamos en el sector, la imagen idolatrada de este hombre al que se ascendió a deidad.

No voy a hablar de Calatrava ni de ninguna otra star system de la arquitectura. Este oficio que se deshilacha por momentos entre filigranas formales, el olvido de nuestra función social y la degradación de estos últimos años, necesita hablar de esos otros arquitectos que realizan su trabajo día a día y que boquean entre dictámenes, pequeños proyectos, reformas a los amigos y un cuidado y polvoriento portafolio con sus deseos y anhelos.

Deberán pasar muchos años antes de que nos recuperemos de la imagen que se está dando de la profesión, antes de recuperar la autoridad sobre cual es la solución que ha de realizarse sobre un problema en un edificio emblemático que todo el mundo parece saber y en el que no he oído a ningún profesional decir lo que un médico, un maestro o un psicólogo diría con prudencia al ser preguntado por los medios: habrá que conocer el caso en profundidad. Sin embargo sí he leído mucho a profesionales y desconocedores sobre lo desacertado de la solución y sobre cuál es el camino a seguir. Y se han quedado tan anchos.

Personalmente puedo tener una idea preconcebida, puesto que no he visitado el edificio después de sufrir el problema, ni conozco cual fue el adhesivo ni el proceso de montaje de primera mano, pero les confieso que no me atrevería a decir nada sin visitar la obra, subir al tajo y recopilar la información necesaria sobre el material utilizado, su porcentaje de absorción, su coeficiente de dilatación y las características técnicas del material adhesivo utilizado. Me parece que como profesional es lo mínimo que se puede hacer antes de lanzar una opinión. Los profesionales no podemos arriesgar hipótesis.

Es cierto que a priori no es la solución que hubiese elegido, sin embargo no me fiaría de un médico que me da un diagnóstico a distancia.

Pero toca hablar de Calatrava. Toca defenestrar al que antes se aduló y los mismos que otrora le otorgaban crédito ahora le lanzan al averno. Si algo tengo en contra de Calatrava es lo que su imagen nos está haciendo a los que intentamos vivir de este trabajo. Pero eso no es culpa solo de Calatrava sino de todos aquellos que le colocaron donde estaba, de todos los que le subieron a los altares desde fuera de la profesión y de todos los que desde dentro aprovechan ahora para vomitar sobre él lo que sin duda va a caer sobre todos.

Nos espera una lluvia de trencadís.

 Nota del arquitectador 1: Hace muchos años me vi obligado a realizar el alicatado de un centro de natación sobre un soporte con absorción cero. Dimos muchas vueltas hasta que encontramos la solución, que además estaba agravada por la agresividad del agua clorada sobre los productos adhesivos que utilizamos y por la dilatación diferencial dada la temperatura de la piscina durante el invierno que luego bajaba en verano al no calefactarse el agua. Un marrón. Pero se hizo y allí sigue.

Nota del arquitectador 2: No todo el mundo habla sin saber y sin haber ido a visitar el edificio, aquí tenéis una opinión cercana y versada.

Cuando no puedes contratar a nadie

No he tenido nunca arquitectos ni aparejadores trabajando para mí. Ni mucho menos estudiantes. En ocasiones hemos tenido colaboraciones puntuales de otros compañeros. La verdad es que después de muchos años trabajando con gente a mi cargo una de las cosas que buscaba cuando emprendí el camino de la profesión liberal era precisamente no tener volver a lidiar con eso.

En los últimos años llegan con frecuencia al estudio curriculums y cartas de presentación, books y peticiones de trabajo. Por lo general las archivamos con cierta parafernalia, con cierta devoción porque nosotros tambien hemos pasado por ese lugar incómodo pero necesario. Incluso a sabiendas de que es muy probable que nunca salgan de su oscuro archivo, de su ostracismo digital dentro de nuestros discos duros, nos parece más respetuoso hacer dormir esas esperanzas y enviar un mail de agradecimiento al compañero novel para que no espere una llamada que no puede llegar.

Un desierto por delante. Imagen 20minutos

El mes pasado apareció una jovencísima compañera en la puerta. Traía un pequeño pero muy cuidado book y un saco de esperanza. Le expliqué que nuestro trabajo era por lo general autogestionado, que cada encargo lo resolvíamos nosotros mismos y que creíamos firmemente en esta forma de hacer, un poco demodé, pero que aunque hubiésemos querido contratarla, en el desierto de contratos actual sólo podemos deambular de oasis en oasis buscando un trago de agua que no podemos compartir. Creo que lo entendió.
Me quedé muchos días pensando en ella y en como me recordaba a mi mismo hace bastantes años. Espero que tenga tanta suerte como he tenido yo y que pueda vivir de ésto, sin embargo no puedo dejar de pensar en las horas invertidas, en el trabajo y la ilusión que ella como tantos otros han cultivado cada año hasta llegar a su sueño, que sin duda no era aparecer en mi puerta con toda su energía a disposición del que pueda pagarla en un mundo en el que casi nadie puede hacerlo.
Y a pesar de que no está en mi ánimo crecer para tener quién realice planos, memorias y presupuestos, aunque no quiero otra cosa que poder seguir haciendo yo mismo lo que hago, me hubiese gustado poder ofrecerle algo.

Pero no puedo.

Nota del arquitectador: Ayer por primera vez, destruí algunos de los curriculums que tenía por aquí. Incluyendo el de la chica de la que hablo. Me dolió hacerlo, pero tampoco tenía ningún sentido mantenerlos, y a todos ellos les había aclarado previamente que no podía darles trabajo. Sin embargo no puedo dejar de pensar en el deambular por el desierto que les queda por delante. Que nos queda por delante.

Criticando a los maestros

Tuve un profesor durante mi primera época de estudiante del que guardo varias frases lapidarias que saco a airear con frecuencia. Una de ellas es

…no crean ustedes lo que dicen en los libros, porque yo mañana puedo escribir otro que diga lo contrario

Consciente de que existen puntos de vista diversos e incluso opuestos para cualquier tema, procuro escuchar las opiniones y los debates sobre la profesión que tengo oportunidad. En este caso he preferido dejar pasar unos días para traer un encuentro organizado por la biblioteca nacional, que resultó de bastante interés y que tuvo como protagonistas a algunos de los habituales de los medios digitales y escritos en el mundo de la reflexión y de la crítica arquitectónica.

Dejo aquí el vídeo porque puede resultar jugoso para aquellos interesados en nuestro mundo y aunque he estado tentado de extraer aquí algunas píldoras con las que estoy mucho, poco o nada de acuerdo y comentarlas para disfrute de los polemistas habituales y para dar motivo de exabruptos y ataques seguramente justificados, he decidido centrarme solo en algo que se dijo y que me pareció del mayor interés y es la nueva visión desde la que puede criticarse o alabarse una obra, un proyecto o una práctica de un determinado autor sin importar demasiado quien o quienes son, dando por hecho que todo el mundo puede hacer cosas buenas, malas y muy malas, abriendo la posibilidad de criticar alguno de los proyectos de los grandes popes del sector o alabando una obra de un desconocido al que no avalen los grandes críticos. Sin miedo a que nuestra opinión camine en contra de las grandes voces. Sin temor a decir lo que muchos ciudadanos piensan al caminar junto a esos edificios que han sido grandemente ponderados, muchas veces, demasiadas, pensando solo en el gran autor que las hizo y en lo mucho que nos iban a criticar si lo defenestrabamos.

Quizá por primera vez, hablar de los proyectos y no de los autores. 

Hoy parece que los medios digitales, los blogs, la autocomplaciente pagina web que todo el mundo tiene, han abierto la veda y roto los cercos que nos limitaban. Y yo creo que eso está bien. Muy bien.

Edificio de viviendas conocido como El Ruedo. Arq. Sainz de Oiza. Foto wikiarquitectura

Feliz solsticio de invierno

Hoy es el día de los parabienes y de los buenos deseos. Celebrar el solsticio de invierno es siempre motivo de alegría y celebración.
Seguro estoy de que nuestros antepasados festejaban el gozoso hecho de que los días tuviesen mayor número de horas de sol a partir de estas fechas para adornar sus cuevas, chozas y palafitos, reuniendo al clan en torno a un hogar para anunciar que bien pronto vendrían los días de caza, y el agradable momento de marchar con su hato de pieles hacia las praderas en las que establecerse y dormir bajo un techo de paja, abandonando las oscuras cuevas y las inaccesibles montañas.

El origen nómada de nuestra especie tiene mucho que ver con el medio de vida, con la escasez o abundancia de comida y también con el entorno natural en el que empezamos nuestra andadura por este planeta. Por supuesto el hecho de no plantearse una existencia sedentaria provoca en cualquier civilización la necesidad de una arquitectura ligera, desmontable y transportable. En algunos casos y según la existencia de cuevas, oquedades o refugios naturales, incluso inexistente.

solsticio-de-invierno

Cuando algunos miles de años más tarde el bípedo consigue abandonar el nomadismo, merced a la posibilidad de guardar y conservar alimentos procedentes de la agricultura, los grupos pueden ocupar parte de su tiempo a la creación de hogares y almacenes más estables, más sólidos y más duraderos. Posiblemente entonces la celebración del solsticio se conservó y se constituyo en un hito anual que se repite hasta nuestros días, al calor de ese hogar construido por manos sedentarias. Desde el hogareño fuego continuaban existiendo buenos motivos para celebrar que íbamos camino de la primavera y al abrigo de la nueva situación surgirían nuevas necesidades y oficios. Entre otros el de constructor, el de arquitecto o el de albañil.
Ya sé que todo esto son hipótesis que hace uno por no celebrar las calendas de Saturno, que ya no están ni medio de moda, pero he de reconocer que estos días marcan cada año un inicio, un comienzo, un momento de felicidad y esperanza. Yo hoy quiero pensar que vienen días más largos, mejores, hogares más estables, casas más confortables y que para todos serán mejores que los pasados.

Así os lo deseo. Feliz solsticio de invierno.

 

Arquitectura y lenguaje: un matrimonio sin sexo

Escuchar y sobre todo leer a un arquitecto es sin duda un ejercicio de paciencia y de sorpresa permanente. La capacidad para utilizar términos no asociados a nuestra materia y reconvertirlos en arquitectónicos parece ser infinita y cuando tras dos párrafos sin esdrújulas de dudosa significación pensamos haber alcanzado la normalidad, el autor suele sorprendernos con alguna palabra inventada que ningún diccionario recoge ni la RAE tiene entre sus tareas pendientes.

Suelo echar pestes de los libros de arquitectura que abundan en farragosos textos y eruditas disertaciones. Aborrezco de los manifiestos, de las odas y sobre todo de aquellos que comienzan por «carta a los estudiantes de…» Puede que hayan cambiado la historia de la arquitectura para arquitectos, pero tienen capacidad cero de transmitir nada a aquellos a los que debe ir dirigida la arquitectura.

No estoy en contra de la investigación arquitectónica, -sobre todo porque no tengo la menor idea de lo que es eso por mucho que lo lea a menudo en artículos y declaraciones bientencionadas- pero sí estoy en contra de explicar sólo con palabras aquello que inevitablemente termina por ser un trabajo gráfico, visual y finalmente volumétrico y material. Espacial.

Al menos en la portada tiene sus dibujos

Al menos en la portada tiene sus dibujos

Y es que no creo que se pueda explicar el espacio apenas con unos montones de palabras y lo demuestra el hecho de que sea necesario escribir tomos y tomos de texto para intentar describir y contar lo que una sola imagen puede resumir y sobre todo transmitir sin necesidad de buscarle epítetos y etiquetas, que únicamente pueden dejar a medias el significado de una fachada, un edificio o un proyecto.

En esta unión de arquitectura y lenguaje hay entendimiento, comprensión, cariño, pero solo cuando va acompañada con una lujuriosa imagen, un impúdico croquis o un arrebatador y aclaratorio dibujo puede llevarnos a la pasión de una noche de sexo sucio y pegajoso. Esas que da vergüenza contar pero que son las que más y mejor recuerdas.

Nota del arquitectador: De entre todos los textos de arquitectura plagados de plurisílabos (?!) empiezan a proliferar aquellos que critican los textos de arquitectura, lo cual me hace pensar si no habré iniciado la vía personal de la investigación arquitectónica. Uf. Que sudor frío tan incómodo. Será mejor dejarlo.

 

Fernando Higueras, genio y figura

Con frecuencia me sucede que no acabo de decidirme sobre si un edificio me gusta o no, de si es bueno arquitectónicamente o no. Sin embargo suele gustarme oír hablar de ellos a sus autores, especialmente cuando ya peinan canas y tienen una perspectiva más lejana de su propia obra. En este caso que os traigo hoy, me gusta especialmente el ser humano y no acabo de decidirme sobre sus edificios.

Sucede que he podido acercarme un poco más a la figura de Fernando Higueras, ese del que he dicho en ocasiones que es el autor de uno de los edificios más feos del mundo:  el ayuntamiento de Ciudad Real. Y a partir de ahí he conocido póstumamente al que sin duda fue un gran personaje que me hubiese gustado poder escuchar en directo.
Los arquitectos somos un poco como la guardia civil. Vamos en pareja por esos caminos de Dios y no conviene llevarnos mucho la contraria porque no tenemos humor para según que cosas.

Sede del Instituto de Patrimonio Cultural -Arquitectos F.Higueras y A. Miró – Foto Wikipedia

Fernando Higueras y Antonio Miró fueron una de esas parejas en las que uno fue más mediático, más conocido y más reconocido y el otro trabajando en la sombra completó el círculo de su trabajo común.  algo que sucede con frecuencia en nuestro sector. Eso sí, humor no le faltaba a Don Fernando, lo vais a poder comprobar.

Os enlazo aquí a un vídeo que os recomiendo fervientemente en el que reconozco haberme emocionado al ver al arquitecto hablar de su obra, en este caso un edificio con el que he convivido durante años al estudiar muy cerca de él: la famosa corona de espinas de la ciudad universitaria de Madrid, hoy centro de restauraciones artísticas.

Allá por el minuto nueve, mientras le entrevista Fernando Colomo, nuestro arquitecto de hoy responde con sorna que podían haberse ahorrado toda la entrevista con él, que siempre habla en broma y haber entrevistado a Antonio Miró, su compañero y coautor del edificio que les hubiese explicado mucho mejor y más certeramente todo lo que hubiesen querido saber de la obra. La verdad es que esto por sí mismo dice tanto de la persona que en realidad el edificio pasa a un segundo plano. Y es que estoy convencido de que no todo el mundo es bueno, pero cuando alguien sale bueno, es que sale bueno de verdad, y más en este asunto de la arquitectura.

Nota del arquitectador: Se da la circunstancia que compartí pupitre en la universidad con un hijo de Antonio Miró, al que por cierto perdí la pista y tuve la suerte de oir a Miró padre durante una conferencia y me pareció también además de un gran arquitecto una gran persona. Si lees ésto recibe un abrazo, amigo.