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Si la arquitectura te rodea, deberías empezar a fijarte en ella

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¿Es necesario remodelar la Puerta del Sol?

Durante mi adolescencia solía recorrer la cuesta de Claudio Moyano y sus preciosos kioscos de madera en busca de algún titulo que llamase mi atención, y era frecuente volver a casa con seis o siete libros antiguos, a veces ajados, siempre misteriosos que prometían deliciosos ratos de sofá.

Recuerdo con especial cariño uno de ellos que narraba la historia de la Plaza Mayor de Madrid, ilustrado con dibujos y fotografías de sus distintas etapas y usos, recordando como sus adoquines habían visto desde autos sacramentales hasta desfiles, desde ejecuciones públicas hasta representaciones teatrales, y como por el lugar habían discurrido caballos, tropas, coches…no recuerdo ya las veces que lo tuve entre las manos.

Hoy, que el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid dará a conocer el proyecto ganador para la remodelación de la Puerta del Sol, un proyecto no vinculante para el Ayuntamiento y que podría perfectamente no ser más que una traca de pólvora fallida de la que dentro de unos meses nadie hable, me viene aquel libro a la memoria y también las distintas situaciones por las que la Plaza Mayor, al igual que le ha sucedido a la Puerta del Sol, ha pasado durante su periodo de existencia.

Puerta del Sol, captura de google maps

Puerta del Sol, captura de google maps

Tengo bastantes dudas de la oportunidad e incluso de la necesidad del concurso. Es cierto que en estos momentos la puerta del Sol se ha convertido en una árida superficie que no se distingue urbanísticamente de cualquier otra plaza de este mundo nuestro, tan de paso, tan itinerante y en el que aplicamos el apellido social a cualquier acción con la desgana de un me gusta o un favorito en esas otras redes digitales en las que volcamos nuestro tiempo.

Es verdad también que el lugar está cargado de contenido histórico y que en los últimos años ha cobrado nuevos significados y supuesto nuevos puntos de encuentro e incluso ha podido llegar a convertirse en determinados momentos en un hito, en un lugar de referencia al que acudir a significarnos. Un referente que el propio urbanismo podría destruir cuidadosamente con ciertos hábiles toques de ajardinamiento, vallados o marcaje de recorridos. Un buen plano de emplazamiento y recorridos hace más por la disolución de grupos que ninguna ley de vagos y maleantes, pero queridos conspiranoicos no me lo tengáis en cuenta. No creo en grandes mentes que nos dirijan con destreza y mano delicada y no voy por ahí, creedme.

Lo cierto es que no tengo muy claro que se precise una actuación en la puerta del Sol. Estoy seguro de que van a darse a conocer grandes proyectos, y éste como digo siempre, no es un blog de crítica arquitectónica ni de promoción ni de divulgación de la misma, por lo que no creo que haga más que enlazar a alguna crítica del ganador que me parezca oportuna o bien dirigida, sin embargo y a raíz de la nota de prensa del COAM en el que se dice que el concurso será resuelto

…en base a varios criterios, no tratando únicamente de resolver una foto fija sino de proponer las posibles evoluciones de la plaza, otorgando a SOL una solución unitaria y de futuro…

me surge la duda de como podríamos desde un punto fijo, resolver un periodo más o menos extenso de tiempo cuando aún no tenemos claras las necesidades.

La puerta del Sol, está planteada hoy como lugar de paso, porque lo es. No dispone de elementos de estancia, y quizá debería disponer alguno, aunque es de destacar sobre todo para los que no sois de Madrid, que en las horas punta es difícil incluso caminar por ella dado el gran número de personas que la utilizan como lugar de encuentro, como escenario de performances, o simplemente como camino por el que llegar al metro, a las zonas comerciales o atravesarla para llegar hasta otras vías más lineales de la ciudad. Además la plaza es atravesada por taxis y dispone de semaforos, pasos de cebra y acceso a un intercambiador de Metro y Cercanias. Durante todo el año, especialmente los fines de semana es lugar de finalización de manifestaciones y concentraciones y en ella se encuentra la sede de la Comunidad de Madrid con la consiguiente afluencia de coches oficiales a sus calles aledañas.

Como remate, la puerta del Sol es el punto de llegada de los miles de madrileños que acudimos a las zonas centricas y desde nos desplazamos en superficie a otras zonas o calles eminentemente comerciales o de esparcimiento lúdico.

A partir de aquí, se me haría tremendamente dificil establecer los parametros de necesidad que harían deseable cambiar la conformación actual de la plaza y mucho menos hacerlo de manera que sea estable en el tiempo y continue sirviendo a los usos que ofrece hoy. Lo único que tengo claro es que establecer elementos de obstrucción al tráfico peatonal sería un tremendo error y espero que se sea lo suficientemente sutil para no caer en protagonismos innecesarios en un lugar que no lo soportaría.

Por ello pienso en la enorme dificultad que supone realizar en ella una actuación y sobre todo hacerlo de manera estable en el tiempo y sin perjudicar a los usos que hoy tiene.
En todo caso, enhorabuena al ganador, sea quien sea y ojalá que acierte. No lo tiene nada fácil.

Nota del arquitectador: Y ya puestos a poner dudas, si el proyecto finalmente no se lleva a cabo y no es más que una forma de entretener al personal, ¿quedaría fatal que la presidenta del jurado hubiese sido la alcaldesa Botella, verdad? Es que lo es, así que supongo que no se habrá prestado a unos juegos florales y  en la casa consistorial, tendrán en consideración el concurso ¿no?

 

La loca historia de la arquitectura (II): Hipodamo de Mileto, ese cabezón cuadriculado

Hoy damos un salto en el tiempo para conocer la historia de un personaje que aún hoy, organiza nuestras vidas: 

Cuando al pequeño Hipodamo su madre le trajo una clámide a cuadros para poder distinguirlo de todos aquellos efebos con túnicas blancas a la más clásica moda griega del siglo V a.C.,  la vida se le vino abajo. No hay como distinguir a un niño de entre los demás para convertirlo en el centro de las mofas y las befas de esos crueles angelitos desprovistos de moral que gustamos de mirar con arrobo.
Pasó mucho tiempo hasta que aquella túnica le quedo corta, pero como estaba hecha con lana de ovejas traídas de la parte baja del Peloponeso, alimentadas con yogur y macedonia (esto último si miráis el mapa de la época, tiene una chispa que no podéis negar), no llegaba a romperse, por lo que su hacendosa madre le confeccionó con ella una manta para su mula. Hipodamo, siempre respetuoso con sus mayores y pelín cuadriculado en sus costumbres como veremos después, llevó durante otros tantos años la manta bajo su trasero para evitar los pinchazos del pelo de su jumento en las zonas más nobles y sensibles, hasta que finalmente llegó a la edad adulta con una visión del mundo marcada por aquellas líneas entrecruzadas y la utilizó para cubrir la ventana de su casa, lo que le obligo a seguir viendo cuadros durante muchos años más.

Plan Cerdá en Barcelona, novedosísimo trazado ideado 2500 años antes.

Hipodamo, que vivía su vida según marcaba el estampado de aquella vieja tela, se convirtió, merced a su ordenada y cuadriculada manera de ver el mundo en un preeminente arquitecto, matemático, político y meteorólogo, aunque en realidad pasó a los libros de historia de arquitectura y urbanismo por sus trazados de ciudades basados en la retícula o damero hoy conocido como trazado hipodámico, es decir por imponer en la planificación urbana un canon de orden y funcionalidad para convertir la polis griega en un lugar donde pudieran convivir mejor las diferenciadas clases sociales de aquella civilización llena de esclavos que inventó la democracia. Guiño-codazo-guiño. Hoy estoy que lo tiro.

Su trazado en las ciudades de Mileto o El Pireo, fue extendido más tarde por toda la península griega y adoptado por las milicias romanas que lo extendieron en sus campamentos, origen de muchas de nuestras ciudades actuales, aunque esta es otra historia de la que hablaremos el día menos pensado.

Hoy en día, 2500 años más tarde, lo que tarda en hacerse un bacalao al pil-pil, el trazado de nuestras ciudades ha sido deformado hasta la saciedad pero sin movernos de la trama reticular. Grandes calles y avenidas desoladas que harían al bueno de Hipodamo rasgarse sus vestiduras estampadas a cuadros, pues nos hemos quedado con la geometría y hemos olvidado en gran medida la funcionalidad de la ciudad y su uso a la ciudadanía.

Y es que a veces no se cual de las dos historias de la arquitectura es más loca, está que aquí escribo o la real.

Nota del arquitectador: Antes de que arremetáis contra el pie de pagina de la foto, sabed que llegaremos al plan Cerdá en esta loca historia y hablaremos de él y de sus muchas virtudes, pero asumamos que el trazado no fue ni mucho menos una novedad. Otras cosas sí. Llegaremos.

 

 

El tamaño importa: la casa más estrecha del mundo

Este fin de semana mientras un buen amigo me narraba su visita al dentista para reordenarse la piñata y cubrir definitivamente esos espacios que surgen entre las piezas dentales y que no tienen otro sentido que alojar esos «pa luegos» que nos incomodan, pensaba en como la ciudad tiene problemas similares a los de una dentadura. Es preciso ofrecerle un mantenimiento diario, supone una carta de presentación ante los visitantes, el tiempo tiende a moverla y crear espacios inútiles y antiestéticos y pasado un tiempo hay que remozarla o incluso sustituir algunos de sus elementos. Mis queridos amigos, tal vez solo seamos las caries en las muelas de algún gigante, que abre la boca cada doce horas para dejar entrar la luz.

No, no cumple con ninguna norma, pero tiene su gracia

No, no cumple con ninguna norma, pero tiene su gracia

Meditando sobre los espacios que quedan y lo preciso que es hacer algo con ellos he recordado la casa Keret, una vivienda -es más bien un experimento- de apenas 1,2 m de ancho en un espacio residual de la ciudad de Varsovia en la que el arquitecto, un polaco con más valor que El Cordobés, se lanzó a realizar un proyecto imposible y lo hizo realidad.

Verdaderamente no se trata de que la gente viva en un lugar así, aunque desde luego es mejor que el callejón inmundo que debía estar en ese lugar, justo antes de que se ubicara esta construcción cuya estructura, a base de cerchas trianguladas verticales, se montó como veréis en el vídeo en un aparcamiento de los alrededores de la ciudad y se colocó en la brecha urbana que ocupa hoy en día, en una pieza.

 

Nota del arquitectador: La vivienda, cómoda, lo que se dice cómoda no debe de ser. Siempre que en una obra me preguntan cuanto espacio ha de quedar por delante del inodoro, digo la misma broma :»lo suficiente para sentarte y mantener abierto el Wall Street Journal». Mucho me temo que en este caso la vara de medir es el Pronto.

Arquitectura industrializada, pero con límites

He de reconocer que soy fan de la industrialización en la edificación, sin embargo siempre me topo con una voz interior que me alerta de ciertos peligros en los que se puede incurrir, si pretendemos convertir la construcción de hogares en solo un proceso, como si de fabricar lavadoras se tratase.

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A la vista de esta fotografía del complejo Buenaventura en Chihuahua, Mexico, no se hace preciso explicar cual es uno de los mayores riesgos, el de la clonacion infinita y la transformación de las ciudades o partes de ella en cintas sin fín de cajitas iguales, al modo de estanterías de un gigantesco almacén de seres humanos que pernoctan en su interior, cuál humanos en sus células de energía en matrix.

Pero ese no es el único riesgo. La necesaria orientación y referencia en el interior de las ciudades es uno de los puntos claves en la planificación de éstas y como podréis imaginar, en estas calles de la foto será frecuente encontrar quién agite un papel con una dirección buscando ayuda o simplemente nos asalte en los semáforos al grito de «¡por favor! ¡Llevó dos días intentando salir de aquí, sáqueme usted de ésto o al menos avise a mi mujer y a mis hijos!»

Mientras el semáforo se abre y les vemos hacerse pequeñitos en el retrovisor -«¡dígales que les quieroo!» parecen gritar- es importante también pensar en ese otro riesgo menos tangible pero mucho mas cotidiano como es el de la despersonalización de nuestros hogares, algo que transcurridos varios años desde la entrega de cualquier urbanizacion de adobad…adosados, podemos observar en la diferenciación que cada propietario ha intentado hacer con su pequeño palacio.

Esas alegres filigranas de forja torneada en los vallados, esos porches pizpiretos cubriendo las entradas, esas columnas dóricas que el propietario mandó instalar para gritar al mundo que detesta su casa, al arquitecto, al concejal y por supuesto los ordenes clásicos, no son ni más ni menos que ese sordo deseo de diferenciarnos de los demás, y de estallar en un bramido que indique sin ninguna duda, que somos únicos.

Y esto es tan necesario cómo que no vistamos todos igual. Algo que se entiende mucho mejor y que está más aceptado.

Arquitectura olímpica ¿y después qué?

Salgo de un local abandonado hace años con los pies llenos de polvo y las manos negras. Vamos a convertirlo en vivienda y he estado tomando medidas y datos para levantar los planos. Salgo y observo el portón de entrada, visualizando ya el frente de acero revestido de madera que tengo pensado para la fachada. Sí, va a quedar de muerte.

Cierro la puerta y entro en el bar de la esquina para lavarme. Pido un café cortado mientras la televisión vocea lo bueno que todo va a ser, si Madrid se convierte al fin en ciudad olímpica. El camarero, un dominicano de aire lánguido y yo, cruzamos una mirada escéptica.

-Dentro de siete años….-dice-… vete tú a saber, chico. Si te dicen que dentro de siete años vas a ser millonario….

-¡No puedo esperar tanto! – le interrumpo.

Nos reímos tristemente, sin ruido. No hay nadie mas en el bar, una de esas tabernas antiguas, donde se puede adivinar aún el rancio olor del tabaco fumado hace años que la prohibición no ha logrado arrancar de las paredes churretosas. Me consigo despegar del taburete a duras penas para ir al baño y a mi regreso a la barra el bar sigue vacío y la cochambre no ha resurgido como el ave fénix, a pesar de mis plegarias mientras buscaba un lugar donde secarme las manos.

La foto es a mala idea. La mayoría de las infraestructuras de la olimpiada de Atenas 2004 está en franco estado de abandono

Cuando pierdo mi mirada en el televisor, pienso en los edificios que se harán para el evento soñado por nuestros sucesivos alcaldes y me doy cuenta de que me importa un comino su arquitectura, me resbalan el estilo y el autor, la Olimpiada, si se hace, será espectacular y maravillosa, se inaugurará y abriremos los ojos y la boca para no volver a cerrarla hasta que entre el ganador del maratón, arropado por un griterío ensordecedor. Puede que más de media hora después, cruce la meta  el último participante, con el estadio mucho más silencioso, aunque su esfuerzo haya sido sin duda, mucho mayor que el del primero.

El maratón, como tantas otras pruebas de fondo, no es más que una metáfora de la vida, como lo es también la arquitectura. Una larga preparación hasta que un hombre normal, una ciudad, un arquitecto, deciden presentarse a la prueba de su vida, un maratón, una olimpiada, un edificio. Nervios durante la salida y una larguísima prueba donde la cabeza va tomando protagonismo. Llegado el kilómetro treinta, las piernas dejan de tener la importancia que se les suele adjudicar y el cerebro, pasado el treinta y cinco les arrebata la capacidad de parar. De ahí al final, al momento de la llegada, al momento de la celebración final, de la ceremonia de cierre de las olimpiadas, de la inauguración de la obra, solo queda sufrir y al final, solo muy al final, disfrutar.

Pero ¿que sucede después? ¿Que pasa el día después del maratón? ¿que pasa con esos edificios el día después de la ceremonia de cierre de unos juegos olímpicos? ¿Acaso este decrépito bar, no tuvo su época dorada? ¿Acaso el olor a pintura nueva y los brillos cromados de la barra no llenaron de orgullo y esperanza a un dueño, hace ya años? ¿No hubo un eterno soniquete de conversaciones, solo alteradas por golpes de fichas de domino y risas en sus mesas? ¿En que momento se permitió que se convirtiera en este templo del churrete y de la mugre?

Os diré lo que me preocupa y lo que me importa de verdad desde el punto de vista arquitectónico sobre la celebración de la Olimpiada:

-Que las infraestructuras, deportivas y sociales estén dimensionadas no solo para la necesidad del evento sino también y principalmente para las necesidades de la ciudad y sus habitantes.

-Que edificios, pabellones y residencias no se conviertan en escenarios apocalípticos donde se visite el esplendor perdido de un pasado épico y efímero.

-Que el mantenimiento de todo ello esté pensado desde antes de hacerse para que años después no se descubra que es imposible de acometer la tarea de mantenerlos vivos.

Que la rentabilidad, no solo económica, sino social pueda medirse y sea lo suficientemente buena como para que la inversión merezca la pena. Aquí, no hablo de dinero, hablo de mejora de la comunidad y del beneficio social. Lo cual tampoco significa que se tenga que hipotecar el futuro de dos generaciones para pagarlo.

En definitiva, que el movimiento económico y arquitectónico tenga una repercusión suficiente y mantenida en las vidas de los ciudadanos y que muchos años mas tarde, si procede, recordemos el año de la olimpiada como el año en el que se construyó esa vivienda de alquiler que un día albergó a un campeón de jabalina y hoy sirve de techo a quien lo precise, que sea el año de la inauguración de aquella biblioteca que otrora fue lugar de descanso de deportista y que sea recordado como el año de la inversión pensada e inteligente. Ahí es nada.

-¿Qué le debo jefe?

-Uno treinta, compañero- dice sin retirar la mirada de la televisión.

Tengo que echar unas toallitas húmedas al maletín y el café tomarlo en casa.

Nota del arquitectador: Me debato entre el deseo de albergar una olimpiada en Madrid y la duda sobre su oportunidad. Os diré la verdad, no me decido, aunque como en la vida hay que arriesgar y no hacer nada no nos llevará a mejorar, me declaro abierto a que me demuestren que será bueno. Juro por Akhenaton que me alegraré mañana. En cualquier caso.

 

¿Existe una ciudad subterránea?

El post de hoy iba a versar sobre la ciudad que se repite en nuestras azoteas y crea un paisaje distinto de nuestras calles, convertidas en terrazas, tejados, chimeneas y maravillosos o ruines rincones que coronan nuestros edificios.

Sin embargo, pensando sobre los tres hábitats que estratifican nuestras ciudades, la urbe tal y como la conocemos, la ciudad en sus azoteas y la ciudad subterránea, he recordado un viaje que hice hace más de veinte años a Canadá y donde me impactó profundamente la ciudad que bajo sus calles, permite a los habitantes circular, comer, comprar, acceder a sus trabajos y en definitiva vivir, y he decidido enterrar por el momento las azoteas y sumergiros en los túneles de las ciudades.

Las gélidas temperaturas de la ciudad de Toronto -y también de otras ciudades como Montreal- requerían poder ofrecer a los ciudadanos una protección al frió y un recorrido alternativo y seguro alejado de las nevadas que paralizaban la superficie. La solución fue que bajo las calles y construcciones, se habilitasen superficies comerciales, recorridos que permitían el acceso desde el subterráneo a más de 50 edificios, conexión con las comunicaciones, restaurantes, tiendas,…una repetición de la ciudad bajo ella misma, para su mejor aprovechamiento.

Durante la década de los 90, en la que pude presenciar esto, se estaba extendiendo como la pólvora en España el fenómeno de los centros comerciales, y era espectacular para nosotros, presenciar un centro comercial que tenía decenas de kilómetros de longitud a muchos metros de profundidad y con acceso al exterior por cada edificio.

Yo le hubiese puesto la música de Benny Hill, ganaría mucho

El primer recorrido enterrado de Toronto se creo en 1900 cuando el T Eaton Co. unió a su tienda principal en 178 Yonge St. a su anexo mediante túneles. En 1917 había cinco túneles en el centro de la ciudad. Con la apertura de la estación de la unión en 1927, se construyó un túnel subterráneo para conectarlo a la Royal York Hotel (ahora conocido como el Fairmont Royal York). El crecimiento real del recorrido subterráneo o Path comenzó en la década de 1970, cuando se construyó un túnel para conectar el Richmond-Adelaide y el Centro Sheraton. Desde ahí hasta los 27 km del recorrido subterráneo actual, sus 125 puntos de acceso y sus 371.600 km cuadrados de superficie, que lo convierten según el libro Guinnes de los récords en la mayor superficie comercial subterránea. 

Como podréis ver en el vídeo, uno de los problemas de la ciudad es la ausencia de referencias o hitos que les permitan a esos pobres canadienses orientarse y no depender permanentemente del mapa de los pasadizos. Algo que, debo confesar, este escribano sufre con frecuencia en los centros comerciales.

Es cierto que no es la imagen de ciudad que me gusta, o al menos eso decimos todos, porque luego se nos van los pies hacia las calles comerciales -a unos más que otros- y caminamos como zombies de un lado a otro de los centros comerciales a ver en que escaparate nos vemos menos rollizos, pero no deja de ser una curiosidad que quería traeros para poder reflexionar sobre ciudades diferentes en este mundo globalizado, en el que si no lo evitamos, algún día alguien propondrá repetir una ciudad o ¿por qué no?, que todas las ciudades sean exactamente iguales, con los mismos nombres, las mismas avenidas, las mismas tiendas y los mismos edificios,…¡que escalofriante!

Nota del arquitectador: Años más tarde, cursando la asignatura de urbanismo, propusimos durante un ejercicio de grupo, una ciudad enterrada de manera similar a ésto, donde liberábamos metros cuadrados públicos en superficie como para que no fuese un sueño que los niños jugasen en la calle y enriqueciesen a los fabricantes de mercromina verano tras verano. Yo aprobé de milagro, tras tener que rehacer todo el ejercicio ante la más que reticente mirada de mi profesora, y la mercromina la prohibieron. Soy un visionario.

¿Qué se puede hacer en las plazas que se diseñan actualmente?

Cuando hace algunos meses, no siendo aún escribano en esta aldea digital, leía al compañero Cesar Javier Palacios @lacronicaverde, del blog La Crónica Verde, hablando de la poca gracia que los arquitectos le daban a las plazas y lo malo que era el diseño por ordenador, dónde las líneas rectas en la pantalla, acababan siendo enormes superficies duras en las plazas y lugares comunes de nuestros pueblos y ciudades, quise por este orden, degollarle y abrazarle.

Lo primero, porque, se metía con el pan de mis hijos y eso no se lo consiento ni mucho ni poco. Luego recordé que no tengo hijos, lo que rebajó sensiblemente mi arrebato corporativista, permitiéndome revisar el artículo con mayor detenimiento y objetividad, para llegar finalmente, en una exaltación de la solidaridad bloguera, a querer abrazarle y reconocerle la razón que llevaba en muchas de las cosas que decía.

Imagen utilizada por el compañero bloguero Cesar Javier Palacios con bastante acierto

Y es que si sobre los planos me admira la capacidad que tenemos a veces de crear organizadas geometrías que culminen en un precioso «póster», que adorne las paredes del estudio, con esas tipografías livianas pero cargadas de contenido simbólico y que tan poco interesan al usuario final, tambien me horroriza, como a todo ciudadano, verme circular por esas enormes superficies soladas sin concesiones a lo natural y lo orgánico, que permita un uso natural por el viandante.

Ese, creo sinceramente, es el verdadero problema. Lo poco que ha figurado durante mucho tiempo en los objetivos de un proyecto o concurso el usuario final.

Y no lo ha hecho por diversas razones. Una de ellas la tendencia desde las escuelas de arquitectura, desde los tribunales de los proyectos finales de carrera, desde los jurados de los concursos y desde las administraciones, ávidas de colocar un hito urbano más rocambolesco que el de la pedanía de al lado. Y en todo ello, como protagonistas y ejecutores hemos estado nosotros. Finalmente un póster precioso nos lleva a plazas sin vida  con enormes superficies alejadas de las necesidades cotidianas y donde se aúna lo que no se puede hacer por la propia configuración de la plaza (tumbarse, sentarse, jugar, patinar, descansar, disfrutar la sombra, disfrutar el sol…) con lo que está prohibido (tumbarse, sentarse, jugar, patinar, descansar, disfrutar la sombra, disfrutar el sol…) y que suele increíblemente coincidir con lo que más nos gusta (tumbarnos, sentarnos, jugar, descansar, disfrutar de la sombra, disfrutar del sol…..)

Os diré lo que creo que debe dirigir un proyecto como premisas básicas de una plaza pública, sin obstáculos para que otras condiciones aparezcan, que estas no son las únicas, ni mucho menos:

-Debe ser usable. No solo observable.

-Debe tener zonas blandas, caminos, zona ajardinada, zona de juegos (no solo de niños).

-Debe ubicar las zonas de descanso en función de la sombra y el sol y teniendo en cuenta el lugar geográfico en el que se encuentra. Utilización de arboles de hoja caduca que permitan sombra en verano y sol en invierno. No a la distribución geométrica regular de los bancos y asientos sobre la planta de la plaza.

-Debe responder a las necesidades de la población en la que se ubica. La pirámide de población del pueblo o ciudad es básica para esto.

-Cada elemento que se ubique debe  estar colocado allí para responder a un uso (si me repito con este término es de manera totalmente intencionada).

-No debe haber elementos urbanos que respondan a que su dibujo en planta queda genial para «equilibrar» o «cuadrar» el plano de planta del lugar. Solo elementos que permitan que la vida de la ciudad sea más apetecible.

-Todas las zonas posibles de la plaza han de estar dirigidas a la vida en común, a actividades y zonas en las que se pueda ubicar un grupo, siquiera sea para charlar cómodamente.

En este sentido, las grandes superficies soladas de pavimentos llamados duros están bastante en contra de estos principios. Me parece -es una opinión muy personal- que zonas verdes más a menudo como protagonistas, que se puedan pisar, donde te puedas sentar, donde te puedas tumbar, pueden además dejar más acotados los recorridos peatonales y no convertir la plaza en un autentico caos de direcciones en las que solo se puede transitar sin parar a disfrutar de la misma.

En fin, las plazas, son una de mis obsesiones y también uno de los elementos urbanos más difíciles de resolver debidamente. En este post, solo me permito un reconocimiento al compañero bloguero, pero prometo buscaros una plaza que me guste y que de alguna manera cumpla con estas premisas, no creáis que hay tantas… ¿Conoces alguna?

Nota del arquitectador: Hace algunos años -demasiados- durante un viaje por el León más rural, y mucho antes de querer siquiera ser arquitecto, observaba a la salida de misa (a la wikipedia, chavales) como hombres y mujeres se repartían la plaza, ellos a un extremo a jugar al frontón y a los bolos leoneses, y ellas al porche junto a la Iglesia a escribir la crónica rosa de la semana. Aparte del evidente cambio en los medios de vida de hoy, aquello me hizo pensar sobre el que diseño la plaza y lo bien que había pensado en la vida del pueblo. Claro, la plaza la habían hecho durante siglos ellos mismos, ¿como no iban a cubrir sus propias necesidades?

 

 

 

 

¿Te gustaría columpiarte mientras esperas el autobús?

Que no has terminado de crecer se demuestra fácilmente  Es ver un balón inmóvil a menos de dos pasos de ti o una cuerda a dos palmos de suelo y raro será si resistes la tentación de sacar un libre directo a la escuadra o de saltar sobe la cuerda a ritmo de «soy capitán, soy capitán, de un barco inglés….»

No te avergüences lechón, a mi me pasa lo mismo. Nos gusta jugar.

En Montreal, el colectivo canadiense Daily Tous Les Jours sabedores de esta verdad universal, han realizado un montaje urbano -que yo aplicaría sin dudar a las paradas del autobús  la actividad más aburrida del universo, después del cambio de temporada del armario- en el que los viandantes disfrutan de un columpio que al mecerlos emite sonidos de piano y xilófono. Un montaje urbano-musical, que desde luego daría una impresionante vida al paisaje de nuestras ciudades, que tantas veces se convierten en lugares en los que compartimos mucho tiempo con el ser humano contiguo intentando evitar el choque de miradas.

 

Imagino yo que debe ser muy difícil balancearte esperando el autobús y no dedicarle una buena sonrisa a la señora/maromo de la izquierda o un guiño a la morenaza/o de la derecha, dirigiéndole un sonoro «¿vienes mucho por aquí, prenda?» en ese momento en el que la secuencia de vuestros columpios se encuentran en el aire. Lo mismo con ideas como ésta, saldríamos a la calle como antes, porque sí, a ver a quién te encuentras, a callejear, a jugar o a esperar el autobús.

Nota del arquitectador: Nunca he entendido la frase «no te columpies», con lo divertido que es columpiarse y parece que a partir de cierta edad lo tenemos prohibido y mal visto. Columpiate todo lo que quieras, a placer, es gratis.

 

Solares vacíos: ¿nos lo podemos permitir?

Los solares.
Esos vacíos urbanos, que durante meses o años se ocultan tras una valla o incluso se muestran impúdicamente al ciudadano, ofreciendo una imagen cada día mas deteriorada. Sin limpieza periódica, sin uso, sin aprovechamiento social, como un tumor en la ciudad.

Pertenezco a un barrio en el que los solares, han constituido una constante urbana. Poco o nada se ha hecho con ellos salvo cuando el beneficio económico estaba más que claro.
Leo en otros blogs de arquitectura y urbanismo, actuaciones que de alguna manera, intentan sacar del ostracismo, la suciedad y la falta de aprovechamiento social, partes del territorio, que como solares que son, forman parte ya de la trama de la ciudad y me llama especialmente la atención que en estos intentos de actuaciones se es especialmente respetuoso, no hay más que ver una de las premisas básicas para poder llevarlas a cabo:

«..Se gestionó con los propietarios los permisos de intervención en los solares, como una cesión gratuita para su uso público transitorio con un mínimo de 12 meses. Así, cualquier intervención que se realizase debía ser reversible….»

 

Lo cual, me parece muy bien. No vayamos a estas alturas a poner en duda el valor sacrosanto de la propiedad privada. Esto sería políticamente intolerable.

Pero me pregunto: ¿No es también un valor la utilidad social de ese solar cuando no está vacío?  ¿se puede permitir tener un solar sin una aplicación del mismo durante años? ¿es licito que surjan problemas urbanos como consecuencia de la falta de espacios públicos, jardines, parques, aparcamientos y existan partes del territorio incrustadas en la ciudad que no se utilicen durante años o décadas?

 

Cuando estuve en NY me impactó como se utilizaban solares de enorme valor económico en el centro de Manhattan para aparcamiento de coches. No es sin duda la mejor solución a largo plazo, pero desde luego, es mejor que un solar abandonado hasta que se construya un edificio, quizá veinte años después.

Sirva como ejemplo mi ciudad. Getafe. Existe un problema gravísimo de aparcamiento en el centro, sin embargo existen solares en los que crecen a partes iguales suciedad y malas hierbas y que se podrían utilizar -por ejemplo- como aparcamientos de superficie, dando incluso una productividad económica y social al pueblo y al propietario del solar.

¿No será mejor esto que tenerlo vacío  ¿No debería obligarse a darle a esos solares un uso social aunque fuese temporalmente hasta que el propietario decida darle el uso lucrativo previsto?

 Nota del arquitectador: Antes de que os dejéis llevar por un arrebato de macarthismo, y me acuséis de ser un peligroso comunista, os diré que no se trata de restringir la propiedad privada de nadie, sino de aprovechar un bien común, el territorio, hasta que el propietario legal este en condiciones de darle el uso previsto en los planes urbanísticos vigentes.

¿Desaparecerá el coche e iremos en bici algún día?

Cuando tras doce vueltas por las rúes habituales he conseguido encontrar un sitio para aparcar el (….) coche, y trás darle unas cuantas patadas en los neumáticos para desindexar un poco mi rabia, mi cólera hacia el urbanismo actual ya no tenía límite.

He venido corriendo al ordenador para redactar un post que revolucione la movilidad urbana, resoplando como un búfalo en un bar de esos de búfalas ligeras de cascos. No puedo entender el número de horas que pasamos en el coche a lo largo del año, pero menos entiendo esas horas que no son empleadas en desplazamientos sino en la búsqueda infructuosa e inútil de un lugar donde dejar el carromato y que abreven las bestias.

Luego se me ha ido pasando, que no está ya uno para subir las escaleras de tres en tres -hasta el primero iba hecho un titan- y tras abrir la puerta y aguardar a que el sistema operativo se dignase arrancar, me he quedado exhausto, se me ha ido la fuerza por la boca  de tanto mover las piernas, que dicen que mueven el corazón, pero a mi me han dejado hecho unos zorros.

He bajado al sótano de los post en conserva y tras apartar esos tan chulos de edificios imposibles, que me encantan pero que procuro no poner aquí, para no aburriros, -y para que compréis los dominicales de los periódicos de postín, que tengo un cuñado que los reparte- he encontrado un par de ellos que venían al pelo.

Está en el ideario futurista el utilizar el espacio aéreo para la movilidad ciudadana.Ya en la mítica Blade Runner, el bueno de Harrison Ford recorría las calles en esos chismes que levitaban sobre el sucio suelo,  dudando entre matar hermosas replicantes o darles un repaso previo. Claro que Ridley Scott pensó, que en Los Angeles de 2019 iban a atar los perros con longaniza y mucho tiene que cambiar el patio para que abandonemos la rueda antes del 2050, aunque solo sea por el gusto que da liarte a patadas con ellas cuando te bajas del coche con un cabreo del quince y tres litros de gasolina menos.

Al lío. Que digo yo que mientras algún visionario consigue que no precisemos neumáticos para movernos, algunos urbanistas sueñan con que circulemos dando pedales por los aires, como por ejemplo el proyecto de Exterior Architecture para que los londinenses le den a las bielas por puentes sobreelevados del suelo y en los que no haya miedo de que los coches los arrollen ni los peatones crucen de manera temeraria,

o el bicimetro del arquitecto Richard Moretta, un sistema de doble túnel sobreelevado en el que los ciclistas circulan por un sentido único (este me gusta menos, se te olvidan las llaves o el donuts y a ver como das la vuelta)

Nota del arquitectador:  La verdad es que estaría genial, no solo por sus ventajas mediambientales, la seguridad de las vías  o por el ejercicio que íbamos a hacer. Ojala que algún día lleguemos a verlo. También tenemos otros ejemplos, en este caso de transporte público, que personalmente me creo mucho menos como éste que realiza una empresa china