Arquitectación Arquitectación

Si la arquitectura te rodea, deberías empezar a fijarte en ella

Archivo de septiembre, 2013

Un coliseo con 200.000 piezas de Lego©

Maravillosa imagen del blog de Joaquin Morales

Maravillosa imagen del blog de Joaquin Morales

Conozco personas que confiesan haber querido ser arquitectos, pero que no se atrevieron o escogieron otro camino, los más de ellos agobiados por «lo mal» que se les daba el dibujo, hay quién ya desde tierno infante aspiraba a ser arquitecto y también quién, como yo, nunca pensó seguir este camino, sin embargo la vida nos va llevando por cualquier senda mientras creemos ser dueños de nuestro futuro.

Sin embargo, cuando uno mismo se pone a analizarlo, puede recordar premonitorias señales, pequeños acontecimientos que presagiaban este final. En mi época, el juego de construcción por excelencia era el Exin Castillos, un puzzle de piezas encajables con los que dejar soltar la imaginación y las ansias constructoras rematadas siempre con aquellos capuchones rojos que coronaban la inevitable torre, a la espera de que un seis de enero después, nos cayera del cielo otra caja de piezas que nos permitiera hacerla más alta, más ancha, más grandiosa. Los pelos como alcayatas, oiga.

Tras la generación del beibibum llegaron aquellos otros juegos de construcción con más accesorios, más versátiles -al final tanto castillo se nos quedaba un poco monoestilístico- más coloristas y con más capacidad de innovar y de imitar construcciones de todas las épocas, y ampliar el espectro de las fortalezas a cualquier edificación. Todo esto me lo ha recordado el articulo de los siempre recomendables chicos de Cosas de Arquitectos en el que nos cuentan como se puede construir, si tienes 200.000 piezas de LEGO©, una reproducción del Coliseo romano , que me gusta tanto por su escala como por su puesta en escena, con esa sección en tres dimensiones que lo hace casi tan apetecible como el propio coso de la ciudad eterna. Os recomiendo pinchar en la foto -¡al terminar este post! y leer el articulo.

coliseo

Ya imagino que no todo el que juega con piezas de construcción o hace castillos de arena, dirige sus pasos hacia el mundo de la construcción al llegar a adulto, pero puedo deciros que si mis padres hubiesen analizado el numero de horas que jugué con estas maravillas en comparación con mis sobrecitos de soldados, o aquel fuerte-empalizada del oeste por el que tanto suspiré, habrían descubierto -y me lo podrían haber dicho antes, ahorrándome años de búsqueda- cual habría sido mi final.

Nota del arquitectador: A los veinticinco años, me llegó otro regalo por el que suspirábamos muchos en aquella época: un Meccano. Me aterroriza la idea de que si además del Exin Castillos los reyes me hubiesen traído el Meccano, hoy podría ser…..¡Calatrava! ¡Glub!

 

 

¿Caben 1,9 millones de personas en un kilómetro cuadrado?

¿Temor a las aglomeraciones? ¿comportamiento antisocial? ¿Individualismo pertinaz? Salga de aquí sin hacer ruido. Éste no es su post.

Ciudad amurallada de Kowloon, en Hong Kong

Ciudad amurallada de Kowloon, en Hong Kong

¿Agorafobia? ¿Miedo a la soledad? Enhorabuena, despistado internauta que has llegado a este rincón oscuro de la red, estás en el sitio indicado. Te invito a un paseo por la ciudad de la oscuridad, el lugar que llegó a ser el más denso del mundo con -dicen- 50.000 personas en 0,026 kilómetros cuadrados, la friolera de 1,9 millones/km2. El sueño de Martin Handford, autor de «Buscando a Wally».

Las reuniones de cambio de presidente en la comunidad debían de ser para grabarlas

Las reuniones de cambio de presidente en la comunidad debieron ser para grabarlas

Hablamos de un pequeño reducto,  hoy demolido por completo, en la ciudad de Hong Kong que se situó en un vacío de legalidad tras los tratados entre China y el Imperio Britanico , quedando geográficamente dentro de la colonia pero sin pertenecer administrativamente a ella, y que sobrevivió hasta la segunda guerra mundial ajeno a lo que sucedía fuera de sus murallas. La ciudad amurallada de Kowloon, fue bombardeada por los japoneses durante la segunda guerra mundial y tras utilizarse la piedra de sus murallas para la construcción de un aeropuerto en sus alrededores, la ciudad quedo como refugio de ilegales y comenzó su exponencial crecimiento en medio de una anarquía urbanística notable.

Parece ser que solo había dos normas a cumplir para la construcción en sus estrechas calles, dejar la instalación eléctrica vista  y accesible para poder atajar los seguramente habituales incendios y no sobrepasar las catorce alturas por aquello del cercano aeropuerto que os comentaba antes.

El crecimiento urbano, donde cada cual podía construir sobre la vivienda de alguien sin ningún sentido ni asesoramiento técnico, el aumento de la delincuencia y las condiciones de insalubridad del asentamiento -solo ocho puntos de agua suministraban a toda la población- hicieron que en 1991 se comenzase su demolición para colocar lo que hoy en día es un parque más de la ciudad de Hong Kong y terminar así con este desaguisado.

Ya sé que a algunos les parecerá que la foto no dista mucho de determinados lugares que tenemos hoy en día en nuestras ciudades, pero si somos de verdad sinceros nos daremos cuenta de que ni de lejos llegamos a las densidades y la falta de servicios de la que estamos hablando y de la que afortunadamente, ya no podemos prescindir.

Nota del arquitectador:  He leído por la red que además de fumaderos de opio, prostitución y delincuencia, abundaban -agarraos a la silla- los dentistas, ya que podían ejercer sin ninguna titulación en el lugar y a la alta demanda de ellos en la ciudad. A mí, han dejado de dolerme las muelas para siempre.

 

 

 

 

 

 

 

 

El tamaño importa: la casa más estrecha del mundo

Este fin de semana mientras un buen amigo me narraba su visita al dentista para reordenarse la piñata y cubrir definitivamente esos espacios que surgen entre las piezas dentales y que no tienen otro sentido que alojar esos «pa luegos» que nos incomodan, pensaba en como la ciudad tiene problemas similares a los de una dentadura. Es preciso ofrecerle un mantenimiento diario, supone una carta de presentación ante los visitantes, el tiempo tiende a moverla y crear espacios inútiles y antiestéticos y pasado un tiempo hay que remozarla o incluso sustituir algunos de sus elementos. Mis queridos amigos, tal vez solo seamos las caries en las muelas de algún gigante, que abre la boca cada doce horas para dejar entrar la luz.

No, no cumple con ninguna norma, pero tiene su gracia

No, no cumple con ninguna norma, pero tiene su gracia

Meditando sobre los espacios que quedan y lo preciso que es hacer algo con ellos he recordado la casa Keret, una vivienda -es más bien un experimento- de apenas 1,2 m de ancho en un espacio residual de la ciudad de Varsovia en la que el arquitecto, un polaco con más valor que El Cordobés, se lanzó a realizar un proyecto imposible y lo hizo realidad.

Verdaderamente no se trata de que la gente viva en un lugar así, aunque desde luego es mejor que el callejón inmundo que debía estar en ese lugar, justo antes de que se ubicara esta construcción cuya estructura, a base de cerchas trianguladas verticales, se montó como veréis en el vídeo en un aparcamiento de los alrededores de la ciudad y se colocó en la brecha urbana que ocupa hoy en día, en una pieza.

 

Nota del arquitectador: La vivienda, cómoda, lo que se dice cómoda no debe de ser. Siempre que en una obra me preguntan cuanto espacio ha de quedar por delante del inodoro, digo la misma broma :»lo suficiente para sentarte y mantener abierto el Wall Street Journal». Mucho me temo que en este caso la vara de medir es el Pronto.

Arquitectura para vivir tras el apocalipsis

Me pueden los mundos post apocalípticos. Es decir, me dejan el alma y la hombría como pasas de Corinto, pero me atraen más allá de lo razonable, y no es poco el tiempo que dedico a pensar como sería este valle de lagrimas más allá de nuestras pequeñas cuitas, si a algún loco le diera por sentarse en el botón rojo por descuido, o simplemente nos dejaran destrozar la tierra a placer. Lo cierto es que no me decido sobre si me da más miedo llegar a verlo o marcharme antes (es que lo veo cerca, chavales).

Si el apocalipsis llega, aquí no se va a estar tan mal....al principio

Si el apocalipsis llega, aquí no se va a estar tan mal….al principio

En todo caso, imagino que tras el impacto inicial del meteorito, la llamarada nuclear o el virus mutante, nuestros edificios, como consecuencia de que nuestras preocupaciones se centrasen en otros menesteres, fuesen cayendo en el abandono y finalmente en la ruina. Por eso me sorprende que en todas las películas que uno puede ver con estás hipótesis tan poco halagüeñas para la humanidad, los edificios están casi impolutos y apenas un poco de basura mal repartida, nos recuerde que hay un director de atrezzo que hace su trabajo.

Verdaderamente, en no muchos años los revestimientos continuos se desprenderían, la humedad y la falta de mantenimiento de las cubiertas harían que se abriese la primera brecha en nuestras casas y en no más de diez o quince años la mayoría de los edificios normales tendrían severas muestras de necesitar una ITE o al menos un proyecto de reforma. La boca se me hace agua y podría llegar al climax solo de pensarlo si no fuese por esos malditos zombies que entorpecerán semejante burbuja.

Para solucionarlo, el estudio KWK Promes realizó este proyecto de vivienda de seguridad con muros móviles y huecos en las fachadas, que no son simplemente ventanas, sino que pueden convertir la vivienda en un cubo cerrado -la tentación era decir hermético, pero no será para tanto, digo yo- que impida la entrada de intrusos, visitas no deseadas y suegras que traen pañitos de ganchillo para los brazos del sofá. Evidentemente también puede utilizarse para mantener un tropel de zombies fuera de los límites de nuestro sereno hogar mientras damos buena cuenta de las latillas que nos quedan y de aquella pata de jamón rancia.

Me imagino un día dentro de esa casa, chupando esa pezuña reseca y preguntándome si esos chillones de ahí fuera no comen mejor que yo. Maldita sea, yo muto.

Nota del arquitectador: Observo con frustante resquemor como en ese proyecto falta la barbacoa y un buen cartel de forja a la entrada que ponga Villa Cubo. Esos pequeños detalles cuya falta destroza cualquier proyecto.

 

 

 

Arquitectura industrializada, pero con límites

He de reconocer que soy fan de la industrialización en la edificación, sin embargo siempre me topo con una voz interior que me alerta de ciertos peligros en los que se puede incurrir, si pretendemos convertir la construcción de hogares en solo un proceso, como si de fabricar lavadoras se tratase.

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A la vista de esta fotografía del complejo Buenaventura en Chihuahua, Mexico, no se hace preciso explicar cual es uno de los mayores riesgos, el de la clonacion infinita y la transformación de las ciudades o partes de ella en cintas sin fín de cajitas iguales, al modo de estanterías de un gigantesco almacén de seres humanos que pernoctan en su interior, cuál humanos en sus células de energía en matrix.

Pero ese no es el único riesgo. La necesaria orientación y referencia en el interior de las ciudades es uno de los puntos claves en la planificación de éstas y como podréis imaginar, en estas calles de la foto será frecuente encontrar quién agite un papel con una dirección buscando ayuda o simplemente nos asalte en los semáforos al grito de «¡por favor! ¡Llevó dos días intentando salir de aquí, sáqueme usted de ésto o al menos avise a mi mujer y a mis hijos!»

Mientras el semáforo se abre y les vemos hacerse pequeñitos en el retrovisor -«¡dígales que les quieroo!» parecen gritar- es importante también pensar en ese otro riesgo menos tangible pero mucho mas cotidiano como es el de la despersonalización de nuestros hogares, algo que transcurridos varios años desde la entrega de cualquier urbanizacion de adobad…adosados, podemos observar en la diferenciación que cada propietario ha intentado hacer con su pequeño palacio.

Esas alegres filigranas de forja torneada en los vallados, esos porches pizpiretos cubriendo las entradas, esas columnas dóricas que el propietario mandó instalar para gritar al mundo que detesta su casa, al arquitecto, al concejal y por supuesto los ordenes clásicos, no son ni más ni menos que ese sordo deseo de diferenciarnos de los demás, y de estallar en un bramido que indique sin ninguna duda, que somos únicos.

Y esto es tan necesario cómo que no vistamos todos igual. Algo que se entiende mucho mejor y que está más aceptado.

La arquitectura es construcción, pero a la inversa no necesariamente

Podría deciros que el término arquitectacion llegó tras una iluminada aparición virginal y que debe su indudable chispa a la intervención divina y a un talento innato para la originalidad. Nada más lejos. El término, que surgió unos años antes de comenzar este blog, aunaba en solo vocablo la descripción de dos profesiones, la de arquitecto y aparejador y los conocimientos de dos materias, la arquitectura y la construcción.

Por todo ello, me parece oportuno que la construcción forme parte importante de lo que aquí se lea, ya que como nos han enseñado, incluso algunos programas de televisión (megaconstrucciones y algún que otro reality show de triste recuerdo), arquitectura y construcción van indefectiblemente de la mano, aunque en este caso os traiga un vídeo que sí tiene mucho que ver con la construcción, pertenece más al mundo de la ingeniería civil donde toda la obra es estructura y no hay fachadas, ni ventanas, ni obra de albañilería, ni ventilaciones, ni iluminaciones, ni usos cotidianos, ni instalaciones de habitabilidad, es decir lo que suele ser una obra de ingeniería al uso.

Una muy interesante explicación de como se construye un puente de voladizos sucesivos.

Nota del arquitectador: Reconozco todos los elementos que aparecen en el vídeo, lo cual no me faculta para construir un puente. Espero que nadie pueda diseñar edificios por el hecho de saber qué es el hormigón y vivir en uno.

Para criticar arquitectura hay que estar desnudo

Hoy estoy de morros. Hoy también.

Tengo por costumbre poner en entredicho aquello que sólo tiene como finalidad el entretenimiento estético o exhibicionista, los edificios que sólo pretenden asombrar con su forma, su sombra, su volumen o su textura. Salen sapos y culebras de mi boca y mi teclado cuando no somos capaces de recordar el nombre de ninguna arquitecta famosa a este lado del Éufrates, y al comprobar que sólo poniendo cinco o seis curvas innecesarias de más, nos impacta una obra y la creemos digna de estar en telediarios, páginas de arquitectura y por supuesto en nuestro selecto muro de facebook.Que se sepa que estamos a la última y que estas gafas de pasta están graduadas de verdad. Menudo soy yo.

Pero no nos engañemos, la arquitectura, los edificios, las pieles – aquí los que me conocen saben que me ha venido la arcada (1)– no solo pueden tener una función térmica o de producción energética, no basta con que sean el abrigo y la sombrilla de nuestro hogar o nuestro lugar de trabajo, deben ser además los vestidos que nos definan y marquen nuestra personalidad como grupo y como sociedad.

No podemos en ningún caso obviar la función estética de nuestros edificios en la búsqueda de que cada centímetro de nuestra piel -puaj- se convierta en una pila o en un generador de voltios, vatios e imágenes industrializadas de nuestras calles.
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Edificio bioclimatico piscinas Gamarra. Ramon Ruiz-Cuevas Peña

Discutiendo con un amigo ingeniero sobre este asunto y asumiendo como arquitecto, que para ser atendido iba a tener que aportar al debate algo más que la historia resumida de la arquitectura para dummies, que leo para ilustrar las sobremesas, observaba su pulcra camisa que quería asomar debajo de un enorme logo con dos caballos o sus pantalones cuidadosamente remangados en dos sutiles vueltas a la última moda ( lo mismo es la penúltima, no estoy muy al tanto). En esta reflexión estaba, cuando me pareció escucharle algo sobre fachadas funcionales y sobre la inutilidad de que la estética en las ciudad y edificios sea tenida en cuenta: solo hay macizos y vanos, solo lugares por los que entra el sol o por los que se pierde el calor, lo demás son milongas. O mandangas, no le escuche muy bien, con los chillidos que emitía al lanzarme sobre su tibia, para clavarle mis colmillos de lobo huargo. Unas hebras de sus pantalones de marca entre mis molares lo demuestran.

Estoy contento de que haya gente que denoste el trabajo estético de los arquitectos- que solo es una parte, ni siquiera la mitad de nuestro trabajo- porque salvo que lo defiendan en una playa nudista va a ser muy fácil rebatírselo.

Nota del arquitectador (1): Arcada, que precioso término que define una sucesión de arcos, tan mal elegido para nombrar el acceso del vomito que me produce llamar piel a una fachada solo por afán intelectualoide

Arquitectura olímpica ¿y después qué?

Salgo de un local abandonado hace años con los pies llenos de polvo y las manos negras. Vamos a convertirlo en vivienda y he estado tomando medidas y datos para levantar los planos. Salgo y observo el portón de entrada, visualizando ya el frente de acero revestido de madera que tengo pensado para la fachada. Sí, va a quedar de muerte.

Cierro la puerta y entro en el bar de la esquina para lavarme. Pido un café cortado mientras la televisión vocea lo bueno que todo va a ser, si Madrid se convierte al fin en ciudad olímpica. El camarero, un dominicano de aire lánguido y yo, cruzamos una mirada escéptica.

-Dentro de siete años….-dice-… vete tú a saber, chico. Si te dicen que dentro de siete años vas a ser millonario….

-¡No puedo esperar tanto! – le interrumpo.

Nos reímos tristemente, sin ruido. No hay nadie mas en el bar, una de esas tabernas antiguas, donde se puede adivinar aún el rancio olor del tabaco fumado hace años que la prohibición no ha logrado arrancar de las paredes churretosas. Me consigo despegar del taburete a duras penas para ir al baño y a mi regreso a la barra el bar sigue vacío y la cochambre no ha resurgido como el ave fénix, a pesar de mis plegarias mientras buscaba un lugar donde secarme las manos.

La foto es a mala idea. La mayoría de las infraestructuras de la olimpiada de Atenas 2004 está en franco estado de abandono

Cuando pierdo mi mirada en el televisor, pienso en los edificios que se harán para el evento soñado por nuestros sucesivos alcaldes y me doy cuenta de que me importa un comino su arquitectura, me resbalan el estilo y el autor, la Olimpiada, si se hace, será espectacular y maravillosa, se inaugurará y abriremos los ojos y la boca para no volver a cerrarla hasta que entre el ganador del maratón, arropado por un griterío ensordecedor. Puede que más de media hora después, cruce la meta  el último participante, con el estadio mucho más silencioso, aunque su esfuerzo haya sido sin duda, mucho mayor que el del primero.

El maratón, como tantas otras pruebas de fondo, no es más que una metáfora de la vida, como lo es también la arquitectura. Una larga preparación hasta que un hombre normal, una ciudad, un arquitecto, deciden presentarse a la prueba de su vida, un maratón, una olimpiada, un edificio. Nervios durante la salida y una larguísima prueba donde la cabeza va tomando protagonismo. Llegado el kilómetro treinta, las piernas dejan de tener la importancia que se les suele adjudicar y el cerebro, pasado el treinta y cinco les arrebata la capacidad de parar. De ahí al final, al momento de la llegada, al momento de la celebración final, de la ceremonia de cierre de las olimpiadas, de la inauguración de la obra, solo queda sufrir y al final, solo muy al final, disfrutar.

Pero ¿que sucede después? ¿Que pasa el día después del maratón? ¿que pasa con esos edificios el día después de la ceremonia de cierre de unos juegos olímpicos? ¿Acaso este decrépito bar, no tuvo su época dorada? ¿Acaso el olor a pintura nueva y los brillos cromados de la barra no llenaron de orgullo y esperanza a un dueño, hace ya años? ¿No hubo un eterno soniquete de conversaciones, solo alteradas por golpes de fichas de domino y risas en sus mesas? ¿En que momento se permitió que se convirtiera en este templo del churrete y de la mugre?

Os diré lo que me preocupa y lo que me importa de verdad desde el punto de vista arquitectónico sobre la celebración de la Olimpiada:

-Que las infraestructuras, deportivas y sociales estén dimensionadas no solo para la necesidad del evento sino también y principalmente para las necesidades de la ciudad y sus habitantes.

-Que edificios, pabellones y residencias no se conviertan en escenarios apocalípticos donde se visite el esplendor perdido de un pasado épico y efímero.

-Que el mantenimiento de todo ello esté pensado desde antes de hacerse para que años después no se descubra que es imposible de acometer la tarea de mantenerlos vivos.

Que la rentabilidad, no solo económica, sino social pueda medirse y sea lo suficientemente buena como para que la inversión merezca la pena. Aquí, no hablo de dinero, hablo de mejora de la comunidad y del beneficio social. Lo cual tampoco significa que se tenga que hipotecar el futuro de dos generaciones para pagarlo.

En definitiva, que el movimiento económico y arquitectónico tenga una repercusión suficiente y mantenida en las vidas de los ciudadanos y que muchos años mas tarde, si procede, recordemos el año de la olimpiada como el año en el que se construyó esa vivienda de alquiler que un día albergó a un campeón de jabalina y hoy sirve de techo a quien lo precise, que sea el año de la inauguración de aquella biblioteca que otrora fue lugar de descanso de deportista y que sea recordado como el año de la inversión pensada e inteligente. Ahí es nada.

-¿Qué le debo jefe?

-Uno treinta, compañero- dice sin retirar la mirada de la televisión.

Tengo que echar unas toallitas húmedas al maletín y el café tomarlo en casa.

Nota del arquitectador: Me debato entre el deseo de albergar una olimpiada en Madrid y la duda sobre su oportunidad. Os diré la verdad, no me decido, aunque como en la vida hay que arriesgar y no hacer nada no nos llevará a mejorar, me declaro abierto a que me demuestren que será bueno. Juro por Akhenaton que me alegraré mañana. En cualquier caso.

 

Anécdotas de obra (III)

Ante la lluvia de peticiones me veo obligado a narrar otra tanda de anécdotas del curioso y nunca bien ponderado mundillo de las obras. Ahí van:

Tengo un compañero y amigo que trabajó durante unos años en un lugar pequeño de esos en los que todo el mundo se conoce en muchos kilómetros a la redonda. El arquitecto con el que trabajaba, nunca le acompañaba a la toma de datos cuando tenían que hacer alguna obra de rehabilitación. Un día, al llegar al estudio, se ofreció a acompañarle a tomar unos datos para una obra, cosa que le extrañó bastante, sobre todo cuando le dijo que prefería ir en el coche de mi amigo.
Cuando llegaron al lugar en cuestión, que resultó ser el burdel de la comarca, mi amigo comprendió el interés por acompañarle ese día a la toma de datos, y también por que fuese su coche y no el de su jefe, el medio de transporte elegido, sobre todo porque -cosas de los sitios pequeños- cuando mi amigo llegó a su casa esa noche, su mujer ya tenía ciertas noticias de que su utilitario había sido visto aparcado en lugares donde no debía estar.
Ya sabéis, a ciertos sitios se va en taxi.

………oOo………..

Durante una corta temporada, compartí mi trabajo habitual con una colaboración en una pequeña empresa de rehabilitaciones. Aquello era un pequeño cortijo en el que el encargado de obra, con un perfil exacto al de un señor que apareció durante muchos años en las monedas de duro, y el mismo tono de voz melodioso que Malamadre hacía y deshacía a su antojo.
Un día, le escuché en la oficina debatir con otro secuaz, la mejor forma de comenzar un corte con un serrucho:
-¿Qué es lo que queréis cortar?
-La bañera del chalet de La Moraleja, que no cabe en el baño, le faltan cinco centímetros
Por un lado me recorrió un escalofrío. La bañera la había comprado el dueño del chalet de una urbanizacion de lujo de Madrid, y tenía todo lo que un hidromasaje puede tener…pagando más de 9000 euros, claro. Por otro, imaginé lo que pasaría si le permitía seguir adelante y reconozco que estuve a un pelo de dejarle continuar con su plan. Al final me rajé y le prohibí hacer aquella felonía. Aun hay noches que me despierto bañado en sudor, justo cuando aquel cirujano plástico que nunca supo lo que se le venía encima, se abalanza sobre mi, serrucho en mano.
……..oO………
Trabaje en una obra con un arquitecto de mucho renombre pero ya con muchos años. Un día, mientras nos explicaba un detalle constructivo, empezó a garabatearnos la solución con un lápiz sobre el libro de órdenes. A cada palabra, una nueva línea en forma de garabato quedaba impresa en el papel. Cuando terminó, el dibujo podría haber sido el de un niño de cuatro años que hace círculos una y otra vez con la incansable pertinacia de su párvula imaginación.

Huelga decir que nadie de los que estábamos allí comprendió nada, pero guardamos un respetuoso silencio hasta que se marchó. Luego fuimos de despacho en despacho para preguntarnos unos a otros si sabíamos lo que había que hacer. Cuando comprendimos que nosotros no, porque él tampoco, optamos por una solución discreta y funcional y nunca más se mencionó el tema.
Años después, durante una reunión,….bah, esto mejor no lo cuento.

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……..oOo……….
Durante mis primeros años como jefe de obra, tuve la suerte de coincidir con magníficos profesionales que marcaron decididamente mi vida profesional. En una de las obras en las que fuí ayudante y antes de empezar la misma, estuvimos durante un mes calculando los costes, para comprobar su rentabilidad. Cuando finalmente obtuvimos el número….nos quedamos pálidos. La obra perdía casi 10 dígitos (en pesetas). El jefe de obra, un hombre sereno de los que uno quiere tener al lado en las situaciones difíciles y muy acostumbrado a esas lides, entró, vio el número, miró nuestras caras desencajadas y se echó a reír:
-No tengáis problema. Sí perdiésemos 90 tendríamos un problema grave, pero perdiendo 900 el problema es de alguien de arriba que tendrá que sentarse en una mesa a resolverlo y nos dejarán hacer la obra tranquilamente.
Y así fue.

¿Existe una ciudad subterránea?

El post de hoy iba a versar sobre la ciudad que se repite en nuestras azoteas y crea un paisaje distinto de nuestras calles, convertidas en terrazas, tejados, chimeneas y maravillosos o ruines rincones que coronan nuestros edificios.

Sin embargo, pensando sobre los tres hábitats que estratifican nuestras ciudades, la urbe tal y como la conocemos, la ciudad en sus azoteas y la ciudad subterránea, he recordado un viaje que hice hace más de veinte años a Canadá y donde me impactó profundamente la ciudad que bajo sus calles, permite a los habitantes circular, comer, comprar, acceder a sus trabajos y en definitiva vivir, y he decidido enterrar por el momento las azoteas y sumergiros en los túneles de las ciudades.

Las gélidas temperaturas de la ciudad de Toronto -y también de otras ciudades como Montreal- requerían poder ofrecer a los ciudadanos una protección al frió y un recorrido alternativo y seguro alejado de las nevadas que paralizaban la superficie. La solución fue que bajo las calles y construcciones, se habilitasen superficies comerciales, recorridos que permitían el acceso desde el subterráneo a más de 50 edificios, conexión con las comunicaciones, restaurantes, tiendas,…una repetición de la ciudad bajo ella misma, para su mejor aprovechamiento.

Durante la década de los 90, en la que pude presenciar esto, se estaba extendiendo como la pólvora en España el fenómeno de los centros comerciales, y era espectacular para nosotros, presenciar un centro comercial que tenía decenas de kilómetros de longitud a muchos metros de profundidad y con acceso al exterior por cada edificio.

Yo le hubiese puesto la música de Benny Hill, ganaría mucho

El primer recorrido enterrado de Toronto se creo en 1900 cuando el T Eaton Co. unió a su tienda principal en 178 Yonge St. a su anexo mediante túneles. En 1917 había cinco túneles en el centro de la ciudad. Con la apertura de la estación de la unión en 1927, se construyó un túnel subterráneo para conectarlo a la Royal York Hotel (ahora conocido como el Fairmont Royal York). El crecimiento real del recorrido subterráneo o Path comenzó en la década de 1970, cuando se construyó un túnel para conectar el Richmond-Adelaide y el Centro Sheraton. Desde ahí hasta los 27 km del recorrido subterráneo actual, sus 125 puntos de acceso y sus 371.600 km cuadrados de superficie, que lo convierten según el libro Guinnes de los récords en la mayor superficie comercial subterránea. 

Como podréis ver en el vídeo, uno de los problemas de la ciudad es la ausencia de referencias o hitos que les permitan a esos pobres canadienses orientarse y no depender permanentemente del mapa de los pasadizos. Algo que, debo confesar, este escribano sufre con frecuencia en los centros comerciales.

Es cierto que no es la imagen de ciudad que me gusta, o al menos eso decimos todos, porque luego se nos van los pies hacia las calles comerciales -a unos más que otros- y caminamos como zombies de un lado a otro de los centros comerciales a ver en que escaparate nos vemos menos rollizos, pero no deja de ser una curiosidad que quería traeros para poder reflexionar sobre ciudades diferentes en este mundo globalizado, en el que si no lo evitamos, algún día alguien propondrá repetir una ciudad o ¿por qué no?, que todas las ciudades sean exactamente iguales, con los mismos nombres, las mismas avenidas, las mismas tiendas y los mismos edificios,…¡que escalofriante!

Nota del arquitectador: Años más tarde, cursando la asignatura de urbanismo, propusimos durante un ejercicio de grupo, una ciudad enterrada de manera similar a ésto, donde liberábamos metros cuadrados públicos en superficie como para que no fuese un sueño que los niños jugasen en la calle y enriqueciesen a los fabricantes de mercromina verano tras verano. Yo aprobé de milagro, tras tener que rehacer todo el ejercicio ante la más que reticente mirada de mi profesora, y la mercromina la prohibieron. Soy un visionario.