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Si la arquitectura te rodea, deberías empezar a fijarte en ella

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Arquitectura y especialización: si Fernando Alonso corriese con un prototipo cada carrera

En la mayoría de los sectores la industrialización y la automatización de procesos se implantó a lo largo de todo el siglo XX, fundamentalmente en su segunda mitad, acelerada por el encarecimiento de la mano de obra, la especialización del trabajo y el desarrollo tecnologico.

En el sector de la arquitectura y construcción por supuesto que tambien lo hizo, pero en un grado infinitamente menor del resto de ámbitos laborales, y a años luz de los procesos industriales a pesar de que ha sido el sector que más recursos humanos y materiales ha requerido y tambien el que más ha influido en el producto interior bruto del pais durante muchos años.

Un trabajador de la construcción FOTO EFE/ARCHIVO

Lejos de hacer un análisis de ello, sí que me atrevo a lanzar al aire algunos de los motivos que creo que han influido en ello:

  • La dificultad para establecer un producto homogéneo. En nuestro país es difícil hacer dos obras iguales por razones climatológicas, urbanísticas, y desde luego sociales. Nadie quiere tener una casa igual al vecino de la parcela de al lado y la personalización de nuestro hogar es nuestra bandera.
  • A partir del punto anterior cada proyecto, cada obra es un prototipo. Un ejemplar único en el que acumular errores. Imaginemos que Fernando Alonso corriese con el primer coche que saliese de la factoría Ferrari cada año, no hubiese oportunidad de realizarle las mejoras oportunas, y en cada carrera tuviese que correr con un coche distinto en el que solo pudiesen aplicar algunas de las correcciones de coches anteriores. Eso es lo que sucede en nuestros proyectos y en nuestros edificios.
  • El cambio constante de equipos de trabajo. Imaginemos que ese hipotético bólido rojo del piloto astur además estuviese diseñado para cada carrera pero construido por técnicos y mecánicos diferentes en cada una de ellas. En nuestros proyectos de edificación, al margen de que puedan estar diseñados por distintos autores, cada uno de estos ha de trabajar con equipos distintos de ingenieria o construcción en según que obra, por razones económicas, de interés del cliente, etc. Cada comienzo de una obra es un nuevo comienzo de curso en el que volver a explicar, contar, hacer nuevos amigos, irreconciliables enemigos…un engrase continuo de maquinaria que justo cuando está puesta a punto, aproximadamente al final de las obras, se desmonta y sus piezas y engranajes se reparten por otros lugares y obras para poder empezar de nuevo en un nuevo edificio.
  • La atomización y falta de especialización del sector de la edificación es un clásico. La mayoría de las empresas especializadas no pueden asumir una plantilla más allá de cinco personas que además tienen un alto nivel de rotación por los altibajos del sector. Esto hace prácticamente imposible la formación y la especialización.
  • Sería absurdo pensar que los mecánicos que llevan las ruedas de Fernado Alonso no tienen ninguna preparación. Estoy seguro de que tienen una formación de alto nivel en su trabajo y que a pesar de lo que se pueda pensar, transportar las ruedas, mantener su temperatura y colocarlas en el lugar y momento preciso no es una tarea nada fácil, ni carente de ciencia. En el sector de la construcción, la formación específica de los trabajadores es NULA. Se llega a un oficio por el aprendizaje mientras se realiza, quedando todas y cada una de las primeras labores ejecutadas (lo que serían las practicas del aprendiz en cualquier otro sector) en la pared de una futura oficina, el pilar de un edificio de veinte plantas o la pared de tu cocina.
    Al hilo de esto se ha hablado mucho sobre la formación y acreditación de los trabajadores de la construcción, pero en la práctica solo se ha aumentado la burocracia y se han puesto palos en la rueda del avance del sector.

No son las únicas, pero sí algunas de las que no siempre se mencionan. No estoy hoy falto de autocrítica, ni mucho menos. La labor de proyectistas y directores de obra y ejecución merece una revisión sin duda, a pesar de haber avanzado muchísimo en la metodología de trabajo en los últimos años. Sin embargo no es posible que sin solucionar esos otros problemas la responsabilidad civil de nuestros números de colegiado asuma las maneras de trabajar decimonónicas de nuestros sector.
Y aquí es donde creo que la administración debería tener un plan global de mejora de un sector que ha pagado las nóminas del país durante décadas y que más tarde o más temprano, volverá a hacerlo. Esperemos que cuando llegue el momento, podamos hacerlo mejor.

Nota del arquitectador: En una de las obras en las que participé, un promotor hablaba de que no contrataría a un arquitecto novel porque tampoco dejaría que le operase un cirujano principiante. Me quedé pensando si el buen hombre sabría que su edificio lo habían construido albañiles, encofradores, y yeseros nobeles, sin importarle para nada.

Las típicas anécdotas de obra (IV)

Pensaríais que ya había terminado con el anecdotario. Ay pequeñuelos, ¡cuán errados estáis!

En la obra no se mea

Ya os he hablado en alguna ocasión de dos fenómenos que he tenido la ocasión de ver en las obras: el primero es la afición de todo trabajador de una obra sin importar el grado y la condición a acercarse a los pilares con la aviesa intención de orinarlos, quizá por ver si crecen con semejante aporte de nutrientes o al menos para que estén suaves gracias a la urea. El segundo es de una compañera que tuve de ayudante mía en una obra. La muchacha, rubita con ojos azules gustaba de dirigirse a los operarios con la voz de Malamadre.
Un día ambos fenomenos se aliaron para ofrecerme una de las escenas más rocambolescas que he podido presenciar. El mismisimo Benny Hill hubiese disfrutado viendo a mi rubicunda compañera dar vueltas dando voces alrededor de un pilar tras un operario que -miembro en mano- intentaba por todos los medios terminar la faena sin ser observado o amputado, pues en aquel momento ninguno sabíamos de las intenciones de la fierecilla en cuestión. Ese día yo supe que no podría volver a reir tanto y el operario que jamás hay que miccionar fuera de los servicios de la obra, que haberlos los había.

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La potencia del círculo
Sucedió que mientras estábamos un grupo de técnicos en una visita de obra, el arquitecto director, un anciano venerable, catedrático y muy considerado en la profesión se paró de repente en el patio central del edificio, una suerte de claustro circular de más de 30 metros de diámetro y de repente, mirando hacia el cielo abierto, espetó con tono de admiración:

-«¡… la potencia del circulo!»

Todos a su alrededor, que andábamos preocupados por temas mucho más mundanos, por ejemplo como terminar aquel círculo que no acababa de estar definido y que nos estaba volviendo locos, soltamos un gruñido de aprobación y bajamos la cabeza no fuera que nos fuese a preguntar si entendíamos lo que decía.

Desde entonces, no hubo día que no pasase por aquel patio sin recordar aquella frase. Años despues volvía por allí y observé unas cuantas fisuras consecuencia de aquellas indefiniciones pertinaces que no terminaban nunca de aclararse. No pude sino ponerme en el centro de aquel patio y gritar:

¡Me cago en el círculo!

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Las vacaciones son sagradas

Mi segundo jefe era un tipo peculiar. Justo cuando entraba en modo paternalista y bajabas la guardia te metía un sablazo o te hacía un desplante. Tardabas tiempo en acostumbrarte. Un día me dijo:

-Miguel, en esta empresa las vacaciones son sagradas – y cuando yo ya estaba pensando en irme, remató- ¡No las toca ni Dios!

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Los toros y la construcción

El mismo individuo, que solo venía a la obra a que le diéramos el parte o a que un peón le lavase el coche -era el año 1991, las cosas han cambiado mucho afortunadamente- un día al final de la obra se presentó y me preguntó si tenía chatarra. Entonces la chatarra que se iba acumulando durante toda la obra, fundamentalmente en la fase de estructura en la que hay muchos despuntes de acero, se vendía a un chatarrero y con lo que sacábamos se hacía una comida para el personal. Yo guardaba aquellos montones de ferralla oxidada como la virtud de mi hermana.

Pues sí, tenemos bastante, hemos guardado hasta el último despunte- dije muy orgulloso de ser tan precavido.

-Estupendo, mañana mando un camión que lo vamos a vender para comprar las entradas de los toros de San Isidro.

Huelga decir que en mis obras ya nunca más había chatarra, eso sí, nadie sabe cómo al final hacíamos una comida en la que nadie ponía un duro. Faltaría más.

Nota del arquitectador: Lo que más me molestó fue que lo gastaran en entradas para el absurdo y cruel espectáculo de los toros, imagen ancestral de un país que parece resistirse a avanzar en los derechos de los animales.

Seguridad y salud en las obras: ¿algo más que papel?

De todas las cosas que hay que hacer al comenzar una obra -aaaaleluyahh- hay una que odio por encima de todas: el momento «estosiemprelohacemosasí» con que nos responden cuando pedimos a aquellos que van a realizar la ejecución de la misma los papeles correspondientes: plan de seguridad, plan de prevención de riesgos, libro de subcontratación, etc.

Hay, eso es cierto, un sinfín de documentos y justificaciones burocráticas que cumplimentar antes de poder poner siquiera la caseta de obra y ahí está el problema. Cada documento, cada trámite es considerado por todos los agentes que participamos, simplemente eso: un trámite. Y es muy difícil luchar contra esa inercia que lleva a repetir una y otra vez el mismo corta y pega cambiando apenas el título y poco más, hasta que los planes de seguridad -por ejemplo- se convierten en verdaderos pastiches reiterados mil veces y nunca leídos hasta que un coordinador de seguridad un poco más interesado en hacer el trabajo lo mejor posible se dedica a leerlos y descubrir que pillarse los dedos con la tapa de una tanqueta no debería aparecer entre los riesgos de una obra -¡De dónde habrán copiado ésto, dioses!- o que sería difícil en una obra de saneamiento ser arrollado por esa cosechadora que aparece en el veinte por ciento de las páginas del documento, o el más habitual catálogo de maquinaria desde el atornillador eléctrico hasta la grúa torre sobre raíles en obras donde apenas se va a alicatar unos vestuarios.

Cuando coincide, gracias a la confluencia de los astros, que ese tipo que se relee los documentos antes de aprobarlos es un profesional serio, sucede que todos, absolutamente todos los agentes participantes, incluido aquel que le ha contratado y que solo quiere que la constructora empiece cuanto antes la obra, le ven como el enemigo público número uno por aquello de ser «un pijotero» y pretender que los documentos establecidos para la mejor prevención de los accidentes se hagan para este fin y no solo para cumplir el expediente.

Esto es de las pocas, poquísimas cosas que no han cambiado en los últimos veinte años. Y yo me pregunto en qué momento de la vida, alguien en lugar de inventarse leyes absurdas que no conducen a nada se concentrará en hacer que la ingente cantidad de papel en que se ha convertido el inicio de la ejecución de una obra sea verdaderamente útil en lugar de un océano de papel e impresos.

¿Seré un romántico?

Nota del arquitectador: Este post ha sido escrito entre madre, suegra, suegro, sobrinas, mujer, cuñada, dos perros, y un cuñado tocando a la guitarra «soy currante» de Luis Aguilé, una de esas ventajas de marcharse de vacaciones. Os juro que han corrido verdadero riesgo de que un portátil aterrizase sobre ellos, quizá debería añadirlo entre los riesgos previsibles y no evitables de mi próximo plan de seguridad.

¿Por qué no hay grandes constructoras extranjeras en España?

Tuve la suerte de empezar mi vida laboral en este sector de la arquitectura-construcción en obras donde constructores y promotores venían de allende los Pirineos. Aprendí lo que pude de sus protocolarios sistemas de control y sobre todo de como sus principios absolutos, sus axiomas, se derretían ante nuestra anárquica organización, quedando en claro fuera de juego y recibiendo un gol en el contraataque siguiente.

Legiones de técnicos dibujaban detalles a escalas casi reales para aportar los datos a los que ejecutaban la obra, que con grácil desparpajo, lejos de leer los planos colocaban un trozo de ladrillo roto aquí y allá, bien fijado con mortero hecho a mano para conseguir algo muy parecido a aquellas formas que los técnicos-que no bajaban a la obra, pues pensaban que con dar ordenes, éstas serían cumplidas– habían pergeñado previamente.

Inevitablemente, las programaciones de aquellos hombres tecnificados, que venían de otros mundos fallaban una y otra vez y la obra se demoraba sin solución.
Aquellos pobres europeos sudaban sangre española intentando explicar a sus gerifaltes en centroeuropa porqué en este país del sur no conseguían hacer lo que antes habían hecho en otras grandes obras en remotos países del tercer mundo.

De repente un día, cambiaba todo el equipo y nuevas huestes llegaban a dominar a este histórico relevo de la famosa y pertinaz aldea gala de Asterix, reconvertido en Pepe Gotera y Otilio. Todo inútil.

Un día en una reunión de alto nivel, ante el arquitecto de la obra, los promotores y otros técnicos de todo tipo, el director de la constructora, un francés educadísimo, un auténtico gentleman, viendo la jugada que le estaban haciendo entre todos, puso sus manos abiertas en la mesa y tras enarcar como pudo una ceja, espetó:

-«…señogues, si de vegdad van a hacegme haceg eso, sincegamente, yo…ME ENFADO«.

Yo, que era el último mono de entre los muchos últimos monos que estábamos allí, supe que se la iban a liar. Un caballero en una taberna de rufianes, acostumbrados a peleas en callejones, solicitaba un duelo de honor al amanecer tras el campanario y con padrinos. Alguien lo atravesaría con una daga traidora antes del alba. Y así fue.

Todo acabó en los tribunales. Los caballeros de allende nuestras fronteras hubieron de retirarse a sus cuarteles generales y no volvieron a estas tierras.

¿No os habéis preguntado por qué, siendo las grandes constructoras del mundo francesas, alemanas….en nuestro país no hay ni una sola que haya ejecutado una obra singular?

Nota del arquitectador: _No penséis que miro la construcción española con desdén. Al contrario, ante las frecuentes eventualidades que se producen en una obra, un técnico español es – estoy convencido – más capaz de reaccionar que su homólogo europeo. Ellos están habituados a más avanzados sistemas, y nosotros más y nos movemos con habilidad en las lides procelosas de la improvisación y de la rápida toma de decisiones. Lo cual no quiere decir que no les mire con envidia en lo que nos superan.

¡Que mal se construye en España!

Se habla mucho sobre «lo mal que se construye en España», hacemos verdaderas disertaciones desde nuestra experiencia personal o simplemente desde la sensación que crece a cada asentimiento de cabeza de nuestro interlocutor, sobre lo chapuceros y tenazas que somos en nuestro trabajo y en como ha ido empeorando la profesionalidad de nuestro sector y «lo bien que se hacían las cosas antes».

Imagen de una obra de rehabilitación

Imagen de una obra de rehabilitación

Antes de que en una de esas tertulias de barra tan nuestras, alguien se levante para dejarnos en evidencia, os quiero dar algunos datos desde mi experiencia, que siendo humilde, es bastante opuesta a esta sensación general. Me explico:

-En los último 20 años se ha pasado de una formación generalista en la construcción -como en casi todos los sectores- a una especialización, que ha hecho que los profesionales del tajo hayan ganado en conocimiento de su trabajo, aunque han perdido en «cintura», en esa ibérica habilidad para solucionar entuertos con imaginación y pocos recursos. Os recuerdo que en este país hubo una receta de tortilla sin huevo en tiempos relativamente recientes.

-Las exigencias normativas han hecho que los sistemas constructivos incorporen nuevas exigencias que mejoran significativamente la habitabilidad y las condiciones de las viviendas, que es el uso del que solemos echar pestes.

-Los sistemas constructivos y los materiales han mejorado tanto en los últimos años que el salto cualitativo en nuestros edificios ha sido exponencial tanto en acabados como en confort. Baste ver una ventana de hace veinte años y la peor de las ventanas de ahora.

El número de técnicos, inspectores y controles ha aumentado de manera exponencial. Si hace veinte años era frecuente que un tajo se diese por bueno con el mero hecho de estar terminado, hoy ha de pasar por numerosos filtros y comprobaciones.

Si damos estas premisas por ciertas, ¿que ha pasado para que la sensación de que somos poco más que un Pepe Gotera se acreciente entre gran parte de la población?. Tengo algunas teorías :

La exigencia del usuario ha crecido de manera notable. La población que venía de viviendas rurales a las ciudades tenía un nivel de exigencia mínimo. En el año 60 del siglo pasado el hecho de vivir en un lugar donde el agua llegase hasta la vivienda con la fuerza necesaria, tener un baño en el interior de la casa o luz eléctrica en la vivienda, era casi un lujo. Difícilmente iban a ponerle pegas a aquella vivienda que compraron en las afueras de una gran ciudad.

La tristemente celebre publicidad que se ha hecho para vender un piso ha hecho muchísimo daño. He visto -como diría aquel replicante- cosas que vuestros ojos no creerían, viviendas a 20 km de la ciudad que decían encontrarse en el centro, he leído folletos donde decían que no oiríamos a nuestros vecinos, he escuchado anuncios que contaban como el azulejo cocido era un acabado de lujo, y he disfrutado alicatados hasta el techo y «rodapiel» en todas las habitaciones como si fuesen trajes de Armani para nuestra casa. Yo solo espero que los hijos de los que idearon estas cuñas publicitarias sean hoy arquitectos. Pobres criaturas.

-Inquilinos por el mundo también ha hecho lo suyo. Ni lo normal, ni siquiera lo bueno es noticia. La noticia, el titular, está en ese edificio que algún cabestro construyó sobre un vertedero y ahora tiene más grietas que la cara de Darth Vader. De ahí a la normalidad hay un mundo, pero tristemente eso crea sensaciones.

-Somos españoles. Lo hacemos todo mal. Eso nos encanta decirlo. ¡Por el amor de Dios, si estabamos esperando llegar a cuartos de final -de lo que fuese- con el hacha levantada! Es extensible a todo, el antichauvinismo contradictorio de siempre. Spain is diferent y en la frase siguiente, como en España en ningún sitio. Olé. Arsa.

Y por supuesto la autocrítica. Es absolutamente cierto que hay problemas endémicos en nuestras viviendas que no hemos podido solucionar desde hace mucho tiempo. Quiero escribiros algún monográfico sobre el tema, pero me la vais a liar, que os conozco:

¿Como os explico que esos suelos de madera que calificamos de lujo, están vivos y se mueven y merman y crecen y crujen y se retuercen?

¿Como convenzo a mi cliente de que la madera en la meseta castellana es un suicidio?

¿Como le explico a la señora Juani, sin picarle toda la casa, -señora esas croquetas que está haciendo deben estar de muerte- de que los olores de su vecina al cocinar no tenemos ni puñetera idea de por donde se le meten, que hemos sellado todo con kriptonita pero sigue oliendo a sardina en su armario?

¿Con que cara le digo que hemos hecho dos tabiques y puesto aislante acustico en su dormitorio, pero que cuando llegue la Yenifer -la hija del del cuarto, oigame como le ha empollinao la chica a la Maruja, que hace nada le estabamos trenzando coletas- a las siete de la mañana, clavando los tacones, va a despertarle y a dinamitarle el sueño?

¿Que postura pongo para que me crea cuando le digo que esa gotera es condensación  que le llega el moho al bigote del abuelo, que se le está poniendo verde?

¿Como puedo quedarme serio explicándole a esta gente que el hierro de su estructura dilata y no hemos sabido solucionar sus problemas de fisuración sin emplear juntas que le subiesen el precio de su casa un diez por ciento?

¿En que momento no supimos plantarnos y sentarnos hasta solucionar ese problema que se repite una y otra vez en todas las obras?

No tengo las respuestas. No todas. Tengo muchas justificaciones, pero le escuche a una clienta una vez que en la vida hay dos tipos de personas: los «esques» y los «hayques» y no me gustaría acabar perteneciendo a los primeros, aunque os aseguro que todos tenemos muchos esques para responder a estas preguntas. Por mi parte no me queda más que hacer análisis de conciencia y aseguraros para vuestra tranquilidad que hoy, disponemos de más formación, medios y conocimientos, aunque hay muchos, muchos, muchos asuntos en los que hay que mejorar. No solo los técnicos, desde el ultimo peón hasta el propio propietario.

Pero esa es otra historia y os envenenaré con ella otro día.