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Si la arquitectura te rodea, deberías empezar a fijarte en ella

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¿Qué se puede hacer en las plazas que se diseñan actualmente?

Cuando hace algunos meses, no siendo aún escribano en esta aldea digital, leía al compañero Cesar Javier Palacios @lacronicaverde, del blog La Crónica Verde, hablando de la poca gracia que los arquitectos le daban a las plazas y lo malo que era el diseño por ordenador, dónde las líneas rectas en la pantalla, acababan siendo enormes superficies duras en las plazas y lugares comunes de nuestros pueblos y ciudades, quise por este orden, degollarle y abrazarle.

Lo primero, porque, se metía con el pan de mis hijos y eso no se lo consiento ni mucho ni poco. Luego recordé que no tengo hijos, lo que rebajó sensiblemente mi arrebato corporativista, permitiéndome revisar el artículo con mayor detenimiento y objetividad, para llegar finalmente, en una exaltación de la solidaridad bloguera, a querer abrazarle y reconocerle la razón que llevaba en muchas de las cosas que decía.

Imagen utilizada por el compañero bloguero Cesar Javier Palacios con bastante acierto

Y es que si sobre los planos me admira la capacidad que tenemos a veces de crear organizadas geometrías que culminen en un precioso «póster», que adorne las paredes del estudio, con esas tipografías livianas pero cargadas de contenido simbólico y que tan poco interesan al usuario final, tambien me horroriza, como a todo ciudadano, verme circular por esas enormes superficies soladas sin concesiones a lo natural y lo orgánico, que permita un uso natural por el viandante.

Ese, creo sinceramente, es el verdadero problema. Lo poco que ha figurado durante mucho tiempo en los objetivos de un proyecto o concurso el usuario final.

Y no lo ha hecho por diversas razones. Una de ellas la tendencia desde las escuelas de arquitectura, desde los tribunales de los proyectos finales de carrera, desde los jurados de los concursos y desde las administraciones, ávidas de colocar un hito urbano más rocambolesco que el de la pedanía de al lado. Y en todo ello, como protagonistas y ejecutores hemos estado nosotros. Finalmente un póster precioso nos lleva a plazas sin vida  con enormes superficies alejadas de las necesidades cotidianas y donde se aúna lo que no se puede hacer por la propia configuración de la plaza (tumbarse, sentarse, jugar, patinar, descansar, disfrutar la sombra, disfrutar el sol…) con lo que está prohibido (tumbarse, sentarse, jugar, patinar, descansar, disfrutar la sombra, disfrutar el sol…) y que suele increíblemente coincidir con lo que más nos gusta (tumbarnos, sentarnos, jugar, descansar, disfrutar de la sombra, disfrutar del sol…..)

Os diré lo que creo que debe dirigir un proyecto como premisas básicas de una plaza pública, sin obstáculos para que otras condiciones aparezcan, que estas no son las únicas, ni mucho menos:

-Debe ser usable. No solo observable.

-Debe tener zonas blandas, caminos, zona ajardinada, zona de juegos (no solo de niños).

-Debe ubicar las zonas de descanso en función de la sombra y el sol y teniendo en cuenta el lugar geográfico en el que se encuentra. Utilización de arboles de hoja caduca que permitan sombra en verano y sol en invierno. No a la distribución geométrica regular de los bancos y asientos sobre la planta de la plaza.

-Debe responder a las necesidades de la población en la que se ubica. La pirámide de población del pueblo o ciudad es básica para esto.

-Cada elemento que se ubique debe  estar colocado allí para responder a un uso (si me repito con este término es de manera totalmente intencionada).

-No debe haber elementos urbanos que respondan a que su dibujo en planta queda genial para «equilibrar» o «cuadrar» el plano de planta del lugar. Solo elementos que permitan que la vida de la ciudad sea más apetecible.

-Todas las zonas posibles de la plaza han de estar dirigidas a la vida en común, a actividades y zonas en las que se pueda ubicar un grupo, siquiera sea para charlar cómodamente.

En este sentido, las grandes superficies soladas de pavimentos llamados duros están bastante en contra de estos principios. Me parece -es una opinión muy personal- que zonas verdes más a menudo como protagonistas, que se puedan pisar, donde te puedas sentar, donde te puedas tumbar, pueden además dejar más acotados los recorridos peatonales y no convertir la plaza en un autentico caos de direcciones en las que solo se puede transitar sin parar a disfrutar de la misma.

En fin, las plazas, son una de mis obsesiones y también uno de los elementos urbanos más difíciles de resolver debidamente. En este post, solo me permito un reconocimiento al compañero bloguero, pero prometo buscaros una plaza que me guste y que de alguna manera cumpla con estas premisas, no creáis que hay tantas… ¿Conoces alguna?

Nota del arquitectador: Hace algunos años -demasiados- durante un viaje por el León más rural, y mucho antes de querer siquiera ser arquitecto, observaba a la salida de misa (a la wikipedia, chavales) como hombres y mujeres se repartían la plaza, ellos a un extremo a jugar al frontón y a los bolos leoneses, y ellas al porche junto a la Iglesia a escribir la crónica rosa de la semana. Aparte del evidente cambio en los medios de vida de hoy, aquello me hizo pensar sobre el que diseño la plaza y lo bien que había pensado en la vida del pueblo. Claro, la plaza la habían hecho durante siglos ellos mismos, ¿como no iban a cubrir sus propias necesidades?

 

 

 

 

Necesitamos la vida de las plazas

Desde que la superficie de la tierra se vio habitada por seres humanos hay un elemento urbanístico que se ha repetido mil veces en todas las civilizaciones. Las plazas.
La plaza como lugar de reunión, como centro y como cruce de caminos, existe desde el momento en que dos chozas se enfrentan o dos caminos se cruzan. El inevitable punto de convergencia se convierte en centro neurálgico de la vida en común.

Incluso cada corro de conversación, cada círculo de amigos charlando en torno a unas cañas es una pequeña plaza que formamos para disolver y volver a formar en la siguiente ronda, en el siguiente bar.

Yo me crié muy cerca de una plaza, de ésta que os muestro en la foto. Era una plaza más, una plaza Mayor -y eso que no hay plazas menores- como tantas otras, que nos ofrecía a los muchachos del barrio, bancos que no eran para sentarse sino para imaginar la portería de un campo de fútbol, bibliotecas que no existían a cambio de una maravillosa tienda de cambio de tebeos que vi desaparecer con dolor años más tarde, parques que no soñábamos, sustituidos por unos billares donde conocimos el primer cigarrillo y jugamos nuestras primeras partidas de ping pong a falta de campos de tenis o polideportivos.

Plaza mayor de villaverde

Plaza mayor de villaverde

Este fin de semana pasé por mi plaza. Los edificios que me traían historias dibujadas ahora son locales cerrados, los bancos que servían para jugar al fútbol ahora están adornados con un hermoso letrero que prohíbe el juego de pelota y los billares mueren tras una puerta oxidada y un cartel de alquiler que debe llevar allí más tiempo del que al dueño le gustaría. La plaza, edificios derruidos incluidos, fenece mientras se deshace la vida de la ciudad y una triste obra, que rehabilita con desgana una de las fachadas se me antoja una gruesa capa de maquillaje en el rostro de una vedette trasnochada, oculta tras unas plumas que nunca volverán a bajar las escaleras de la vida en común que se disfrutaba antes allí.

Las plazas, amigos, son para vivirlas, necesitamos las plazas porque son el hogar de la tribu. Las hemos sustituido torpemente por pequeñas pantallas donde nos reunimos sin vernos, presos de una vida social en la que el contacto se sustituye por emoticonos, los olores cayeron tras el sonido de un nuevo mensaje en nuestro móvil y los gritos de los juegos infantiles son apenas una estúpida onomatopeya de antiguas risas. Siempre la misma. Jajajá.
montaje 2

Y no sé si lo hicimos antes o después de que las plazas perdiesen su carácter de ágora, de lugar de encuentro, para convertirse en rotondas, en lugares donde hacerse la foto junto a la nueva fuente o la incomprensible estatua, iconos del ego de un alcalde o un prohombre homenajeado. Tuvimos la culpa los arquitectos, los políticos, los ciudadanos, todos y ninguno.

De lo que estoy seguro, es de que los ciudadanos las necesitamos. Que alguien diseñe una plaza para usarla de una vez (1). Y demos un capón al que pone el cartel de prohibido jugar a la pelota.

Nota del arquitectador(1): Sí. Puede leerse «de una puta vez». Has acertado.