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Si la arquitectura te rodea, deberías empezar a fijarte en ella

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Las verdaderas zonas comunes de los edificios

Podríamos hacer un listado de los utensilios, aparatejos y adminículos que existen en toda vivienda y que se utilizan una o ninguna vez a lo largo del año. Yo, os confieso algunos de los míos:

-Tengo una lijadora, por la que babee durante mucho tiempo en mis paseos a esas grandes superficies de bricolaje.

-Tengo un juego de mancuernas que compré en un momento en que pensé que podría aparentar tener veinte años de nuevo.

-Tengo una cámara de fotos que un día fue la niña de mis ojos y a la que le pongo los cuernos con la camarilla del móvil. No se lo digáis.

-Tengo una licuadora. O eso creo, yo juro que la compré, pero hace años que ni siquiera la veo.

-Tengo un exprimidor. Hace años que no lo uso por no hacerle un feo a la licuadora.

-Tengo una máquina de taladrar que hace más de veinticinco años le regalamos a mi padre y que hoy es casi un objeto fetiche en mi armario de herramienta. Esta sí que la uso, pero tampoco como para llegar a amortizarla.

-Tengo un bici de carretera y otra de montaña. Si hubiese bicis de desierto, de selva y de altiplano, yo tendría una de cada. Faltaba más.

-Tengo unos cuantos chismes más que no voy a contaros porque rozan lo que yo considero la indignidad humana, entre ellos un banco de abdominales. Bajo la cabeza y humillo.

-De la sandwichera hablamos otro día.

La mayoría de estos chismes los tienen también mis vecinos, distintos modelos, distinta época de compra, pero el mismo uso, siempre lejos de la amortización económica del cacharro. Y mi pregunta es la siguiente: ¿No sería más lógico tener en las comunidades de vecinos una zona común donde -ya pensaremos cómo, no empecéis a ver los problemas- cada uno pudiese hacer uso del cacharro en cuestión? Dotación del edificio. Elementos comunes. ¿os suena?

¿No merece la pena bajar a hacer la colada por encontrar a la adorable Penny?

Para nosotros, posesivos habitantes de la piel de Toro, que resolvemos a mandobles la propiedad privada, el tener un elemento de uso comunitario supone que la mitad de los usuarios lo utilizaría mal, con poco cuidado y la otra mitad lo perdería o simplemente lo pondría en su inventario particular. Es posible, sin embargo no nos creamos el centro del universo y meditemos un poco lo que sucede en otros lugares del planeta.

¿Acaso no estamos acostumbrados a ver cómo en edificios de centroeuropa o al otro lado del charco la gente no tiene lavadora o secadora y bajan al sótano una o dos veces a la semana a hacer la colada?

-«¡Yo tengo dos hijos, hago dieciséis coladas semanales!», «¡Pues yo no me fío de que el del tercero devuelva la taladradora sin llevarse las brocas!», «¡Sí hombre, lo que nos faltaba, ya está aquí el comunismo!»… y así hasta unos 46.000.000 de argumentos que se nos ocurrirán.

Sin embargo, todos estamos de acuerdo -casi todos- en que los edificios tengan piscina, jardín, gimnasio y sala de reuniones para la comunidad. Todos elementos muy necesarios e imprescindibles en algún momento de la vida, y sin embargo no utilizamos los mismos argumentos para ellos, que para todas esas otras cosas que pueden usarse de manera muy esporádica y puntual.

Y todo ello podría hacerse, os lo puedo asegurar, con buena voluntad y un sistema punitivo razonable. Partiendo desde luego del diseño del edificio que estableciese unas zonas comunes que tuviesen el espacio y la ubicación necesaria para determinados elementos que hoy son de uso esporádico particular y podrían pasar a ser de uso comunitario.

Si el dinero que todos los vecinos de un bloque de viviendas de, digamos, 120 viviendas se han gastado en taladradoras, lavadoras, secadoras y mancuernas se utilizase en comprar y mantener diez unidades de cada uno de esos elementos y en organizar un turno de uso, el resto se podría gastar seguramente en pagar el correcto mantenimiento del edificio durante al menos uno o dos años más. ¿Ah, que tampoco hacemos un mantenimiento muy fino, precisamente?

¡Cómo sois! No gano para posts con vosotros.

Nota del arquitectador: Se me olvidaba, tengo una atornilladora eléctrica que una vez le deje a mi mejor amigo. Me la devolvió con la batería colgando y el mango partido. Pero yo creo que lo hizo solo por daros la razón y llevarme la contraria. En fin, habrá que seguir educando a nuestros hijos para que algún día entiendan de verdad lo que supone vivir en comunidad.