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Si la arquitectura te rodea, deberías empezar a fijarte en ella

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Para criticar arquitectura hay que estar desnudo

Hoy estoy de morros. Hoy también.

Tengo por costumbre poner en entredicho aquello que sólo tiene como finalidad el entretenimiento estético o exhibicionista, los edificios que sólo pretenden asombrar con su forma, su sombra, su volumen o su textura. Salen sapos y culebras de mi boca y mi teclado cuando no somos capaces de recordar el nombre de ninguna arquitecta famosa a este lado del Éufrates, y al comprobar que sólo poniendo cinco o seis curvas innecesarias de más, nos impacta una obra y la creemos digna de estar en telediarios, páginas de arquitectura y por supuesto en nuestro selecto muro de facebook.Que se sepa que estamos a la última y que estas gafas de pasta están graduadas de verdad. Menudo soy yo.

Pero no nos engañemos, la arquitectura, los edificios, las pieles – aquí los que me conocen saben que me ha venido la arcada (1)– no solo pueden tener una función térmica o de producción energética, no basta con que sean el abrigo y la sombrilla de nuestro hogar o nuestro lugar de trabajo, deben ser además los vestidos que nos definan y marquen nuestra personalidad como grupo y como sociedad.

No podemos en ningún caso obviar la función estética de nuestros edificios en la búsqueda de que cada centímetro de nuestra piel -puaj- se convierta en una pila o en un generador de voltios, vatios e imágenes industrializadas de nuestras calles.
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Edificio bioclimatico piscinas Gamarra. Ramon Ruiz-Cuevas Peña

Discutiendo con un amigo ingeniero sobre este asunto y asumiendo como arquitecto, que para ser atendido iba a tener que aportar al debate algo más que la historia resumida de la arquitectura para dummies, que leo para ilustrar las sobremesas, observaba su pulcra camisa que quería asomar debajo de un enorme logo con dos caballos o sus pantalones cuidadosamente remangados en dos sutiles vueltas a la última moda ( lo mismo es la penúltima, no estoy muy al tanto). En esta reflexión estaba, cuando me pareció escucharle algo sobre fachadas funcionales y sobre la inutilidad de que la estética en las ciudad y edificios sea tenida en cuenta: solo hay macizos y vanos, solo lugares por los que entra el sol o por los que se pierde el calor, lo demás son milongas. O mandangas, no le escuche muy bien, con los chillidos que emitía al lanzarme sobre su tibia, para clavarle mis colmillos de lobo huargo. Unas hebras de sus pantalones de marca entre mis molares lo demuestran.

Estoy contento de que haya gente que denoste el trabajo estético de los arquitectos- que solo es una parte, ni siquiera la mitad de nuestro trabajo- porque salvo que lo defiendan en una playa nudista va a ser muy fácil rebatírselo.

Nota del arquitectador (1): Arcada, que precioso término que define una sucesión de arcos, tan mal elegido para nombrar el acceso del vomito que me produce llamar piel a una fachada solo por afán intelectualoide

¿Fachadas que se abren y cierran solas?

En arquitectura, el tratamiento de la fachada de un edificio es fundamental para su comportamiento desde muchos aspectos, visuales, térmicos, bioclimáticos…. y sobre todo para el impacto en la capacidad de sorpresa del usuario final.

Para este humilde arquitectador -siempre he querido poner humilde y arquitecto en la misma frase- la posibilidad de que la fachada, sin ser totalmente transparente, deje entrever lo que sucede en determinadas zonas del interior del edificio-quedan exentas duchas, inodoros y eventualmente dormitorios y sofás- es altamente atractiva. No me refiero solo a poder ver lo que sucede, sino a poder saber como es por dentro el edificio sin entrar en él. Ya hablaremos de eso en otra ocasión.

 

Por esta vez nos quedaremos en el aspecto visual de una instalación que como podéis ver, aplicada sobre un muro ofrece la posibilidad de variar la apertura del mismo mediante unos dispositivos lumínico-sensibles (células fotoeléctricas)  que dan al interior y al exterior una experiencia dinámica de distintos tonos de luz y también de sucesivos grados de permeabilidad  desde el exterior.

Más allá de la simple anécdota  hemos de reconocer que dispositivos como este ofrecen un mundo de distintas posibilidades  que ya se han explorado, como por ejemplo lo hizo Jean Nouvel en la fachada del Instituto del Mundo Árabe de París, donde la fachada, varía su porcentaje de apertura en función de la luz recibida mediante un sinfín de «ojos», realizados mediante dispositivos similares a diafragmas fotográficos, que se abren o cierran. Una arriesgada apuesta y quien sabe si el inicio de lo que en un futuro pueda ser más común de lo que pensamos.

 

 Nota del arquitectador: No os negaré, que Nouvel se me atraganta, pero es cierto que en esta fachada supo arriesgar y con bastante acierto, aunque el edificio no me parece ni de lejos un buen ejemplo. Será que es lunes y estoy más gruñón que de costumbre de tanto oíros esas cosas de «a por la semana», «venga que ya queda menos para el viernes» y otras zarandajas que me abstendré de calificar.

Toyo Ito, un premio Pritzker insatisfecho

Hoy, estaba planeado publicar un post incendiario sobre otro asunto, pero claro, van estos chicos del Pritzker y sacan la nota de prensa con la concesión del galardón a Toyo Ito y la actualidad manda.

Si tengo que describir la primera imagen que se me viene a la cabeza al pensar en Toyo Ito es una fachada tramada con distintas y aparentemente anárquicas formas, a modo de red irregular, con huecos triangulares, rasgones curvados o incluso formas amorfas. Este mismo ejercicio lo ha hecho Toyo Ito llevando esa imagen a la planta y en varias ocasiones, compartiendo esto en planta y alzado. No es, por supuesto, lo único que ha hecho, pero desde luego es una imagen marca de la casa, aunque Toyo Ito no se define con una sola imagen.

¿Cuantas asignaturas se pueden aprobar con esta misma fachada? Más de cuatro, os lo juro / TOD’S Omotesando Building, 2002—2004, Tokyo. Photo by Nacasa & Partners Inc.

El bueno de Toyo Ito, además, como todos los grandes arquitectos japoneses, aporta a la arquitectura una buena dosis de limpieza de formas y de bla,bla,bla,bla…esto lo podéis leer en esos blogs buenos de arquitectura, que los hay a centenares y mucho más versados que éste. Si es que a mí ,Toyo Ito -discúlpeme maestro- no me gusta, a mí el que me gusta es Tadao Ando, y el bueno de Sigheru Bahn que mira tu las cosas que se le ocurren -construir con cartón y cortinas, que arrestos tiene el tío- pero rayos y truenos, Tadao Ando ya ganó el Pritzker en el 95 y el post va a quedar muy desfasado y con Sigheru Bahn no es cuestión de anticiparse.

No es que yo le quite mérito, ni mucho menos. Es que no sé cuantos libros de arquitectura después, aún me cuesta ver lo de los japoneses, y sobre todo dejo de entenderles cuando leo las cosas que se escriben sobre sus obras. Que si es una arquitectura mutante, que si sus fachadas son etéreas, que si sus diseños son fluidos y sobrepasan los límites de la arquitectura moderna…me estomagan de tal manera las cosas que se escriben sobre la arquitectura que las más de las veces me pregunto a mí mismo si es que de verdad no la entiendo, si después de tantos años y tanta lectura, de tanta imagen y de tanto trabajo, debo desistir. Y es entonces cuando busco lo que el mismo autor dice de su obra.

Dice Toyo Ito que nunca estará satisfecho de sus obras y eso, me reconcilia con su arquitectura. Porque creo que la insatisfacción del arquitecto es perenne, universal y común a todos, a los arquitectos artistas y a los de andar por casa, a las estrellas del Pritzker y a los que hacen vivienda social. Incluso a Zaha. Y pienso que hasta yo, al hilo de ésto, podría escribir algunos párrafos llenos de epítetos cantarines para que nadie me comprendiese y se viesen obligados a asentir con la cabeza si lo digo con la convicción suficiente.

No estar satisfecho, invita a poner todo de tí en el siguiente proyecto, a hacer más de lo que eres capaz en cada trabajo y eso, solo eso, aunque solo eso, es una gran enseñanza para nosotros. No todos los días tiene uno algo en común con un premio Pritzker.

Nota del arquitectador: Tuve una compañera de carrera, que se mantuvo durante cuatro años en la Escuela haciendo copias descaradas de las fachadas de Toyo Ito y fue avanzando en las asignaturas de proyectos como si tal cosa. Oye entre lo que se aprovechaba de sus compañeros y la puñetera fachada de trama irregular fue avanzando en su formación a la velocidad del rayo. Quizá por eso le tengo algo de manía personal a la trama esa del demonio, pero tengo que reconocer que tiene mucho mérito, de lo contrario aquella estudiante se hubiese topado con la realidad unas cuantas asignaturas de proyectos antes. Algún día os contaré como se la encontró, porque es muy didáctico.