Javier Olivares, creador del Ministerio del Tiempo: Felipe II, ¿de quién es un imperio?

Felipe II, en El Ministerio del Tiempo (FOTO: Tamara Arranz)

Felipe II, en El Ministerio del Tiempo (FOTO: Tamara Arranz)

Esta noche TVE emite el último episodio de la segunda temporada (ojalá no de la serie) de El Ministerio del Tiempo: Cambio de tiempo. Como ya avanzó su cocreador Javier Olivares cuando le entrevisté sobre su novela Felipe. Heredarás el mundo (Ediciones B, 2015; por cierto la coloqué como la novela histórica más relevante del año pasado), el protagonista del final de temporada es Felipe II.

Sobre este rey, sobre este capítulo, sobre la historia, el poder y el momento en el que vivimos nos escribe Javier Olivares en este texto. Imperdible.


Felipe II: ¿De quién es un imperio?

Por Javier Olivares (@olivares_javier)

Se acerca el final de la segunda temporada de El Ministerio del Tiempo. Y, en el último capítulo (que se emite esta noche), me he vuelto a citar con Felipe II. Tras escribir Felipe: heredarás el mundo (Ediciones B), me quedé con ganas de fantasear como guionista, algo muy distinto a escribir novela histórica.

Para mí, escribir novela histórica tiene unos códigos que no permiten imaginar más allá de una documentación rigurosa de la Historia. De contar esos espacios vacíos entre un hecho histórico y otro, indagando en qué pasó en la personalidad y en la vida de quienes los protagonizaron, de quienes son el motor (a veces la víctima) de los mismos. Nunca idealizando ni convirtiendo a sus protagonistas en héroes intocables o malvados de una pieza.

Tras acabar la novela, pensé en lo que supone una figura tan esencial para entender nuestra Historia. Y analicé sus grises, huyendo de blancos y negros. Como persona, su formación le llevó a la desconfianza. Al solipsismo. Y al rencor. No era así de niño ni de joven, donde se pueden observar trazos idealistas y luchadores. Tampoco lo era en su nivel cultural (elevadísimo) ni en las relaciones personales con sus seres más queridos.


Hay que tener cuidado con idealizar el pasado cuando lo que debemos es mejorar nuestro presente


Carlos Hipólito, como Felipe II (FOTO: Tamara Arranz)

Carlos Hipólito, como Felipe II (FOTO: Tamara Arranz)

¿Qué pasó para que el joven que le negaba a su padre más dinero ante la miseria de Castilla se convirtiera en el viejo que persiguió hasta a la muerte a quienes no querían pagar los impuestos? ¿Qué vivió quien fuera lector ávido del Amadís para permitir fechorías tan poco caballerescas como las de Antonio Pérez? ¿Para tratar como un extraño que ponía en peligro su poder a su hermano Juan de Austria, que tan generosamente se jugó la vida por él? ¿Para hundir en la miseria y la ignominia al Duque de Alba que tantas batallas le había ganado? ¿Para casar a una de sus hijas preferidas por un puñado de tierra que le permitiera controlar sus dominios?

Sencillamente, la necesidad de conservar su imperio, tan grande que ni lo podía disfrutar, encerrado revisando papel tras papel en su despacho. Un imperio tan inabarcable que, cuando la manta le cubría la cabeza en Flandes, se le destapaban los pies en el Mediterráneo. Y viceversa.

Porque esa es la principal función de un emperador: conservar lo heredado, agrandarlo y educar a su hijo para que consiga lo mismo. Felipe no asumió ese título nunca (riñas de familia), pero para el caso era lo mismo. Era el rey de medio mundo.


Vivimos en unos tiempos en los que se confunde la pasión con la prensa rosa. Que equiparan lo popular con lo zafio hasta el punto de lograr que un mal aprendiz de payaso esté a un paso de ser presidente de los EEUU


Muchos historiadores (y muchos periodistas o tertulianos) recuerdan el pasado glorioso de España con nostalgia de grandeza. Y juegan a ser malos novelistas convirtiendo a sus protagonistas en héroes o malvados. Confunden la grandeza de un imperio con la de sus súbditos. ¿Aparecen éstos en los cuadros de los museos? En los de las grandes victorias, no. Tal vez en los personajes callejeros de Velázquez. O descritos en El Lazarillo. Ésa era la Castilla (una pieza esencial, pero no la única de las Españas) pobre que no tenía para comer pero que sostenía con sus cosechas, impuestos y la sangre de sus hijos al Imperio.

La Historia tiene momentos apasionantes. Como los de Felipe II. Pero, como alguien escribió, mejor saber de ellos leyendo un libro que viviéndolos como ciudadano de a pie.

En el último capítulo de El Ministerio del Tiempo (“Cambio de Tiempo” se llama, como la preciosa canción de Astrud)  imagino qué pasaría si Felipe II (maravillosamente interpretado por Carlos Hipólito) decidiera no ser sólo el dueño del mundo sino también el rey del tiempo. Si nos gobernara ahora, cruzando las puertas del Ministerio. Si aplicara sus códigos de poder. Su control a través de la Inquisición aún a día de hoy. Si no hubiera permitido que jamás tuviéramos una Constitución. Si esa gloria y esa grandeza se aplicara a nuestro día a día de hoy.

Porque hay que tener cuidado con idealizar el pasado cuando lo que debemos es mejorar nuestro presente. Porque por encima de la gloria de un imperio está la dignidad de sus ciudadanos. La posibilidad de decidir su futuro por encima de la decisión de una persona o un interés monetario unidireccional.

Una atrevida y excelente serie noruega (Okkupert, Occupied en su emisión inglesa en Sky Arts) habla a su manera de lo mismo. Y nos recuerda que ahora hay otros imperios que impiden soberanías nacionales (que son las de sus ciudadanos, votando). Noruega es invadida por Rusia con el beneplácito de la Unión Europea y los EEUU ante el hecho de que su presidente cumpla su programa electoral: abandonar su industria petrolífera a cambio de otra fuente de energía que no destruya el clima.

Javier Olivares, creador de El MInisterio del Tiempo y autor de 'Felipe', y Carlos Hipólito (FOTO: Tamara Arranz).

Javier Olivares, creador de El Ministerio del Tiempo y autor de ‘Felipe’, y Carlos Hipólito (FOTO: Tamara Arranz).

Okkupert, como Borgen o 1864 nos recuerdan que tenemos tarea que hacer en estos tiempos, antes que añorar pasado. Unos tiempos en los que se nos incita a tragar con ruedas de molino en aras de un bien común que no lo es. En los que rendimos pleitesía a un nuevo emperador que nos regala la paga de Navidad que nos debía y encima se lo agradecemos. En los que se nos habla de valores en boca de quienes los perdieron y se nos educa en lo políticamente correcto que es la nuevo nombre de la censura.

Vivimos en unos tiempos en los que se confunde la pasión con la prensa rosa. Que equiparan lo popular con lo zafio hasta el punto de lograr que un mal aprendiz de payaso esté a un paso de ser presidente de los EEUU. En estos tiempos se prohíbe la memoria: los que rechazan a los refugiados que huyen de la barbarie, olvidando que sus abuelos hicieron lo mismo huyendo de una Europa en guerra.


Hay que tener cuidado en alabar los imperios. Porque sólo los disfrutan los emperadores. Y sus acólitos


Estos nuevos emperadores modernos no necesitan coros y danzas retransmitidos en directo. No necesitan quemar libros, como los nazis o la Inquisición. Les vale con despojarnos de la curiosidad, la educación y la cultura convirtiendo nuestra vida en mero entretenimiento en el que el ruido apenas deja resquicio al silencio y la reflexión. Todo es mero espectáculo. El paraíso de la frivolidad. Algunos creyeron que el futuro iba a ser como el 1984 de Orwell. Se equivocaron: se parece más a Un mundo feliz, de Huxley.

De eso (y de un Felipe II ficcionado) habla el último capítulo de El Ministerio del Tiempo. En él, cambiamos la Historia para estudiarla más a fondo.

Y, de paso, para recordar que merece la pena luchar por lo que tenemos. Para avisar de que hay que tener cuidado en alabar los imperios. Porque sólo los disfrutan los emperadores. Y sus acólitos, claro.

*Las negritas son del bloguero, no del autor del texto.

4 comentarios

  1. Dice ser Bola de gluones

    «Pues desde siempre, ser lúcido y español ha aparejado mucha amargura y poca esperanza.» Íñigo Balboa, personaje de los libros del Capitán Alatriste.

    23 mayo 2016 | 13:44

  2. Dice ser pues si

    aciertas en muchas de las ideas que propones.

    Lo que haces es denominar el imperio actual con nombre y apellidos. El imperio de esa democracia que, como dicen muchos, no nos representa y, como decimos otros, nos destruye.

    23 mayo 2016 | 13:47

  3. Dice ser lo diferente cambia

    Cuando hablan del bien común rechazan lo diferente.
    Y es lo diferente lo que ha hecho cambiar el mundo.

    23 mayo 2016 | 16:21

  4. Dice ser Complutense

    Espectacular capítulo el de anoche. Para mi de los mejores (de esta temporada sin duda) desde que empezó la serie. Espero que no acabé aquí y que haya más temporadas.

    24 mayo 2016 | 09:19

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