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Campo de Cebada, un premio internacional a la ciudadanía en red

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«And the winner is… La ciudadanía en red!». El Campo de Cebada, un espacio ciudadano de Madrid gobernado de forma horizontal, acaba de conseguir uno de los premios internacionales más relevantes: el Golden Nica del prestigioso festival Ars Electrónica. Un jurado internacional de renombre, entre los que estaba el mito ciberpunk Bruce Sterling, decidió que no existe otro proyecto en el mundo que esté tejiendo comunidad en el espacio público como El Campo de Cebada. Y por eso ha decidido que la categoría Comunidades digitales sea para este espacio madrileño.

¿Comunidad digital?, se preguntarán algunos de los que frecuentan el espacio. En el sitio oficial de Ars Electrónica se justifica la decisión así: «El Campo de Cebada es una prueba de que la crisis también crea oportunidades. En el lugar de una piscina demolida, los vecinos de los alrededores construyeron un lugar para el intercambio humano, la creatividad, para el encuentro de la comunidad tanto para los que vivan en Madrid como online». Exacto: El Campo de Cebada es un cruce de redes y territorios, de dinámicas digitales y presencia física. Quien participa en El Campo de Cebada teje red, crea un proceso (software), transforma lo físico (su cuerpo, el huerto colectivo, la cancha de baloncesto construida de forma colaborativa…) en el hardware abierto que es la base de la comunidad.

Sugerencia: dejemos de hablar de red social como sinónimo de herramientas digitales. El camino al MundoReal™ (qué gran texto de @Ciudadano_zer0) desde Internet es más directo del que la mayoría piensa. Y en un momento en el que lo digital y lo analógico se confunden en conceptos como ‘fisital’, ‘digitalógico’ o ‘cibridismo’ vemos cómo un festival de tecnología como Ars Electrónica premia una convivencia humana en el espacio físico. El Campo de Cebada es una fábrica (oh, palabra del pasado-que-agoniza) de tecnología social. Innovación social en estado puro.

Hace unas semanas, envié un mail a algunas de las personas que están involucradas en la gestión de El Campo de Cebada para que nos viésemos allá. Rubén Caravaca, gestor cultural y activista vinculado al movimiento 15M, respondió con un mail emotivo y profundo en el que me contaba que el movimiento 15M, concretamente la Asamblea Austria, ya no era el epicentro del proyecto. Era una parte de un ecosistema más rico y mayor.

«El Campo es un proceso singular, único, con aciertos y errores, pero lo importante es que la gente lo hace suyo. No es el espacio de los de siempre, de los alternativos, de los perroflautas, es el punto de encuentro del barrio, es crear plaza, es participar… es llevar a adelante lo que decimos en tantos foros y que habitualmente se reduce a los de siempre».

El espacio público del futuro está aquí. Se gestiona en red, de forma horizontal, participativa. Es un espacio en beta, imperfecto, que mejora y muta gracias a la inteligencia colectiva. Es más que espacio público: es un espacio común. Pero Houston / Madrid, tenemos un problema. Faltan recursos. Los ciudadanos que han conseguido para Madrid uno de los premios internacionales más prestigiosos tuvieron que recurrir al crowd funding para recaudar los 6.000 escasos euros necesarios para construir una cúpula geodésica que proteja de la lluvia algunas de las actividades culturales habituales en El Campo de la Cebada.

El espacio público del futuro está aquí. Se cocina en red. Pero llegó el momento de que las instituciones reviertan los recursos públicos (impuestos de todos) en lo común, que distribuyan nuestros recursos directamente en las comunidades que construyen ciudad y tejen comunidad.

Aclarando los términos ‘comunidad’ y ‘red’

¿Qué es una red? ¿Y una comunidad? ¿Y una comunidad virtual? ¿Son términos excluyentes? ¿Complementarios, tal vez? Hace unos días dialogué en Twitter con @lasindias y @elsatch (César García) sobre redes y comunidades. El tuit que desencadenó el debate fue el siguiente:

 

 

Desde @LasIndias argumentaban la clara frontera existente entre ‘comunidad’ y ‘red’. Incluso mencionaron el número Dunbar (150 personas como número máximo de una comunidad real). Vale la pena leer la definición de ‘comunidad’ de la siempre recomendable Indianopedia«Puede ser llamada comunidad real cualquier cluster, una red social perfectamente distribuida donde todos los miembros se relacionan con todos los demás en un ámbito no jerárquico, que comparta una interacción voluntaria sostenida en el tiempo (deliberación) y donde los miembros se reconozcan unos a otros una identidad común».

Hace unos meses escribí el artículo De las redes a las comunidades. La intención era dejar de identificar ‘red social’ como sinónimo de herramientas como Facebook. Lo importante, defendía entonces, era construir comunidad. El Power to the people de Meg Pickards, máxima responsable de redes sociales del diario The Guardian, va justo en esa dirección: construye plataformas, herramientas, deja que la comunidad se autogobierne. Sin embargo, creo que existen varios tipos de comunidades. Que existe una nueva estructura de relaciones, que podríamos llamar red social. Que tal vez existan comunidades virtuales. Y que existen muchos puentes entre todos los conceptos, para nada excluyentes.

Imagen: Urbanohumano.org. Licencia Creative Commons. 

Urbanismo emergente, ciudadanía y esfera digital, del urbanista Doménico di Siena, es uno de los mejores textos que conozco para entender la diferencia entre red y comunidad. Doménico, citando la Wikipedia, afirma que una comunidad es un conjunto de individuos que comparten elementos en común, tales como un idioma, costumbres, valores, tareas, visión del mundo, edad, ubicación geográfica (un barrio por ejemplo), estatus social, roles. La comunidad está basada en sentimientos de pertenencia y suelen funcionar con cierta jerarquía. Cada miembro tiene que confirmar su “afiliación” con gestos presenciales o de compromiso.

Sin embargo, la existencia de Internet, por otro lado, abre la puerta a otro tipo de comunidades. ¿Qué es una comunidad virtual? ¿Qué es lo que entiende por comunidad un community manager? ¿Sus lazos son más tenues que los de una comunidad real? Antes de seguir avanzando, necesitamos definir el término ‘red’. Una red social, como afirma el Doménico di Siena, «es una estructura social compuesta de grupos de personas que están conectadas por uno o varios tipos de relaciones, intereses comunes o que comparten conocimientos». Una red tiende a funcionar de forma horizontal, está basada en la información y la pertenencia a la misma es flexible. El resultado, en palabras de Doménico di Siena, “es una mayor libertad que se basa sobre un intercambio más intenso y más transparente de la información que se produce dentro y por la red”. ¿Las empresas y community managers confunden, el término comunidad con red? ¿O la comunidad virtual es diferente a la ‘red’ y también de la ‘comunidad’?

Imagen: Urbanohumano.org. Licencia Creative Commons

Precisamente, en nuestro debate tuitero, @lasindias insistían en diferenciar ambos conceptos.

Por mi parte, dejé clara mi postura escéptica:

 

Pienso que ambos conceptos, la ‘comunidad’ y la ‘red’ se retroalimentan. La frontera es difusa, estrecha, poco cuantificable. La comunidad es un paso adelante (o al costado) de una red, sí. Una comunidad real en el territorio refuerza y potencia el funcionamiento de una red. Pero una buena red de información compartida, transparente, revitaliza una comunidad. Y más leña a la frontera-difusa-que-se-retroalimenta: las intersecciones de varias comunidades pueden dar pie a una nueva red. Y una red puede dar pie a varias comunidades, puede desmembrarse en varias. En cualquier caso – en plena era de Internet – la red y la comunidad caminan de la mano en un nuevo modelo de organización colectiva, es decir la “estructura en red” que puede llegar a complementar o sustituir el modelo clásico de “la comunidad”. La asociación de identidades digitales a espacios físicos, personas conectadas digitalmente en los territorios, difumina todavía más el debate

Lo que tengo muy claro es que los ‘community managers’ del mercado o de las instituciones políticas no han entendido prácticamente nada. Meg Pickards, jefa de ‘social media’ es antropóloga y no publicitaria con título pomposo (ciao MBA!). Meg aprendió – lo digo porque he visto conferencias de ella – lo que es una comunidad estudiando los pueblos indígenas de Bolivia, viendo cómo bailaban alrededor del fuego.

Voces móviles

 

¿Qué pasa si mezclamos teléfonos móviles, con una plataforma web de código abierto y la vida de los inmigrantes mexicanos en California? La respuesta se llama Voz Mob (Voces Moviles), una iniciativa de empoderamiento ciudadano que combina periodismo ciudadano, activismo y storytelling (narraciones de historias) de la comunidad de inmigrantes de dicho Estado.

VozMob, según la propia iniciativa, «es una plataforma para que trabajadores y trabajadoras inmigrantes y/o de bajos recursos puedan crear historias sobre sus vidas y comunidades directamente desde sus teléfonos celulares». Vozmob, desarrollado con el gestor Drupal, se apropia de la tecnología para crear comunidades. Para reforzar las ya existentes. Y para exigir derechos cuando sea necesario. Cualquier persona puede crear una acción concreta y movilizar a la comunidad de Voz Mob. La plataforma, que tiene corresponsales en diferentes regiones, pone a disposición herramientas multimedia y foros de debate.

Vozmob nació como una colaboración entre la Escuela Annenberg de Comunicacion y Periodismo de la Universidad del Sur de California (ASC&J) y el Instituto de Educación Popular del Sur de California (IDEPSCA). Ahora, teniendo el código de la plataforma abierto y disponible, puede ser de cualquiera.

Mi web: bernardogutierrez.es Fundador de la red futuramedia.net En Twitter soy @bernardosampa

 

 

De las redes a las comunidades

Este artículo fue publicado primero en Clases de Periodismo. Imagen: licenciada con Creative Commons por Rodrigo Vera

Ya no se existen marcas, sólo las plataformas sociales. Ahora (casi) no hay informaciones exclusivas, sólo conversaciones. No existe el marketing, apenas estrategias sociales. Cuando Tim O’Reilly habló por primera vez en el 2004 de la Web 2.0 pocos entendieron aquello de la cooperación y participación. Google había cambiado la forma de buscar cosas. Wikipedia ya estaba caminando. Los blogs comenzaron a ser más relevantes gracias a plataformas como WordPress o Blogger . Orkut y Facebook abrían nuevas formas de relaciones. Y por primera vez, durante los atentados de Londres de julio de 2005, los usuarios llegaron primero: enviaron a la prensa las primeras fotografías y videos de la masacre. La World Wide Web ya era algo diferente a aquella que inventó del Tim Berners-Lee creó en el año 1991 .
Lo que más me llama la atención, siete años después de la proclamación del mundo 2.0 es que muchas marcas, medios de comunicación e instituciones no han entendido nada. Cuando se habla de Web 3.0 (una mezcla de datos enviados por sensores, personas vinculadas con el territorio y la web semántica) o squared web (geolocalización, cloud computing, realidad aumentada, una fusión híbrida del ciberespacio y realidad) todavía existen marcas con un comportamiento 1.0. ¿Tiene sentido generar contenido vertical sin contar con los usuarios? ¿Tiene sentido cerrar las puertas de la participación? El principal error es considerar que Facebook, Twitter, MySpace o Google + son sinónimo de redes sociales, y no meras herramientas o aplicaciones. Lo importante no es la red, la herramienta. Lo importante es la comunidad. Meg Pickard, jefe de redes sociales del periódico británico The Guardian , escribió recientemente un artículo titulado Power to the people.

Meg, antropóloga, tiene muy claro el papel de los nuevos medios de comunicación: «La plataforma nos pertenece a nosotros, pero la conversación es de todos». Meg entiende perfectamente que el tan hablado social media, más que una suma de herramientas, es una actitud. The Guardian construye las noticias con la ayuda de los lectores. Estimula la conversación. Y crea plataformas de participación, como la que permitía investigar los gastos de los parlamentarios. The Guardian ha entendido la esencia del 2.0: la inteligencia colectiva de la que tanto habla el pensador Pierre Lévy es casi imbatible. La comunidad es superior al individuo. Por eso, The Guardian intenta escuchar tanto como habla. Y no falla: los lectores de The Guardian encontraron en cuestión de horas la corrupción de sus políticos a través de la plataforma creada por el periódico. Los periodistas del diario habrían tardado semanas.
Power to the people. Las redes son caminos, herramientas, espejos. Sin embargo, las comunidades deben estar construidas de manera orgánica. No hay que obsesionarse por las comunidades, como ocurre en Estados Unidos, un país individualista sin demasiadas comunidades en el mundo real. Y sí entender que las verdaderas comunidades son las que están formadas por personas que construyen algo – contenido, estrategias, emociones – juntos. El diario español 20 minutos, esta casa, publica en Internet todos los días una «pizarra» de las cuestiones en discusión con el director (en este caso el ejemplo del día de la muerte Gaddafi). Los lectores participan, critican, aportan ideas. El País ha creado una red social propia, Eskup, que aunque no es del todo horizontal permite que lectores y periodistas interactúen. The New York Times creó la categoría de trusted commeters para los lectores más activos.

Nintendo, con el plug in Meetup.com, incentiva que los usuarios se encuentren semanalmente en las ciudades. Fiat co-creó un modelo de automóvil con los usuarios, el Fiatmio. Y la compañía Local Motors fue más allá: diseña coches con crowd sourcing (los usuarios los diseñan). En otras palabras: cede a los usuarios la responsabilidad del proceso. El estadounidense Jeff Jarvis, autor del blog Buzzmachine y el libro Y Google cómo lo haría? es una de las personas que mejor entiende la filosofía 2.0. Los medios de comunicación, las marcas, los gobiernos y las instituciones que todavía producen contenido verticalmente y utilizan las redes como herramientas de propaganda y se sienten superiores a las comunidades, deberían comprender algunas frases redondas de Jeff Jarvis:
-Haz lo que mejor sepas hacer en tu propio sitio. Y enlaza el resto.
-Únete a la red. Sé una plataforma. Piensa distribuidamente.
Escucha.
-Sé sincero. Sé transparente.
Confía en la gente. Tus clientes son tu mejor agencia de publicidad.

Power to the people. Herramientas para la comunidad. Nosotros somos el medio, como escribió Dan Gillmor, uno de los gurús de 2.0. Para terminar, me gustaría destacar un ejemplo de la agencia brasileña Colmeia TV que resume perfectamente el espíritu 2.0. Colmeia, en lugar de desarrollar una campaña publicitaria para la liga de fútbol 2010 Petrobras Brasileirão , hizo algo más. Cambió el ángulo. Decidió hacer un documental para cada hinchada de cada equipo. Crearon una plataforma. Dieron voz a la comunidad . Y luego, soltaron el resultado (documentales cortos) en las redes. Power to the people. Contenido compartible ( y modificable) para la comunidad.

Mi web: bernardogutierrez.es Dirijo la consultora futuramedia.net. En Twitter soy @bernardosampa