‘El alma en la piedra’: la gran y letal aventura de vivir en la cueva de Altamira

Vista general del techo de polícromos de Altamira (Museo de Altamira y D. Rodríguez / CC BY-SA)

¿Somos tan diferentes a los humanos que habitaron el planeta hace 15.000 años, en el Paleolítico, en lo que llamamos Prehistoria? Seguramente sí, como también somos, diga lo que se diga, muy diferentes de los romanos o de los que vivieron el medievo. Pero también muy parecidos, aunque resulte difícil saberlo. Y reconstruirlo en ficción.

Ya he comentado en alguna ocasión que no me suelen agradar en exceso las ficciones prehistóricas. Me resultan, en unas ocasiones, demasiado lejanas en las que resulta difícil desplegar empatía e interés; o cuando esto se facilita, inverosímiles, o facilonas. Me resulta complicado la recreación de aquellas épocas tan lejanas, y pocas veces satisfactoria. Seguramente sea personal, la Prehistoria me costaba incluso cuando estudiaba.

La novela que os traigo hoy ha roto esas barreras. El alma en la piedra, de José Vicente Pascual (Ediciones Pàmies, 2020), es una ficción que nos lleva 13.000 años antes de Cristo a unos posibles habitantes de la cueva de Altamira, en Cantabria (aunque la localización casi es un gancho mental para que el lector tenga en mente las célebres pinturas), el clan Tiznado. Es una novela con bastantes capas. Pascual -que no es un recién llegado a la escritura ni al género, recordemos Isla de Lobos o Interregno– traza una aventura muy física donde los integrantes del clan se van a enfrentar a la naturaleza, en forma de una osa rabiosa por la muerte de sus oseznos o de un gran temporal, y a los propios humanos en forma de otros clanes. Pero también, esos hechos sirven al autor para intentar trazar un mapa de las creencias, espirituales y sociales, del grupo humano protagonista. Del amor, del arte, de lo que nos hace humanos: hay tabúes y debates religiosos, lucha entre progreso y tradición, ambiciones políticas… No en vano, el autor arranca el libro con citas de Yuval Noah Harari y Carl Sagan, lo que supone una cierta declaración de intenciones: un meditado intento de recrear el imposible de aquel tiempo, pero a la vez establecer un diálogo con el lector del presente.

Pascual parece un autor muy consciente de los retos que enfrentaba al tratar la Prehistoria y los supera de manera equilibrada. Sabe dotar a sus protagonistas de una forma de hablar y expresarse que nos resulta verosímil para ese tiempo y lugar, pero sin resultar casi paródica -como los indios americanos hablaban en los westerns antiguos- y dotándola de la suficiente riqueza y complejidad para expresar emociones y profundidad.

Probablemente el secreto de por qué esta novela resulta tan satisfactoria en su conjunto es que es una gran aventura, física, épica, a veces dolorosa. Tiene portentosos y vigorosos pasajes de acción, de lucha, de supervivencia, pero también momentos de intimidad y reflexión. Logra que comprendamos a los personajes y que nos importen. El autor sabe trasladar vívidamente los peligros y los riesgos de lo que debía ser la vida hace tantos milenios, y de los problemas, dudas y cuestiones que se planteaban aquellos humanos.

Como suele ocurrir en las grandes novelas de aventuras, cuando son buenas, la propia peripecia sirve de vehículo para la reflexión. Y como en las grandes novelas, el valor de la empatía crece y realiza el sortilegio de hacernos sentir cercanos a personas que vivieron quince milenios antes. Esta lo es.

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