Coia Valls: «Louis Braille murió sin reconocimiento, pero nos dejó un legado inmenso»

 

Coia Valls ante el busto de Braille, en el taller de su padre ((c) Xulio Trigo )

Coia Valls (Reus, 1960) ha logrado fusionar en su última y emocionante novela histórica, Los caminos de la luz (Ediciones B, 2017) sus dos pasiones: la literaria y la profesional, como profesora de Educación Especial y Logopedia. Para esa conjunción necesitó encontrar a Louis Braille, el logopeda francés que creó el célebre sistema de lectura y escritura para personas invidentes. «Llevo 38 años trabajando con niños con discapacidades y, si todo funciona como debe, en año y medio me jubilo», asegura Valls, «así que vivo el proceso de esta novela como una despedida consciente, como un duelo positivo«.

La autora asegura que esta novela no es «una biografía novelada» de Braille, sino que busca «recorrer un mundo físico en momento histórico determinado y resultar una revelación para el lector».

¿Cómo descubrió que tras la vida de Braille había una novela?

Cuando pensé en hacer esta novela que armonizara mis dos pasiones supe que no podía hacerla sobre sordos, porque llevo más de veinte años trabajando con ellos y no quería utilizar a mis alumnos como material de pruebas. Y pensé en la ceguera, que es un tema que conozco menos y que me produce horror personalmente. Los ciegos dejaron de ser personas fuera de la sociedad, empezaron a conectar con la sociedad y el conocimiento cuando surgió el método Braille. No sabía nada sobre ello. Pregunté y nadie sabía contarme mucho. Vi que nadie que había escrito sobre eso con vocación literaria. Así que pensé que estaba ahí para mí. Así que además del proceso riguroso de documentación de todas mis novelas, necesitaba una documentación experimental que me acercó a especialistas, ciegos, psicólogos…

Trasladar todas esas experiencias al siglo XIX habrá sido un descenso a los infiernos…

Sí, ha sido muy fuerte y emotivo, pero también salvífico. Si ahora los ciegos están integrados fue porque Braille hizo una revolución desde dentro y desde la nada. No buscaba reconocimiento, solo quería dejar de ser una bestia, porque los trataban como animales de feria. Nadie los quería y nadie esperaba nada de ellos. Fue muy curioso que una herramienta muy parecida a la que causó su ceguera, un punzón, fue con la que construyó su alfabeto.

Además, usó un lenguaje militar para convertirlo, según escribe, en un lenguaje de paz…

Nada nace de la nada. Él no inventó su código de la nada, partía de un método que había sido concebido para prácticas militares, por Charles Barbier, que pensó en algo para leer al tacto para decodificar mensajes. Era mucho más complicado y menos evolucionado que el de Braille. Es curioso que algo concebido para la guerra acabara siendo usado para la paz y la libertad. Y él lo hizo con solo 14 años y con muchos detractores, incluido el propio Charles Barbier, que no quería. Braille fue como una hormiguita, paso a paso, trabajando siempre a oscuras, seguía investigando y perfeccionando el alfabeto.

Es su sexta novela histórica. ¿No percibe una evolución en el género que ya no trata solo del poder y los grandes personajes políticos y sociales, sino también de temas científicos, médicos, avances sociales…?

Es posible. Entiendo que te tienen que clasificar de alguna manera para librerías y bibliotecas, pero mis novelas históricas siempre han sido sobre pequeños personajes. Me interesa más la peluquera de Cleopatra, que la misma Cleopatra. Hay muchas miradas y matices sobre la historia que siempre han escrito los vencedores. Es más interesante acercarse a la filosofía, el arte, la ciencia. Braille fue un revolucionario, pero fue humilde y no buscaba reconocimientos. Murió sin ningún reconocimiento, pero nos dejó un legado inmenso.

Su literatura, en esta novela sobre todo, es una entretenida, pero que también sensibiliza…

Hay muchos niveles de lectura. El primero es el entretenimiento, pero después hay mucho más. Es muy interesante qué poco potenciamos todos los sentidos. Hay muchas lecturas posibles y sí que hay un llamamiento a la educación, a la justicia y a la integración. Todos, de alguna manera, somos discapacitados. Ahora estoy muy concienciada y ahora por ejemplo cuando hago un tuit pongo la descripción de la imagen, porque así los ciegos lo podrán percibir. Y no es solo sensibilidad, cuando haces ese esfuerzo, tú también te enriqueces y agudizas tu sentidos. No se trata de dar migajas o compasión, es enriquecerse mutuamente.

Una novela así, que se basa en emociones, ¿es más útil que un documental o una noticia?

Así lo creo. El regalo más bonito que me han hecho en estas semanas fue en la rueda de prensa que mi novela cuando había tres ciegos y un periodista invidente que habían leído la novela y me dijeron: Gracias, nos hemos sentido emocionados e interpelados. Hemos sentido el dolor de tu personaje. El entorno cambia, pero la emoción es la misma. Esas palabras me dan mucha tranquilidad para con la novela: todos vamos entre prenumbras en busca de la luz.

Visitaste los lugares donde vivió Braille, ¿qué se siente después de tanto trabajo?

Sentí una enorme emoción. Lloré cuando llegué a su casa. Había trabajado tanto. Había comprado un mapa de París del siglo XVIII y había hecho los recorridos, como en una investigación policial. Conocía los lugares, sus recorridos… Había visualizado aquella habitación y cuando llegué y dije: qué pequeña es. Era como cuando volvías a casa de los abuelos y la veías muy pequeña, pero no es que hubiera cambiado, es que tu habías creído. En su tumba, le pedí permiso y le di las gracias por todas las cosas que me había dejado ver. Y aún hoy, con la novela ya en la calle, sigo aprendiendo con ella. El otro día me dijo una persona invidente que había soñado conmigo. Y le dije, si no me ves, cómo sueñas conmigo. Me dijo: Ya te he dicho que hay muchas maneras de ver, y yo tengo un archivo de cómo hablan, cómo se mueven, cómo se sienten las personas… Igual tienen razón y lo importante no es visible a los ojos.

¡Buenas lecturas!

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