Carta desde el Hotel Ritz de Madrid en plena Guerra Civil, por Nerea Riesco

La fuente de Neptuno y el Ritz, en una posta de la época (Cedida por la autora)

Nerea Riesco ha publicado este año su nueva novela Los lunes en el Ritz (Espasa), obra ambientada en el Madrid de la Segunda República y la Guerra Civil. La autora se une a la serie Vacaciones en la Historia con una postal desde el mítico hotel de Madrid en plena Guerra Civil.

[ENTREVISTA NEREA RIESCO: «La Segunda República es un tiempo silenciado»]

Madrid, 21 de noviembre de 1936

Mi amado Bosco,

¡Qué consuelo me produce al menos, poder escribirlo! Mi amado Bosco, mi amado Bosco… lo repito y lo repito, convencida de que tú, aún en la distancia, podrás percibirlo, ya que ni siquiera sé si recibes mis cartas. No he vuelto a saber nada de ti desde la tuya, que llegó el 17 de julio, un día antes de que se desatase la locura.

Tengo la sensación de que el tiempo se ha parado, que estamos aislados en medio de un océano, sin posibilidad de comunicación. El cartero ya no pisa la Conserjería del Hotel Ritz. El teléfono es una chufla que mantiene a los clientes pegados a los auriculares, en espera de una conferencia que nunca termina de hacerse efectiva. Pese a todo, no pierdo la esperanza y te escribo cada día. Aprovecho los contactos que el dueño del hotel tiene en la embajada de Francia para enviar las cartas, pero este silencio comienza a minar mi estado de ánimo.

El mundo está patas arriba, mi amor. Madrid se he sumergido en el desorden revolucionario. Los alquileres de los pisos han bajado a la mitad por orden del gobierno, mientras que los productos de primera necesidad cuestan el doble por la presión del mercado negro. Puede pagarse la cuenta de un restaurante con el vale de un sindicato. Incluso le he escuchado cuchichear a mi padre que esos mismos vales sirven para pagar en los burdeles. La gente se ha acostumbrado a la pasear junto a milicianos armados y, tras la hora de la siesta, los niños salen a la calle a jugar al marro o a la comba con la misma tranquilidad del pasado, a pesar de las sirenas que anuncian bombardeos. Hoy me he topado con una manifestación convocada por el Comité Nacional de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo. Reclamaban la sustitución de los hombres por sus esposas en los puestos de trabajo de la ciudad para evitar que la vida de Madrid se quede interrumpida. Con el puño en alto gritaban: “Los hombres al frente, las mujeres al trabajo. Más vale ser viuda de héroe que mujer de un miserable”. Y mientras tanto, en los altos de la Castellana, los hombres aprenden a toda prisa instrucción militar al grito de “¡De frente! ¡Mar…!”

Le han cambiado el nombre a la Gran Vía por el de Avenida de Rusia. Han rodeado de sacos terreros la Cibeles para protegerla de los bombardeos. Ahora los castizos la han rebautizado con nombre de la Linda Tapada. Y es que la gente, pese a todo, no pierde el sentido del humor. A la estatua de Neptuno le han colgado un cartel del cuello el que se puede leer:” Dadme de comer o quitadme el tenedor”.

El Ritz también ha tenido que adaptarse a los tiempos de guerra. Su cercanía al frente, en contraste con su estratégica posición en el centro de la ciudad, lo convierten en un lugar ideal para instalar un Hospital de Sangre. Ahora somos el hospital miliciano número 2. Hemos tenido que quitar las alfombras, porque frenaban el avance de los carros con los útiles médicos. El espacio ocupado por el salón de baile se ha llenado de decenas de camas en las que atender a los heridos, y los continuos cortes de electricidad han convertido el Jardín de Invierno en improvisado quirófano, gracias a la luz natural que deja traslucir su cúpula de cristal. En un primer momento habilitamos las habitaciones de la primera planta para acoger a los recién operados, pero fue pasando el tiempo y cada vez se registraban menos clientes, en cambio el hall se atestaba de heridos de guerra que llegaban en oleadas. Había que colocar a los pacientes en el suelo, sobre edredones de seda y sábanas de hilo, en cualquier hueco que quedase libre.

Bosco, mi amor, estoy espantada; jamás en la vida había visto tanta sangre joven derramada. Ayer, un hombre llamado Buenaventura Durruti, que encabezaba la defensa de Madrid, ha muerto aferrado a mi mano. La muerte es algo terrible…

¡No soporto más el dolor! Necesito volver a verte. Necesito mecerme en tus brazos y escuchar cómo susurras en mi oído nuestra canción: “You took my kisses and all my love”.

Y yo te responderé “All of me”.

Vacaciones en la Historia: postales desde el pasado.

Martina Romero

2 comentarios

  1. Dice ser Nuria

    Durruti jamás encabezó la defensa de Madrid. Fue un forastero incompetente y cantamañanas que lideró un grupo de recién llegados que huyeron en desbandada al oir los primeros tiros, ante el espanto de los defensores que sí estaban luchando contra el fascismo. Su gente fue recolocada en otros grupos y al tipejo lo mataron de un disparo sus propios compañeros para librarse de su nefasta influencia (eso dicen algunos) o bien se pegó un tiro él mismo, involutariamente, por su propia incompetencia (eso dicen otros).

    20 agosto 2018 | 09:43

  2. Dice ser Davinia

    #Nuria. No confundas a la gente porque lo que dices no es verdad. A menos que simpatices con el bando de Franco, por lo que sería entendible hablar así de alguien que luchó del bando republicano, sin posibles, lo que le llevó a hacer batallas pequeñas. Pero cualquier cosa con tal de luchar con la lacra que se asentaba en España.

    20 agosto 2018 | 16:58

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