‘Los Dalton’, la historia de los hermanos forajidos salta al cómic | Cómic histórico

Los Dalton. Al oír ese apellido, muchos pensamos en aquellos célebres hermanos, cuanto más altos más tontos, que fueron los archienemigos del inmortal Lucky Lucke, creado por el belga Morris en los años 40. Tras ese flash mental, otros, algunos menos, recordamos a los célebres forajidos, obvia base para Morris, de los Estados Unidos en el siglo XIX. Territorio western, claro. Ahora, saltan a la viñeta. Esta vez con visión más histórica y menos humorística.

Dibujados por el español Jesús Alonso Iglesias y con guion del francés Olivier Visonneau, Los Dalton (Dibbuks, 2018, traducción Fernando Ballesteros) es un biopic gráfico sobre unos hermanos forajidos, que antes de criminales fueron agentes de la ley.  Una figura constante, esa del agente de la ley bordeando y traspasando el límite del crimen, en la historia del western, pero también en la narrativa de los EE UU. Pienso en los Wyatt Earp o Pat Garret, pero también en la última y contemporánea -atractiva y eléctrica, a pesar de no estar a la altura de El poder del perro y El cártel– novela de Don Winslow, Corrupción policial (RBA, 2017).

Con un dibujo que recuerda en ocasiones a los primeros Blueberry y un fuerte aroma western, el tándem Alonso Iglesias-Visonneau recorre con rigor y verosimilitud la existencia de aquellos hermanos forajidos que comenzaron como oficiales de la ley y acabaron abrazando -primero corrompiéndose, después delinquiendo directamente- el lado oscuro. Utilizando al menor de los hermanos, Emmet, el cómic (que en español recopila dos tomos) es el recorrido de construcción de unos bandidos, ascenso, caída y redención de unos bandidos de leyenda, comparables a los Younger y a los James.

El gran acierto de esta novela gráfica es el dar cierto peso al componente social de aquel mundo del western. No es que convierta a los Dalton en héroes, que no lo hace, pero sí muestra lo suficiente como para hacer comprensible que los excesos de las compañías ferroviarias, la situación de pobreza del país, no solo podía ayudar a tentar a hombres como aquellos hermanos hacia el mundo del crimen, sino que también explica el apoyo y fascinación que muchos de sus contemporáneos sintieron por ellos. Esa mezcla, seguramente, también aporta un tono noir, de crepuscular historia de gángsters, que le sienta tan bien a la narración.

El resultado es un buen cómic, atractivo, con trasfondo histórico y biográfico logrado, con aspecto formal de western y alma de historia negra de forajidos.

¡Buenas lecturas!

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