Fernando Martínez Laínez, autor de ‘Las lanzas’: «La Leyenda Negra ha impedido que tengamos un relato coherente sobre nuestro propio pasado»

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Fernando Martínez Laínez (periodista, doctor en Ciencias de la Información, ensayista y novelista) se ha marcado un objetivo ambicioso: novelar la historia de los míticos Tercios en una trilogía titulada La senda de los Tercios. Hace unas semanas ha presentado la primera entrega, Las lanzas (Ediciones B, 2017), donde se centra en las campañas de Ambrosio de Spínola y, la referencia del título es clave, el famoso cuadro en el que Velázquez retrató la rendición de Breda. Y así, entre arcabuzazos, picas, cañonazos y asedios charlo con el autor sobre la primera novela de este proyecto, del que está ahora escribiendo su segunda parte.

Breda, Velázquez, Tercios… todo también lleva a uno de los personajes más característicos de la ficción histórica española de las últimas décadas: Alatriste. «El personaje ficticio de esta novela es muy diferente a Alatriste», explica el autor que reclama más atención a esta historia: «Está tan llena de peripecias, batallas, personajes que es inabarcable; hay espacio para todo. De hecho, estaría bien que más escritores trataran este tema desde el punto de vista literario». Él por su parte, ve esta trilogía, como una especie de reivindicación por «esa especie de olvido» que sufren los Tercios en España.

En sus páginas, Martínez Laínez novela en esta historia articulada por un ficticio soldado, Alonso de Montengro (una de las figuras borrosas del cuadro de Velázquez) y el histórico Ambrosio de Spínola, lo que él ve como una «guerra desproporcionada»: «España terminó combatiendo sola contra toda Europa. El error muchas veces ha sido creer que era una guerra de los españoles contra un pequeño país: No, fue casi la primera guerra europea, donde España peleaba casi sola contra Flandes, Francia, Inglaterra, parte de Alemania, Sueca,… Ni los medios ni los hombres, porque España quedó prácticamente despoblada, respondían a la contienda planteada. España quedó arruinada en lo militar y lo económico».

Le pregunto al autor por Spínola, el gran protagonista de la función. «Su trayectoria fue apasionante: fue un potentado genovés, de familia adinerada, que lo sacrificó todo por su causa: la gloria. ¿Cuál era el país que más gloria podía dar? España. Sacrificó todo, y al final su vida se le fue complicando todo, porque en este país la envidia corroe, y le fueron minando posibilidades, le van quitando recursos y terminará mal. Es una figura trágica, pero es bastante común. Le ocurrió como a la mayoría de los grandes héroes de nuestra historia. Al final terminaron en el olvido, el exilio o la ruina».

¿Sabe que Spínola, interpretado por Ramón Langa, es un secundario muy celebrado de una serie de moda, El Ministerio del Tiempo? «No he tenido ocasión de ver la serie pero sí, me han hablado de la serie y del personaje.  Me parece maravilloso que utilicen a Spínola como agente, yo creo que lo hubiera hecho bien porque tenía una mentalidad muy práctica. El tuvo una visión muy logística y administrativa que se vio en sus grandes asedios. Y también fue un hombre muy ligado a las inteligencias y a los espías, tenía redes propias que le convirtieron en el hombre mejor informado de Flandes».

También le interrogo por Velázquez y el cuadro de Las lanzas. En esta novela, seremos testigos de cómo el mítico pintor se informa para componer su lienzo. «Velázquez nunca estuvo en Breda, pintó de oídas pero él estaba perfectamente al tanto de lo que ocurría en Flandes, porque tuvo una serie de asesores, entre ellos  Rubens y el propio Spínola que habló con el pintor, como cuento en la novela». Martínez Laínez explica que, a pesar del «realismo y precisión de Velázquez», en este cuadro apostó por el simbolismo cargado de matices: «hay generosidad con el vencido, protagonismo de los soldados, necesidad de diálogo…»

Hablar de ‘la mejor infantería de su época’ y de cómo el imperio español cavaba su propia tumba, nos lleva irremediablemente a la Leyenda Negra. «Es uno de los mayores dramas de nuestra historia», afirma, «y fue producto de una auténtica labor de propaganda y desprestigio de los enemigos de España de la época, pero se ha visto alimentada hasta hoy por los propios españoles y ha quedado grabada en mucha gente. Y la verdad es que no fuimos mucho mejores, pero está claro que tampoco mucho peores que los demás países«. Para Martínez Laínez, este «mal endémico» ha tenido un grave efecto: «Ha impedido que tengamos un relato coherente sobre nuestro propio pasado».

El autor rechaza comparar la España del siglo XXI, marcada por «un desánimo nacional reflejo del desbarajuste social y económico», con la de los siglos XVI y XVII. Pero el presente no puede ser entendido sin el pasado de donde viene: «ahora hay libros sobre ‘La España vacía’, pero la despoblación rural de Castilla se ve en mi novela, cuando queda desierta de varones para ser enrolados en el ejército; el poder del dinero, las envidias y corruptelas políticas…»

En el discurrir de nuestra charla, se va colando la idea que tiene este autor sobre la novela histórica: «Atender al rigor histórico». Le digo que más que novela histórica, para mi resulta historia novelada. «Sí», me dice, «pero es una decisión pensada y tomada por mi parte. Está bastante trillado el asunto de lo que se llama novela de capa y espada y no me interesa demasiado en el término literario. Abogo por una novela que aporte hondura histórica y alejada de fantasía. Trato de ceñirme a la realidad histórica lo máximo posible y así, permitirme profundizar en los acontecimientos pretéritos, vistos a través de la lente de nuestro tiempo para tratar de enseñarnos algo también. Los espadachines, y la acción y por la acción no me interesa… Me interesa más una novela más reflexiva, me interesa más el drama interno de los personajes y tratar de discernir por qué tomaron determinadas reflexiones. Cuáles son los hilos que mueven a las personas a actuar así. Y todo eso requiere un cierto estudio».

Entiendo, le digo, que en su visión la novela histórica no debería servir para adentrar al público en el conocimiento de la historia. «La historia es historia, y la ficción, ficción. El tipo de novela histórica que yo preconizo, quizá fuera más aprovechable en este sentido. Pero si alguien quiere aprender historia, debe recurrir a los libros de esa materia. Si lo hace a través de la novela, probablemente esté aprendiendo a tergiversar la historia».

¡Buenas lecturas!

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1 comentario

  1. Dice ser mejor hacer Historia que leerla

    La Historia NUNCA es fiel reflejo de lo que sucede.
    Hoy en día, con mucha tecnología al alcance, supuestaemnte demócratas y libres, se pone uno a ver las noticias y luego buscas otros puntos de información en Internet y te das cuenta del clarísimo sesgo interesado de los informativos. Los diarios de papel, lo mismo.
    Pues entonces imaginemos a quienes esriben la Historia. Si hoy en día no se ponen de acuerdo del presente, cómo será sobre el pasado.
    La vida es un carrusel de mentiras, de falsas verrdades, de cánones impuestos en pensamiento y modos de ver las cosas desde el puritito nacimiento. Allí donde te toca nacer en este torpe planeta humano, ya tienes la condena de recibir la información y la educación que toque a los qeu dominan el cerco donde te ha tocado.
    ¿Por qué cuesta tanto cambiar lel mundo, si todo el mundo parece querer cambiarlo? Porque la hipocresía, la dignidad artificiosa, el interés d eparte y el brutismo abunda entre los seres humanos.
    La Historia es otra novela más, con sus edulcorantes y amargantes artificiales, según el paladar de cada cual.
    Mejor hacer Historia que leerla y luego que digan lo que les dé la gana.

    09 octubre 2017 | 10:45

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