‘Imperiofobia y leyenda negra’, medias mentiras y medias verdades

Primer desembarco de Cristóbal Colón en América 1862 (Exposición Nacional, Medalla de Primera clase) por Dióscoro Puebla (WIKIPEDIA)

El doctor en Historia de América, Esteban Mira Caballos (que ya ha colaborado en XX Siglos con un artículo sobre la polémica del Día de la Hispanidad), se adentra en la labor, en el siguiente artículo, de analizar una de las obras de historia más exitosas (ya lleva 11 ediciones) y comentadas del último año Imperiofobia y leyenda negra (Siruela, 2016), de María Elvira Roca Barea, y desgrana, en su opinión, sus puntos fuertes y debilidades.


Sobre ‘Imperiofobia y leyenda negra’: medias mentiras y medias verdades

Esteban Mira Caballos | Doctor en Historia de América

Esteban Mira Caballos, doctor en Historia de América.

La edición de esta obra de María Elvira Roca Barea (Madrid, Siruela, 2016) ha tenido un gran éxito editorial y un considerable impacto mediático. Y ello por las hipótesis novedosas que plantea con un amplio aparato bibliográfico y con un tono a veces poco cordial y hasta despectivo con una parte de la historiografía. Me ha resultado imposible comentar todos los aspectos del libro por lo que apenas aludiré a las leyendas negras romana, rusa o estadounidense, centrándome en la española. Una decisión que no es aleatoria ya que,  aunque la autora se detenga ampliamente en otros imperios y en otras imperiofobias, el objetivo del libro está bien claro desde la primera página: desenmascarar la leyenda negra y limpiar el buen nombre de España y de los españoles. Quiero empezar reconociendo que sus ideas fundamentales están bien documentadas y magníficamente argumentadas. Básicamente defiende tres aspectos:

Uno, que la leyenda negra es por antonomasia española pues, de hecho, para referirse a otras hay que ponerle el adjetivo de rusa, francesa o estadounidense. Los que mandan siempre han gozado de mala prensa, especialmente los imperios. Eso sí, a su juicio hay imperios coloniales como el belga, cuya mala prensa, el holocausto generado en el Congo, no es leyenda sino historia, pero no es el caso del español. Empieza explicando la Imperiofobia aplicada a Roma, para después establecer comparaciones con otras leyendas negras aplicadas al imperio español, a Rusia y a los Estados Unidos. Por cierto, que Elvira Roca omite un trabajo de un doctor en filología, al igual que ella, que le hubiera resultado de gran utilidad. Se trata de la obra de José Luis Conde, La lengua del Imperio, que obtuvo el II Premio Rosa María Calaf de Investigación y que fue editado en el año 2008. En este último estudio se compara, con una excelente erudición, la retórica del imperialismo romano con el estadounidense. El Dr. Conde establece interesantísimas conexiones ideológica entre los pensadores romanos imperialistas o antiimperialistas –Cicerón, Salustio, Cornelio Tácito, Tito Livio, etc.- y los estadounidenses –Miles, Chalmers, Badian, etc.- así como símiles sorprendentes en la evolución política de ambos imperios. Dentro del propio imperio romano hubo críticos como Salustio, una especie como de padre Las Casas de la antigüedad.

Dos, que la leyenda negra no es una cuestión del pasado sino que sigue existiendo en pleno siglo XXI con gran vitalidad, a través de los textos y de la filmoteca. Niega la idea repetida por algunos historiadores actuales, como Henry Kamen o Ricardo García Cárcel, de que la leyenda negra ha desaparecido hace mucho tiempo. Y se ensaña con ambos, primero con Kamen a quien considera justo al contrario de lo que él mismo afirma, es decir, de ser uno los agentes perpetuadores de la imperiofobia. Y ello precisamente por negar la leyenda y respaldar la teoría del Imperio Inconsciente cuando afirma que España no construyó su imperio sino que le cayó encima de manera circunstancial, fruto de herencias. Y segundo con García Cárcel a quien corrige con dureza pues le parece inadmisible su tesis de que nunca ha existido una leyenda negra al no darse una crítica sistemática y premeditada frente a España y a los españoles. Y la autora llega tan lejos en su idea que sostiene que la crisis económica actual y el incremento de la deuda pública española no se ha debido tanto a la crisis internacional o a la mala gestión de los sucesivos gobiernos españoles como a ¡la Leyenda Negra!, al incrementar sin causa aparente la prima de riesgo.

Y tres, que esta leyenda ha terminando calando en la propia intelectualidad española hasta el punto que todos ellos deben entrar en mayor o menor medida en la crítica a su propia nación ¡si quieren conseguir algún respeto! Y dice más, en general, el intelectual español es desde siempre autocrítico y flagelante y estima que negar la leyenda negra es ser un español moderno y no un periférico acomplejado. Según parece todos estábamos equivocados, ensimismados en nuestra propia paranoia flagelante, hasta que hemos tenido la suerte de gozar de su redención.

La Leyenda Negra empezó en Italia y la terminó asumiendo la élite ilustrada española. En cambio, el concepto sí que surgió en la España decimonónica para popularizarse en la siguiente centuria a partir del libro de Julián Juderías, un cantor de las glorias de la patria hispana. Quede claro que el término parte no de los enemigos de España sino de los defensores. Pero, contra la opinión del propio Kamen, de Pierre Chaunu o de Carmen Iglesias, esta leyenda no solo existe en la conciencia de los españoles sino que sigue fuertemente implantada en toda la intelectualidad de los países de nuestro entorno, especialmente de los protestantes.

Creo que su tesis principal, es decir, que hubo –y en algunos aspectos pervive- una Leyenda Negra, al tiempo que está en plena vigencia una Imperiofobia frente a los Estados Unidos, es correcta. Hace algunos siglos, los españoles encarnaban el mal, la perniciosa mezcla racial y el engendro de todos los males como en la actualidad lo encarnan los estadounidenses. Hasta ahí podemos estar más o menos de acuerdo, pasemos ahora a analizar los desacuerdos.

Se lamenta la autora de que la interpretación de la historia siempre se ha realizado desde la ideología, especialmente por los historiadores de izquierda. Y en parte lleva razón, pues todo historiador tiene su ideología y ello influye en su forma de interpretar la historia. El problema es que su texto también está preñado de ideología, por lo que en cualquier caso peca de lo mismo que con tanto énfasis critica. E incluso le llega a traicionar el subconsciente cuando sorprendentemente afirma –p. 359-  que una de las constantes de los imperios ha sido el autocuestionamiento y la inadecuación de la respuesta. Dice que ante la propaganda orangista Felipe II respondió convocando una auditoría internacional y frente a los grabados de De Bry con la sesuda obra de Solorzano Pereira. Un verdadero fiasco porque, según Elvira Roca, la respuesta ¡no puede ni debe ser científica sino que a los ataques propagandísticos, solo se puede responder de la misma manera, a ser posible de forma más ofensiva y más falsa! Pues ¡vaya!, esta idea suya no dice mucho a favor del cientifismo de sus argumentos que tratan de responder a la Leyenda Negra.

Pero a mi juicio, el mayor error de su obra consiste en confundir leyenda negra con historia negra, de forma que al final trata de reescribir toda la historia, bordeando, omitiendo o directamente eliminando los aspectos más escabrosos que, según ella, son falsedades atribuibles a la citada Imperiofobia. La autora tergiversa infinidad de hechos, unos de manera intencionada y otros quiero creer que por desconocimiento, para tratar de meter con calzador su particular visión de la historia.

Actualmente, está en plena efervescencia el antiamericanismo, pues se le atribuyen a los Estados Unidos todos los tópicos de la Leyenda Negra: el hecho de ser una versión degenerada de Europa y racialmente impuros. Y, como le ha ocurrido a la hispanofobia, también tienen el antiamericanismo dentro de casa, cuya cabeza visible es Noam Chomsky, quien con sus medias verdades y medias mentiras… no es más que una máquina expendedora de antiamericanismocuyo producto tiene mucha demanda porque proporciona confort y autocomplacencia casi gratis. Y es que, según Elvira Roca, la Imperiofobia halla su acomodo en una clase letrada, con capacidad de captar y manipular el malestar del pueblo. Y ya puestos, todas las críticas al actual Imperio, los Estados Unidos, se deben a la leyenda negra, siendo, a juicio de la autora, una pura invención interesada. Se le critica por lo que son –un imperio- y no por lo que hacen. Por eso está generalizada la idea de que los estadounidenses, además de medio tontos, son unos ignorantes. Y toda esta crítica a las actuaciones descomedidas del imperio, lo mismo de George Bush que de Clinton o del actual Donald Trump, es negligente por definición porque vender irresponsabilidad ha sido siempre muy lucrativo. Que la culpa sea de otro es descansado. Alivia el alma y nos evita muchos quebraderos de cabeza y mucho esfuerzo. ¡Increíble que esto lo haya podido escribir una persona medianamente sensata!

Para concluir, creo que estamos ante un libro inteligente y bien trabajado, pero al servicio de una ideología muy concreta. Además tiene el aliciente de generar debate, algo que puede hacernos avanzar desde el punto de vista historiográfico. Su tesis fundamental está bien demostrada y contrastada, que la Leyenda Negra ha existido y en parte perdura hasta nuestros días. Los imperios siempre han sido criticados e incluso se ha fabulado contra ellos, eso queda bien claro en este libro. Como aspectos más negativos encuentro dos: uno, que impugna muy críticamente los trabajos de grandes maestros, como John Elliott, Henry Kamen, Christiane Stallaert, Joseph Pérez o Marvin Harris. Todos pueden haber planteado ideas discutibles en algún momento pero es injusto y muy atrevido refutar la totalidad de su excelencia académica e investigadora. Y el otro me parece aún más grave; confunde leyenda negra con historia negra. Está claro que eso de los españoles latinos, anti-semitas y comedores de carne cruda es pura Leyenda Negra, pero no es menos cierto que existió un Santo Tribunal de la Inquisición, que no defendía precisamente los Derechos Humanos, que Atahualpa murió ajusticiado después de pagar su rescate y que los moriscos fueron dramáticamente expulsados. Hubo Leyenda Negra y también historia negra, y es muy importante no confundir una cosa con la otra ni olvidarla, especialmente la segunda.

El texto publicado es un extracto del análisis más completo que ha hecho este doctor y que podéis leer completo aquí.

7 comentarios

  1. Dice ser Yomismo

    Yo no estoy de acuerdo con el calificativo ese de «historia negra». La historia es historia, ni es blanca ni es negra. Ponerle ese adjetivo es un juicio de valor que está mas cerca de lo que es una leyenda que de lo que se supone que es la historia.
    Evaluar los hechos históricos como fenómenos aislados sin tener en cuenta lo que lleva hasta ese punto y el contexto histórico global de la época nos lleva al absurdo! Hablar de la inquisición como historia negra de España cuando fue un fenómeno global que aquí, en este país, encontró el lugar mas propicio para sus desmanes, es olvidarse de las cruzadas como fenómeno global, olvidarse de Simón de Montfort (probablemente el mayor genocida de la época bajo los parámetros actuales), olvidar que todo lo que ocurrió en aquel tiempo aquí era la forma de hacer las cosas de entonces en toda europa. No hay una historia especialmente negra en este país sobre ese asunto, no pasaron cosas que no pasaran en todas partes. De ahí precisamente la leyenda negra.
    Alguien ha oído hablar de «historia negra» en Francia? Ya no digamos leyenda negra… o en Italia.

    Entiendo que la diferencia entre historia negra y leyenda negra que alude serian los hechos históricos que si ocurrieron vs los que no (que formarían parte de la leyenda negra). Pero referirse a estos hechos históricos como «historia negra» al final nos lleva al mismo punto: emitir juicios de valor sobre lo que ocurrió hace cientos de años como si fueran hechos aislados, descontextualizados, y desde el prisma ético actual.

    Así los españoles llevan siglos acomplejados de su propia historia. Como si nosotros hubiéramos sido los malos de la película. Tanto nos lo han dicho que al final cala y nos lo creemos.
    Y renegamos de todo lo que fuimos.

    No hay que vivir en el pasado, pero si hay que conocer lo que fuimos y las cosas que pasaron. Los errores y los aciertos. Aquí y en otras partes. Y si vamos poniendo esa etiqueta, «historia negra», pues mal vamos.

    13 septiembre 2017 | 09:45

  2. Dice ser Heisenburger

    Iba a escribir un comentario puntualizando lo mismo sobre el tema de la Inquisición pero Yomismo lo ha explicado perfectamente. Seguimos fustigándonos con temas como ése y permitiendo que otros la llamen «The Spanish Inquisition» cuando ese tribunal actuó en toda Europa y con mucha más virulencia en países como Francia o Alemania. No somos mejores o peores por ello: es simplemente historia, basta ya de juzgar los hechos del pasado con una perspectiva del presente.

    13 septiembre 2017 | 11:34

  3. Dice ser no me lean que no vale la pena

    La peor lección que se puede dar de Historia es negar la realidad de la Historia.
    Negar la mayor, el hecho de qu eel ser humano es evolutivo y , por tanto, condicionado a su tiempo y al conocimiento puntual de su momento, de la porción de l aHistoria que le ha tocado vivir, es cuanto menos ridículo.
    Peor aún es no tomar conciencia de ese desarrollo evolutivo y mantener los mismos preceptos y mentiras, falsas verdades y cánones morales estúpidos, para lso tiempos de presente que vivimos todos en nuestro punto vital que no scorresponde. Ahí entran la stradiciones, que deben evolucionar al igual que el conocimiento y las nuevas normas desarrolladas, y dejar de hablar de valores perdidos. Los valores perdidos nunca han existido. Jamás. Ese es otro gran cuento de la humana mente; ensolñarse con tonterías desde los presentes creyendo que en el pasado se estaba más guay, cuando la prueba del algodón aclara fácilemnte que aún hoy esos derechos que dicen se han perdido ni siquiera se consiguen del todo aún. Una tontada, un cacao mental impresionante, producto del deseo de las mentes de retornar a sistemas de gobierno o qué sé yo, que no hacían sino censurar la verdad. Pero si tenemos en democracia y hoy ejemplos claros de las verdades distintas en los diarios, si nadie parece aceptar la ajena… cómo iba a ser atrás….
    El ser humano es una especie evolutiva, y caer en la trampa de que con menos conocimeinto, menos poder de pensamiento, menos amor a diálogo y menos bestialismo, el humano estaba mejor, es para pasar olímpicamente de todo lo dicho y escrito en libros y enciclopedias históricas que enfoquen así al humano individuo. El presente hay que desarrollarlo para mejorar el pasado, no para aplicar el pasado y revivir ensoñaciones que jamás fueron como se pintan hoy, ahora, en el hoy de siempre, en el ahora de siempre. La Historia puede interpretarse de mil maneras, las ataduras ideológicas también son otra trampa. Si amas la Historia, crea, sé protagonista, modifícala a mejor, avánzala, no sean reos de tiempso que no nos corresponde vivir, que ni siquiera se ponen de acuerdo en cómo fueron, por la falta de info y los intereses creados o por censuras o represiones q había, o por simple falta de mente sana; por lo que sea. No se puede enjuiciar tiempos pasados con todas sus circunstancias y limitaciones con lso presentes, supuestamente má savanzados, aunqeu no siempre es así. LA Historia, para sacar experiencia y no repetir su smalos rollos. A disfrutarla.

    13 septiembre 2017 | 12:00

  4. Dice ser Corrector

    «Y es que, según Elvira Roca, la Imperiofobia haya su acomodo en una clase letrada, con capacidad de captar y manipular el malestar del pueblo.»

    Haya = verbo haber
    Halla = verbo hallar

    13 septiembre 2017 | 15:08

  5. Dice ser IMPERIOS QUE FUERON - IMPERIOS QUE AÚN SON

    De hipócritas es negar lo que es innegable, de nada sirve pretender esconder o desfigurar la historia, los Imperios fueron y son producto de la codicia y la avaricia de quienes los construyeron , Así a partir de la escritura la historia nos hace un relato detallado y pormenorizado de los distintos tiempos o momentos históricos de la humanidad.Miles de años de historia han visto nacer, crecer y morir Imperios, como el Romano, Otomano , Español, Portugués, Turco, Egipcio, Francés, Alemán, Italiano, Belga, Austriaco, Holandés, Ruso, Japones y otros que aún siguen vigentes como EEUU y Británico

    https://blogsaverroes.juntadeandalucia.es/oscarprofesociales/2015/12/27/imperios-coloniales-siglos-xix-y-xx/

    https://es.wikipedia.org/wiki/Imperio_espa%C3%B1ol

    13 septiembre 2017 | 18:51

  6. Dice ser dcb

    Al autor del artículo primero decirle que antes de dar lecciones que aprenda a escribir. Y me gustaria saber a que «ideología tan concreta» va dirigida según él el libro.

    13 septiembre 2017 | 19:39

  7. Dice ser Caradoc

    Desde la llegada al mercado de este libro se le ha tildado de tener una clara ideología antiizquierdista (en otras palabras, derechosa). Que el prólogo corra a cargo de Arcadi Espada y Cayetana Alvarez de Toledo (que además de decir «No te lo perdonaré jamás Manuela Carmena», es licenciada en Historia Moderna, no lo olvidemos) no ayuda de cara a la maten que algunos españoles se pueden hacer del ejemplar. Sin embargo, el libro debe ser juzgado por lo que cuenta y lo que plantea, y creo que esta reseña cumple en ese sentido.
    No coinciden mis ideas con las que (teóricamente) tiene la autora, pero aún así he leído alguna entrevista que se le hace, o reseñas (tengo muchos libros para leer y poco tiempo de modo que no me he comprado el suyo) y creo que se plantean ideas interesantes, como la pervivencia de esa «Leyenda Negra» en el tiempo, la ojeriza que se le tiene «al que manda» y como EEUU, por ser el primer país del mundo, sufre esa «Imperiofobia» (casualidades de la vida, muchas veces extienden la EEUU-fobia quienes se dan golpes en el pecho porque España ha sido víctima de la Leyenda Negra). Curiosamente, la «Leynda Negra», o esos falsos mitos negativos que perviven en el tiempo, no sólo atacan a Imperios, sino que también se ceban con personajes concretos (los Borgia, los Bolena, los Valois, Manuel Godoy, Eduardo II, Fernando el Católico, Ricardo III, María Antonieta…). Muchas veces esos mitos se perpetúan porque muchos historiadores «vagos» están más interesados en acabar su libro y vender que en acudir a las fuentes y hacer su trabajado algo más lento pero bien.
    La reseña me ha resultado interesante y bien planteada, exponiendo lo bueno y lo malo y haciendo hincapié en lo beneficioso que puede ser que el libro genere un debate. Me resulta muy desagradable que ataje con tal fiereza a quienes no comparten sus tesis, sobre todo si son compañeros historiadores. Sin embargo me gustaría que el autor citase en qué momentos Elvira Roca nos trata de meter con calzador su visión de la Historia, o cuales son los hechos que tergiversa, ayudaría mucho a ver qué tipo de libro (y qué tipo de ideología) tenemos ante nosotros si compramos esta obra.
    Por último, concluyo diciendo que hay una imperiofobia, pero es comprensible que esta exista. El final del magnífico libro «Águilas y Cuervos» de Paulina Gedge, lo resume muy bien: los imperios pueden dar a los pueblos que conquistan muchos avances, tecnología, cultura (como si los conquistados no tuvieran la suya!), pero al final les quitan lo más sagrado que es la libertad, y ese es un pecado que la Historia siempre recuerda.

    16 septiembre 2017 | 14:33

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