Marty McFly y Doc eran unos mierdas. Que si De Lorean, que si condensador de fluzo, que si velocidad no se qué… José Luis Moreno y Ana Obregón para viajar al pasado sólo necesitan una gala en TVE.
Empiezo por deciros que adoro este blog y hablar de realities, lo que exige verlos, cosa que hago normalmente con más o menos gusto. Pero anoche, anoche…
Si me hubieran dado a elegir entre ver la gala Sábado Sensacional o trabajar probando supositorios, ahora tendría el culo como los mofletes de un hámster recién almorzado.
Y es que esta gala, pensada, producida y emitida en el siglo XXI, parecía sacada de los más oscuros rincones de los años ochenta. Pero no de los ochenta peleones, pioneros y aperturistas, no, de los ochenta de «si Franco levantara la cabeza» y los muebles de formica verde en la cocina.
Lo presentaban entre Mar Saura, Pablo Puyol, Josep Lobató y la incombustible (es como una khaleesi pero en los huesos) Ana Obregón. Casi cuatro horas de gala, ahí es nada.
Y digo lo presentaban porque de tanto leer en los autocues (esas cámaras que llevan una pantalla donde se proyectan los textos) aquello parecía la consulta del oculista. Tenían la misma naturalidad que un bocadillo de PVC.
Ay, dios. A mí me atacaba la vergüenza ajena como lobo hambriento cada vez que presentaban un número usando chascarrillos como traídos por casualidad y que sólo pueden haber escrito codo a codo Marianico el Corto y Jaimito Borromeo.
Las entradillas eran aderezadas con preguntitas y chascarrillos picarones y picarones de los que haría proferir un «oyoyoyoy» a una señora del siglo XVI y que le parecerían una beatería tonta a las que vivieron de ahí en adelante.
Ana Obregón y Mar Saura iban vestidas de primera comunión si la primera comunión se hubiera hecho en la Atenas de Platón. Eran como niñas de la curva buscando casarse con un tronista de Mujeres y Hombres y Viceversa.
Había bailecitos y coreografías con bailarinas pseudojamonas vestidas de mamachicho y maromos vestidos de mamarracho que hacían movimientos como de baile de fin de curso en el cole.
Es que hasta el público iba vestido de época. Os juro que me pareció ver hombreras y chándals de nailon. Creo que sacaron a los del público de la sección de extras y figurantes del Cuéntame.
Había sketches como de teatro pero escritos e interpretados para adictos al crack en pleno colocón. Sólo les faltaba parar para explicar los chistes después de cada situación. Eran unas situaciones de mucha risa siempre y cuando tengas 85 años, vivas en Benidorm y en el siglo pasado.
También había actuaciones de grupos musicales «actuales» o «jóvenes». Lo peor de todo es que el mánager les habrá cobrado por colocarles en Noche de Fiesta, perdón Sábado Sensacional a las tantas de la madrugada un sábado en agosto. Eso no es promocionarse, es tirarse al mar con unos zapatos de cemento.
Y ojo, una música y unas voces en directo… parecía la versión carroza del Spotify, no os digo más. Eso lo llevaban todo en un CD e iban poniendo los temas en orden.
Y bueno, qué decir de la actuación estrella… Pantoja con su hijo Paquirrín, a dúo. Qué perversión, por dios. Yo me encuentro a un tipo haciéndole el amor a un ornitorrinco y me parece más normal.
Antes de ese gran momento la Pantoja actuó varias veces. Por ejemplo cantando Capote de grana y oro. Os lo juro. Con bailarines vestidos de torero. Sólo faltaba el ministro de Censura quejándose por lo atrevido de los escotes.
Y ahí salía la mujer, todo orgullosa, con la cabeza alta, chula y gallarda y pinturera, como el que recorre la galería de celdas la primera vez mientras sostiene su manta y el uniforme del talego.
Porque Ana Obregón y Pablo Puyol la presentaron como si fuera la Madre Teresa de Calcuta, hablando de su talento, su esfuerzo, su fama, su éxito… Si no dicen el nombre al final os juro que la propongo para premio Nobel de la paz. De la condena por blanqueo de capitales no dijeron nada.
Para la actuación estrella Pantoja salió vestida con una lechuga romana en el pecho y con cara de no saber si te has dejado abierto el gas.
La canción decía que estaba muy sola y que necesitaba a alguien. Esta mujer no aprende. Mira que la última vez acabó con Cachuli y una visita a un señor vestido de negro con puñetas…
El caso es que a la mitad de la canción apareció Paquirrín con un micrófono de adorno y sonó su voz haciendo rimas como de poema de niño de tres años. Os dejo una muestra del nivel:
Ay, mi gente, se me antoja
Deciros lo hermoso que canta mi Pantoja
Quevedo era una puta mierda integral al lado de Paquirrín.
Después de unas cuantas rimas como esa se fue para atrás a una mesa de DJ que probablemente no estaba ni enchufada y se dedicó a toquetear botoncitos con mucha emoción torera. De hecho, se acabó la canción y él seguía tocando botoncitos. Aquí podéis ver lo que hizo:
Y ojo, todo eso con los auriculares tamaño gigante verde puestos, quién sabe si porque estaban retransmitiendo el Betis-Osasuna…
Mirad, a pesar de que os amo, lectores míos, voy a compartir con vosotros ese momento: