El título de este post, me diréis algunos, está mal. Porque la canción no era Un limón y medio limón, si ya lo sé. La canción, efectivamente, se titulaba El rap de los 40 limones.
Lo que pasa es que tú coges ahora mismo a alguien nacido en los ’80/’90 y, casi con total seguridad, si le hablas de El rap de los 40 limones se quedará así un poco dubitativo, en plan limbo, pero si tú le dices «la de Un limón y medio limón» pues ya sabe de qué hablas, porque TODOS recordamos el estribillo más pegajoso que nos dio Esta noche cruzamos el Mississippi (aparte de los de Krispin Klander).
Me acuerdo hoy de Juan Antonio Canta porque, casualidades de la vida, mañana, 22 de diciembre, se cumplirán 23 años desde su muerte.
Juan Antonio Castillo Madico era ya muy conocido, o lo había sido, en el mundo de las letras.
Se le había conocido como El Patuchas: cantautor, poeta y escritor. Fue vocalista del grupo Pabellón Psiquiátrico, y lanzaron al mercado su primer álbum, La primera en la frente, en 1987, cuando Juan Antonio tenía 21 años.
A ese primer álbum siguieron otros cuatro, casi a uno por año, hasta que en el ’92 se publicó el último, Lo más salvaje, un recopilatorio.
En el ’96, Juan Antonio volvió a publicar, esta vez en solitario, y vio la luz el álbum Las increíbles aventuras de Juan Antonio Canta, del sello Virgin. Juan Antonio, que no olvidemos que era poeta -y del que decían que tenía un inteligentísimo sentido del humor- se conformaba con obsequiar con el repertorio de ese álbum a los asistentes a pequeñas actuaciones en bares y pequeños escenarios, sobre todo de Madrid.
Y es en uno de esos escenarios donde Pepe Navarro lo ve y decide llevárselo a su late show, y le da la fama nacional convirtiéndolo en lo que ahora llamaríamos un viral de libro. Nadie escapó a El rap de los 40 limones.
Luego, para Juan Antonio, se presentó un panorama difícil, aunque no lo parezca. Lo que en un principio vivió como una gran oportunidad de lanzar su música y alcanzar unos niveles de éxito inusitados para él hasta entonces, después se convirtió en un monstruo que lo devoraba.
Se sentía un muñeco, un pelele despojado de identidad y, tal como confesó cuando le invitaron a una entrevista en Canal Sur después de su gira estival, quería desentenderse de El rap de los 40 limones, y puso como condición que en esa entrevista no se le mencionara siquiera la canción. Se enfrentaba, decía, a tener que decidir entre seguir esa ola de éxito, con la que no se sentía identificado, o «desandar lo andado y comenzar de nuevo desde cero».
Cuentan que solía decir que «lo importante no es si ganas o pierdes, sino que no pierdas las ganas». Dos semanas antes de su fallecimiento, le escribió una carta a la cantante Martirio que rezaba así:
“Pasarán los guitarrazos y el caos y quedará la belleza. Yo, que me paso el día rezando al dios de las canciones con desigual resultado, anoche encontré la sangre del sur en un teatro que parecía un avión e iba tan lejos que me confundí tratando de saber si era la posguerra o el futuro.
Acuna las almas perdidas de los que pensaron que había que apostar lo que no se tenía”.
El 22 de diciembre de 1996, con solo 30 años, se suicidó Juan Antonio Castillo: cantautor, poeta y escritor.