La inteligencia del ser humanoes la capacidad que tiene para adaptarse a la realidad.Xavier Zubiri, filósofo. (San Sebastián, 1889 - Madrid, 1983)

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Segunda vivienda en Marruecos

El tsunami inmobiliario que ha arrasado las costas españolas y parte del interior sigue extendiendo sus tentáculos por el mundo. A Marruecos, sin ir más lejos, están llegando ahora cientos, ¡sí, cientos!… de promotores inmobiliarios dispuestos a hincarle el diente a sus costas y territorios vírgenes con la aquiescencia de la oligarquía del país. ¡Unos y otros esperan forrarse rápidamente con ello! En pocos años Marruecos será irreconocible y, muchos lugares, como los alrededores de Tánger, por poner un ejemplo, serán devastados por las tropelías consumadas de los reyes del cemento… Pero, ¿que busca un español, un francés, un alemán, un inglés… (por lo general jubilado) en Marruecos, donde la sanidad es la que es (bastante mala), la cultura del ocio no existe y las costumbres locales chocan de frente con los hábitos lúdicos y trasgresores de los europeos?

Quizá busquen sexo fácil... ¿A esa edad? Quizá tranquilidad… ¿Para qué sirve ésta si por un mal tropiezo puedes perder la salud o la vida al carecer de la asistencia adecuada? No. Tiene que haber otras razones. Y sólo se me ocurre una: que el stsunami de la propaganda inmobiliaria puede con todo y a los crédulos ricos (o que se creen ricos) en Europa les importa muy poco arriesgar 150.000 ó 200.000 € en un apartamento que en el continente europeo les costaría el doble, aunque aquí, en el mejor de los casos, no lo utilizarán más de dos o tres veces al año. ¿Qué espera encontrar un señor de Logroño, pongamos por caso, en Saidía, en el culo del mundo (perdón por la expresión), sin nada que hacer fuera del recinto “amurallado” de la urbanización?Yo creo que todo es propaganda; pura propaganda. Propaganda de los depredadores de las costas, de los mafiosos sin escrúpulos que venden placer en donde sólo hay humo. Propaganda para seducir a los incautos que creen que compran a precio de saldo lo no vale nada o muy poco…

No nos engañemos. Marruecos es un país maravilloso para visitarlo; un país para ayudar a que sus gentes vivan mejor y se desarrollen, pero no para destruir su paisaje (como los citados Saidía, alrededores de Tánger, o Playa Blanca en Tan-Tan).

Otra cosa es que se hagan promociones inmobiliarias para los más de dos millones de marroquíes emigrantes en Europa que, parece ser, ya están en disposición de comprar una segunda vivienda en su país… Pero, ¿segunda vivienda para los europeos? A los europeos, me parece, les están engañando con humo… Y si no, al tiempo.

¿Por qué Cataluña no representa a España en Marruecos?

La pregunta que da título a este post es ambigua y dará pie a muchas interpretaciones sin duda. Pero en ningún caso es malinencionada ni espero que de ella se deduzca animadversión hacia Cataluña ni hacia nadie, por supueto. Sí, propongo, una reflexión (o, quizá, un juego) que podría contar con estas dos claves como punto de partida:

1. El Estado español —acéptenlo los que dudan— no es sólo España… No es esa España “Una”, “Grande”, y “Libre”, sino un compendio de nacionalidades cuando menos. Sea como fuere —Cataluña es un ejemplo— estas nacionalidades ejercen su rol a diario, allá donde pueden, y esto, a veces, difiere o interfiere en el rol que le correspondería al Estado español ejercer.

2. Si esto es así, es decir, que cada nacionalidad “va por libre”, podrían planteárselo, pensarlo y unirse. Ponerse de acuerdo todas las comunidades autónomas, y, al menos para sus actuaciones en el exterior, tener un representante común, que no tendría que ser, necesariamente, el del Estado español. Con esto se evitarían duplicidades, líos de siglas, propuestas que se repiten cinco, seis, siete veces… porque muchas autonomías piensan y proponen lo mismo en terceros países…

Y viene esto a cuento porque en estos días, a raíz de la visita oficial del presidente Montilla a Marruecos, están apareciendo en los medios de comunicación más noticias de la actividad de Cataluña en el país magrebí que de toda la Unión Europea junta. En cambio, las actuaciones de España… ni aparecen; y eso que el Estado español es el segundo socio inversor del país magrebí después de Francia. Se me ocurre que el Estado español podría aprender de Cataluña a venderse y, vista la capacidad que esta comunidad tiene para comunicar lo que hace ¡que lo hace muy bien!, podría encomendarle a Cataluña que le representase en esta materia, al menos en Marruecos.

En fin, que el barullo de siglas, de representaciones, de reinos de Taifa… que hay en España no llegue al río. Pero, para muestra un botón de lo que está ocurriendo. Estos son algunos de los titulares que han ido apareciendo estos días:

•“Plan B” de Cataluña para aterrizar en Marruecos.

• Marruecos ofrece cien hectáreas de Tánger para craar una zona de aterrizaje de empresas catalanas.

•Montilla inicia hoy un viaje de tres días a Marruecos para estrechar lazos comerciales.

•Montilla subraya que Marruecos es un país de atención prioritaria.

•Montilla afirma que la propuesta marroquí de autonomía para el Sahara es un avance sustancial.

•Montilla viaja a Marruecos para impulsar los negocios catalanes

•Marruecos y Cataluña estrechan lazos comerciales

•Puerto Barcelona firma convenio con Tánger Med para ubicar empresas catalanas

A Tarfaya… ¿le tocará la lotería?

Escribí no hace mucho sobre el pueblo de Tarfaya refiriéndome a él como a “un lugar dejado de la mano de dios” más o menos. ¡Me impresionó este lugar acosado por la arena! Ahora acabo de enterarme de que un grupo inversionista jordano piensa gastar por allí unos 800 millones de euros en construir un complejo turístico de altos vuelos; con hoteles, residencias, etc.

Claro, visto desde la Europa opulenta, sólo sería otro proyecto más para darle vida y trabajo a una zona pobre y desértica. Pero visto desde allí, desde el mismo pueblo, la sorpresa debe ser mayúscula. No es fácil imaginarse en Tarfaya —perdida en los confines occidentales de Marruecos, a 100 km de El Aaiún—, a miles de “guiris” paseando en pantalón corto o en bañador. No, no es fácil, créanme, imaginar por allí a millones, ¡sí, a millones!, según dicen, de felices europeos gozando del pedregal y la nada del desierto, del cielo raso y del viento que arrastra la arena de un lado a otro sin parar. ¡Pero el dinero todo lo puede! Eso es cierto. En fin, nadie a la postre —menos los habitantes de Tarfaya—, renegará de un plan como éste que, ya digo, a algunos les dará vida y a otros riqueza.

La Tierra, en cambio, si parece que empieza a quejarse… ¿Podrá nuestro planeta quejarse también del proyecto de Tarfaya? ¿Habrá alguna voz que vele por sus intereses?

No voy a ser yo, desde luego, el que diga que no le conviene a Tarfaya un proyecto así. Expertos hay que podrían decir algo en este sentido. Aunque mucho me temo que, si el negocio jordano sigue adelante, nadie va a impedirlo. Lo que parece más claro es lo poco rentable que va a resultar para el Planeta Azul, al que a diario le damos nuevas dentelladas en nuestro afán destructor. En resumen: ¿le tocará la lotería a Tarfaya o… será el remedio peor que la enfermedad?

Preguntas por si usted vuelve a Marruecos (o piensa ir)

Después de la “polvareda” que el asunto de las multas levantó ayer entre los lectores, a los que reconozco su buen juicio en general a la hora de opinar sobre el post que presenté, hoy quiero pedir también que reflexionen sobre otro tema que, a los que viajamos por este país, nos duele siempre. En realidad la reflexión debería hacerla el empresariado marroquí implicado, pero, bueno, tampoco está de más que opinemos todos. Siempre se aprenderá algo.

He estrenado hoteles en Marruecos hace quince, diez, cinco, o menos años incluso, que eran estupendos y que hoy están tan deteriorados que da reparo ya alojarse en ellos.

¿Por qué no se preocupan de su mantenimiento? ¿Tan difícil es entender que una buena conservación del edificio (de las habitaciones en particular) beneficia al negocio? ¿Por qué el sumidero de la ducha está atascado casi siempre, la cortina —cuando la hay— es demasiado corta o la han puesto separada 30 centímetros de la pileta, con lo que el agua escurre fuera? ¿Por qué el grifo gotea persistentemente?

En el lavabo suele acumularse cierta negritud sospechosa…; o está mal colocado, y te das con la cabeza al agacharte en la repisa que se ha puesto debajo del espejo. Por supuesto que el tapón ha desaparecido al final de la cadena que cuelga junto al grifo como el cabo suelto que acaba de perder un náufrago… ¿Por qué no hay un par de enchufes por lo menos en cada habitación? ¿Y por qué la bombilla de la lámpara de la mesilla de noche suele estar fundida habitualmente? ¿Por qué el vidé no existe o está sólo de adorno? ¿Qué pasa con la cisterna, que cada dos por tres se queda en la mano el tirador? ¿Por qué no hay persianas, ni contraventanas, en algunos casos, para aislar la habitación de esa luz cegadora del sur? ¿Por qué no cierran bien las puertas? ¡Unnn!

Y así cien mil preguntas… Siempre sin respuesta. Porque, si es cierto que los propietarios pagan sueldos escasos a los empleados, no lo es menos que las tarifas hoteleras que cobran no son baratas… Pero, lo que duele, es que esos hoteles (de tres, cuatro estrellas, incluso; no hablo de pensiones hechas de cualquier manera) que se construyeron con tanto interés en su día, hoy estén manga por hombro, abandonados a su suerte, mientras en la sala de recepción siempre hay dos o tres hombres sentados, viendo la televisión, sin hacer nada…Supongo que no es fácil cambiar esta actitud, ni combatir la indolencia en un país como Marruecos; tampoco será fácil hacer entender a los dueños hoteleros que “un hotel” no es una choza; que un hotel necesita mantenimiento diario, cuidados permanentes. Y lo más importante: si no se entiende que un cliente —que paga religiosamente— exige, y que, al pagar, tiene derecho a sentirse bien con el servicio que contrata, es jugarse el negocio. El resultado es que el cliente renunciará a volver por allí, probablemente…

Aunque, todo hay que decirlo, las camas… —destaco este hecho positivo— por lo general son confortables, amplias, duras y en ellas, incluso los insomnes, duermen bien.

El método Mohamed, o cómo vivir bien

Hace 15 años Mohamed era el portero del piso en el que vivíamos en Tetuán; casado con Fatima, tenía cuatro hijos: tres niñas y un niño. Cuando le conocí ya se sentaba relajado a la entrada del portal a ver pasar las niñas y los niños que salían de un colegio cercano. Así durante horas. Hasta que una mañana amaneció el avispado Mohamed con una caja de cartón que puso boca abajo —de ésas que se usan para la fruta—, y sobre ella desparramó unos caramelos que un amigo suyo le había traído de Ceuta. Días después, ya había bolsas de pipas sobre la caja, regaliz, chicles, chupa-chups… Todo “importado” de Ceuta. Y al cabo de un mes más, la caja de cartón era de madera… ¡Y con compartimentos! Y, en vez de apoyarla en el suelo, la apoyaba en un taburete. Aquello prometía.

No se había cumplido medio año de la apertura del negocio, cuando el imaginativo portero ya tenía una especie de armario con ruedas y, sobre él, a modo de mostrador, la caja renovada con nuevos y añadidos habítáculos. El negocio lo atendía, de momento, cuando podía… Cuando entraban o salían los niños del colegio y poco más. Pero, como descubrió su beneficio, pronto colocó en él a su hijo de 8 años; el niño le sustituía a ratos perdidos… Luego ya hacía turnos… Y terminó siendo, Mohamed Junior, el vendedor más joven del barrio, siempre que no estaba en la escuela. Entre tanto, el padre, orgulloso, se iba al cafetín a descansar.

Aquel armario/carro, con ruedas y dos puertas (y con varias baldas dentro), era como un pozo sin fondo. De él podía haber salido hasta un conejo… Y sobre el mostrador —que ya era de dos pisos—, se ofrecía de todo: desde cigarrillos a 2 dirhams la pieza, hasta refrescos. Por supuesto se vendían caramelos de todos los tamaños y colores, pastelitos de vainilla, frutos secos o tarta de garbanzos y chocolate.

El bueno de Mohamed se sentaba en su silla al cabo del portal y miraba embobado al hijo… Luego seguía cavilando. Hasta que un día apareció empujando una carretilla. A la puerta del inmueble descargó algunos ladrillos, arena, cemento…

Hoy Mohamed vive tranquilo y deshogado; tiene ya su bakalito. Un negocio éste que atienden su mujer y las hijas. El hijo se fue a España. Y el sigue deleitándose, sentado y de mirón, con los niños del colegio alborotando en su tienda.

Sahara, Marruecos… ¿De nuevo a la guerra? ¿Para qué?

Mohamed Abdelaziz, presidente de los saharahuis en el exilio de Tinduf desde hace 32 años, dice que «la gente les pide retornar a la guerra«. Y digo yo que “para qué”. Me parece legítimo que los saharauis quieran su independencia; tienen todo el derecho… Y seguro que también tienen razón; la razón que les da el derecho internacional, además de la razón emocional.

Pero la realidad es muy otra. Y una cosa son los deseos y los sueños… y otra la realidad, como digo. Una realidad, la del Sahara Occidental, a la que, según lo que entendemos por madurez, uno debería adaptarse para sacarle el mayor partido posible a la situación. En un artículo que leía esta mañana del profesor Pérez Royo se habla sobre esto, refiriéndose a Izquierda Unida y a la relación que ésta tiene con el electorado de izquierdas.

Ya sé que no es comparable. Pero Marruecos nunca, creo yo, renunciará a un Sahara marroquí. Ni siquiera, me temo, podrán obligarlo con acciones de guerra, salvo que perdiese esa contienda… Pero sí está dispuesto Marruecos, por lo que sabemos, a concederle una autonomía política, más o menos amplia, a los saharauis. Y ese podría ser el camino a seguir… El camino que marca la realidad por ahora... No acercarse a él, o no entrar en este camino tan siquiera, será seguir generando sufrimiento y, de alguna forma, confundir los molinos con los gigantes, como don Quijote… La muerte reciente de un policía marroquí en Tan-Tan y las amenazas veladas de volver a las armas de los líderes polisarios, además del agotamiento evidente, sin resultados prácticos, de la ronda de conversaciones en Manhaset, cerca de Nueva York, no es más que la confirmación de que no se puede vivir de los sueños.

Soñar está bien y alimenta el espíritu; pero a la vida el su jugo se le saca de la correcta interpretación de la realidad.

En Marruecos, coser es cosa de hombres

Un paseo por la medina de Tánger, o de cualquier otra ciudad marroquí, ofrece imágenes como la que aquí se presenta, que, en Europa, bien podría creerse que pertenece a otros tiempos. Pero no es así; la instantánea es de hace unos días. Todas las mañanas, cientos, miles de hombres marroquíes, desde niños a ancianos, acuden a locales diminutos y lúgubres, a veces escasos de luz y poco ventilados, para durante al menos diez horas darle al dedal y a la aguja. Cosen pantalones, chaquetas, chilabas, caftanes, mantelerías, trajes de novia, cortinas, ajuares… Y nada tiene que ver este trabajo con el que realizan, generalmente mujeres, en la industria textil; uno de los sectores productivos más importantes del país.

La costura en Marruecos es cosa de hombres. Y es curioso, porque, mientras en occidente este rol ha sido siempre atribuido a las mujeres, aquí, a pesar de que la desigualdad y discriminación femenina es más evidente y profunda, los hombres, en este caso, no tienen inconveniente en dedicarse a coser. Como tampoco lo tienen en hacer la compra de alimentos… Son ellos los que, en muchos casos, van al mercado.

Con esto, una vez más se demuestra que tanto hombres como mujeres pueden desempeñar cualquier rol; que sólo es la cultura, en cada caso, la que determina la actividad del géneros.

Empresariado español en Marruecos, entre el tópico y el negocio

Un tópico de Marruecos es que sus hombres (no así sus mujeres) trabajan poco; supongo que aquí, como en todas partes, habrá de todo. Pero viene esto a cuento porque ayer llegaron a Rabat casi un centenar de empresarios españoles… ¿A qué? ¡A hacer negocios!, supongo. O sea, a impulsar y consolidar las empresas que tienen –más de 900 están ya instaladas aquí— y a crear otras nuevas. Entonces, ¿por qué se quejan tanto los empresarios españoles de los trabajadores marroquíes? Es una queja que he oído muchas veces… Si no aman el trabajo, como dicen, ¿les compensa establecerse aquí? Sí, parece que sí… ¡Ah!, son los salarios. “Éstos son mucho más bajos”, suelen decir. 5 a 1, más o menos. Pero, ¿sólo es por eso? Me da la impresión de que hay más; mucho más. Y este “mucho más” se refiere al nulo (o casi nulo) respeto a los derechos de los trabajadores: si hablas de actividad sindical, te despiden; si no haces las horas extras que te piden (que en muchos casos no pagan), también te despiden; si pides que te den de alta en la seguridad social, otro tanto de lo mismo; si quieres que legalicen tu nómina… Si deseas trabajar sólo las horas que marca la ley o en unas aceptables condiciones de salubridad e higiene.. Etcétera, etcétera… También te despiden. Siempre te despiden. ¿No será esto –y no los bajos salarios– lo que de verdad les da beneficios? Últimamente ha aparecido en la prensa que hasta un 40% de las empresas que hay en Marruecos no pagan el salario mínimo. ¡Esto es una vergüenza y un delito! Pero no pasa nada; aquí todo va bien.

Ah!, y encima vienen los empresarios y lo primero que piden es que el Gobierno español aprenda “del modelo Sarkozy”. ¿No será, acaso, que les gustaría ser franceses y así tener más beneficios?

Banderas y símbolos ¡qué mezquindad!

A mí, que las banderas, fronteras y patrias me resbalan bastante, me produce cierta extrañeza pasar por la calle de los Herreros, en Tánger, y ver esa fachada recién restaurada y encalada (véanse las fotos) con las banderas y símbolos de Marruecos, la Unión Europea, Cataluña (¡que, por supuesto, es un país!), pero no los de España.

Que yo sepa, Cataluña es todavía una Comunidad Autónoma española y, aunque tenga autonomía para gestionar sus propios fondos de cooperación, no parece cortés ni elegante —no sé si legal— que ningunee a España e ilustre sólo con su bandera (legítimo, imagino) sus proyectos de cooperación junto a la marroquí, olvidándose de los símbolos españoles. Supongo que el mensaje que quieren dar es el de la cooperación “de Estado a Estado”; supongo.

Ya digo que puede que la ley lo permita, pero, en cualquier caso, se adivina claramente la intención… Y no es elegante ni justo, me temo. Porque, además, si los fondos son de la Unión Europea en una parte, España sí es un país de la Unión (Caraluña, no) y algún porcentaje de esos fondos le corresponde, ¿no?

En fin, que aquí el que no corre, vuela.

¿Por qué un hombre no acude a una cita?

Hace unos días tenía concertada una cita con un marroquí a la que mi interlocutor no acudió. Y, una vez más, me puse a reflexionar sobre ello; no es la primera vez que me ocurre. La primera fue en Ceuta, con un ceutí cristiano, precisamente. Me sorprendió aquel plantón porque había ido expresamente de Tetuán a Ceuta (a 60 kilómetros y una frontera por medio) para reunirme con él. Y no sólo no me avisó que no podía acudir a la reunión, sino que ni siquiera se disculpó, ni me dio una explicación posterior. Esto mismo me ha sucedido en Marruecos alguna que otra vez. Y la pregunta siempre surge. ¿Por qué la gente no avisa que no va a ir a una cita, o, si no va sin más, por qué no se disculpa? ¿Es una cuestión cultural? ¿O es una cuestión de responsabilidad? Quizá es problema de madurez…

Una amiga europea que está trabajando en la Universidad marroquí me dice que a ella lo que le ocurre con mucha frecuencia es que profesores con los que intenta trabajar “le dan largas y largas” hasta terminar por aburrirla. Según ella, cuando algo no les interesa a los hombres de aquí, en vez de decir abiertamente que no, ¡no!, «se escaquean y ya está…» Puede que en España ocurra también esto, aunque me atrevo a decir que con menos frecuencia.

Así que, la conclusión no debe ir por ser musulmán o cristiano, “occidental” u “oriental”, sino por ese compromiso personal que cada cual ha de tener con la vida, con las responsabilidades que asume o debe asumir… Escaquearse, como vulgarmente se dice, es simplemente infantil. Y cierto es que aquí “hay mucho hombre inmaduro”, según he escuchado de labios de muchas mujeres y de no pocos hombres marroquíes.