La inteligencia del ser humanoes la capacidad que tiene para adaptarse a la realidad.Xavier Zubiri, filósofo. (San Sebastián, 1889 - Madrid, 1983)

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En el Paraíso del barro: un viaje en el tiempo

Al otro lado del Atlas, Marruecos guarda todos los misterios de las viejas civilizaciones. Los conserva en esos palacios de barro, en ruinas, vestidos de filigranas y de misterio; en esos edificios, maravilla de la técnica constructiva de antaño, que, después de siglos y siglos del acoso sufrido, han resistido a invasores y bárbaros, al abandono de sus moradores y al viento… ¡Algunos aún se mantienen en pie!

Ya sé que no es fácil conservar estos tesoros tan vulnerables a las inclemencias del tiempo y a la acción de los hombres que todo lo quieren para “ya”, y piden resultados rápidos y soluciones que les den beneficio económico. La realidad es que el cemento se está comiendo las kasbas y ese es un mal presagio para la supervivencia de estos lugares de ensueño.

Estos laberintos en los que los cuentos viven todavía y en los que retroceder en el tiempo es posible aún, están habitados, sin embargo, de una cruel realidad: la miseria de sus moradores, en muchos casos, hace insoportable la visita. Quizá por esto, todo el mundo, incluido los propios marroquíes, han huído de esos tapiales para construir sus casas nuevas (¡con cemento!) en terrenos aledaños.

Los angostos pasadizos, el dulce frescor y el microclima que se crea para combatir las acometidas del calor y tormentas del desierto está claro que no son suficientes para atraer la inversión. Es posible que el barro no sea más que barro, pero verlo ahí, elevándose en muros de 10, 15, 20 metros componiendo filigranas, dorado por el sol, proyectando las sombra sobre el palmeral… se nos antoja un tesoro que Marruecos no debería permitirse perder.

Mas, el progreso, ya digo, ha llegado hasta aquí con sus tentáculos y la arquitectura milenaria del tapial —que aún puede verse en muchos pueblos de España, en Castilla sobre todo, aunque sin tanta filigrana— asiste a sus últimas boqueadas. Tres son las tipologías que a lo largo de los siglos han ido conformando el hábitat tradicional de esta zona: el qsar o poblado amurallado, la tighremt o casa fortificada, y la qasba (kasba) o fortaleza de jefes y poderosos. También hay numerosos morabitos en los que se venera a los santos locales y graneros (agadir) colectivos.

No obstante se vislumbra alguna esperanza para esta arquitectura de ensueño: además de una cierta toma de conciencia por parte de instituciones y particulares, algunas de las casas fortificadas están siendo restauradas para usos culturales o como establecimientos hoteleros. Pero no debe olvidarse el dato más práctico: ¡Nada como las construcciones en barro para vivir en un ambiente desértico!