La inteligencia del ser humanoes la capacidad que tiene para adaptarse a la realidad.Xavier Zubiri, filósofo. (San Sebastián, 1889 - Madrid, 1983)

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Paso del Estrecho… Regreso a un mundo feliz

Cada verano, casi tres millones de emigrantes marroquíes regresan a aldeas y ciudades cargados de experiencias, regalos y sueños. Algunos llevan décadas volviendo desde Europa y, supongo, como hicieron los españoles antaño, en los años 60 y 70 del siglo pasado, vuelven emocionados y felices, contando todo lo bueno que les ocurre en Francia, Holanda, Alemania, España… Y evitando al mismo tiempo —algo normal— hacer referencia a los muchos sacrificios que han de hacer durante el año para poder venir, ahora, generosos, con abundante dinero en el bolsillo, con coches despampanantes y seguros de sí mismos.

Al analizar este fenómeno con mente europea, y recordando la experiencia vivida en mi infancia, cuando regresaban aquellos españoles a la que aludía, se observa que, en el retorno de los marroquíes a su país, “algo” no cuadra del todo. Los españoles que entonces llegaban de vacaciones traían modas y novedades de Europa: la libertad en el vestir o costumbres más liberales… Experiencias que pervertían e impregnaban de cambios a aquella sociedad pacata y rural, anclada en el pasado. Todavía recuerdo al cura de mi aldea señalando con el dedo a las mozas que se atrevían a ir a misa con una blusa sin mangas… Y es difícil olvidarse de aquellos jornaleros, ahora peones en una fábrica alemana, paseando por el pueblo en pantalón corto, tirando de anillo, cadena y camisa floreada, mientras conducían un coche descapotable… Pero tenían su influencia sobre la población autóctona… ¡Es cierto! Y lo que parecía trasgresión coyuntural terminó siendo norma habitual e igualando a unos y otros en una única Europa.

En Marruecos, en cambio, tengo la impresión de que no ocurre así. Los emigrantes —no digo que todos— lo primero que hacen al llegar a su país es “resucitar” sus viejas costumbres: se ponen la chilaba y se van al cafetín; las mujeres desaparecen y se encierran en casa… Ya digo que no siempre es así, pero se percibe un “cierto contento” de recuperar lo ancestral, lo tribal, lo atávico. Quizá porque la vida aquí, para los hombres, es bastante fácil y placentera pues, hagan lo que hagan, nadie va a rechistarles.

Mas, sea como fuere, el mundo no para… De modo que a muchas chicas marroquíes —más europeas, ya, que magrebíes— va a ser muy difícil convencerlas que es “mejor están en casa, con la pata quebrada” que en la calle. Serán, pues, las mujeres (con la colaboración de los hombres, se espera) las que a la postre modernicen este país. Y es que no deja de sorprender esa añoranza del pasado ni el conformismo que exhiben muchos de los que regresan, cuando lo lógico sería —visto con la mentalidad europea— que esa Europa, en la que conviven desde hace décadas, les tuviese más interesados.