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Mucho más que capacidad: Irene Villa, Lary León y Nachi Picas

Por Nuria Coronado

Cuando la vida te da un zarpazo, de esos que te dejan vacía y sin saber hacía donde mirar, es cuando hay que plantarle cara, con más determinación y fuerza que nunca. No nos queda otra, o nos lamemos las heridas para curarlas o quedaremos presos del destino. Y es que levantarse tantas veces como caigamos es la única manera de conocernos, auto descubrirnos y ni más ni menos vivir.

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Irene Villa, un ejemplo de superación, como Lary León y Nachi Picas. Imagen: Wikipedia

Dirás que esto se dice o se escribe fácil y que a ver quién es la valiente que se supera cada día frente a la adversidad. Pues haberlas, haylas. Quédate con estos tres nombres y apellidos porque si ellas pueden ¿cómo no vamos a seguir su ejemplo el resto? Son Irene Villa, Lary León  y Nachi Picas. Sus vidas, vistas desde los ojos de quienes no sepan que la discapacidad es sinónimo de diversidad y riqueza, serían como las del estribillo de la vieja copla: de dar pena, penita, pena. Y de eso, ninguna de ellas son de dar.

Este triplete de luchadoras natas lo son porque viven la adversidad desde el lugar más hermoso: desde el corazón y lejos de echarle la culpa a las circunstancias han sabido hacerse amigas de ellas para cambiar el odio o el rencor por la paz de saberse felices.

Irene Villa se dio de bruces contra el destino el 17 de octubre de 1991 cuando ETA le cortó su vida, varios miembros pero no sus sueños. ‘La tragedia y la desgracia no se eligen pero si la actitud que tengamos’, comentó recientemente en #RedGeneración de @adecco_es un encuentro para animar a los estudiantes a enfrentarse a las dificultades de la vida. Tras el terrible atentado, tuvo a su familia a su lado, en especial a su madre, para recordarle que la elección es la que marca el destino. ‘Hija, puedes llorar, patalear y ser una desgraciada por lo que te ha ocurrido o puedes decidir que has nacido de nuevo y tienes una vida entera para pelear. Tú eliges‘. Y a pesar de que no tiene varias partes de su cuerpo, se siente completa. ‘A todos nos falta algo, lo importante es disfrutar de lo que conseguimos. Mi discapacidad me hace funcionar desde el lado del amor, pero me siento igual de capaz que cualquiera’, subraya.

Lary León es otro gran ejemplo de resiliencia. Para esta sirena marcada por el tesón y una gran sonrisa la vida es como un proverbio hindú ‘si crees que hay algo que ha acabado mal es que seguramente todavía no ha acabado’. Ella desde el mismo día que nació (un 14 de enero de 1973) no ha dejado, deja ni dejará indiferente a nadie. Sus brazos son dos muñones y solo tiene una pierna. Pero se vale y se sobra tanto para unas lentejas de las que presume como si fuera el mismísimo Arguiñano, como para presumir con sus tacones imposibles o para ser la alegría de cualquier situación cotidiana. ‘La necesidad, la falta de algo es lo que te empuja, es lo que mueve el mundo’. 

Por último está Nachi Picas, una joven chilena de 18 años ciega de nacimiento que ha sabido buscar su talismán interior y tornar su discapacidad en su mayor fuerza y don. Como dice en su libro Ser feliz es gratis (Lid Editorial): Aunque a veces no lo sepamos, la felicidad está más cerca de nosotros de lo que parece y, además, no cuesta dinero. Tan sólo hace falta mirar con los ojos del corazón para darse de bruces con ella y crecer como personas’. Y es que Nachi no solo ha logrado cambiar la legislación sobre educación en su país para allanar el camino de la integración de los discapacitados sino que su testimonio como conferenciante internacional, junto con el de sus familiares, es el fiel reflejo de saber que siempre se puede. ‘La vida es como una montaña rusa. Tiene sus altos y sus bajos pero es uno quien decide si pasar miedo o disfrutar del viaje’.

Después de conocerlas ¿sigues creyendo que no puedes o que tu vida no es la que esperabas?

NuriaCoronadoNuria Coronado es periodista, editora en www.lideditorial.com  y responsable de Comunicación de Juan Merodio

 

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Madres y coraje

Por Nuria Coronado

En el instante precioso y preciso en el que la maternidad llama a las puertas del hogar nace también la imperiosa necesidad de cuidar más allá de las medidas racionales del tiempo y del espacio de ese ser tan especial. Es entonces cuando haces un pacto contigo misma y te prometes, desde el rincón más cálido y hermoso de tu alma, que le cuidarás y acompañarás en el viaje de la vida con dos propósitos: que sea feliz y nunca le pase nada.

Sin embargo hay veces que esa promesa se vea sacudida por un terremoto inesperado de intensidad tal, que deja ese juramento en la zona cero de la tristeza. Es entonces, cuando uno se queda en ese territorio o, a pesar del dolor, saca fuerzas que no se sabe de dónde vienen pero si para el lugar al que van. Maria Jesús González, madre de Irene Villa, lo sabe bien. Aquel 17 de octubre de 1991 se dirigía con su hija de 12 años al colegio cuando una bomba colocada bajo su coche y no solo cargada de explosivos, sino de la peor de las iras, les cambió la vida para siempre. O eso parece. “Solo nos cambió por fuera, por dentro seguimos siendo las mismas”, me dice.

María Jesús González con sus hijas, Irene y Virginia.

María Jesús González con sus hijas, Irene y Virginia. Imagen familiar.

Su pequeña además de sus piernas y tres dedos de una mano dejó en la acera en la que yacía sus sueños de bailar, de desfilar como una modelo o de seguir haciendo esas manualidades que tanto le gustaban. Ella también quedó incapacitada: sin una pierna y un brazo. A pesar del durísimo golpe y de tantas idas y venidas por largos pasillos de hospitales y quirófanos, que no habían hecho más que empezar, decidió seguir adelante para dar ejemplo y esperanza a su querida niña. Decidió que la vida seguía mereciendo la pena.Saberla y sentirla viva después de tanto horror me bastaba. Era lo único que quería y necesitaba escuchar para seguir adelante”, dice. Su amor de madre pudo más que la incomprensión de aquellos que no entendían como podía sonreír y estar contenta después de todo lo vivido o como antepuso por egoísmo personal su paz interior al odio para siempre a quienes les hicieron aquello. “Lo que no habría podido asimilar era saber que a Irene le hubiera pasado lo peor. ¿Cómo se sobrevive a la muerte de un hijo?”, recalca.

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