Por Dori Fernández
Unos días atrás escribí sobre lo que significa una vida entregada a cuidar (gratis) de los demás y las consecuencias nefastas que ello tiene para estas personas (en su mayoría mujeres) y para toda la comunidad. Con este sistema que responsabiliza del cuidado a las familias (en su mayoría mujeres), se va configurando cada día una sociedad profundamente injusta y desequilibrada: hombres sustentadores frente a mujeres cuidadoras y reproductoras, eternamente dependientes económicamente de los primeros. ¿Así es como queremos que sea? Les adelanto que los datos del CIS apuntan a que no.
Según el Barómetro del CIS de Marzo de 2010, dedicado a la igualdad de género, el 94,8% de los hombres y el 95,0% de las mujeres se muestra a favor de la igualdad total entre hombres y mujeres. En concreto, el 68,9% de los hombres y el 74,8% de las mujeres declara que su familia ideal es aquella “en la que los dos miembros de la pareja tienen un trabajo remunerado con parecida dedicación y ambos se reparten las tareas del hogar y el cuidado de los/as hijos/as, si los hay”
Además de esa reflexión que dejo al tiempo que cada cual le quiera dedicar, hoy voy a ir un paso más allá en este nuevo intento de hacer entender a quienes tengan la deferencia de pararse a leer, que si hombres y mujeres no nos ponemos codo a codo en el cuidado de nuestras criaturas, personas mayores y personas dependientes, no avanzaremos como civilización y no terminaremos con la injusticia más sangrante que sufren todas las mujeres del planeta, cimiento –por cierto- de la violencia machista: la discriminación por maternidad, esa que tuvo nombre y apellidos en la prensa gracias a la Sra. de Oriol.
Precisamente, estos días en la plataforma PPiiNA estamos de campaña contra la #DiscriminaciónPorMaternidad (pongo el hashtag para que la sigan en twitter si lo desean), un problema que afecta solo y exclusivamente a las mujeres que son madres, a las que quieren serlo y –ATENCIÓN-a todas las mujeres en general.
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