Las desaparecidas importan

Por Lucero Ferrer

Es posible que me haya cruzado con ella en Lima el 13 de agosto del 2016 en aquella marcha multitudinaria que congregó a miles de mujeres esa tarde. Es posible. Sin embargo, no tuve la oportunidad de conocerla. Supe de ella porque en cada plantón y en cada marcha feminista, su madre, Rosario, asistía siempre con una foto de ella en la mano. Supe de ella porque sus amigas la mencionaban siempre en cada arenga que poco a poco se iría transformando en un grito de rabia y dolor. «Solsiret, te buscaremos hasta encontrarte». «Por nuestras desaparecidas, por Solsiret Rodríguez, por las compañeras asesinadas: Ni un minuto de silencio, toda una vida de lucha». Sus amigas y familiares necesitaban respuestas. Jamás dejaron de buscarla. Tenían la esperanza de encontrarla con vida.

© Lucero Ferrer.

Luego de tres años y seis meses de incertidumbre, por fin su familia va encontrando respuestas y descubriendo lo que realmente pasó con ella aquel 23 de agosto del 2016, día en que desapareció. En el arduo camino por buscarla, se les presentaron muchas trabas. El sistema de justicia que se supone que tenía que buscarla, les fallaba una y otra vez; negligencia tras negligencia.

Lo primero fue no contar con una reacción inmediata para iniciar el proceso de su búsqueda el mismo día que desapareció (se sabe que las primeras horas son vitales para localizar a la víctima). Desidia por parte de la policía al no utilizar las pistas para hallar a Solsiret porque el agente policial Dante Pastor, del Departamento de Investigación Criminal del Callao, no aceptó la denuncia de la familia refiriendo que ella quizás no aparecía porque, según ‘‘la experiencia que tenía’’, Solsiret ‘‘tenía la cabeza caliente y se había ido con otro hombre’’.

O como el que entonces fue Ministro del Interior (2016-2017) Carlos Basombrío, quien firmó un informe policial en el que refería que Solsiret ‘‘estaba paseando por el norte’’ por una foto en Facebook.

En general, casi todas las trabas que han conllevado para resolver este caso, han sido propiciadas por el pésimo descuido de parte de un sistema judicial con agentes indolentes e ineficaces que no fueron capaces de comprender que Solsiret no se había ido; la desaparecieron.

En el Perú, las mujeres representan el 91% de personas desaparecidas, y solo en el 2019 se registraron 2.236 denuncias por desaparición de mujeres.

2.236 familias que todavía no encuentran consuelo ni respuestas por lo que sucedió con sus hijas, hermanas, primas, sobrinas. 2.236 desaparecidas que importan, que deben importar al Estado y a la sociedad.

En el 2011, se implementó la ley 29865, más conocida como ‘Ley Brunito’, una norma que permite buscar a niños, adolescentes y adultos mayores sin tener que esperar 24 horas desde su desaparición. Actualmente, existe el portal ‘Te estamos buscando’ donde recaban miles de fotos de niñas y niños que aún no han sido encontrados.

¿Y qué pasa con las mujeres que desaparecen?

Hay colectivos que apoyan y acompañan a familias en su intensa búsqueda por conocer el paradero de sus familiares, como Desaparecidas Perú. Pero no es suficiente.

En septiembre del 2018 se publicó un decreto legislativo que desarrolla medidas para atender casos de desaparición de personas en estado de vulnerabilidad. Sin embargo, hasta la fecha aún no existe un portal para personas desaparecidas ni un protocolo oficial de atención de búsqueda inmediata para casos de mujeres desaparecidas.

Se necesita una profunda reforma y capacitación a los agentes de justicia para que las leyes se puedan ejecutar como es debido. Todo esto para que los casos de miles de mujeres desaparecidas no queden impunes, para que sus familias no sientan que no tienen dónde acudir, para que la impunidad no siga siendo un pilar de nuestro sistema.

Hacen falta cambios para que las que aún estamos aquí, vivas, sigamos en esta larga lucha. No es fácil convivir en un ambiente violento, donde somos incapaces de sentirnos libres de existir por el temor a ser violentadas de mil formas.

Nos queda exigir a las autoridades un verdadero cambio en sus filas y en sus procesos. No merecemos seguir viviendo en un sistema que nos quiere muertas. Nos queda, también, cuidarnos entre nosotras, que la sororidad sea nuestra mayor arma. Porque por miles de años nos hemos visto como rivales; porque saben que si las mujeres nos unimos no nos parará nadie.

A Solsiret Rodríguez ya la perdimos, nos la arrebataron. Pero su memoria siempre existirá en los corazones de las feministas. Cada arenga y cada grito que salga desde lo más profundo de nuestro aliento, será por ella. La sensación de hartazgo que nos invade, la furia que revuelve nuestras entrañas y que nos lleva a protestar a las calles, también será por ella y por todas las mujeres que aún no hemos podido encontrar. Pero, sobre todo, nos deja el deseo de que todo mejore de verdad.

Lucero Ferrer es estudiante de Ciencias de la Comunicación por la Universidad de San Martín de Porres, Lima, feminista interseccional y activista LGTBIQ.  

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