La tercera letra: ni chicha ni limonada

Por Jack

Hablemos un momento de la tercera letra, el tercer lugar en LGBTI, el espacio de la incomodidad para quienes consideran que las definiciones deben ser absolutas. Eres lesbiana o eres gay, pero no está bien ser bisexual porque eso no es más que una crisis existencial en la que te encuentras mientras decides quién eres. Si al final de la carrera optas por uno u otra (u otro o una), asumes de inmediato la etiqueta que corresponda: gay, lesbiana o heterosexual, pero definitivamente NO bisexual. Y como aún no es una práctica regular el matrimonio entre tres, lo que queda la mayor parte de las veces es escoger, aunque te cueste. ¿Se han puesto a pensar que también las identidades no heteronormativas caen en normatividades?

La bisexualidad es incómoda tanto para algunos miembros de la comunidad LGBTI como para los sujetos heteronormativos que ven en esta identidad una moda pasajera, el agua tibia de las identidades de género, una suerte de clóset a medio abrir o a medio cerrar, o un clóset construido para servir a algún propósito distinto del ejercicio y reconocimiento de la libertad individual.

Las personas bisexuales se encuentran a menudo con preguntas del tipo: ¿se te va a pasar?, ¿tuviste problemas con tu última pareja?, ¿cómo sabes que eres bisexual y no que simplemente estás en una etapa de rebeldía?, ¿no crees que últimamente la gente dice que es bisexual sólo porque le da miedo decir que es lesbiana o gay? La lista podría continuar. Algunos pensarán que esas mismas preguntas las escuchan los otros miembros de la comunidad LGBTI en el encuentro con las identidades sexuales más tradicionales, ¡y sí!, pero lo peculiar es que las personas bisexuales reciben estos cuestionamientos ¡también de parte de las otras letras de la sigla! «Ni soy de aquí ni soy de allá…», es el estribillo que mejor nos queda.

Ser bisexual hoy implica ir todos los días, todas las horas del día, todos los minutos de las horas, de un lado al otro de la frontera, indiscriminadamente. Ser bisexual implica disfrutar algunos de los privilegios que aún reciben, innegablemente, aquellos que se reconocen heterosexuales o dentro de la heteronormatividad, pero también implica renunciar a esos privilegios y exponerse del modo en el que, también innegablemente, aún estamos expuestos los miembros de la comunidad LGBTI en la mayor parte del mundo. Ser bisexual hoy implica muchas veces no ser parte de ninguna lucha, porque eres el criollo de los sexos, el que no tiene una identidad definida, quien no tiene una lucha propia pues no es enteramente heterosexual pero tampoco es gay o lesbiana. ¡Y ni se diga qué pasa si te gustan también las identidades no normativas!, entiéndase: si además de que te gustan los hombres y las mujeres que han nacido hombres y mujeres, te atraen las personas trans. ¡Qué eres!, ¡decídete! Decimos en mi tierra “ni chicha, ni limonada”.

¿Por qué bisexual?, ¿por qué no escoger? Cuando me enfrento a estas preguntas me descubro intentando organizar argumentos, desarrollar la lógica de mi decisión, y aunque le dedique horas, días enteros a la tarea, acabo por concluir lo mismo siempre: se siente en la tripa, en la panza, en la piel que vibra, en el cuello que gira indiscriminadamente, en el deseo que no te deja escoger qué es lo que desea. Ser bisexual, como yo lo entiendo, es el equivalente a la vieja expresión “ciudadano del mundo”. ¿Por qué tenemos que escoger? ¿Cuál es la dificultad a la hora de entender que la gente es gente, que el deseo lo despierta la gente, que el amor se siente hacia la gente, que la gente expresa amor y deseo por la gente?

Nos quedamos a menudo en la necesidad de separar a los unos de los otros, en las categorías; clasificamos constantemente todo lo que está a nuestro alrededor; hacemos un ejercicio de taxonomía con todo en nuestra vida: blanco, negro, mujer, hombre, gay, lesbiana, trans, izquierda, derecha, bueno, malo… Entre dicotomías nos habita el maniqueísmo, el afán por polarizar el mundo. ¿Sería tan terrible encontrar puntos de encuentro?, ¿es de verdad tan descabellado aceptar que no habitamos territorios definidos, sino que nuestro lugar es siempre la frontera, que el mundo es una amalgama de fronteras y no de territorios aislados y herméticos?

Entiendo mi bisexualidad como una forma de habitar múltiples mundos aislados por otras más de esas fronteras pendejas que nos imponemos para mantenernos alienados, no sea que confundamos a los otros con nosotros, no sea que al final quedemos sólo nosotros, todos nosotros, sin otros.

Jack es mujer, bisexual, feminista no feminista, cucuteña, colombiana. Literata, a veces docente, a veces escritora, a veces investigadora, siempre lectora.

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