En tela de juicio

Por Maribel Maseda

Groso modo, cuando hablamos de hombre machista nos referimos al que de una forma u otra sitúa a la mujer en un nivel inferior, cambiando a su voluntad sus derechos por permisos, concedidos por sus iguales, los hombres.

Cuando hablamos de mujer machista nos referimos a aquella que defiende la capacidad del hombre para conceder estos “permisos”.

Si hablamos de sociedad machista, a menudo nos referimos al conjunto de personas que, por automatismos, se sitúa en la fina línea que separa la igualdad de su miedo a ser desplazado de su posición de poder. Así se ha creado a modo de coalición espontánea una nueva entidad que por defender su posición, por temer a su propio miedo, por intentar frenar un nuevo estado social en el que ya no se distinguirá al rey de la princesa, apoya las actuaciones violentas de los violentos. Se llama delito a una acción que va en contra de la ley, pero esto no siempre queda claro cuando se trata de una agresión sexual.

Los testimonios de las mujeres se enfrentan a numerosos cuestionamientos. Imagen de Mike Wilson / Unsplash.

Porque si la ley deja una fisura por la que se cuela -a voluntad- que una agresión a una mujer puede ser delito o puede ser parte de un juego sexual que sale mal, la incertidumbre que esto genera pasa, conscientemente o no, a engrosar el bando de la coalición.

Vamos a ser sinceros: no se ve de la misma manera al asesino de una mujer que al de un hombre. La motivación machista subyacente pone en tela de juicio su naturaleza delictiva.  Y yendo un poco más allá, quizá quien defiende el maltrato, el abuso sexual, la agresión sexual y aun el asesinato a mujeres por supremacía machista, en realidad siente que cualquier día puede pasarle a él, ya que se identifica con el violento e intenta construir una plataforma de apoyo y garantía de su propia seguridad si llega a ocurrirle algo así.

Por esto es tan difícil denunciar para una mujer. La mujer agredida sabe que no solo debe enfrentar a su agresor, sino a la coalición frecuentemente oculta y que en cualquier momento puede ejercer su papel desprestigiándola por cualquier acto, rasgo, actitud o decisión de su vida, sin que tenga absolutamente nada que ver con su denuncia.

En estos años en los que he dado conferencias, he escrito mi libro La zona segura, he escrito textos, he intervenido en medios de comunicación, he hablado con diversos grupos políticos, con activistas y defensores de los Derechos Humanos…sentía que había un trabajo fundamental que hacer más allá; por ello insisto desde hace años en educar socialmente, en visibilizar al agresor como la persona que entra en tu casa donde juegan tus hijos e hijas,  el hombre que tiene quizás su propia familia, que se sienta contigo en el metro, que celebra tus cumpleaños… y que defiendes y alientas a que mantenga su actitud de maltratador enjuiciando a su pareja.

Existe esa coalición que tú sostienes  y afianzas con tu afán de ser leal al hombre que conoces y que juras nunca has visto agresivo… Es importante que tú sepas que ese hombre finge cuando está con sus amigos y se muestra tal cual es cuando convive con una pareja. Pero esto no te exonera de responsabilidad: le has visto mirar a otras mujeres cosificándolas y despreciándolas, le has oído humillar a las mujeres con comentarios sexistas e incluso, piénsalo bien, le has escuchado defender alguna vez las agresiones machistas y no te has atrevido a sacarle de tu vida.

Hace unos días, salía yo de abrir unos cursos como ponente invitada.  Al finalizar, salí del edificio para dirigirme al metro de Madrid. Había animación en la calle, eran las 21:30h y un grupo de tres hombres y una mujer bebían apoyados en una repisa de un ventanal. Yo andaba por la acera cuando uno de los hombres lanzó un “madre mía” y me dio un azote en el culo. De espaldas, frené en seco sin dar crédito a semejante acto de egolatría, coalición, machismo… Me di la vuelta y vi al hombre muy satisfecho de su acto y a sus amigos y amiga un tanto estupefactos, haciéndome un gesto como de “perdónale que no sabe lo que hace… porque está bebido”. Evidentemente yo no tengo NADA que interpretar, ni en el acto del machista ni en la permisividad de sus amigos y amiga. Lo único que tengo que saber es que no tiene derecho. Punto.  Me acerqué a él  y de forma contundente le digo: “ ni se te ocurra volver a tocarme”.  Me dirijo entonces a sus estupefactos pero permisivos  amigos: “y a vosotros, ya os vale”. Y ahí acabó todo.

Volví a casa recordando muchos años antes que sucedió algo similar, entonces le dije al chico de cerca de metro noventa de estatura y de con seguridad más de 100 kilos de peso-  y del todo desconocido para mi- que me toqueteó “ no vuelvas a tocarme”. Sus amigos tuvieron que sujetarle porque juró que me arrancaría la cabeza por haberle llamado la atención; entonces me tiró al suelo de un puñetazo, que pude esquivar en parte, aunque no pude evitar algunas contusiones. Y pude salir corriendo mientras su amigos a duras penas conseguían sujetarle mientras, enfadados conmigo por «haberla liado» me gritaban que me fuera porque si se soltaba me mataría.

¿Denunciar? ¿El qué? Que me han tocado el culo? Sabéis cuantas veces las mujeres hemos tenido que soportar eso? ¿Sabéis que nos dirían en las comisarías si todas decidiéramos denunciarlo? No denunciamos porque es tan habitual, tan difícil de demostrar, tan difícil que salgan a patrullar en busca de ese hombre que solo nos ha tocado el culo hoy a nosotras, pero que seguro que se lo ha tocado a decenas antes y seguirá haciéndolo…

Y ese hombre es muy probable que tenga otras actitudes mucho peores en casa y nosotros nos lo hemos cruzado desagradablemente sin haber podido hacer nada por su pareja, o su ex, o su amiga que no le corresponde, o su hermana a la que ha agredido y maltratado o a su madre a la que continua haciéndolo. No he olvidado la violencia sin control de aquel chico que juró matarme… Y siempre me he preguntado que habrá sido de las mujeres que pasaron por su vida.

Cuando hablemos de tolerancia cero, estaría bien en hacer una reflexión profunda sobre lo que exigen a la mujer, lo que permiten a esos hombres y lo que transmiten a la sociedad. ¿Alguno o alguna de vosotros ha pensado en lo ridículo que es el planteamiento de denunciar porque se nos toque el culo? Entonces es bueno que te demos un momentito para reflexionar.

Maribel Maseda es emprendedora y coach de vida. Diplomada Universitaria en Enfermería, especialista en psiquiatría y experta en técnicas de autoconocimiento, es también autora de obras como Háblame, El tablero iniciático, y La zona segura. Coach de vida.

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