La vida de una cooperante más allá de las balas y la sangre

 Por Belén Gómez

Hace tres años, Shireen caminaba por la calle con sus amigos por Aleppo, Siria. Paseaban con normalidad por los check points del ejército sirio y del Ejército Sirio Libre. Era un día especial: estaban terminando los exámenes finales de sus posgrados y pensaban sobre su futuro y lo que vendría después. Pero lo que vino después descarriló sus planes.
A cierta distancia, Shireen escuchó gritar: `¡Van a abrir fuego! ¡Van a abrir fuego!`. Algunas personas a su alrededor se cubrieron; otros comenzaron a correr. En mitad de ese caos, su amiga Shirian fue asesinada a tiros. Cuando Shireen giró para correr, una bala le dio en el pecho. Pensó: `Ya está, me estoy muriendo`, pensó. Pero unos días más tarde, abrió los ojos en un lugar extraño. Había sido rescatada por el Comité Internacional de la Cruz Roja y estaba en un hospital en Turquía. ´Nunca imaginé que dejaría mi país así´, dice. ´Vengo de una buena familia. Tuvimos una casa muy bonita. Nunca necesitamos el apoyo de nadie´, apunta. Después de meses en el hospital, Shireen superó sus heridas y se recuperó por completo.


Aquello le cambio y decidió ayudar a otras personas inmersas en la misma pesadilla. Para ello viajó a Iraq, donde consiguió un puesto como promotora de salud pública con Oxfam. Su trabajo: apoyar a hombres y mujeres que habían perdido todo huyendo de la guerra. `Escapé de la violencia`, dice. `Ahora no veo la sangre ni las balas, pero sí a las personas que han huido de eso. Me siento con la gente y ellos son como yo. Tenemos algo que podemos compartir y eso es mucho. El tiempo que les damos para ayudarles significa mucho para ellos`, comenta.
La familia de Shireen ahora está dispersa por todo el mundo. Sus padres viven en Siria, pero lejos de su casa, que tuvieron que abandonar cuando llegó ISIS. Su hermana estudia ingeniería en Damasco y sus hermanos viven como refugiados en Europa. Shireen se preocupa por ellos y los extraña. Habla con su madre tanto como puede y explica que le pregunta cuánto duerme, qué lleva puesto y qué tal le ha ido el día. `Quiere detalles. A veces me dice: ‘Echamos de menos tomar café contigo por las mañanas`.
`Sentí como si hubiera un vacío en mi corazón`, recuerda de cuando llegó a Iraq. Los nuevos amigos que hizo trabajando para Oxfam la ayudaron y, a través de su labor, conoce gente nueva. Le alivia la convicción de saber que su trabajo es importante. Durante el día, ofrece información a las familias de los campos de refugiados. También ayuda a llevar agua limpia y potable a las personas que más la necesitan. Por las noches, cocina con amigos, nada, lee, habla con su familia en Facebook y toca la guitarra como le enseñó su hermano.
La cooperante nunca deja de pensar en su casa. Y a pesar de todo lo que ha pasado, está segura de que algún día regresará. `Cuando pienso en ese día, recuerdo el lugar donde colocaré las imágenes que pinto. Me imagino que mi hogar estará tranquilo y cálido. Y mi madre cocinará para mí`, concluye.
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El pasado 15 de marzo se cumplía el séptimo aniversario desde que comenzó la crisis en Siria. Las mujeres, los niños y los hombres de Siria continúan soportando la carga de un conflicto marcado por el sufrimiento, la destrucción implacable y un flagrante desprecio por los derechos humanos.

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Belén Gómez es periodista.

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