6 hombres han asesinado a 6 mujeres, en lo que va de 2018

Por Maribel Maseda 

Siempre me he preguntado qué pasaría si presentáramos la terrible estadística de mujeres asesinadas de la siguiente forma:

Año 2014. 59 hombres han asesinado a 59 mujeres.

Año 2015. 64 hombres han asesinado a 64 mujeres.

Año 2016. 53 hombres han asesinado a 53 mujeres.

Año 2017. 55 hombres han asesinado a 55 mujeres.

Año 2018. En lo que va de año, 6 hombres han asesinado a 6 mujeres.

Sería interesante ver qué ocurre si dejásemos de contabilizarlas como hasta ahora, que era así:

Año 2016. 53 mujeres asesinadas por violencia machista..

Año 2017. 55 mujeres asesinadas por violencia machista.

Año 2018. 6 mujeres asesinadas por violencia machista.

¿Qué ocurriría si lo hacemos de esta nueva manera, hablando de quién ha cometido los asesinatos en primer lugar? Como mínimo lo que ocurriría es que por fin se empezaría a visibilizar al hombre violento, a poner el foco de atención en todo aquello socialmente patológico que esos hombres portan en y por sí mismos sin necesidad de que se topen con una mujer mas o menos simpática.

La estadística respecto a cuántos hombres ejercen la violencia física o sexual es difícil de conocer ya que no parece que se tenga en cuenta que el hombre que ejerce dicha violencia es reincidente seguro. Y no se considera porque la atención se centra en la mujer y se asume que le sacaba de quicio, que le ponía celoso, que él tenía una mala racha… Y al hacerlo, se le traslada la idea al violento de que tenía una justificación pero lo peor es que la sociedad se divide ante la misma sensación.

El ser humano no está preparado para vivir atemorizado ante lo que no posee causa ni razón. Y sin darse cuenta, prefiere la “tranquilidad” de que la mujer ha sido agredida porque tiene una personalidad que dificulta la convivencia o un perfil bajo, -cultural, social…-. De esa manera, se identifican los motivos que inducen a la agresión y se genera la falsa tranquilidad en la sociedad de que ellas o sus hijas no tendrán que pasar por lo mismo si su perfil no es “bajo”.

En realidad, con este pensamiento ponen en peligro a sus hijas, a sus hermanas, a sus amigas, porque esta ignorancia permite al agresor esconder unos instintos primarios que no ha conseguido evolucionar y que por lo tanto pueden atentar contra cualquier miembro de la sociedad. Incluso el argumento del machismo instaurado hace creer al violento que tiene derecho a agredir, porque sabe que una gran parte de la sociedad le dará la razón amparados en ese machismo que sin pretenderlo le da cobertura y amparo.

Violencia social y no solo machista, debería ser ya el nuevo paso hacia delante. Para el agresor, el discurso del machismo no puede ser el mismo que cuando empezamos a rebelarnos contra él. Porque en cada “ vamos a hacerle un estudio psicológico a la niña para demostrar que parece tener más edad psicológica” o, “ si vas a su habitación, ya sabes a lo que vas”, el agresor encuentra un apoyo a su violencia social que ampara en el reconocimiento de estas conductas machistas que se aceptan como defensa desde las propias instituciones.

Por otro lado, flaco favor se hacen a sí mismos los que continúan defendiendo que la mujer debe estar a su servicio; aparecen ante una inmensa parte de la población como personas inútiles que no serían capaces de valerse por sí mismos sin una mujer a su lado. Igualmente, ante la denuncia de violación, los que están de acuerdo con los comentarios absurdos de si “una mujer va a la habitación de un hotel con un hombre, es porque va buscando que pase algo”, ni siquiera se dan cuenta de que ponen en evidencia así su incapacidad para controlar sus instintos y peor, su incapacidad para diferenciar el sexo voluntario del que no lo es. En definitiva, ponen en evidencia su grave y peligrosa dificultad para relacionarse y no solo sexualmente. Pero lo que más me interesa puntualizar, en estas personas que utilizan el argumento de “ella se lo busca al subir a su habitación”, es el hecho de que ponen de manifiesto que el riesgo siempre proviene del lado del hombre, ya que nunca he escuchado el mismo argumento a la inversa: «él ya sabía a lo que se exponía cuando subió con ella a la habitación”.

Claramente se utilizan argumentaciones machistas, pero como decía, no pueden ser admitidas como no teníamos más remedio que hacerlo hace 25 años. Vamos a escuchar bien, a leer bien, y a no caer en la trampa de sentirnos acusadas, sino de interpretar qué están diciendo de sí mismos al intentarlo.

Maribel Maseda es Diplomada Universitaria en Enfermería, especialista en psiquiatría y experta en técnicas de autoconocimiento. Autora de obras como Háblame, El tablero iniciático, y La zona segura. Coach de vida.

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