Estar en ninguna parte

Por Margarita Saldaña MargaritaSaldaña

Conocí a Ranjit hace apenas unos meses, cuando fui a Londres para visitar a unos amigos que acogen en su casa a mujeres refugiadas en situación de calle. La historia de esta mujer india, nacida en la región de Punjab en 1980, habla de aquellas personas que parecen no tener derecho a estar en ninguna parte.

Ranjit era hija única y, cuando tenía nueve años, sus padres murieron en un accidente. A partir de entonces, estuvo viviendo con unos tíos hasta que se casó y se trasladó al domicilio de su familia política. Al año de casarse, su marido emigró a Inglaterra y ella se quedó con sus suegros y cuñados, que la sometieron a diversas clases de malos tratos, considerándola como la esclava de la casa. Poco después, dio a luz a su hija, de la que tuvo que separarse pronto para reunirse con su marido en el Reino Unido; bajo las amenazas de sus parientes, se vio obligada a abandonar su país, a pesar de no tener visa y necesitar un pasaporte falso.

La vida en Europa con su esposo no fue lo que esperaba. Ranjit cuenta que él controlaba todos sus movimientos y que los abusos sexuales eran frecuentes. Sin papeles, sin libertad, sin una red social y sin posibilidad de encontrar un trabajo, lo único que Ranjit quería era volver a la India y recuperar a su hija, todavía pequeña. La violenta oposición de su marido y de su familia política lo impedían.

"Las lágrimas del silencio oprimido". Imagen de moonywerecat

«Las lágrimas del silencio oprimido». Imagen de moonywerecat

Por un instante, todo pareció cambiar cuando fue su marido quien decidió regresar a su país de origen. Sin embargo, antes de hacerlo, y bajo amenaza de muerte, obligó a Ranjit a firmar un documento de separación y una renuncia a la custodia de su hija. De esta manera, sola y sin papeles, se quedó repentinamente en ninguna parte. Sin derecho “legal” a emprender una nueva vida en el Reino Unido, y sin derecho “real” a recuperar la vida que había dejado en la India.

A partir de entonces esta mujer ha ido dando tumbos de un lado a otro, de un abogado a otro, de una institución a otra. El gobierno británico ha rechazado varias veces sus apelaciones, de modo que no consigue la residencia ni el permiso de trabajo. Por este motivo, va pasando temporadas en los albergues de diferentes organizaciones, sin que en ningún sitio encuentre un lugar para quedarse. Todavía sueña con volver a la India y ver a su hija, a la que imagina ya adolescente, pero está convencida de que si tomara esta decisión pondría en riesgo su vida. No parece extraño que Ranjit sufra depresión, terrores nocturnos y ataques de pánico. Lo que sí sorprende es que aún tenga ganas de sonreír, de confiar en alguien y hasta de preparar escones para desayunar con los nuevos amigos que ha encontrado.

Margarita Saldaña trabaja en el Centro Pueblos Unidos, de Madrid.

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