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El edadismo, la discriminación por edad, también afecta a los niños y los adolescentes

Edadismo. Un gran problema de nuestra sociedad, como el racismo y el sexismo, que ha estado demasiado tiempo invisibilizado y solo en los últimos tiempos está mostrándose, dando la cara para denunciar cómo se discrimina constantemente a las personas por su edad, de manera consciente e inconsciente.

Una lacra a erradicar que suele hacer referencia al trato a los ancianos. Y lo primero que debemos hacer para ponerle freno es tomar conciencia de ello.

¿Estamos considerando a las personas mayores, aunque sea sin darnos cuenta, como de menos valor? ¿Asumimos que no pueden hacer muchas cosas sin tal vez darles la oportunidad de intentarlo? ¿Tomamos decisiones que les afectan sin consultarles? ¿Creemos que sus opiniones valen menos? ¿Hablamos de ellos en su presencia sin preocuparnos por si nos escuchan o pueden sentirse mal con nuestras palabras? ¿Los sentimos como una carga?

Tal vez sí, tal vez hayamos incurrido en algo de eso. Por mucho que nos pese, porque queremos y respetamos a nuestros mayores.

Pero voy más allá. ¿No es edadismo también la actitud que muchos tienen respecto a los niños, incluso a los adolescentes? Sigue habiendo demasiados padres que los consideran de su propiedad; que justifican el injustificable cachete educativo; que toman decisiones por ellos sin escuchar su opinión; que creen poder forjarlos según sus deseos sin respetar cómo son; que no los consideran del todo seres humanos de pleno derecho.

La conclusión es clara. Hay que trabajar para percibir en nosotros actitudes edadistas (graves edadismos y microedadismos), para detenerlas. Exactamente igual que hay que procurar localizar y frenar nuestras acciones racistas o sexistas. También empoderarnos, si llegamos a sufrir esa discriminación.

Es tan obvio que debería sobrar recordar que todo ser humano es único y valioso.

(GTRES)

Nuestros niños no pueden esperar más, es necesaria ya una atención temprana que dé respuesta a sus necesidades

Hablé con Ana antes de las navidades. Hablamos de una desafortunada realidad que conocemos bien porque nos ha tocado vivirla en carne propia, ella ahora por su hija de tres años con encefalopatía epiléptica y yo desde hace más de una década por mi hijo con autismo.

Esa realidad es que no se está dando respuesta desde las administraciones públicas a las necesidades de los niños con discapacidad. En este país podemos estar orgullosos y sacar pecho por la respuesta médica que se facilita en general a los niños, da igual la enfermedad que tengan, desde cáncer a diabetes. Pero si hablamos de estimulación temprana, de terapias, de fisioterapia, la respuesta a esas necesidades es infame, además de muy distinta según el punto del mapa en el que te encuentres.

Es la norma que haya retrasos injustificables a la hora de recibir esas intervenciones, a una edad en la que muy poco tiempo marca una gran diferencia. Se empieza tarde y se termina pronto, entrar en educación especial o simplemente superar la etapa de educación infantil implica perderlas, como si las necesidades de atención desaparecieran. También que los profesionales que las imparten vayan con la lengua fuera, sin tiempo para seguir formándose, sin posibilidad de especializarse o dedicar toda la atención que querrían a los niños que les han adjudicado.

Una mala respuesta pública que se traduce en que los padres acaban acudiendo a terapias privadas, con el coste económico que supone y, sobre todo, la desigualdad que genera entre aquellos que pueden costearlas y los que no, o los que no las tienen disponibles en su zona. Se traduce también en que haya caraduras aprovechándose de la desesperación de esos padres con abordajes inútiles o, directamente, lesivos para la salud de los niños.

El acuerdo de gobierno entre PSOE y Podemos incluye en su punto 2.2.10:

Desarrollaremos un sistema de atención temprana que implique el reconocimiento y garantía de un derecho subjetivo a la atención temprana integral, universal, gratuita y pública y sin discriminaciones en virtud del lugar de residencia.

Es imposible saber en qué quedará esa declaración de intenciones, pero el simple hecho de que exista supone el reconocimiento a la existencia de un problema que es una herida sangrante en el costado de nuestra infancia.

Ana acaba de abrir una petición de firmas en OsOigo, la plataforma de Cruz Roja, con la que quiere hacerse escuchar por los representantes públicos de la Asamblea de Madrid. Una lucha por su hija pero también por el resto de niños afectados.

Me llamo Ana, vivimos en Alcalá de Henares y mi hija Vega, de 3 añitos, tiene una enfermedad neurológica llamada encefalopatía epiléptica.

Los que estamos cerca de ella queremos que crezca alegre y feliz como cualquier niño de su edad. Le encanta ir a la escuela aunque le cuesta relacionarse con los amigos pero tanto en el colegio como en las terapias la están enseñando. Pasito a pasito y muy despacito vamos avanzando.

Todo comenzó la madrugada del 4 de marzo de 2019, Vega tosía mucho, no respiraba y entro en parada cardiorespiratoria. Comenzaron las pruebas médicas (electroencefalogramas, medicación, ingresos de larga duración, etc), se lo pueden imaginar.

Nos dirigimos a ustedes políticos de la Asamblea de Madrid por que mi hija necesita un logopeda y una terapia cognitiva que desde el mes de agosto se nos ha concedido pero todavía no nos han dado una plaza, ¿por que nos conceden las terapias y luego no hay plazas? Es algo que no tiene ni pies ni cabeza.

Hasta ahora nos hemos tenido que pagar por nuestra cuenta las terapias, pero no podemos más.

Os pedimos, por favor, políticos de la Asamblea de Madrid que nos ayuden y que Vega, como cualquier otro niña o niño pueda recibir sus terapias de logopeda y estimulación cognitiva que por ley ha de recibir.

Vega tiene derecho a recibir sus terapias que por ley tiene y no pararemos hasta que lo consigamos.

 

No os burléis de los niños de San Ildefonso por favor

Os lo he pedido más veces, no es ni mucho menos el primer año en el que traigo este tema a este blog, pero es que cada 22 de diciembre sucede lo mismo. Unos niños asoman, con toda su ilusión, a cantar números arrojando suerte en forma de euros a aquellos que han comprado lotería de Navidad. Y las redes sociales se convierten en un vertedero de improperios, risas, burlas e incluso ataques racistas hacia ellos.

Son niños que se pueden equivocar, que pueden tener voces o un aspecto que nos llame la atención. Da absolutamente igual. No son presentadores profesionales ni modelos. Son niños y merecen todo el respeto mientras llevan a cabo su función.

Ojalá que aquellos que son crueles con ellos en Twitter, o en voz alta en el bar, su salón o la redacción de un periódico, que lo mismo da, se lo piensen dos veces y cierren la boca o los dedos.

Y los demás, tampoco les riamos las gracias.

¿Qué les parecerían esos improperios, algunos directamente denunciables, si estuvieran dirigidos a sus hijos, a uno de sus sobrinos, a uno de los niños que conocen y aprecian?.

Pues los niños de San Ildefonso son los niños de alguien. Lo que no deberían ser en ningún caso es el blanco fácil de burlas aún más fáciles, algo que parece el deporte nacional la mañana del 22 de diciembre para muchos.

(EFE/Ballesteros)

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Lo piden nuestros hijos, también los científicos, todos debemos trabajar contra la actual emergencia climática

No hacemos caso a nuestros hijos. Hace un año que Greta Thunberg se puso en pie, levantando a su lado a miles de jóvenes de la mano del movimiento Fridays for future.

No hacemos caso a la ciencia, en la que se apoyan esos niños y adolescentes para plantearnos sus reivindicaciones. Llevan demasiado tiempo alzando la voz con escaso éxito. Su último clamor en el desierto vino este martes, con más de 11.000 científicos firmando un manifiesto en la revista Bioscience en el que piden que entendamos que estamos ya ante “una emergencia climática» que traerá «un sufrimiento humano sin par».

Seguimos con nuestro día a día. ¡Bastante tenemos! El trabajo o la falta de él; llevar y recoger del colegio; cocinar, limpiar y hacer la compra; salir a correr o a tomar un café o unas cañas con los amigos para sumar unos puntos de cordura; superar el último encontronazo con nuestra pareja, nuestro hijo o nuestro padre; ver la última serie de Netflix o HBO que nos han recomendado.

El planeta se agota, pero también los huevos y hoy nos preocupa más que hay bajar al súper que cómo estén los polos. El clima cambia, igual que nuestros hijos entrando en la adolescencia y trayéndonos nuevos quebraderos de cabeza.

;Qué lo arreglen otros!
Que lo hagan los políticos, los ecologistas, los científicos. Para eso están. Ellos son los que tienen los recursos, el saber. A nosotros que nos dejen en paz, que bastante tenemos con salir cada día de la cama cuando suena el despertador soñando con las próximas vacaciones.

Yo, yo mismo y mi ombligo. O los ombligos de los míos, pero solo los más cercanos.

Y así seguimos caminando hacia el precipicio, convirtiéndonos en la generación que asoló la Tierra, esa en la que nuestros nietos pensarán “¿cómo no hicieron algo? ¡Pero si veían lo que estaba pasando! Lo tenían ante sus narices y los muy idiotas, los muy egoístas, siguieron a lo suyo”.

Pensarán así de nosotros y con razón. Nos asomamos a una de esas distopías post-apocalípticas con la inconsciencia de lemings.

¿Qué hacer? Nada no es una opción. Estamos a tiempo de reaccionar y no podemos permitirnos caer en el derrotismo.

(GTRES)

Me lo contaba hace un mes Patricia Ramos, estudiante de medicina de 19 años a la que llaman la Greta española, aunque a ella no le guste, y que fue una de los 500 jóvenes de todo el mundo invitados por la ONU en Nueva York.

Nos da la sensación de que hay soluciones que se podrían estar poniendo en marcha y no es así por intereses económicos, como siempre. No quiero que el pesimismo sirva de excusa a la gente para dejar de hacer cosas, para que digan «¿por qué voy a tener que hacer yo algo si el planeta se va a acabar igualmente?». Quiero que haya esperanza. El planeta se puede salvar si ponemos todos los esfuerzos que deben ponerse para lograrlo. El problema no es que no haya soluciones, es que no hay interés en ponerlas en práctica.

Me lo repetía esta misma semana César-Javier Palacios, periodista ambiental de referencia en nuestro país:

La especie humana siempre se ha movido gracias a retos. Hemos pasado momentos muy difíciles en toda nuestra historia. Si aceptas la derrota ya no vas a luchar y eso es lo peor que nos podría pasar. Más aún cuando estamos en un momento de auténtica crisis ecológica. La crisis climática a la que hemos llegado nos obliga a hacer grandes esfuerzos, pero desde el optimismo, desde la sabiduría de entender que podemos lograrlo. Ahora tenemos más recursos que nunca. Caer en el derrotismo nunca funciona.

Claro que podemos hacer mucho. Vuelvo a Patricia:

A nivel individual podemos hacer mucho. Que reciclen. Que no malgasten agua, por favor. Que no se malgaste luz. Lo que nos llevan nuestros padres diciendo toda la vida. Que si pueden reducir su consumo de carne, lo hagan, porque la industria agroalimentaria es uno de los mayores agentes emisores de CO2 que hay. Que reduzcan su consumo de ropa, porque se invierten muchísimos recursos como agua y energía en fabricar cosas que compramos y no necesitamos. Que sean también conscientes de si realmente es necesario todo aquello que adquieren.

Y a César:

Hasta ahora éramos ciudadanos, con unos derechos y unas libertades. Estos nuevos tiempos nos han hecho también consumidores. Tenemos una doble categoría y precisamente la segunda es la que tiene más fortaleza. Como ciudadanos podemos votar cada cuatro años. Bueno, en España cada año (risas). Pero como consumidores estamos votando diariamente y minuto a minuto. Nunca hemos tenido tanta fuerza. El mayor cambio en nuestra sociedad lo va a traer el consumo. En el momento que decidimos retirar los aerosoles se solucionó una parte importante de la pérdida de la capa de ozono. Y fue una solución para la que no hubo que congregar a comunidades de países, solo hubo que decidir que dejábamos de usarlos. El plástico se nos ha ido de las manos pero estoy convencido de que en diez años ya no lo va a haber en los mares y lo habremos logrado como consumidores al no comprarlo. Por eso para mí es tan importante hablar de la importancia de reducir el consumo de carne, de plásticos o de cómo moverse en las ciudades.

¿Y tú? ¿Te vas a quedar quieto?

Pocos recursos y demasiados fármacos, la salud mental infantil en el sistema sanitario español

Hoy es el Día Mundial de la Salud Mental, otro de esos días instaurados para concienciar, para dar a conocer, para abrirse paso en la apretada agencia de los medios.

La salud mental, esa gran olvidada en distintos sentidos. Cuando tenemos una dolencia física, aunque sea liviana, lo habitual es que acudamos corriendo al médico. Si lo que nos aqueja es la tristeza, el miedo, la ansiedad, la angustia, la rabia, la incapacidad para encontrar motivos ser feliz, es menos frecuente ir en busca de ayuda profesional.

Y lo malo es que, aunque vayamos, no siempre es fácil encontrarla.

Tabúes, prejuicios, falta de recursos, de información… los problemas son muchos pese a que también lo son las personas que necesitan ayuda. Nadie está libre de verse así, nadie es tan fuerte como para ser irrompible.

Tampoco los niños.

Por eso, Aldeas Infantiles SOS aprovecha este día para reclamar de forma urgente las siguientes seis medidas:

  • Incremento de los presupuestos destinados a salud mental.
  • Prevención e intervención temprana, reduciendo el tiempo que transcurre entre los primeros síntomas y el primer contacto terapéutico.
  • Coordinación permanente entre los equipos de atención primaria y los de salud mental.
  • Incorporación de la especialidad de Psiquiatría Infantil.
  • Equipos especializados en el diagnóstico y el tratamiento de los efectos derivados del maltrato en la infancia.
  • Campañas de sensibilización para informar y combatir el estigma social que recae sobre estas enfermedades.

Y así explica la problemática existente:

“La prevención y la detección de los factores de riesgo que puedan desencadenar ciertas enfermedades mentales, así como la intervención temprana para evitar que estas se agudicen es fundamental durante los primeros años de vida”, explica Pedro Puig, presidente de Aldeas Infantiles SOS.

Sin embargo, según señala la organización, los especialistas de primer nivel, generalmente pediatras, no pueden hacer frente a la demanda desbordante por falta de recursos. Asimismo, cuando se llega al segundo nivel, el de las unidades de salud mental, estas reciben a pacientes de todas las edades, sin especialización, por lo que tampoco cuentan con el tiempo, el espacio físico adaptado o la formación necesaria para atenderles adecuadamente.

Esto provoca que las escasas unidades de salud mental para niños y adolescentes estén colapsadas o queden reservadas para casos de especial complejidad, por lo que no se cubren las necesidades existentes. El resultado es una excesiva prescripción farmacológica. Si el sistema sanitario no cuenta con los especialistas necesarios para realizar una adecuada y continuada intervención clínica, se optará, casi en exclusiva, por tratamientos focalizados en los psicofármacos, sin otra intervención psicoterapéutica, dando así una falsa percepción de intervención.

La ansiedad y la depresión son las enfermedades mentales más comunes en España, seguidas de otras como el trastorno bipolar, la esquizofrenia o algunas otras formas de psicosis. Además, entre los jóvenes de 15 a 29 años, el suicidio es la principal causa de muerte por detrás de los accidentes de tráfico.

Los niños privados del cuidado parental, los más vulnerables

Una de cada cuatro personas sufrirá una enfermedad mental a lo largo de su vida, una cifra que aumenta si nos centramos en los colectivos más vulnerables. Así, de los casi 48.000 niños y niñas que crecen en el sistema de protección en España, es decir, privados del cuidado parental, la mitad de ellos (el 48,7%) está recibiendo algún tipo de tratamiento de salud mental.

GTRES

El sexo es un derecho fundamental, también para las personas con discapacidad intelectual

La sexualidad forma parte intrínseca de los seres humanos, de todos los seres humanos. También de aquellos con discapacidad.

No sé si es culpa de la ficción que vemos, del culto imperante a lo joven y bello, pero pareciera que el sexo no es propio de determinados colectivos, como las personas mayores o con discapacidad. Es un error que parte del desconocimiento y de los prejuicios, también de la infantilización de personas con discapacidad intelectual o física, sobre todo en el caso de los primeros.

Un adulto o un adolescente con down, parálisis cerebral, x frágil, daño cerebral adquirido o autismo no son niños eternos, por mucho que sean dependientes. Son adultos y adolescentes con todo el derecho a vivir una sexualidad plena.

Una sexualidad, eso sí, eso siempre, respetuosa con el prójimo. Exactamente igual que debe ser así con cualquier otra persona. Vivimos en sociedad y hay que aprender a no protagonizar avances indeseados.

Las personas con discapacidad intelectual han pertenecido a una de las minorías a las que re le ha negado toda posibilidad de satisfacer sus necesidades afectivas y sexuales. Sin embargo, desde la 6ptica de la normalización e integration como principios básicos desde los que plantear la educación y forma de vida en nuestra sociedad de las personas con discapacidad intelectual, es necesario trabajar el tema de la sexualidad y relaciones interpersonales, ya que es un derecho que dichas personas tienen y del que nadie debe privarles.

Es un fragmento extraído del artículo académico Afectividad y sexualidad en personas con discapacidad intelectual, una propuesta de trabajo, recogido por Plena Inclusión.

(GTRES)

Es noticia estos días la decisión de una jueza británica de no impedir que un hombre de 36 años con autismo y que jamás a cometido un delito pueda tener relaciones sexuales, algo que se le estaba impidiendo con unas medidas restrictivas sobre las que no han facilitado información.

No es que quisiera tenerlas con alguien en concreto, por lo que ha trascendido lo que tiene es un interés general en tener una compañera sexual. El problema es que no parece tener capacidad para discernir cuando una aproximación es consentida. Un psicólogo clínico asegura en un informe que existe un «riesgo moderado» de que cometa un delito contra una mujer.

Es difícil juzgar un caso del que se tienen tan pocos detalles, pero me da la impresión de que lo que necesita ese hombre es supervisión y trabajo para entender cómo es una relación consentida y respetuosa. Tal vez mucho trabajo, no digo que no. Pero la solución demasiado fácil de coartar su libertad por lo que pueda llegar a hacer antes incluso de que haya hecho nada parece discutible.

Ese hombre necesita que le enseñen, el tiempo que haga falta y de la manera que le resulte más efectiva, más que le prohíban. Obviamente no puede permitirse, no ya que cometa un delito, sino que incomode a nadie en este sentido. Pero como bien dice la jueza “la sexualidad es un derecho fundamental”.

Es también muy fácil decir a un adolescente con discapacidad al que se descubre por primera vez tocándose que eso no se hace, es muy sencillo gritar un no, castigar o amenazar. Fácil, pero no correcto. El sexo es algo natural y hay que procurar mostrarles cómo gestionar sus necesidades, su curiosidad, con la ayuda de especialistas en sexualidad y discapacidad si es necesario. Los hay.

Mi hijo, que tiene autismo, ha cumplido este verano trece años y en cualquier momento nos encontraremos con ese reto. Espero que seamos capaces de afrontarlo como él y los demás se merecen.

Precisamente el miércoles 16 de octubre a las 18, Federación Autismo Madrid organiza el taller El papel de las familias en la educación sexual de los hijos y las hijas con TEA, conducido por Carlos Lombao Pardo, psicopedagogo y maestro en pedagogía terapéutica, y Mª Teresa Huelin, psicóloga.

En este taller vamos a sentar las bases para apoyar a las personas con TEA y a sus familias, en un tema que lleva pendiente muchos años y que siempre ha preocupado, el de la sexualidad de las personas con TEA. Un tema que ya es hora de ponerlo encima de la mesa, con el fin de dar una mayor calidad de vida y una vivencia integral de la vivencia de todas las personas. Este taller se centrará en teoría y en dar herramientas adaptadas a las peculiaridades específicas de estas personas.

La entrada es gratuita. Solo hay que inscribirse aquí.

No todo aquello sobre niños con discapacidad que asoma a redes sociales debería ser noticia en los medios

Es una noticia recogida en medios estadounidenses que se ha reproducido en medios de todo el mundo. Muchos de los titulares son así: «Un niño de cinco años con autismo, declarado delincuente sexual por besar en la cara a un compañero». Llamativo, que invita tanto al clic como a la indignación.

El problema es que cuando indagas a ver qué hay detrás encuentras a una madre muy enfadada porque la profesora le dijo: «tienes que hablar con él sobre los límites». Según la madre, la profesora acusó a su hijo de actividades sexuales cuando lo único que había hecho era dar un abrazo a un niño y un beso en la mejilla a otro.

Lo contaba la abuela del niño, ni siquiera la madre, en un post privado de Facebook, en el que sacaba un tanto los pies del tiesto diciendo que iba a quedar en el registro del niño de por vida que era un delincuente sexual.

Por solo por un abrazo y un beso en la mejilla entre niños de cinco años, parece obvio que ningún colegio dice ni mú. Ni mucho menos un niño en edad preescolar queda registrado como delincuente sexual. Sería de locos.

Que no digo yo que la familia no tenga parte, incluso una gran parte de razón, en que el obrar de la escuela ha sido poco apropiado, que no entienden cómo es y lo que necesita un niño con autismo. Es, por desgracia, demasiado frecuente que así sea.

El niño está ahora en un centro de educación especial y tanto el colegio como el departamento al que correspondería gestionar estos conflictos (Department of Child Services, DCS) no han hecho declaraciones.

La colleja aquí viene para los medios de comunicación
, que somos los que realmente no conocemos los límites, o los hemos olvidado. Nosotros sí que necesitaríamos que algún profe que nos llamará al orden y nos recordara las líneas infranqueables que hay que trazar.

En un modo tradicional de hacer las cosas, si esa abuela hubiera hecho una llamada o escrito a un periódico contando lo mismo que en su muro de facebook; antes de publicar nada el periodista habría querido hablar con la madre para contrastarlo y con el colegio. Si solo tuviera un testimonio que parece poco verosímil sin pruebas que lo apuntalasen, lo descartaría como noticia.

Y recuerdo que la abuela en este caso no contactó con ningún medio buscando que les sirviera de altavoz, lo publicó en su muro privado.

Padres, abuelos y tíos tenemos derecho a tener berrinches, a desahogarnos en nuestras redes sociales, sin que eso se acabe convirtiendo en una noticia internacional.

Los medios que estamos en Internet necesitamos tráfico, necesitamos que mucha gente los lea, tener muchas visitas para sobrevivir. Hay formas legítimas de buscarlo y otras que no.

Como las noticias de niños con autismo o con otro tipo de discapacidad que ven sus derechos pisoteados generan con frecuencia ese tráfico, acabamos elevando a noticia lo que en realidad no lo es, lo que no pasa de un conflicto privado, tal vez una justa reivindicación, pero que no tiene entidad suficiente para asomar a nuestras portadas salvo que primemos las visitas por encima del periodismo.

Y no puede ser así.

Un ruido excesivo, una marea constante, puede hacer la gente se acostumbre
y pierda la justa indignación que sí debería tener ante las injusticias. Puede hacer que aquello que sí merecería aparecer en portada de los medios y remover conciencias para hacer avanzar a la sociedad ya no tenga fuerza suficiente.

La misma reflexión es aplicable también a ese tipo de contenido positivos, emocionantes, que implican a niños o personas con discapacidad.

Pueden tener una celebridad inesperada e indeseada. Aunque alguien comparta algo en redes, puede ser que lo haga sin valorar el alcance que eso puede llegar a tener.

La primera gran rebelión de los niños ha resultado ser verde, justa y necesaria

La rebelión de los niños ha resultado ser verde. Rebelión, sí. Revolución también, sí así lo queréis. Pacífica siempre, en cualquier caso. Jamás hubo en el mundo, en toda su historia, una movilización tan internacional y multitudinaria impulsada por jóvenes, en su mayoría menores de edad, así que niños.

Me hacen sentir orgullo. ¿A vosotros no? Lo que nos exigen a los adultos es justo y necesario. Lo exigen amparándose en la ciencia, buscando en los científicos y en las ONGs sus aliados, sirviendo de enérgico altavoz a lo que estas instituciones llevan años diciendo.

El cambio climático es una realidad, en once años no habrá vuelta atrás pero ahora aún estamos a tiempo de adoptar las medidas necesarias para preservar este planeta. Es el momento de tomárselo en serio, de apartar intereses espúreos y arremangarse. No podemos perder más tiempo.

Lo exigen escépticos y enfadados. Ahí tenéis la justa ira de Greta Thunberg, el rostro de dieciséis años visible de este movimiento que para todos los viernes para protestar. La mecha que prendió Fridays for Future. Y su capacidad de contagio es grande, ya hay también Teachers for Future y Parents for Future.

Nos dicen nuestros jóvenes que los adultos les hemos fallado. Tienen razón. Imposible negar la mayor. Han fallado los gestores en quienes depositamos nuestros votos. Pero esto no es culpa solo de los políticos. Rsulta demasiado fácil decir que poco podemos hacer nosotros y echarnos a dormir. Si nuestros bisnietos no tienen un planeta amigable en el que vivir, si la polución, la escasez de recursos y los desastres naturales imperan, allá ellos. Nosotros no vamos a verlo. Fácil y cómodo. Egoísta y corto de miras también.

(EFE/EPA/FAZRY ISMAIL)


Podemos reciclar; podemos reducir el consumo de carne, que además redundará en nuestra Salud; podemos ahorrar agua y energía; podemos buscar formas de movernos poco contaminantes siempre que sea posible; podemos reducir nuestras comprar, sobre todo de ropa. Producir ropa requiere muchísima energía, es difícilmente reciclable y con demasiada frecuencia lo que adquirimos no responde a la necesidad ni se va a usar tanto como para que justifique su adquisición. Podemos limitar al mínimo el uso de plásticos desechables.

Podemos, sobre todo, explicar en nuestro entorno la necesidad de obrar así y servirles de ejemplo.

Esta semana tuve el placer de hablar con Patricia Ramos, una española de 19 años, estudiante de música, que ha ido acompañada por Plan Internacional a Nueva York, a la cumbre de la ONU que ha sido pionera en invitar a quinientos jóvenes activistas. De todo el mundo. Patricia mee hablaba precisamente de la importancia de transmitir estos mensajes a nuestros amigos y familiares. Muchos pocos pueden hacer un mucho.

Podemos también secundar mañana, viernes, la tercera huelga mundial por el clima, que protesta públicamente ante la falta de acción de los gobiernos frente a la crisis climática.

La primera fue en marzo y la secundaron un millón y medio de personas; la segunda el viernes pasado como antesala a la semana por el clima, seguida por unos cuatro millones; la tercera será el colofón y esperemos que ese número se supere, pero sobre todo que cale y se extienda el mensaje.

Es preciso hacer caso a nuestros niños. Sumémonos a su rebelión.

(Radhika Chalasani/UNICEF)

Hace falta más inversión en el sistema educativo y menos en la celebración de elecciones

Esta misma mañana venía escuchando en la radio que la media de edad de los profesores españoles, 44 años, es superior a la europea, que el 36% de los docentes tiene 50 años o más y que el descenso en el número de profesores jóvenes desde la crisis es notable. Son datos recientes de la OCDE.

Lo oía pensando que la edad de los maestros no me parece un gran problema desde el punto de vista de los niños. Desde el estructural ya puede ser otra cosa. Dos de los mejores maestros que ha tenido mi hija han sido profesores que estaban al borde de la jubilación.

Ser un buen docente no tiene que ver con la edad, tiene que ver con aspectos como la vocación, con la implicación, con el conocimiento, con la empatía. La veteranía puede ser causa de desmotivación y desactualización en algunas personas, pero también puede ser un grado.

La peor maestra que ha tenido mi hija fue precisamente una de las más jóvenes. Casualidad, ya lo sé. Pero ejemplifica lo que defiendo. Por suerte apenas duró tres meses en el centro. Y ahí llegamos a lo que me parece el verdadero problema en la enseñanza pública de este país si ponemos el foco en el profesorado: la elevada tasa de interinidad y lo ajustado de las plantillas.

Eso sí es preocupante de cara a la calidad de la enseñanza.

No me entendáis mal. Hay interinos maravillosos, que se esfuerzan en hacerlo lo mejor que saben, pero es difícil teniendo en cuenta que son introducidos en distintos centros, con distintos modos, que aterrizan en clases por tres meses, por seis, por periodos que no les permiten trabajar en condiciones, con todo el curso en mente, conocer a los niños y ganarse su confianza.

Mi hija tiene diez años y raro es el año que ha tenido el mismo tutor todo el curso. Jamás ha pasado por eso de tener la misma persona de referencia dos años seguidos. Embarazos, jubilaciones, enfermedades… se cubren con esa suerte de paracaidistas de la enseñanza que son los interinos.

Y eso cuando se cubren a tiempo, porque no es raro que durante un par de semanas no haya tutor, a la espera del interino que la administración quiera adjudicar.

Como las plantillas están ajustadas al mínimo, la atención de esos cursos desiertos de maestro es un encaje de bolillos difícilmente satisfactorio. La capacidad de maniobra ante eventualidades de los centros es extremadamente limitada. Y las ratios son demasiado elevadas, cuando reducirlas es una medida que todo el mundo sabe efectiva y que no s lleva a cabo por falta de voluntad política.


Se nos llena la boca hablando de la importancia de la educación, diciendo que los niños son el futuro, lo más valioso de una sociedad. Pero a la hora de la verdad tenemos los colegios manga por hombro en demasiados aspectos. Otro, por ejemplo, es la atención al alumnado con necesidades especiales.

Luego las propuestas y peleas políticas vienen de la mano de la asignatura de religión, de si pedir permiso a los padres para recibir charlas sobre sexualidad y tolerancia o de las lenguas oficiales.

Estamos esperando un plan de choque efectivo de verdad, uno que reduzca ratios e interinidad y amplíe plantillas. No hace falta inventar la pólvora, hace falta invertir más en la educación y menos en la celebración de elecciones.

(GTRES)

Pasar más tiempo ante una pantalla no se traduce necesariamente en hacer menos ejercicio físico

Estoy leyendo los resultados preliminares del Estudio PASOS (Physical Activity, Sedentarism and Obesity in Spanish Youth) de la Fundación Gasol.

Los datos que arroja, obtenidos de más de 3.000 niños de centros educativos de toda España, los tenéis en esta noticia perfectamente explicados, pero os resumo las tres conclusiones más obvias:

  • Casi el 65% de los niños y adolescentes españoles (entre 8 y 16 años) no llega al mínimo de 60 minutos diarios recomendados  de actividad física moderada o vigorosa.
  • Casi el 80% exceden en fin de semana y el 54% entre semana las dos horas diarias máximas recomendadas por la OMS ante las pantallas (teles, móviles, tablets, ordenador y consolas).
  • Casi el 35% de los niños adolescentes presentan sobrepeso u obesidad.

Más tiempo del debido dedicado a las pantallas y poco tiempo dedicado al deporte, a jugar, a moverse. Y, además, más kilos. No sorprende demasiado.

(GTRES)

Pero no se puede saltar precipitadamente a la conclusión de que las pantallas son causa de que hagan menos ejercicio y, por tanto, engorden más de lo saludable, como en esta gráfica:

Correlación no implica causalidad. Es un básico al leer cualquier estudio y mi compañero Javier Yanes lo explicaba maravillosamente en este post de su blog Ciencias Mixtas:

De hecho, si miramos los datos diferenciados por género, los que más actividad física hacen son los varones. Las niñas y, sobre todo, las adolescentes, se mueven bastante menos. Una constante que se repite desde hace años en todos los estudios que miran la actividad de los menores.

Por otro lado, los que más tiempo pasan ante pantallas son los niños y, sobre todo, los adolescentes.

Es decir:

  •  Los chicos adolescentes son los que más tiempo pasan ante las pantallas, más que las chicas (y que los niños y niñas más pequeños). Y son los que más ejercicio hacen.
  • Las chicas adolescentes son las que menos actividad física tienen, menos que los chicos (y que los niños y niñas más pequeños). También pasan menos tiempo ante las pantallas.

A lo mejor es que la obesidad de los chavales no la podemos achacar entonces únicamente (o por encima de todo lo demás) a consolas, móviles y demás. Lo digo sabiendo que también es una correlación y sin discutir la recomendación de la OMS de que haya un máximo de dos horas al día, ojo, pero también preocupada porque esas tres conclusiones del estudio hiladas (más obesidad, más pantallas, menos actividad física), deriven en demonizar injustamente móviles, tabletas, televisión o videojuegos. Lo nuevo, claro. Como siempre.

El sobrepeso y la obesidad tiene un origen multifactorial complejo.

También me preocupa que se asocie que sedentarismo es igual a pantallas. No es cierto. Leer libros, dibujar (que por cierto, pueden estar leyendo o dibujando en sus tablets), hablar sentaditos del chico o la chica que te gusta o de la última jornada de liga o estar en la academia de inglés, aprender guitarra o cualquier otra extraescolar, o jugar al Catán o al rol también son actividades sedentarias (y no necesariamente nocivas, sino incluso enriquecedoras, igual que pueden serlo las pantallas).

Hay que contrarrestar el sedentarismo al que nuestro mundo moderno nos empuja a todas las edades, cierto. Hay que controlar el tiempo que nuestros hijos pasan ante las pantallas. Por supuesto que sí. Pero tal vez dónde más habría que poner el foco es en la alimentación . Esa variable tan importante que protagonizó el informe global de la ONU en julio no se menciona en el estudio PASOS.

Y en la nuestra. La mejor manera de educar es dando ejemplo. Comiendo, bebiendo, haciendo ejercicio y limitando también nuestra exposición a las pantallas.