Lo piden nuestros hijos, también los científicos, todos debemos trabajar contra la actual emergencia climática

No hacemos caso a nuestros hijos. Hace un año que Greta Thunberg se puso en pie, levantando a su lado a miles de jóvenes de la mano del movimiento Fridays for future.

No hacemos caso a la ciencia, en la que se apoyan esos niños y adolescentes para plantearnos sus reivindicaciones. Llevan demasiado tiempo alzando la voz con escaso éxito. Su último clamor en el desierto vino este martes, con más de 11.000 científicos firmando un manifiesto en la revista Bioscience en el que piden que entendamos que estamos ya ante “una emergencia climática» que traerá «un sufrimiento humano sin par».

Seguimos con nuestro día a día. ¡Bastante tenemos! El trabajo o la falta de él; llevar y recoger del colegio; cocinar, limpiar y hacer la compra; salir a correr o a tomar un café o unas cañas con los amigos para sumar unos puntos de cordura; superar el último encontronazo con nuestra pareja, nuestro hijo o nuestro padre; ver la última serie de Netflix o HBO que nos han recomendado.

El planeta se agota, pero también los huevos y hoy nos preocupa más que hay bajar al súper que cómo estén los polos. El clima cambia, igual que nuestros hijos entrando en la adolescencia y trayéndonos nuevos quebraderos de cabeza.

;Qué lo arreglen otros!
Que lo hagan los políticos, los ecologistas, los científicos. Para eso están. Ellos son los que tienen los recursos, el saber. A nosotros que nos dejen en paz, que bastante tenemos con salir cada día de la cama cuando suena el despertador soñando con las próximas vacaciones.

Yo, yo mismo y mi ombligo. O los ombligos de los míos, pero solo los más cercanos.

Y así seguimos caminando hacia el precipicio, convirtiéndonos en la generación que asoló la Tierra, esa en la que nuestros nietos pensarán “¿cómo no hicieron algo? ¡Pero si veían lo que estaba pasando! Lo tenían ante sus narices y los muy idiotas, los muy egoístas, siguieron a lo suyo”.

Pensarán así de nosotros y con razón. Nos asomamos a una de esas distopías post-apocalípticas con la inconsciencia de lemings.

¿Qué hacer? Nada no es una opción. Estamos a tiempo de reaccionar y no podemos permitirnos caer en el derrotismo.

(GTRES)

Me lo contaba hace un mes Patricia Ramos, estudiante de medicina de 19 años a la que llaman la Greta española, aunque a ella no le guste, y que fue una de los 500 jóvenes de todo el mundo invitados por la ONU en Nueva York.

Nos da la sensación de que hay soluciones que se podrían estar poniendo en marcha y no es así por intereses económicos, como siempre. No quiero que el pesimismo sirva de excusa a la gente para dejar de hacer cosas, para que digan «¿por qué voy a tener que hacer yo algo si el planeta se va a acabar igualmente?». Quiero que haya esperanza. El planeta se puede salvar si ponemos todos los esfuerzos que deben ponerse para lograrlo. El problema no es que no haya soluciones, es que no hay interés en ponerlas en práctica.

Me lo repetía esta misma semana César-Javier Palacios, periodista ambiental de referencia en nuestro país:

La especie humana siempre se ha movido gracias a retos. Hemos pasado momentos muy difíciles en toda nuestra historia. Si aceptas la derrota ya no vas a luchar y eso es lo peor que nos podría pasar. Más aún cuando estamos en un momento de auténtica crisis ecológica. La crisis climática a la que hemos llegado nos obliga a hacer grandes esfuerzos, pero desde el optimismo, desde la sabiduría de entender que podemos lograrlo. Ahora tenemos más recursos que nunca. Caer en el derrotismo nunca funciona.

Claro que podemos hacer mucho. Vuelvo a Patricia:

A nivel individual podemos hacer mucho. Que reciclen. Que no malgasten agua, por favor. Que no se malgaste luz. Lo que nos llevan nuestros padres diciendo toda la vida. Que si pueden reducir su consumo de carne, lo hagan, porque la industria agroalimentaria es uno de los mayores agentes emisores de CO2 que hay. Que reduzcan su consumo de ropa, porque se invierten muchísimos recursos como agua y energía en fabricar cosas que compramos y no necesitamos. Que sean también conscientes de si realmente es necesario todo aquello que adquieren.

Y a César:

Hasta ahora éramos ciudadanos, con unos derechos y unas libertades. Estos nuevos tiempos nos han hecho también consumidores. Tenemos una doble categoría y precisamente la segunda es la que tiene más fortaleza. Como ciudadanos podemos votar cada cuatro años. Bueno, en España cada año (risas). Pero como consumidores estamos votando diariamente y minuto a minuto. Nunca hemos tenido tanta fuerza. El mayor cambio en nuestra sociedad lo va a traer el consumo. En el momento que decidimos retirar los aerosoles se solucionó una parte importante de la pérdida de la capa de ozono. Y fue una solución para la que no hubo que congregar a comunidades de países, solo hubo que decidir que dejábamos de usarlos. El plástico se nos ha ido de las manos pero estoy convencido de que en diez años ya no lo va a haber en los mares y lo habremos logrado como consumidores al no comprarlo. Por eso para mí es tan importante hablar de la importancia de reducir el consumo de carne, de plásticos o de cómo moverse en las ciudades.

¿Y tú? ¿Te vas a quedar quieto?

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