Archivo de abril, 2020

¿Qué hacemos aquellos con hijos con discapacidad mayores de catorce años y también niños pequeños?

Segundo día de paseo y de felicidad para Jaime, que este agosto cumplirá catorce años.

Por cierto, estos son los horarios que tendremos según seamos o hagamos:
– Paseos y deporte para personas sanas: de 6.00 a 10.00 y de 20.00 a 23.00.
– Salidas de personas dependientes (acompañadas por un cuidador) y de aquellos mayores de 70 años: de 10.00 a 12.00 y de 19.00 a 20.00.
– Salidas con niños (con las condiciones que existían): De 12.00 a 19.00.

Imagino que prefieren que coincidan ancianos y personas dependientes para evitar encuentros entre nietos y abuelos, poco aconsejables aún y en los que sería difícil de controlarlas distancias. Y que piensan también en las personas dependientes con una salud delicada y más riesgos si contraen Covid-19. Pero hay muchas personas dependientes sanos como robles, como mi hijo. Y muchas familias tienen que compaginar su cuidado con el de niños más pequeños.

Menos mal que Jaime tiene trece años y casi nueve meses, y pese a ser una persona dependiente que necesita pasear con un cuidador aún encaja también, por los pelos, en la categoría de niño. Si pasara de los catorce no podría compartir el paseo con su hermana. Tendría que salir con ellos dos veces. Y estar dos horas en la calle.

Si tienes una persona dependiente a tu cuidado de más de catorce años y también más niños, no puede ser que tengas que hacer varios paseos. Pero es que, además, las personas con autismo tienen una rigidez de horarios que va a hacer difícil gestionar estos cambios en las nuevas rutinas creadas desde hace mes y medio.

El sentido común debería imponerse y permitir excepciones en casos así.

Tiene autismo, no habla, pero su sonrisa expresa la felicidad de pisar al calle tras 49 días encerrado

49 días. Todo ese tiempo ha estado Jaime, de trece años y con autismo severo, sin pisar la calle. «Pero si podría haberlo salido hace mucho», me diréis. Cierto, el ministerio de Sanidad permitió que las personas en circunstancias como la de mi hijo pudieran dar paseos terapéuticos en plena crisis, cuando el virus golpeaba con más virulencia. Unos paseos que fueron un salvavidas para muchas familias, pese a acabar en ocasiones en portada de los periódicos por los improperios recibidos por aquellos que desconocían la exención o no la identificaban al verlos.

No salimos, no por miedo a esas posibles miradas o palabras de reproche. Hace ya mucho tiempo que logré que todo eso no me afectara. No salimos en primer lugar porque Jaime ha estado tranquilo. A lo largo de estas semanas ha tenido media docena de episodios en los que se ha puesto muy nervioso, pero han sido estallidos muy intensos y de muy corta duración, que ya tenía previamente al confinamiento y que no suelen durar más de cinco minutos. La mayor parte del tiempo ha estado feliz, entretenido con su ipad, escuchando música, saliendo a la terraza (cerrada con una reja porque la seguridad es lo primero), dándose largos baños diarios, trabajando con su ipad, durmiendo mucho y comiendo bien.

Tampoco hemos salido antes por prudencia. Entendimos que esas salidas terapéuticas debían darse solamente si eran imprescindibles para minimizar riesgos. Si Jaime, que es dependiente de nosotros como un niño de dos o tres años, enfermase, sería imposible aislarle y todos en casa tendríamos muchas papeletas para contagiarnos. En caso de enfermar y agravarse su estado, el ingreso podría haber sido una pesadilla porque no podría haber estado solo. Y de ingresar nosotros, la situación en casa sería muy complicada. Si estamos pudiendo gestionar razonablemente bien la situación, combinando teletrabajo, niños y casa, es porque somos dos y hacemos un buen equipo.

Además, no sabíamos si salir iba a ser contraproducente de otras formas. Jaime ha pasado por dos episodios, uno este invierno y otro más intenso el otoño anterior, en los que sólo quería estar en la calle paseando. Pese a haber estado ya horas en la calle, le teníamos triste, llorando ante la puerta, insistiendo en ponerse sus zapatos y su abrigo para salir de nuevo. No sabemos el motivo que lo desencadenó entonces, pero no deseábamos por nada que aquello se repitiese.

Desde que el domingo permitieran salir a los niños, y con un horizonte visible de desescalada, pensamos que había llegado el momento de salir. Con él y con su hermana, que no exige, pero que también tenía ganas de abandonar el piso en el que ha estado encerrada tanto tiempo como su hermano. No fue el primer día, quisimos esperar a ver. Pero ayer ya cruzamos el umbral. Sin mascarilla, porque no tolera ponérsela (por personas como mi hijo no puede ser obligatoria); con mucho cuidado de que no tocase nada, porque tampoco entiende nuestras instrucciones en ese sentido; huyendo de los lugares y las horas con más afluencia de personas.

Y el premio que obtuvimos fue su sonrisa. Mi hijo no habla, pero ayer no le hizo falta para transmitirnos la felicidad que sentía, las ganas que tenía de volver a sentir el sol y el aire a pie de calle.

No sabemos cómo evolucionará a lo largo de este desconfinamiento. No podemos explicarle, no es capaz de entender, porqué estamos encerrados todos juntos; el motivo por el que sus rutinas han cambiado tanto. Solo puede confiar ciegamente en nosotros, que sabe que le cuidamos y queremos, y tener una paciencia asentada en esa confianza. Nosotros también tenemos que confiar en él.

No tenemos ni idea de lo que nos traerá el futuro próximo, pero hoy saldremos de nuevo buscando su luz.

Los padres debemos dar ejemplo, a nuestros hijos y a toda la sociedad, de paciencia, sentido común y responsabilidad

Aún no hemos salido. Ni Jaime, aunque por tener autismo hubiera podido hace tiempo, ni Julia. Esta es la séptima semana que pasan confinados. También mi marido. Solo yo he salido para minimizar los riesgos. Al supermercado a comprar una vez por semana y dos veces al día a dar un paseo rápido a nuestra perra.

Todo llegará, probablemente pronto porque hoy mismo mi hija ha empezado a pedirlo, sin exigencias, casi en un susurro carente de insistencia. Buscaremos el mejor momento, la hora más tranquila y las calles menos transitadas.

La paciencia es una virtud que viene fenomenal en la vida en multitud de ocasiones y me parece buena idea inculcársela a nuestros hijos. Pero no critico a aquellos que ya lo han hecho, porque hay circunstancias y necesidades muy distintas.

No lo critico, en absoluto, siempre que hayan tirado de sentido común y responsabilidad. Más virtudes que conviene cultivar en nuestros niños.

No hay mejor forma, como siempre, como en todo, que dando ejemplo. Y en esta ocasión los padres debemos dar ejemplo no solo a nuestros hijos, también a toda la sociedad, para que la desescalada gradual que afrontamos culmine con éxito y en el más optimista de los plazos. Para que cuando recuperemos la libertad de caminar sin límite de tiempo, distancia o compañía, sepamos valorarlo.

Creo sinceramente que una mayoría está cumpliendo las normas. Lo que no quita que la minoría indeterminada que no lo hace, debería ser aún más pequeña; menos que anecdótica.

Paciencia, sentido común y responsabilidad son esenciales estos días para no tirar por la borda el trabajo y sacrificio de tantos.

Hay niños jugando en nuestras calles, hay un futuro

No hay mejor sensación de contento que la que produce ver la felicidad de nuestros niños, de lo que más queremos. Ver la natural alegría de un niño al jugar caldea el corazón, nos reconforta y hace que merezca la pena todo lo gris que hay en nuestras vidas.

Vuelve a haber niños jugando en nuestras calles, ya no solo algún niño yendo rápido y furtivo a comprar con su padre o madre o a cambiar de casa en la que permanecer.

Vuelve a haber niños jugando y es imposible no sonreír al verlos. Son la esperanza de que la normalidad, que parece que hayamos olvidado, va a volver.

Nuestros niños, un ejemplo de resiliencia y adaptación del que aprender. Maestros también de que ser feliz radica en los pequeños detalles, en ser capaz de parar y apreciar el ahora.

Hay niños de nuevo jugando en nuestras calles y eso anticipa un mañana más luminoso para todos.

Un mañana complejo y lleno de retos, también de miedo y sufrimiento, un mañana que miles no podrán ver, un mañana imperfecto.

Pero ahí estará, el sol seguirá saliendo. El futuro es un hecho y nuestros niños jugando en las calles es la mejor prueba.

¿Quieres que tu hijo ame los libros? Dale libertad, busca su disfrute y deja en su mano la decisión final

Leer no admite imperativos. Es una frase que escuché hace tanto tiempo, que ni recuerdo a quién, cuándo o dónde. Pero os aseguro que se me quedó grabada porque no puede ser más verdad. Más allá de lo útil que pueda ser leer, de lo que nos enriquezca y aporte, leer tiene que ser un goce. Si no hay disfrute cuando acercamos a nuestros niños a los libros, es más fácil fracasar en nuestro empeño de convertirlos en lectores.

Que sea una experiencia gozosa es imprescindible, tanto como lo es poder leer en libertad. Tienen que poder releer lo leído tantas veces como quieran; deben poder elegir sus libros favoritos sin que nosotros lo critiquemos o intentemos forzar otros títulos entre sus predilectos. Si desean abandonar un libro sin llegar al final si no les atrapa, no pasa nada, porque su tiempo también es valioso.

(GTRES)


Debemos respetar la manera en la que se adentran en la lectura y también aprender a gestionar nuestra frustración si no acaban siendo los voraces lectores que nosotros deseábamos. Nuestros hijos no han venido al mundo a cumplir nuestras expectativas, sino a ser ellos mismos, a encontrar su propia voz y su camino.

Por supuesto que debemos hacer lo que esté en nuestra mano por invitarles a enamorarse de la magia que encierran los libros. Debemos hacerlo, en primer lugar, dando ejemplo. Como siempre, como en todo. También leyéndoles cuentos, llevándoles a cuentacuentos, a librerías y ferias del libro, poniendo a su alcance buenas lecturas según van creciendo, respetando sus ritmos y sus gustos.

Pero si no lo logramos, si la mecha del amor a la lectura no acaba de prender, no pasa nada. No debería haber culpas ni decepciones. Tal vez no sea el momento; tal vez prefieran otros universos en los que sumergirse. Y, en última instancia, nuestros hijos no son nuestros.

Termino con un vídeo de Trastadasdemamá, cuentacuentos y experta en el fomento de la lectura que todos los días a las 11 os entretiene un ratito a los niños en Instagram, sobre los diez derechos que todo lector tiene, sea niño o adulto.

Seguro que os gusta.

Este curso escolar era un naufragio anunciado

Da igual lo que decidieran para acabar el curso escolar, estaba claro desde el principio que ninguna medida, por consensuada que fuera, iba a contentar a todo el mundo. Iba a haber críticas de un tipo y de otro independientemente de las decisiones tomadas. Críticas razonables y también otras que no lo son basadas en prejuicios personales: que si los profesores no trabajan nada, que si no obligar a repetir es hacer la vida fácil a los alumnos… En este país hay una legión que sabe de educación más que los profesionales que se dedican a ello.

El problema era de una complejidad considerable. No son lo mismo los niños de Infantil y Primaria, para los que puede ser más sencillo ponerse al día, que Secundaria y Bachillerato, aunque por ser niños más pequeños su cuidado a falta de las horas escolares sea un reto nunca visto para la conciliación. No digamos ya la generación de chavales a los que ha pillado en pleno paso a la Universidad. Y dentro de los estudios superiores, poco tiene que ver una titulación en la que enseñan informática, diseño o creación de videojuegos y hay una mayoría de estudiantes con buenos equipos en casa y preparados para la formación online, que otras que requieren una educación más práctica.

Luego está la Educación Especial, que da respuesta a casi 40.000 alumnos y que son, como siempre, los últimos en los que se piensa. Pocos titulares han acaparado desde que ayer se supiera el plan de Isabel Celaá para cerrar el curso. Aquí parece que no preocupa a casi nadie si pasan curso gratis, si quedarán descolgados, si se les regala un curso o pierden unas valiosas bases.

Lo que ha quedado meridianamente claro tras todo esto es que ni la sociedad está preparada para el cierre de los colegios y tener, por tanto, que atender las necesidades de sus menores; ni los centros educativos, salvo algunas excepciones (normalmente privadas y caras), están preparados para funcionar de manera telemática, sobre todo a la hora de hacer evaluaciones.

La evaluación. Ese es el gran problema. Más o menos podemos apañarnos para impartir conocimientos si profesores y familias arrimamos el hombro. Más o menos, con muchas desigualdades de por medio, con muchos niños y padres apartados directamente de la educación por falta de medios o capacidad para dar respuesta a la situación. Pero evaluar es otra cosa, las circunstancias no garantizan la equidad y objetividad necesarias. Es imposible en una mayoría de casos hacer exámenes justos y evaluar las tareas hechas en casa este tiempo tampoco lo sería.

Era imposible, por tanto, llevar este barco a buen puerto. Al final lo que han hecho es encallarlo en el lugar que parecía menos peligroso en medio del temporal, en esa playa de arena blanda de agarrarse a los dos primeros trimestres, casi enteros, que transcurrieron con normalidad, y reaccionar hacia delante cómo buenamente se pueda y de diferentes maneras.

Lo único que nos queda es aprender del naufragio. Necesitamos estar mejor preparados por si esta situación se repite, tener un plan de contingencia articulado para que nuestros niños y jóvenes, nuestro futuro, y ya de paso sus familias, no se vean a merced de los vientos.

Pero eso tampoco va a ser tarea rápida ni fácil.

(GTRES)

Nuestros diez juegos de mesa favoritos para lidiar con el confinamiento en familia

Los que me seguís sabéis de sobra que nos gustan mucho los juegos de mesa desde hace años y tenemos en casa, por suerte, una buena ludoteca. Siempre le hemos sacado partido, pero durante este confinamiento está siendo un recurso de un valor incalculable. Logran entretenernos, divertirnos, con una actividad que compartimos en familia y además sirven para que nuestra hija practique competencias curriculares, porque los juegos de mesa obligan a hacer cálculos, plantear estrategias, pulir la lógica e incluso aprender historia o geografía.

Hay muchas formas de hacer deberes, de aprovechar el tiempo. Ya hay profesores aprovechando a estos juegos en el aula. No tendría sentido que ahora que los padres nos hemos visto reconvertidos en maestros no aprovecháramos también los recursos lúdicos que tenemos a mano.

«Entrenamos a los niños en habilidades de memorización, matemáticas… pero en el cerebro no puedes separar los aspectos cognitivos de los emocionales y sociales. Vamos a poner un ejemplo: un niño tiene dificultad en el área matemática. ¿Qué se hace? Pues apoyo escolar y venga a hacer sumas y restas. Es un entrenamiento relacionando con una emoción negativa y que crea un rechazo. ¿Es útil ese entrenamiento? Pues no. El niño, al final de su etapa escolar va a tener una sensación de que eso no le gusta o no es bueno en eso. Para aprender un niño necesita juego y reto», me contaba hace tres años para un reportaje la psicóloga Nuria Guzmán, que lleva desde cinco años constatando la efectividad del uso de los juegos de mesa, también con niños con TEA, en la asociación Afim 21.

«A cualquier edad nos gusta jugar y el juego es siempre una herramienta de aprendizaje. Evidentemente no puedes estar todo el día jugando, pero con el amplio catálogo que hay, el que no lo utilice es porque no quiere», me comentaba el maestro y creador de juegos Manuel Sánchez Montero.

Los juegos que os voy a recomendar son al menos para tres personas, que son las que jugamos en casa (mi marido, mi hija de once años recién cumplidos y yo). De hecho son los juegos de mesa que más hemos usado en algo que se ideó mi hija, la ‘Copa Coronavirus’, un torneo para el que elaboramos una corona y todo que consigue el vencedor de la jornada.

De algunos de esos juegos ya os he hablado en el pasado más en profundidad, así que os dejo el enlace. Otros son nuevos y, si lo que os resumo os interesa, es fácil que encontréis cómo son de la mano de blogueros o youtubers especializados a poco que busquéis.

Potion Explotion. Hasta cuatro personas pueden pasar un buen rato. Se recomienda para niños a partir de ocho años, pero por mi experiencia con unos seis pueden jugar perfectamente, siempre que sean capaces de permanecer media hora sentados y atentos. De hecho la atención es precisamente lo que se puede trabajar gracias a este juego. ¿En qué consiste? Pues en elaborar pociones. Hay un dispensador con varias hileras de canicas de cuatro colores. Cada jugador elige dos pociones que exigen diferentes ingredientes/canicas. Cada vez que completemos una poción la reservaremos y podremos usarlas cuando las necesitemos. Tienen diferentes efectos: coger dos canicas juntas de distinto color, convertir las canicas de nuestro almacén en el color que deseemos, repetir el efecto de una poción ya usada… Cuando se logra elaborar cinco pociones distintas o tres iguales, cogemos una ficha de cuatro puntos, si se acaban esas fichas de bonificación, se acaba la partida. El que sume más puntos, gana. La gracia del juego está en cómo se consiguen los ingredientes con los que elaborar las pociones. Hay que coger una canica, provocando explosiones al chocar canicas del mismo color. Cuantas más explosiones, más canicas conseguiremos, casi como un candy crush. Hay expansiones para dotarlo de más jugabilidad, nuestra favorita es la que incorpora profesores que te favorecen o perjudican en función de cómo se desarrolle el juego.


Carcassonne ¡Qué decir de este clásico entre los clásicos! Losetas que se van colocando de una en una, recordando la región del sur de Francia del mismo nombre, al tiempo que ubicamos a nuestros trabajadores, para completar caminos, rodear monasterios, cerrar castillos controlar áreas abiertas. Yo no me canso de jugar a esta obra maestra de Klaus-Jürgen Wrede, que admite hasta cinco jugadores y cuyas partidas duran una media hora si vamos rapidito. LAs reglas se cazan al vuelo y tiene más enjundia de la que parece, por mucho que la suerte sea un factor importante del juego. Tiene una versión infantil para los más peques y variantes y expansiones para adultos de diferente tipo. Mi preferida es la de Cazadores y recolectores, ambientada en la Prehistoria.


X-Wing. Lo estamos jugando en una versión simplificada, porque los combates de naves de Star Wars tienen mucha tela para ponerse a ello a tope con niños. Pero con este juego, como con muchos otros, si queremos jugarlos en familia nada nos impide adaptarlos. Os aseguro que sus autores estarán encantados de ir creando afición aunque suponga aminorar la complejidad de la mecánica. En nuestro caso usamos las naves más sencillas, que se mueven y maniobran para alcanzar con sus disparos a sus oponentes, si es que los dados lo permiten. Si tenéis en casa pequeños (o grandes) aficionados a La guerra de las galaxias, es un acierto seguro. Nosotros hemos sacado del hangar las nuestras y las hemos quitado el polvo impulsados por la serie Clone Wars, que nos hemos puesto a ver juntos en Disney +. Las maquetas de las naves son preciosas, dignas de tenerlas más allá de jugarlas.

Love letter. Un juego de cartas muy ágil y bien pensado, igual que el Virus. Con un mínimo de dos jugadores y un máximo de cuatro, funciona con niños a partir de ocho años. Es fantástico para trabajar la atención, la concentración… y pasarlo bien en el proceso. El objetivo es ganar las suficientes rondas para acumular cinco cubos (o cartas de amor entregadas a la princesa Annette). El primero en lograrlo, gana. Para conseguirlo es necesario evitar que eliminen a nuestra princesa, si es que nos ha tocado a nosotros. La mecánica es muy sencilla. Se tiene siempre una carta en la mano, que representa a uno de los ocho distintos personajes con facultades diferentes. En nuestro turno robamos una nueva carta y elegimos cuál de las dos cartas jugar. También para calcular probabilidades y elaborar pequeñas estrategias Hay además facilidad para ‘tunearlo’ con los personajes que más nos gusten: Star Wars, Harry Potter… Las partidas (las que consisten en obtener los cinco cubos, no una mano suelta que puede ser rapidísima) no duran más de media hora.

La polilla tramposa, de Emely y Lukas, es otro juego de cartas que ocupa y cuesta poco y es muy divertido. La idea es hacer trampas, pero dentro de un orden, claro. No hay dados, no hay nada más que una baraja repleta de hormigas, arañas, mosquitos, cucarachas, polillas y una chinche guardiana (ya, bichos, ecks). Se reparten ocho cartas por jugador numeradas del uno al cinco y pinta una carta. Hay que colocar una que sea un número superior o inferior a la que hay descubierta. Si es un cinco puede ser un cuatro o un uno. Si es un uno puede ser un dos o un cinco. El objetivo es quedarse sin cartas y una manera prácticamente obligada de lograrlo es tirándolas o escondiéndolas. Eso sí, de una en una. Pero la carta de la polilla tramposa no se puede jugar, no puedes colocarla sobre la mesa para deshacerte de ella. La única opción que tienes es hacerla desaparecer sin que te pille el jugador que tiene la chinche guardiana. Si nos cazan con las manos en la masa, recuperaremos la carta tirada, el jugador que nos ha pillado nos entregará una carta de su mano y nos tocará ser la chinche a partir de ese momento. La gran ventaja de ser chinche es que, en ese caso, sí que podemos jugar las polillas con normalidad.

Catch the moon Uno de esos otros juegos que se explican en un pispás, que no ocupan mucho ni en su caja no desplegados y cuyas partidas son rápidas (unos quince minutos, puede que menos) y te dejan ganas de más. Un juego en el que niños y adultos pueden hacerlo igual de bien. Y además es muy bonito. Hay que llegar a la luna, para lograrlo empezamos con dos escaleras verticales, un dado que nos indicará que debemos hacer, unas lágrimas que marcarán nuestros derrumbes y un montón de escaleras con distintas formas. El dado indica si tenemos que colocar la escalera apoyada solo en una escalera de las que ya están puestas, en dos de ellas o de tal manera que acabe lo más arriba del todo. Y siempre hay que hacerlo con una mano. Al que se le caiga el universo inverosímil de escaleras, le toca una lágrima, porque “la luna espera ansiosa vuestra llegada, pero es muy sensible y derramará una lágrima al más mínimo contratiempo en vuestra escalada”. Y esas lágrimas son las que nos hacen perder. El juego de Fabien Riffaud y Juan Rodríguez, con Emmanuel Malin en la parte artística, ha sido editado por Asmodee y da para partidas de entre 10 y 20 minutos.


Takenoko. Otro juego muy bonito, probablemente el más cuqui de todos los que tenemos. A todos los niños les entra por los ojos. Mi hija lo empezó a jugar con siete años. Las partidas son rápidas, de tres cuartos de hora como mucho. Hablamos de un juego muy adictivo y bien pensado por Antoine Bauza. Tiene una mecánica lo suficientemente compleja como para satisfacer a jugadores adultos, pero sencilla de explicar, aprender y disfrutar por niños pequeños. La cuadratura del círculo. En el juego manejamos tres tipos diferentes de cartas de objetivo. En unas hay que dar gusto al jardinero del emperador y hacer crecer el bambú en la cantidad y color que nos exija cada carta; en las del panda hay que comer el bambú que se nos indique; en las de plantación hay que colocar e irrigar las losetas del color y formación correcta. Se van sumando puntos y gana el primero que consiga siete cartas de objetivo si juegan tres personas u ocho, si juegan los cuatro. Dos personas también pueden jugar, aunque no lo hemos probado. Para lograr nuestros objetivos tenemos tres acciones, dos que decidimos nosotros y una que viene marcada por un dado y vinculada a la climatología (viento que permite repetir la acción, sol para tener una acción más, lluvia que hace crecer el bambú…). Así iremos moviendo al insaciable panda para que coma, pondremos losetas, las irrigaremos para que pueda crecer el bambú, moveremos al jardinero, obtendremos mejoras (abono, pozos o cercas que impiden al panda glotón acercarse al bambú de esa loseta) o cogeremos nuevas cartas de objetivo. La expansión permite mover a la panda hasta el panda para que tengan un bebé, que dará dos puntos y una mejora.

Los pilares de la tierra. Julia lleva cuatro años, y tiene once ahora, jugando a este juego de gestión de recursos inspirado en la novela de Ken Follet. Es un juego creado por Michael Rieneck & Stefan Stadler editado por Devir ya bastante antiguo. Para cuatro jugadores, aunque hay una expansión que amplía ese número. El objetivo es acumular puntos de victoria, el que más tenga, gana. El número de turnos va marcado por la construcción de la catedral, que viene en piezas. Cada vez que concluye una ronda, se añade una parte. El turno comienza con cada jugador repartiendo a sus trabajadores entre el bosque, la cantera y la gravera para obtener los materiales con los que construir la catedral: piedra, madera o grava. Se lleva a cabo seleccionando cartas de recursos. En esta primera parte también se pueden contratar artesanos que convertirán esos materiales en otros, en puntos de victoria, dinero o ventajas. Si nos sobran peones (o estamos caninos de pasta), podemos mandarlos a la fábrica de lana para obtener dinero. La segunda parte del turno es la más extensa. Ahí nos centramos en el tablero y lo que hay que hacer es colocar nuestras tres piezas en las diferentes opciones que tenemos: el mercado para comprar o vender materiales, la corte del rey para evitarnos el lago de impuestos, para conseguir las cartas de los personajes que conocemos del libro con los que obtener ventajas, lograr directamente uno o dos puntos de victoria, asegurarnos del favor del prior Philips para que no nos afecten los eventos negativos… Hay que darle más que la media de los que he seleccionado al coco y puede ayudar a que nuestros niños, ya entrada la adolescencia, se animen con los libros. Partidas de una hora más o menos.

Funkoverse. Es un ‘protowargame’ según mi marido, lo cierto es que es estrategia de toda la vida de la de mover tus tropas sobre un tablero cuadriculado, simplificada, con el componente de suerte que dan las tiradas de dados y el aliciente de apoyarse en los mundos de Harry Potter y sus hechizos, o de Marvel y sus súperpoderes, o Parque Jurásico… y en los muñecos cabezones, que causan furor. La lógica dice que lo deben jugar dos personas enfrentadas, al modo del ajedrez, pero no cuesta nada dividirse por personajes. En casa mi hija y yo solemos mover a los buenos frente al pater familias que se coge a Voldemort y sus mortífagos. Es sencillo de explicar pero jugarlo bien entraña más dificultad de la que puede parecer. Y, opción divertida, nada impide enfrentar a magos y superhéroes.

Sagrada. Un juego de mesa abstracto como el estupendo, recomendable y precioso juego porcelánico que es Azul. Es imposible hablar de uno sin acordarse del otro. Sagrada permite hasta cuatro contendientes creando vidrieras, de diferente dificultad según cada uno elija, acumulando preciosos dados de colores. La dinámica de este juego de Daryl Andrews y Adrian Adamescu es sencilla: se lanzan en cada una de las diez rondas tantos dados como jugadores haya multiplicados por dos y sumando uno. Cada jugador acabará tomando dos dados en cada ronda que tendrá que colocar sin que coincidan ortogonalmente en número y color y cumpliendo con el diseño de la vidriera. Otro juego vistoso, inspirado en Gaudí y su Sagrada Familia, que además es rápido de explicar y de jugar, que requiere estar muy atento a las combinaciones de números y colores para cumplir con los objetivos, distintos en cada partida, y también obtener el mayor número de puntos posibles en nuestro color secreto. A partir de ocho o nueve años, si hablamos de niños jugones, puede gustarles. Una partida puede durar unos cuarenta minutos si somos rápidos.

Y estamos jugando o en proceso de jugar también a Saqueadores del mar del norte, Castles of Mad King Ludwig, Abracadabraqué, Mundodisco y Suburbia, con una versión simplificada. Hay todo un mundo de juegos a descubrir. Tras el enlace tenéis las recomendaciones para jugar en familia de diez expertos a los que consulté, entre los que destacan juegos como El frutalito, Monster Chase, Monza, Dixit, Dobble, El laberinto mágico, Story Cubes, La escalera encantada o Fantasma Blitz.

Hay todo un mundo más allá de Parchís, Monopoly, el Trivial, el Stratego o el Risk.



¿Cuáles son vuestros favoritos?

«¿Ustedes creen que esto es una compra de primera necesidad? Una botella de whisky y tónica»

Vivo sobre un Ahorramás, un mercado y un Día. También una carnicería y una panadería que vende encurtidos, frutos secos y patatas fritas. Es decir, vivo probablemente en la que ahora es la calle más transitada de mi ciudad. Las colas antes de Semana Santa eran tremendas. Hoy, sábado, vuelven a serlo. Tanto, que hice un vídeo para mandarlo al grupo de whatsapp de la familia. Así está el patio, así se toman muchos el confinamiento.

Los miro y recuerdo cuando, hace dos semanas, el pescadero desahogó conmigo su indignación: “hay gente que viene a pasearse. No traen el carro lleno, llevan dos tonterías y se tiran media hora caminando por los pasillos. Hoy un señor ha venido tres veces. Yo soy asmático y no estoy aquí, pasando miedo, para eso”.

Y tiene toda la razón, diga lo que diga Marlaska. Hace falta más responsabilidad social.

Mientras los hay que no pisan la calle salvo que verdaderamente no queda más remedio, al tiempo que vemos tantos sacrificios individuales y colectivos, tenemos a gente para la que cualquier excusa es buena para salir arriesgando la necesaria contención del virus.

Llega de repente la Policía a mi calle abarrotada. Recuerdan gritando que solo se puede salir para compras de primera necesidad, cuentan que “está bajando la gente a morirse a la calle porque no llegan las ambulancias a tiempo”, y empiezan a recorrer las colas pidiendo listas de la compra y tickets a los que salen.)

“¿Ustedes creen que esto es compra de primera necesidad? Una botella de whisky y tónica”, exclama un agente en alto. Un escarnio público más que merecido.

Una agente intenta hacer entrar en razón a un anciano, apoyado en su bastón y que no lleva ni carro ni bolsa, para que se vaya a casa. La ignora, casi ni la mira. Al final tiene que venir un hombre, un superior, que logra al fin que se retire: “Acaba de decir a la compañera que venía por una gaseosa. ¡Que se vaya a su casa que es por su bien!”.

Se acercan a una madre joven que están en la cola junto a una niña pequeña que lleva guantes de lana. Le entregan guantes de látex a ambas.

Algunos se han ido, sí. Otros llegan y la cola no baja. Llevo un rato viendo a estos agentes trabajar de manera intachable, intentando hacer entrar en razón, dialogando sin parar. Viendo su frustración con la que empatizo. Al final se tienen que marchar. Han hecho lo que han podido y la calle sigue llena de gente.

De poco vale salir a aplaudir si no nos quedamos en casa salvo causa de fuerza mayor. Con un carro lleno a la semana en mi casa comemos cuatro personas, dos adultos y dos niños de 11 y 13 años con hambre perpetua.

Ayudemos a la Policía y demás cuerpos y fuerzas de seguridad, que se están jugando el tipo al hacer su trabajo.

#QuedateEnCasa #QuedateEnTuCasa

Un grupo de investigadores necesita nuestra ayuda para saber cómo están pasando el confinamiento nuestros niños y adolescentes

Hoy soy solo un altavoz, y lo soy a petición de mi amiga la doctora Amalia Arce, conocida desde hace muchos años (lleva divulgando tanto que ni recuerdo) como @lamamapediatra y que trabaja en el Hospital de Nens.

Está participando en un estudio que quiere conocer el impacto que esta situación de largo confinamiento puede tener para nuestros niños y adolescentes. Como parte de ese estudio han lanzado un cuestionario online, que se puede hacer de forma anónima, en el que necesitan que participe cuanta más gente mejor. Personas que se tomen en serio esta investigación y contesten con la verdad, no pretendiendo aparentar que todo va fenomenal y lo estamos haciendo todo perfecto.

(GTRES)


No lleva más de cinco minutos
, incluso deteniéndonos a reflexionar en alguno de los puntos en los que nos preguntan por cómo duermen, comen, se ejercitan o se entretienen nuestros hijos de hasta 17 años de edad.

¿Os animáis a echar una mano a la ciencia?

Somos un grupo multidisciplinar formado por endocrinólogos pediátricos, nutricionistas, médicos del deporte y pediatras del Hospital HM Nens. Queremos estudiar los efectos del confinamiento generado por el COVID-19 mediante una encuesta que valorará los hábitos de nutrición, actividad física y sueño de los/as niños/as y adolescentes. Además queremos dar nuestro apoyo brindándoles a las familias menús saludables y opciones para la cesta de la compra.

Os invitamos a cumplimentar este cuestionario si tiene hijos menores a 17 años. Apenas le llevará unos 5 minutos. Esta encuesta es totalmente anónima y voluntaria. Al finalizar la encuesta os dirigiremos a un link de nuestra web donde podréis descargar los menús y las listas de la compra. Es un estudio aprobado por el CEIm HM Hospitales (código 20.04.1585-GHM_COVID)

Necesitamos que esta encuesta llegue al máximo número de personas posible para tener una muestra representativa y mejores resultados. Por favor, no dudéis en difundir la encuesta por whatsapp o vuestras redes sociales.

¡Muchas gracias por colaborar!

#quedateencasa #podemoslograrlo

¿Y si hoy aplaudimos vestidos de azul, para que las personas con autismo reciban en su día apoyo y no insultos desde lo alto?

Hoy, 2 de abril, es el Día Mundial por la Concienciación sobre el Autismo. Un día que pasaremos encerrados en nuestras casas, por responsabilidad social para frenar la pandemia del coronavirus, aunque tal vez haya algunas personas con TEA den algún paseo terapéutico acompañados, para liberar el estrés que les produce esta situación de confinamiento. Personas que, como probablemente bien sabréis, han estado recibiendo improperios desde ventanas y balcones por los policías de balcón que se creído los ayudantes del sheriff del condado.

No habrá carreras solidarias como otros años, no habrá eventos, pero hoy podemos mostrar nuestro apoyo a este colectivo tan diverso desde nuestras redes sociales. Hay muchas formas de hacerlo, por ejemplo difundiendo por nuestras redes sociales contenidos que desmitifiquen este trastorno, que informen y aporten. También vistiéndonos de azul y haciendo #unselfieporelautismo, mostrando imágenes de globos en las terrazas o de corazones azules pegados en las ventanas o de molinillos fabricados durante el encierro obligado, que tan difícil es para todos pero que se hace especialmente cuesta arriba para muchas personas con TEA.

Todo aporta, todo alimenta la empatía y hace que las personas con TEA y sus familias se sientan arropadas.

Y os voy a pedir algo más, os voy a pedir que hoy a las 20 cuando salgamos a nuestras ventanas y balcones a dar el #aplausosanitario de todos los días, lo hagáis vestidos de azul y penséis un poquito en las necesidades y reivindicaciones de las personas con TEA. Para que reciban cariño y no insultos desde lo alto.

Si luego lo compartís en vuestras redes, mejor aún, porque más lejos llegará vuestro gesto. Podéis emplear los hahstagas #DiaMundialAutismo y #LIUB, que significa Light It Up Blue, una iniciativa internacional por la que edificios y monumentos de todo el mundo se iluminan de azul la tarde-noche del 2 de abril.

(EFE)


Termino con el comunicado de Autismo España y sus tres reivindicaciones para las personas con autismo en plena lucha contra el covid-19:

Este año, la campaña desarrollada por el movimiento asociativo del autismo en España, en coordinación con Autismo Europa, lleva por lema ‘Puedo aprender. Puedo trabajar’, ya que pone el foco en la educación y el empleo, dos ámbitos fundamentales para conseguir la participación efectiva en la sociedad de las personas con TEA y, por consiguiente, la mejora de su calidad de vida.

Los datos obtenidos del registro sociodemográfico que Autismo España comenzó en el año 2015 ponen de manifiesto que ha habido un considerable incremento del alumnado escolarizado con TEA identificado en los últimos cinco años: de más del 118% entre los cursos 2011-12 y 2017-2018. Además, el alumnado con TEA tiene un riesgo mayor a ser víctima de acoso escolar (más del 50% del alumnado con este trastorno sufre bullying) y se han detectado índices altos de abandono escolar al finalizar la Educación Secundaria, en comparación con los índices de continuidad del resto del alumnado escolarizado en educación no universitaria. Tampoco está suficientemente desarrollada la orientación vocacional y las experiencias de prácticas y que no hay conexión entre las últimas etapas educativas con los servicios de empleo. En este sentido, es necesario hacer explícita su mayor vulnerabilidad frente a otros colectivos, enfrentándose a mayores tasas de desempleo, sufriendo una mayor exclusión en el mercado de trabajo; así, se estima que más del 90% de las personas con TEA están desempleadas, también debido tanto a la escasez de servicios de apoyo para adultos como a una falta generalizada de comprensión sobre las capacidades de las personas con TEA y su potencial laboral.

Pero, este año, la crisis sanitaria del COVID-19 obliga a Autismo España, como confederación estatal que agrupa y representa a 133 entidades que prestan apoyos y servicios especializados a las personas con TEA y sus familias, a visibilizar las demandas urgentes del colectivo en estos momentos, como son:

1. Concienciación social. En el caso de las personas con TEA, el impacto del confinamiento es significativamente mayor ya que, debido a las dificultades de flexibilidad de comportamiento y de pensamiento que muchas de ellas presentan, precisan rutinas estables y predecibles y presentan dificultades para adaptarse a los cambios en su contexto, por mínimos que sean. Por ello, algunas pueden experimentar altos niveles de estrés y ansiedad, manifestar un incremento de conductas negativistas o desafiantes o presentar dificultades de auto-regulación que puedan poner en riesgo su integridad física o la de las personas que la acompañan. De ahí que algunas personas con TEA puedan necesitar salir a la calle para no agravar el impacto que supone la situación de confinamiento. Aunque está aprobada la Instrucción que lo permite, muchas están siendo objeto de increpaciones e insultos cuando salen a dar estos pequeños paseos, acompañadas o no de algún familiar. Por ello, reclamamos la comprensión y concienciación del conjunto de la sociedad sobre este derecho que les asiste, así como ejercerlo sin necesidad de recurrir a ningún elemento identificativo (chalecos reflectantes, pañuelos azules, etc) que, a medio o largo plazo, puede resultar estigmatizante e inducir, incluso, a un mal uso por parte de personas que quieran aprovecharse de dicha situación para eludir eventuales sanciones.

2. Atención sanitaria. En este ámbito, demandamos a las autoridades sanitarias:
Que las personas con TEA sean consideradas como población de alto riesgo y prioritaria para que no queden fuera de los protocolos clínicos de atención, ni en la detección ni en la hospitalización. La discapacidad nunca puede ser un factor de discriminación que atente contra los derechos humanos, por lo que demandamos que se vigilen estos protocolos y que se respete la igualdad de oportunidades de las personas con discapacidad y su derecho a la salud.
La Implantación de “ajustes razonables” en la hospitalización de las personas con TEA contagiadas por Covid-19, para minimizar los efectos sobre su bienestar emocional e integridad. Entre ellos, flexibilizar las medidas que establecen el ingreso individual y el aislamiento de la persona afectada, permitiendo el acompañamiento en todo momento por parte de una persona cercana (familiar o profesional), así como contar con el asesoramiento y la orientación de familiares y/o profesionales especializados que conozcan a la persona y ayuden a establecer las medidas específicas en cada caso particular, proporcionando un entorno lo más estable posible.

3. Falta de recursos. La carencia absoluta de equipos básicos de protección, limpieza y desinfección, así como de material sanitario, está aumentando alarmantemente el riesgo de contagios (tanto de las personas con TEA como de los profesionales que los atienden), las bajas de profesionales y, en última instancia, el colapso de los servicios. Además, la propia falta de recursos económicos debido a la interrupción de los conciertos con las Administraciones Púbicas, así como de las cuotas de las personas atendidas, está poniendo en riesgo la sostenibilidad de los servicios especializados que prestan las entidades, a las personas con TEA y sus familias. Si no se ponen en marcha medidas contundentes de apoyo financiero y fondos extraordinarios que palíen esta situación, puede perderse de manera irreversible, buena parte de la red de servicios específicos para el colectivo.